Del matrimonio Gay y su llegada a NY
The «desires» for a better life for some are always already predicated on the permanent structural abeyance of the collective unmeet needs of the many –the rabble. The asymmetric relationship between sanctioned elite, normalizing desires and the subsidizing of these desires by mass unmet needs are at the heart of this society. –Edgar Rivera Colón
Soy un producto de la generación del slogan Paz y Amor. Me sabía de memoria desde pequeñito la canción de Camilo Sesto, “Amor Libre”. Además de eso crecí y me formé dentro de un movimiento Gay todavía joven que recordaba las verdaderas razones por las que existía. La lucha que acogió el nombre de la barra “Stonewall” se dió contra el abuso policiaco y por la liberación sexual. La lucha de Stonewall no se dió, como cotorrean ahora algunos activistas, por conseguir el matrimonio gay. De hecho, Sylvia Rivera, mujer transgénero puertorriqueña a quien se le acredita haber comenzado el revolú que se formó en Stonewall, era una mujer comunista, liberacionista, co-fundadora de STAR.1 Muchos y muchas de los que la conocimos hemos concluido que Sylvia Rivera2 debe estar revolcándose en su tumba al oírse acreditada con la victoria del movimiento LGBT en obtener el derecho a casarse en el estado de Nueva York. Es irónico que sin embargo a pesar de reconocer la contribución de Sylvia Rivera y las muchas otras personas de géneros y reputaciones sospechosas que en Stonewall se reunían, la agradecida comunidad gay dejó morir el proyecto GENDA (Gender non-discrimination Act) en el Senado este mismo año.
Muchos de los que crecimos creyendo en una agenda de justicia social y liberación sexual, observamos atónitos, a veces impotentes y a veces con coraje, cómo el “movimiento gay” en los últimos cinco o seis años concentró la gran mayoría de sus recursos económicos, humanos y capital político en una agenda tan conservadora como la de obtener matrimonio. ¿No fue la lucha de Hardwick v. Bowers, precisamente la lucha por sacar al Estado de nuestros dormitorios, de nuestras camas? Poco a poco observamos cómo la “agenda gay” se fue de-sexualizando y se hacía claro que los nuevos “power brokers”, principalmente el HRC (Human Rights Campaign) pero también GLAAD (Gay & Lesbian Alliance Against Defamation) y el NGLTF (National Gay & Lesbian Task Force) se movieron en una dirección que se alejaba del ideal de liberación que tenía su base teórica en posiciones políticas asociadas a la izquierda y se acercaban a la derecha ansiosos de reproducir sus paradigmas heteronormativos y requisitos de asimilación y hetero-normalización. No queremos cambiar el mundo, no somos amenazantes, somos “iguales”. Nadie, nunca preguntó, ¿Iguales a quién?
Una de las grandes confusiones de la gente joven del movimiento LGTB en Estados Unidos y en Puerto Rico es que no conocen la diferencia entre conceptos como “izquierda” y “liberal”.3 En USA al igual que PR las organizaciones nacionales han podido vender la agenda matrimonial como una reivindicación de Derechos Humanos, progresista y tal vez revolucionaria. Esto en Puerto Rico ha sido fácil ya que la comunidad LGBT está tan estigmatizada que pronunciarse a favor de la misma es cosa de “izquierdistas y ateos”. La derecha religiosa ha logrado establecer que ser “hombre de bien” es estar contra “lo homosexual”, de ahí el que sea tan difícil para nuestros políticos pronunciarse a favor de nuestras comunidades.
Pero volvamos al matrimonio: el 26 de julio de 1996 se hizo público un edicto endosado por muchísimos activistas queer, académicos y aliados proponiendo una visión a seguir alterna, Beyond same-sex marriage: A new strategic vision for all our falies & relationships. Muchas fueron las voces que se unieron a esta denuncia y la literatura que se produjo al respecto.4 Sin embargo, pienso que la suerte ya estaba echada, las organizaciones norteamericanas nacionales, con fondos provenientes en su mayoría de hombres gay blancos ricos, y/u fundaciones controladas por los mismos decidieron que el matrimonio gay (y lésbico) sería la causa que más fondos y recursos humanos recibiría, y detrás se alineó mucha otra gente y sus organizaciones, porque en USA “you follow the money.” Muchos de los que fuimos activistas del SIDA que observamos a nuestros amantes y nuestros hermanos de familias extendidas morir solos, sin sus parejas a su lado, o desahuciados por una u otra familia biológica de la cual habían sido expulsados, sabemos que el matrimonio otorga privilegios. Sin embargo, en los finales de los 80 y los 90, nuestra exigencia no era el matrimonio gay, nuestras exigencias estaban mucho más acordes con las exigencias de esta proclama: democraticemos los privilegios, redefinamos lo que es familia y núcleos familiares.
