Diálogos con Héctor Feliciano, periodista cultural (1)
Hector Feliciano, sanjuanero, maestro de talleres de periodismo cultural de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (sí, la de Gabriel García Márquez) y autor del libro “El Museo Desaparecido”, entre muchas otras cosas, es un periodista cultural con una vasta y reconocida trayectoria internacional. Pero no es por la fama que lo espero, capuccino en mano en el negocio donde acordamos encontrarnos, si no por la experiencia.
En su larga trayectoria Feliciano ha trabajado para múltiples periódicos internacionales como El País, Clarín y The Washington Post, entre otros. También ha trabajado con diversa instituciones como Columbia University, New York University y Sarah Lawrence. Pero más que esto lo que le destaca es su trabajo como periodista cultural, siendo su obra cúspide (hasta el momento) el libro “El Museo Desaparecido”. Este es el resultado de años de investigación durante su estadía en Francia donde Feliciano documentó e hilvanó la historia de los saqueos de arte que realizaron los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El trabajo incluso propició que se devolvieran pinturas a sus legítimos propietarios, demostrando de forma contundente el impacto que puede tener el periodismo cultural.
Luego de tantos años fuera de la Isla, 23 de ellos en Francia, Feliciano vuelve a vivir en Puerto Rico. Llega con su boina al Patio de Sam, el lugar de encuentro acordado en la calle San Sebastián, la misma de la fiestas y del mural de Albizu con los pitirres. Tiene la frente amplia, los ojos pequeños, y la sonrisa abierta, honesta. Desde el principio y a través de nuestro intercambio destaca de Feliciano su apertura, su disposición a mirar al mundo de frente, absorberlo y compartirlo.
Con su actitud relajada no es difícil visualizarlo como vecino consagrado de ese microcosmos que es el Viejo San Juan con su azar de artistas, intelectuales, extranjeros y uno que otro estudiante afortunado. A pesar de los años en el extranjero hay algo del aire caribeño que permanece en él. Quizás no haya que sorprenderse tanto, siendo honestos, ya van cuatro años que está aquí, pero es ahora que su nombre comienza a sonar más con su nombramiento como integrante de la Comisión para el Desarrollo Cultural. Teniendo en mente la relevancia de la Comisión en el panorama cultural actual y el amplio bagaje de conocimiento en periodismo y en los ámbitos culturales que Feliciano trae, 80grados le realiza esta entrevista cuyos contenidos serán publicados en dos partes.
Siendo la cultura un concepto que abarca tanto, ¿cómo definir lo que es periodismo cultural? ¿dónde están sus límites? ¿sus rasgos particulares?
Utilizo casi casi un concepto antropológico de la cultura, que es prácticamente todo aquello que pega a la sociedad, que une a la sociedad, que nos hace funcionar. Es decir, fiestas populares, pero también conciertos de música clásica, bomba, plena, pero también ballet, danza moderna, literatura, cine… Lo que sí, es una idea que para mi tiene tanta importancia en los diarios y en los sitios digitales como las finanzas, la economía o la política. Y me rebelo mucho contra la idea de que siempre nos ponen cerca, o como primo, de la sección viaje o la sección hogar.
O de espectáculos…
Exacto. Bueno, esa es otra cosa. Espectáculos es para mí el gran reto de los periodistas culturales. La farándula (que para mí es espectáculo), se ha ido comiendo nuestra secciones de cultura. Y la farándula está regida, en su gran mayoría, por relacionistas públicos y por fechas. Es decir, uno va a ver que Brad Pitt se pinchó un dedo y uno sabe que en los próximos dos meses sale una película de Brad Pitt en algún la’o. Pero te traen ya el otro tema que te van invadiendo por otros sectores, el lado “People” [de la revista “People”]. . . . En Francia se habla de la “peoplerization” de la sociedad. Y es eso es la idea de que si alguien, algún cantante hace algo, en los próximos meses va a salir un disco. Eso para mí es diferente de los otros calendarios de la cultura en la medida de que no tienen los medios tan amplios. Y que no son campos tan controladores como éstos, que realmente dominan los calendarios. El periodismo cultural debe romper con todo eso. Y debe tratar de cuestionar los calendarios.
