Hidden Figures
Siguiéndole los talones a “Loving”, este filme traza las vicisitudes de tres mujeres negras que trabajaban en NASA en el Langley Research Center en Hampton, Virginia. El común denominador entre los dos filmes es Virginia, estado que en 1958 cumplía las leyes de segregación al pie de la letra. En otras palabras, cerca del suelo, a la altura del betún. En un edificio separado de los otros empleados, las mujeres de color trabajaban como “calculadoras humanas”. Sus talentos eran iguales o excedían los de muchos blancos, casi todos hombres, que preparaban la primera cápsula espacial de los Estados Unidos en orbitar el mundo con un humano adentro. Pronto tendrían un papel central en la historia de la exploración del espacio.
Existían muchos problemas logísticos y matemáticos para lograr lo que ya lo rusos habían conseguido, y estaba en coliflor la Guerra Fría. Yuri Gagarin había completado una órbita alrededor del globo en abril de 1961 y se creía que lo próximo que estaría en el espacio era un cañón con misiles atómicos dirigidos a los Estados Unidos. Un mes después de Gagarin, Alan Shepard fue y volvió del espacio y condujo manualmente su cápsula, pero el logro tuvo su lado fallido porque los cálculos de dónde caería a su regreso fallaron un poco y la cápsula se perdió en el océano. Era necesario, para la próxima misión, que se supiera exactamente dónde caería el artefacto, máxime porque tendría un piloto que había que recoger.
Katherine Goble (Taraji P. Henson) era un prodigio matemático, se graduó de escuela superior a los 14 años e hizo historia al integrar (¡en 1938!) la Universidad de West Virginia. Era una de tres estudiantes de color en la institución. En el filme, como en la vida real, es ella la que sufre los desagravios de los ingenieros cuando es transferida de “The West Area Computers”, un edificio y un nombre que en realidad era donde escondían a la gente de color, al edificio central. La actriz Henson es graciosa y persistente y es una delicia verla interpretar el papel de una mujer que se sobrepuso al prejuicio y a la indiferencia para ayudar a su país a poner en órbita a John Glenn, el primero en darle tres vueltas espaciales al globo.
Su amiga y compañera en el “West Area”, Dorothy Johnson Vaughn (Octavia Spenser), otra matemática extraordinaria supervisaba sin título (por su color) el grupo de mujeres que eran, como describe el filme y eran en la realidad, computadoras de carne y hueso. Gracias a sus esfuerzos y a sus capacidades, los patrones de vuelo y las órbitas de las cápsulas espaciales se afinaron y se pudo programar el monstruo computador de IBM que tanto ayudó al esfuerzo espacial de NASA. Junto a Goble, ella fue parcialmente responsable del éxito del viaje histórico de John Glenn (Glen Powell).
El filme también destaca la participación de Mary Jackson (Janelle Monáe) ,otra trabajadora en NASA, quien tuvo que luchar uñas y dientes para poder hacerse ingeniera y aceptar una democión para poder ser supervisora, todo por el color de su piel.
Las historias de las tres las cuenta con gracia y convicción el estupendo guión de Allison Schroeder y Theodore Melfi que logra, ante el horror que era la segregación, hacernos ver las injusticias del prejuicio y mantener el filme en el género de comedia-drama. Theodore Melfi, quien dirigió la apreciada “St. Vincent” (2014), ha usado la misma mano liviana con la que confeccionó aquella y, cuando menos lo esperamos y estamos apunto de estallar de rabia, nos hace reír con un cambio leve de tono que enfatiza el absurdo y el horror de la discriminación.
Uno de los aspectos más sólidos del filme es que muestra cómo la interacción de los astronautas, en este caso Glenn (quien era ingeniero), con Katherine en relación con los cálculos de las órbitas y dónde caerían, tuvo un gran efecto en la integración racial de los programas federales.
En este año en que los prejuicios raciales han llegado a un nivel público que casi sobrepasa lo que existía en lugares como Virginia en los años sesenta, esta película no se puede pasar por alto. No solo porque es un pedazo de historia, sino porque evidencia que el talento no reconoce barreras raciales ni sociales. Lo que no permite que se reconozca el talento de la persona de color, o no lo deja florecer, es la maldad y la crueldad humana. Además, existe ahora la derecha alterna (“alt-right”) del retrógrado pseudocuasinazi, educado en la universidad de Virginia (curioso, ¿no?) Richard Spencer, que quiere los EE. UU. como un estado puramente de blancos. Este filme existe como prueba en contra de ideas como esas y debemos conocerlo para no permitir que regresemos a la época de prejuicios desquiciados y linchamientos, aunque parece que poco a poco nos estamos acercando.