Creo este es el momento adecuado para aclarar que no creo que esa responsabilidad de democratizar los derechos privatizados en la unión matrimonial es exclusiva de la comunidad LGBT. Pienso que esta democratización de beneficios y privilegios también compete a los y las heterosexuales. Sin embargo, mi experiencia con heteros ha sido igual de decepcionante. Todas las amistades heterosexuales que en algún momento se me acercaron para denunciar lo asimilista de la agenda del matrimonio entre personas del mismo sexo, poco a poco, todos y todas se han casado. Unos para accesar beneficios de salud, otras para poder utilizar los dormitorios para matrimonios de la universidad donde iban a estudiar, otro para darle ciudadanía a su pareja (cosa que gays y lesbianas todavía no podemos hacer ya que las leyes que reconocen nuestros matrimonios son solo estatales), otras para poder bautizar sus hijos, dos o tres para comprar una casa, otros porque sus familias se lo han pedido, otras porque salían mejor rindiendo planillas como matrimonio! Así que un día me cansé de este doble estándar y resolví que estaba equivocado, que esos derechos privatizados que se le otorgan a la institución del matrimonio deben estar al alcance de todos y todas las que se quieran casar.
El otro ángulo que quiero discutir es que a pesar de este diálogo interno sobre la deseabilidad o no de utilizar todas nuestras fuerzas y recursos en obtener el matrimonio gay, el debate público que llegó a los hogares de todo el mundo fue el que los medios noticiosos decidieron: el debate entre la comunidad gay y los religiosos fundamentalistas. A los medios noticiosos les encanta repetir las sandeces que dice cualquiera sin hacer el mínimo “fact-check”. Que si el matrimonio es una institución que nunca ha cambiado desde el principio del mundo (FALSO). Que si los niños (¿y niñas?) tienen derecho a tener un padre y una madre en cada hogar (give me a f***ing break!); que si la civilización se va a acabar; que si la raza humana desaparecerá; que por eso es que hay huracanes y terremotos. Muchas veces ignorando, que el matrimonio, como figura legal (que es la que les interesa a la comunidad gay y lesbiana) ha estado siempre en evolución. Por ejemplo, antes los curas católicos podían casarse (hasta que la iglesia temió perder sus propiedades con tanto futuro heredero). Por ejemplo, antes sólo los ricos podían casarse; por ejemplo, en USA los blancos no podían casarse con las negras (y viceversa). Esa figura legal ha estado en constante evolución, pero para los medios noticiosos siempre fue mucho más fácil mantener el nivel del debate en un nivel de escuela elemental, 2do grado como mucho. No había manera para muchos de nosotros y nosotras que queríamos impactar el debate de manera inteligente y productiva.
Así que con todo este bagaje, me senté el viernes por la noche a observar, en Internet, el voto final sobre la legislación que permitirá a parejas del mismo sexo casarse en el estado de Nueva York, donde vivo. No voy a negar que me emocionó ver el proyecto pasar. Pienso que legalmente era lo justo. Sentí un placer perverso que balanceó el bochorno ajeno al ver a Rubén Díaz senior, el senador-reverendo demócrata, balbucear incoherente y furibundo su oposición al resultado de la votación. También me emocionó ver a Tom Duane, tratar de articular un discurso sumido en la emoción y presionado por el tiempo. Siempre le he tenido afecto a Tom Duane, no es explicable. Abrí una botella de vino y brindé una copa. Dos días después participé en la gran parada LGBT de NY, donde la inmensa mayoría celebraba el paso de la legislación. Yo también llevaba un leterero, él mismo decía: “Will marry for health benefits”.
- Street Transvestite Action Revolutionaries, creado en 1970 para defender los derechos de transexuales y de los niños y niñas queer que huían de sus hogares y vivían desamparados en la calle. Tanto Sylvia como Marsha P. Johnson, la otra co-fundadora, hacían trabajo sexual para alimentar y darles cobija a los jóvenes que se refugiaban en su albergue. [↩]
- Sylvia Rivera también fue asociada con sus colaboraciones tanto con los “Young Lords” y los “Black Panthers”. El Centro Comunitario de Lesbianas y Gays en Manhattan New York le prohibió la entrada por varios años por exigirles que les ofrecieran guarida a los jóvenes queer sin vivienda en NYC. [↩]
- John Démilio hace esta denuncia articuladamente en New Politics, Summer 2008Vol:XII-1Whole #: 45 Can the Left Ignore Gay Liberation? [↩]
- Para una lista sugerida por favor comuníquense conmigo a [email protected] [↩]