Rafael Hernández Colón, el escritor
En varias ocasiones he escrito sobre las posturas y la figura política de Rafael Hernández Colón. Nada de lo que añado en este artículo altera mis reflexiones previas. Sin embargo, el pasado 14 de abril, el político publicó una corta columna titulada “Justicia Federal valida el ELA” que merece que haga la penitencia de considerar una vez más sus alegatos.
El artículo fue una respuesta en caliente a la determinación del Secretario de Justicia estadounidense que obligaba al Gobierno de Puerto Rico a incluir en la papeleta del propuesto plebiscito de junio la alternativa colonial y territorial del actual Estado Libre Asociado. En los días previos a la decisión, ocho influyentes senadores republicanos habían enviado una carta al Secretario de Justicia Jeff Sessions exigiéndole que se proveyera al electorado esta alternativa. No eran cualesquiera hijos de vecinos, sino políticos que habían apoyado decididamente la confirmación del Secretario de Justicia nominado por Trump. El Partido Popular Democrático (PPD) había buscado aliados entre sus enemigos y ambos concertaron un objetivo común: no hacer nada por el cambio de estatus político en Puerto Rico y, sobre todo, impedir a toda costa que llegara al Congreso estadounidense una petición de anexión del país, por más alocada o caprichosa que fuera.
Lo que los populares esgrimen como una validación del ELA no fue más que un triste contubernio de cabildeo de pasillo. Una vez más le fueron útiles al deseo inmovilista, con respecto a Puerto Rico.
Nada nuevo ni de verdadero peso hay en la decisión del Secretario Sessions. Como tampoco lo hay en el empecinamiento electorero y plebiscitario del gobierno estadoísta. Populares y penepés, por enésima vez, luchan por mantenerse al mando de una colonia más y más disminuida. No hay más carne en este hueso del hambre.
El artículo de Hernández Colón se inscribe por completo en esta lógica. No obstante, merece un comentario por su forma, es decir, por los recursos que emplea en su discurso el escritor Rafael Hernández Colón. En él hay un párrafo alucinante que cito a continuación: “El Departamento de Justicia Federal no aprobó la papeleta. La razón principal fue que la misma excluye al Estado Libre Asociado. Esta determinación valida al Estado Libre Asociado como opción para determinar el futuro político de Puerto Rico y a la vez destruye el mito del coloniaje. Valga recordar que el Estado Libre Asociado fue creado por una ley del Congreso que, para darle vigencia al principio del gobierno por consentimiento, proponía al Pueblo de Puerto Rico un convenio mediante el cual tuviéramos gobierno propio bajo una constitución aprobada por el pueblo y que el pueblo abrumadoramente aprobó este convenio.”
La segunda oración del pasaje llega a una conclusión precipitada y ficticia, que muestra un nivel de irresponsabilidad ética e intelectual de proporciones escandalosas: “Esta determinación valida al Estado Libre Asociado como opción para determinar el futuro político de Puerto Rico y a la vez destruye el mito del coloniaje.” El escritor Hernández Colón emplea una lengua privada, incomprensible si no se desecha el uso de la razón e ignora la historia. ¿Cómo puede haberse destruido (la selección del verbo implica un cambio superlativo) “el mito del coloniaje” cuando esto ocurre por decisión de un Secretario de Justicia de un gobierno por el que los puertorriqueños no votan? En los pocos párrafos del artículo, el exgobernador menciona al Estado Libre Asociado en ocho ocasiones. Quizá sienta que debe reiterar lo que se duda. Pero resulta significativo, que en el mismo reducido número de renglones, menciona al Congreso de Washington nueve veces, a Justicia Federal en cinco y al Plan Fiscal y a la Junta en otras cinco, mientras que solamente menciona al pueblo de Puerto Rico tres veces.
Los números (ni las palabras) mienten. ELA 8; Congreso, Justicia Federal, Plan Fiscal y Junta 19; Pueblo de Puerto Rico 3. En la fría estadística de este análisis de contenido yace el cadáver del Estado Libre Asociado y del simulacro de argumentación que pretende, como el Doctor Frankenstein, darle vida a una criatura condenada desde su creación a la monstruosidad de su inexistencia y de su engaño.
Desconozco totalmente cuál es la situación personal de Rafael Hernández Colón. Simplemente, soy un lector casual de lo que escribe. No sé si es abiertamente cínico o si la edad lo ha disminuido. No puedo, sin embargo, permanecer indiferente a un uso injustificable, por su falta de rigor, de la escritura. El país, el del pueblo puertorriqueño que sólo menciona tres veces en su escrito, no está para esto. No merecemos el inmovilismo de la indefinición indefinida, la constante e implacable decadencia de instituciones, derechos y libertades. No merecemos llegar al final de nuestras vidas de esta manera, como tampoco merecen mis hijos y los de todos vivir en un país determinado por la mentira, el achicamiento y la inanición.
Quizá los populares a los que invoca Hernández Colón y los estadoístas tengan sus utopías, pero éstas como utopías al fin, no se materializarán. Para Puerto Rico deseo un proyecto real que no hay que inventar porque es el que ha servido a tantos pueblos del mundo: el que reconoce una identidad nacional y la potencia. Y esto no se puede hacer si para decir que algo existe hay que mencionar 19 veces a los que no nos representan ni tampoco se preocupan por nosotros.
El país está repleto de abusadores de la escritura y Hernández Colón es uno de ellos. Escriben textos turbios que ciegan el entendimiento. Pero también al hacerlo realizan otra cosa: dejan para el futuro su retrato más fiel y verdadero, el que yace en la devastación intelectual de sus propias palabras.
* Publicado en la edición del 19 de abril del semanario CLARIDAD.