Has escrito para periódicos europeos, estadounidenses y latinoamericanos, y también colaborado con instituciones de múltiples países como el FNPI y Columbia University; sin embargo, tu presencia en Puerto Rico (al menos hasta ahora con el nombramiento de la Comisión para el Desarrollo de la Cultura), parece un poco más tímida. ¿Por qué ha sido eso?
Bueno yo escribí para El Nuevo Día de vez en cuando, cosas que me pedían desde Nueva York y una o dos desde Francia. Lo que pasa es que desde que llegué a Puerto Rico tenía tanto trabajo que no encontraba el tiempo para sentarme y decir, bueno, déjame hacer algo. Además, realmente me quería tomar el tiempo para comentar. . . Al regresar me di cuenta que mucha gente se adelantaba para escribir sobre su retorno. Y yo creo que no hay prisa para escribir sobre el regreso.
¿Cómo ve su rol en la Comisión para el Desarrollo de la Cultura?
Yo creo que esta comisión es un lujo. Es un lujo para mí por lo menos poder pensar la cultura en Puerto Rico. Y la forma en que lo vamos a hacer es realmente ir por toda la Isla. Vamos a hacer comités de todos los sectores creativos para empezar a ver y empezar a repensar. Yo espero que podamos tener alguna influencia. . .
Yo quisiera hablar de una cultura en el siglo 21, que incluya a los jóvenes, que incluya también a la sociedad civil porque no toda la cultura viene del gobierno, además nunca ha venido del gobierno, lo que viene son ayudas. . .
Me parece que la última vez que se pensó la cultura en su totalidad (no digo que no se haya pensado pedacitos), pero que se haya pensado en su totalidad fue probablemente con el ICP. Y quizás después con José Luis González y los debates alrededor de su libro. Y me parece que es buen tiempo, varias décadas después, de uno repensar, y repensar también después del internet, de la era digital. No transforma las exigencias pero si transforma el público y transforma la forma, la forma de hacer arte, y no todas las artes, pero sí algunas. Eso es lo que yo creo. Quizás es demasiada ambición, pero yo creo que hay que ser ingenuo pa¨ poder trabajar estas cosas.
¿Cómo ve la situación del periodismo en Puerto Rico?
Yo pienso que hay iniciativas muy buenas, por supuesto 80grados, y Cruce también. Quizás hay más que no conozca. Yo pienso que hemos pasado a una época digital pero que todavía no habíamos asimilado mucho el profesionalismo: la exigencia, el método. Yo pienso que hay un método periodístico. Más o menos, tampoco es una ciencia. Ni creo que haya que ir a la universidad para aprenderlo. . . Pero me parece que hemos pasado muchas veces a pensar que cualquier cosa es periodismo. Aquí por ejemplo, hay una cantidad de “opinólogos” que es una cosa increíble. Y entonces uno se da cuenta escuchando las entrevistas que hacen de que no son periodistas porque se les escapan las preguntas esenciales. . . Hemos pasado a una sociedad de acceso, pero no guardamos el método.
Aquí yo creo hubo un corte en el periodismo en algún momento, en la Segunda Guerra Mundial, después con el cierre de El Mundo y el inicio de El Nuevo Día, después con la muerte de Castañeda… Y ha habido cortes, y muchas veces esa memoria, y ese conocimiento profesional se perdía. Son cortes como unas brechas, unos barrancos, se va un montón de información por ahí y no vuelve. Y yo pienso que uno lo ve con las legiones de “opinólogos”… y que muchas veces las opiniones que uno oye son opiniones de humor, “ay, estoy de mal humor, voy a atacar a yo no sé quién”. Y eso es un gran fallo, porque el periodismo no es eso, en el periodismo hay cierto método, tu creas cierta distancia con lo que haces y con lo que escribes.
