El pasado pesa: “45 Years” y “The Lady in the Van”
“45 Years” es narrada como si fuera un diario de los seis días que van desde que conocemos a una pareja hasta que celebran su cuadragésimo quinto aniversario. Geoff (Tom Courtney) se ha retirado de una planta de granos; Kate (Charlotte Rampling) era maestra. Iba a celebrar su cuadragésimo aniversario pero lo tuvieron que cancelar porque a él lo sometieron a una operación del corazón. Ahora todo está listo para retomar la celebración, pero Geoff recibe una carta dándole una noticia inesperada: han encontrado en Suiza el cuerpo de una mujer que Geoff conocía antes de conocer a Kate. Esto es motivo de un viaje extraordinario en las mentes de los dos personajes, pero principalmente en la de Kate. La carta lanza a Geoff en un remolino de emociones que parecen haber vivido en silencio en él por muchos años. Kate percibe que en ese pasado hay mucho más de lo que ella sabía de su marido.
Admirablemente dirigida y escrita por Andrew Haigh e impecablemente actuada por Rampling y Courtney, la película tiene la belleza de un viejo álbum de buenos recuerdos y la tristeza que esos recuerdos pueden arrancar a quien los vuelve a visitar. La Rampling, exquisita a sus 70 años, nos deja ver lo que está pensando y logra trasmitir sus emociones con pequeños gestos y cambios de voz. Courtney nos hace partícipes de su dolor y su nostalgia con naturalidad, sin exageraciones. Según vamos adentrándonos en los secretos nos percatamos de las profundas heridas que pueden causar las medias verdades de un amante en alguien que ama y cómo los matrimonios se sobrellevan a base de ellas (medias verdades). El triunfo de la película es que nos va adentrando en realidad de cómo puede percibirse el engaño y cómo esa percepción traumatiza la ternura. Una línea en el filme resume el mensaje principal. Cuando Kate va a alquilar el salón donde se ha de celebrar la fiesta de aniversario el manejador del lugar le dice: “Este salón está lleno de historia, como todos los buenos matrimonios”. La ironía de la aseveración la captamos al final de la película.
Cómo el pasado pesa lo vemos también en la cómica y triste “The Lady in the Van” que narra la historia verídica (verídica “casi todo el tiempo”, nos advierte la película misma) del gran dramaturgo británico Alan Bennett y Mary Shepherd una mujer ambulante que vive en una furgoneta. Sobre ella pesa no solo el pasado sino su fe religiosa, su sentido de culpabilidad, y un carácter indomable que en parte la ha conducido a la situación que vive.
Alternando lugares donde estacionar su hogar ambulatorio, llega al vecindario donde se halla el convento al que una vez perteneció. Los vecinos están horrorizados con la presencia de la vagabunda pero, como buenos ingleses, mantienen rígido su labio superior y, de hecho, se encariñan con la mujer. En particular le sucede a Alan Bennett, quien le permite que por tres días estacione su furgoneta (una de varias) en la entrada de coches de su casa. La mujer se queda por quince años y, entre tanto, la curiosa relación va capturando la imaginación del dramaturgo.
Hay muchas cosas estupendas en el filme escrito por el propio Bennett, quien había escrito ya una obra de teatro y un guión para la radio basados en su experiencia con Miss Shepherd. Como Bennett vive solo, habla consigo mismo, y su otro yo es alter y superego a la vez en conversaciones de una agudeza admirable y una comicidad seca que solo un inglés sabe generar.
Alex Jennings es un facsímil casi perfecto del Bennett original y su actuación es una delicia. Tímido, pulcro, ordenado, Bennett se somete a las excentricidades de Miss Shepherd con resignación involuntaria, convencido de que la quiere ayudar y, simultáneamente, mortificado consigo mismo por hacerlo. Se lamenta con dolor de que ve más a su vecina que a su madre y, a pesar de la carga que ambas representan, ha decidido que es su deber hacerlo. Sus encuentros con la trabajadora social (la magnífica Cecilia Noble) que está a cargo de su vecina son estupendos y dejan ver que la gente sí se preocupa por el prójimo.
Por supuesto el filme le pertenece a Maggie Smith. Dame Maggie ha creado el personaje y, con esta, es la tercera vez que lo habita. Como se imaginan, si han visto los avances, su actuación es una maravilla. Uno se compadece del pasado de Miss Shepherd y de sus tribulaciones, pero admira su rebelión contra el mundo. Su ambivalencia religiosa, que se vuelca en las relaciones con Bennett, con Underwood (el camaleónico y especial Jim Broadbent) y con todos los que la rodean, es sobrecogedora y conmovedora.
Nicholas Hytner, quien dirigió la homónima obra teatral, ha hecho una labor encomiable con los actores para mantener el filme en balance. De no haberlo hecho así, Maggie se hubiera llevado la película para su casa debajo de una de las capas sucias que usa en el filme. La música es de Chopin y, al final, el propio Bennett aparece en un cameo. No se la pierdan.
(La película no tiene subtítulos y, al principio, con los varios acentos británicos y un volumen demasiado bajo, era difícil entender lo que los personajes decían. Si la van a ver y no oyen, quéjense para que suban el volumen un poco. Si no, la pueden ver en Apple TV.)