Ocean’s 8: ¿perdón?
Debbie (Sandra Bullock), la hermana menor de Danny Ocean ha estado en la cárcel “cinco años, ocho meses y cinco días”. Me entusiasmé con la referencia indirecta al Gabo y esperé. Apareció Lou, la mejor amiga de Debbie (Kate Blanchett), que vende Vodka aguada en una discoteca de las modernas (donde una botella de $8 cuesta $50 o más), y estaba seguro de que la cosa iría muy bien. Mis expectativas siguieron en alza cuando Rose Weil (Helena Bonham Carter), una modista que se ha quedado en el pasado y está en decadencia, es propulsada por un truco de estas pillas geniales para ser la modista de Daphne Kluger (Anne Hathaway), una nueva estrella irresistible, para la gala anual del “Metropolitan Museum”, el Met. Estas bandidas no van a ser tan vulgares de ir a robar un casino. ¡El Met! es su diana, y robarán rodeadas de salas egipcias, esculturas griegas y romanas, Rembrandt, Van Gogh, Picasso, Singer Sargent, la sala Oceanía con las máscaras y objetos del hijo perdido de los Rockefeller, y muchos otros artistas que los ricos y famosos solo ven esa noche, si es que miran.
El grupo va creciendo y forman una pandilla multicultural y poliracial cuyas destrezas especiales son todas para el robo. La planificación del opus magno de este grupo de mujeres es divertido y está aderezado a veces con un humor que nos hace sonreír.
Mi entusiasmo inicial no progresó. Ni tan siquiera la presencia de todas estas divas pudo sobreponerse a que el guión es más o menos rutinario y que algunas secuelas desafían nuestra inteligencia. Y del Gabo, nada más.
Sobresale Helena Bonham Carter con una actuación estupenda como la modista que ha perdido su inventiva. No sabemos a veces si es Madonna o Cindy Lauper, pero, después de todo esa es la idea. Ha quedado en la época de “Desperately Seeking Susan” (1985) y “Vibes” (1988) y sus sufrimientos son porque su presente no le promete un futuro como el que tuvo en el pasado.
La revelación, sin embargo, es Anne Hathaway, quien se suelta, a pesar de su intención de ser a veces Audrey Hepburn, y resulta graciosa, tonta-bitchy, con un encanto que muchas veces la elude en otras cintas. Por un momento la vi descendiendo la gran escalinata del Met flotando su chal o su capa como Audrey en “Funny Face” (1957) pero, por suerte, no sucedió. De todos modos, ella es una de las buenas razones para ver el filme cuando llegue a Netflix.
Aunque al final la presencia de James Corden como un investigador de seguros le añadió un poco de pimienta al guiso y le devolvió a la película risas que necesitaba, el esfuerzo no la sacó de ser rutinaria.
Lo que indudablemente tiene valor es que es el primer filme de este género que está capitaneado solo por mujeres. Como ya señalé, el grupo representa una variedad racial. Más importante me pareció que los integrantes de la pandilla provienen de distintos estratos económicos de la sociedad. Entonces, ¡bingo!, todo el mundo a hacerse rico y tener la capacidad futura de hacer una donación al Met que le permita ir a una de las mesas principales en la próxima gala anual.
¿Cuál es el mensaje? No quiero parecer exageradamente meticuloso con algo que es ficción. Sin embargo, la pillería que existe en los gobiernos y a nuestro alrededor no me deja otra opción que condenarla en todos sus aspectos aunque las pillas sean ocho de las mujeres más interesantes del celuloide. Claro, si las condenan y son republicanas, a lo mejor las perdonan.