Y esto son cosas que usted ve particularmente acentuadas en Puerto Rico ¿o son genéricas?, ¿cómo contrastaría la situación del periodismo en Puerto Rico con otros lugares?
Son generales, mundiales. El problema es que como Puerto Rico es una sociedad pequeña no hay alternativas.
En Francia, por ejemplo, tienes veinte canales, aquí ¿cuantos hay? ¿cuatro? Que nadie los ve… Es como en el mundo intelectual, en Francia, Estados Unidos, México, Inglaterra, Argentina, hay un mundo intelectual fuera de la universidad. Y aquí no. Aquí es muy poco. Se está creando, mucho en parte porque hay muchos doctores en algo que no pueden entrar ya a la universidad y están haciendo otras cosas, y yo espero que eso traiga un mundo intelectual fuera del universitario. Es lo que digo, son mundos más pequeños, cuatro millones de habitantes, la televisión es poco, la oferta televisiva es pequeña, igualmente el mundo intelectual está dominado por la universidad, que es bueno pero no es completamente bueno.
Considerando la amplitud y complejidad de la pregunta más tarde Feliciano solicitó tiempo para abundar sobre el tema de la situación del periodismo y la cultura en Puerto Rico relativo a otros países, lo que se traerá en la segunda parte de este trabajo.
En un taller que ofreció en México habló del corsé de la información institucional en lugares donde el Estado predomina como agente de la actividad cultural. En cambio, en Puerto Rico muchos artistas y gestores culturales se quejan de lo contrario: la falta de apoyo institucional y gubernamental a la gestión cultural, y la falta de estructuras servibles y constantes. Al parecer, no todos los ambientes culturales son iguales. Entonces, ¿cómo llevar a cabo periodismo cultural en Puerto Rico? entendiendo las idiosincrasias particulares de este contexto.
A pesar de las quejas, la cultura aquí está centralizada: Instituto de Cultura Puertorriqueña, Museo de Arte de Puerto Rico, Museo de Arte Contemporáneo, Museo de San Juan, Museo Pablo Casals, Galería Nacional, ¿que más? Todo eso es del Estado, si no de la ciudad. Así que es centralizado, contrariamente a Nueva York donde no hay un sólo museo que sea del estado. Eso es lo que quiero decir. Que se quejen es otra cosa, es otro elemento, importante. Yo pienso que se quejan por problemas de pertinencia, que muchas veces no sienten que es pertinente, que las políticas [culturales gubernamentales] no son pertinentes. Es lo que decíamos, es bueno que la Comisión ahora pueda repensar para reubicarlas, para colocarlas en el siglo 21.
¿Qué implica eso para el periodista cultural? ¿Qué implica el “bregar” con un país donde la cultura está centralizada?
Centralizado es mucho más fácil porque tu puedes ir a una fuente que es el gobierno. Ahora, también son retos más importantes porque son burocracias, y son burocracias que no obedecen necesariamente al público, si no que obedecen a su propia lógica. Para un periodista cultural es importante eso porque sabe a dónde ir pero sabe también que va a haber una opacidad, porque el Estado es opaco. Las instituciones privadas tienen otro aspecto. Hay dos tipos de instituciones privadas. Una es la ONG [organización no gubernamental], como el MOMA en Nueva York, que no pertenece a nadie realmente y que tiene que reaccionar a opinión pública bien rápidamente. Pero existen también instituciones privadas que pertenecen a familias y al pertenecer a familias vuelve la opacidad.
Cuando tienes un estado centralizado, tu sabes a donde ir pero a la vez sabes que vas a tener opacidad, sabes que van a haber decisiones políticas que no tienen nada que ver con la realidad.
Continúa en la próxima edición.