Mellow yellow
Confieso con candidez, y con la cabeza en alto, que leo regularmente El Nuevo Día muy a pesar del boicot que insisten en promover muchos colegas del patio y algunos de mis amigos de Facebook. No lo leo por las notas de Mayra Montero o de Mario Alegre Barrios, mucho menos por Ana Teresa Toro, José Delgado o Carmen Dolores Hernández de Trelles; no, no, no. Yo lo que busco a diario y con morbo son los detalles carnosos de la muchacha que se inyectó la boca con silicona hasta deformarse, o la foto de la chica con el mejor culo de Brasil. A menudo me pillo absorta en el análisis de las imágenes, sobre todo si en algún recodo del planeta nace alguno con defectos, despegan a unos mellizos, o si le reconstruyen el rostro a la pobre mujer a quien le comió la cara un perro. Y si en la India un crío se fuma dos cajetillas al día, o algún policía mexicano es torturado hasta la pulpa por el cartel de Juarez, no dejo de oprimir, con ansias renovadas, el botón que accede al vídeo de varios minutos y hasta me quedo con ganas de más. ¡Yo consumo vorazmente el periodismo multimedia en cualquier plataforma y por lo regular en tiempo real!
De las noticias locales prefiero ante todo el pulso del discurso político insular, del que no entiendo un pepino, hace años que lo admito, pero no ceso en mi empeño de extraer de cada párrafo el espíritu más puro de la guasa nacional. ¿Qué sería de mis días sin la Jennifer González, Thomas Rivera Shatz, Tony Fas Alzamora, Sila Marie y El Tigre o el honorable alcalde de San Juan? No tengo ni que pensar si me ponen a escoger entre el calendario de la Evelyn o un análisis sesudo del mentado supertubo, mis intereses son fieles y leales a las masas, qué me importa al fín y al cabo lo que acontezca mañana, yo vivo la vida loca, y que viva Ricky Martin, lo que importa es Adamary, el sandwich que se comió Obama y lo lindo que retrata Alejo García Padilla, a ver si se envalentona, velen que ya mismo baila.
¿Qué no daría yo por participar de las reuniones editoriales de la mañana con voz y voto? “Tenemos a una viejita asesinada en Hatillo, pero fíjate que yo prefiero la del exmarido celoso que disparó a la mujer, la suegra y la cotorra de la vecina; porque el avechucho sobrevivió, aunque maltrecho, y no para de hablar de los hechos, dice la Policía que lo van a interrogar”. Ese consejo de redacción tiene que ser de alucine, que si la Burbu en portada, que si el novio de la Jlo, el carcinoma de Dagmar, ¿qué tal si hacemos la gráfica del útero de Maripili? Y ahora que se acercan las elecciones: ¿será que Lucé nos premia con más detalles salaces de cómo es que ella y el Gobe mantienen al rojo vivo la llama de la pasión? ¿Qué no haría yo por poner a votación si la chica que ultrajaron fue por causa del machismo o porque se le clareaba el panty que compró en Victoria’s Secret (quién la manda a ser tan zorra)?
Dispuesta como estoy a confesar mis gustos secretos, lo que me mantiene en vilo por estos días son los pormenores de sicarios y maleantes, raleas de todas calañas, como el Angelo Millones, Junior Cápsula, Peluche y entre todos Muñecón, que es un duro de los duros en materia criminal. Resulta que aunque le seguían la pista por años (vaya usted a saber por qué nunca lo arrestaron) y aunque se ganaba la friolera de $80 millones mensuales, tuvo la gran fortuna de que sólo encontraron $80mil dolaritos en su cuenta de inversiones. Y como es un general, tuvo la dicha también de hacer el “deal” de su vida con fiscalía federal, que a cambio de confesar su pecadillo más venial, par de kilitos no más, le concedió inmunidad –¡retroactiva e irrevocable!- por lo que ya traficó. (Esto si entendí con claridad lo que se informó en el diario, que no es fácil si se tiene en cuenta la gramática y ortografía, aunque yo lo tengo claro que esas son boberías). Pero dio la mala pata que justo días después, los federales se percataron –¡mira qué casualidad!- de que era ése el pez más gordo, el capi di tutti capi, y ya no hay nada que hacer. Con “buena conducta” es probable–bendito cómo sufrirá su madre- ése sale ya mismito y mientras tanto quedan dentro la mar de los subalternos y preso medio país por muchisísimo menos. La pena es que esos otros detalles que ansío ya no los cubre mi periódico, ni profundiza tampoco en lavados de dinero, que si no es de gansters reguetoneros, guapos de punto y gatilleros, no me entero lo que ocurre con la crema de la crema, lo más alto de lo alto del bajo mundo local. Sin embargo sí se informa que la raíz del problema reside en las altas esferas sociales y políticas desde hace más de tres décadas, pero ahí cierran el pico y me quedo sin detalles. Ha de ser que como la economía anda mal y casi no entran anuncios, los ingresos no le alcanzan para cubrir hasta el fondo. ¡Lo que diera por ser yo la que edita criminales!
Menos mal que le dedican buena tinta y gran espacio a la retraíla de desfiles, cócteles, fiestas y galas. ¡Es que me saltan lágrimas de puritita emoción cuando veo las telas, plumas, joyas, pieles y gangarrias! Todo sea por los niñitos y los muchos pobrecitos: botox, lipo, queratinas; y que lo aprendan las niñas desde chiquitas, que más que serlo hay que parecerlo, y ante todo convertirse en un flamante florero (yo prefiero “trophy wife”, ¡se oye tan lindo en inglés!): verse regia a toda hora, llevar perro en la cartera, luchar por causas muy monas, ser un ícono de estilo y una buena “fashionista” . Yo por eso no lo niego ni me hago la solapada, que también escribí pavadas cuando era recién graduada. Que me perdone el decano, mis colegas y estudiantes: no sé para qué nos gastamos con periodismo alterno y mucho menos ciudadano. ¡Si eso es lo que “quiere el pueblo”, que nos sirvan veinte tazas!