The Big Short
Desde la gran depresión de 1929 nada similar había ocurrido como lo que le sucedió a la economía mundial en 2008. Ayudados por el Acto Glass-Steagall de 1933 los bancos comerciales, los bancos de inversión y la bolsa en los Estados Unidos estaban bajo la mirilla y la regulación del gobierno que, bajo la famosa regulación Q, había impuesto límites a las tasas de intereses y creado la FDIC (en inglés) para proteger los depósitos hasta cierta cantidad. Más tarde (1956) esas restricciones se les aplicaron a las compañías de sociedades controlantes de bancos (Bank Holding Companies). Eso mantuvo la economía no solo boyante sino bastante limpia y libre de pillerías hasta los 1980. En esos años, en los que las políticas que se conocen como Reaganomics entraron en vigor, comenzó el proceso que desembocó en la debacle de 2008. Uno de las peores aspectos de estas nociones del presidente Reagan fue la desregulación de los sistemas financieros.
El filme que nos ocupa examina con humor negro cómo un grupo de inversionistas hizo lo que debió haber hecho el gobierno y sus presuntos investigadores sobre los engaños del mercado de bienes raíces y la burbuja económica que se formó sobre lo que antes había sido la mejor inversión que una familia (o una persona) podía hacer: tener una casa, un hogar. Estudiaron los datos, vieron como el apalancamiento (leverage) del mercado de bienes raíces estaba básicamente hueco (de hecho podrido) y crearon un sistema para poder apostar a que la industria mobiliaria se desmoronaría. De suceder, se harían inmensamente ricos.
La película es una maravilla de dirección (Adam McKay), edición (Hank Corwin) y actuación; y tiene un guión estupendo que no es solo detallado e intenso, sino gracioso, hasta donde se puede uno reír de los infortunios económicos de millones de personas que sucumbieron a la tentación del dinero fácil sin entender lo que firmaban y las consecuencias que traerían sus acciones.
Narrada en una especie de collage pictórico que incluye testimonios y explicaciones de temas complejos por aclaradores como Margot Robbie (con mayordomo y en baño de burbujas) y Selena Gómez (mientras juega veintiuno en Las Vegas), la película tiene un encanto mordaz que es difícil resistir y, al mismo tiempo, es profunda y sensible. El guión de McKay y Charles Randolph incursiona en discusiones detalladas pero entendibles de las maquinaciones de los operadores (“traders”), los oficiales gubernamentales y los supuestos gigantes financieros de Wall Street.
Aunque los actores representan personas que existen o existieron, en el filme se usan nombres ficticios para algunos. Steve Carell es Mark Baum (en vida Steve Eisman); Ryan Gosling es Jared Vennet (en vida Greg Lippman, un operador de Deutsche Bank); Brad Pitt es el excéntrico Ben Rickert (en vida Ben Hockett) y una serie de otros buenos actores que hacen papeles secundarios mueven la película con firmeza.
La estrella es Christian Bale como el muy real doctor Michael Burry, un neurólogo con Asperger y un ojo de vidrio (está vivo). Bale hace de su personaje uno despreocupado de lo que dicen los demás analistas económicos porque está seguro de sus estudios. En un momento declara que se ha leído todas las hipotecas de las cinco compañías hipotecarias más grandes de los Estados Unidos… se lo creemos. Como siempre, leer, estudiar y saber triunfan sobre la superficialidad y la repetición de lo se oye, y es por eso que Burry se da cuenta que la economía basada en bienes raíces está a punto de colapsar. Basándose en su análisis Burry convenció a Goldman Sachs que le vendiera millones de canjes de incumplimiento de crédito (“credit default swaps”) contra los negocios de tasas de interés preferencial muy bajas (“sub-prime mortgages”). Cuando el polvo se asentó, sus ganancias fueron un poco más de 489% después de costos y gastos.
Notable también es Steve Carell como Mark Baum, un operador que está en un negocio que ama y a la vez lo asquea. Su rabia contra la corrupción y la avaricia es constante, pero la paradoja es que se ha de enriquecer y beneficiar de esas cosas perpetradas por los que le rodean.
El filme abunda en esas dicotomías y dobleces, y muestra sin ambages que el dinero es el becerro de oro de nuestros días. Los que están haciendo fortunas con el dinero de otros lo usan en drogas, sexo y lujos innecesarios. En una gran secuencia del filme distintos personajes son recogidos en la puerta de un hotel fastuoso en Las Vegas y vemos cómo el vehículo que usan corresponde una especie de jerarquía que impone las riquezas del viajante. Del último vehículo, un Mercedes deportivo, la cámara nos muestra en una toma a lo lejos gente que vive debajo de los cruces de los expresos. No solo comenta sobre los excesos sino que nos recuerda la distancia entre los ricos y los pobres.
Me temo que dado el tema pocos vayan a ver la película y que muchos no puedan seguir los argumentos y los detalles. Sugiero, primero que no se pierdan en los números y concentren en comprender el significado de lo que sucedió; segundo, que disfruten del uso de la comedia para dar a conocer algo tan importante.
Sin duda alguna la debacle de 2008, que según la oficina gubernamental de contabilidad (GAO) le costó a la economía de los Estados Unidos $22 trillones (y otros tantos a la economía mundial), resultó de la desregulación introducida por Reagan y perpetrada por el partido republicano hasta el día de hoy. El demócrata Bill Clinton ayudó a la desregulación al pasar el acto Gramm-Leach-Bliley que acabó con el acto Glass-Steagall. Acto que protegió por mucho tiempo de las pillerías y la irresponsabilidad de los avaros y los explotadores, como los bancos y las compañías de tarjetas de crédito. Firmó el “Commodity Futures Modernization Act” que eximió de regulación a los execrables “credit default swaps” (uno de los temas principales de la película). Además, influyó a que los bancos prestaran dinero a personas de bajos ingresos. Aunque las acciones de Clinton aún son motivo de debate escolar de si son o no, como es sin duda el caso de las de Reagan y los congresos republicanos, responsables de nuestras penas y las del mundo, no cabe dudas que jugaron un papel en ellas. De Bush 43 no hay que decir nada: la debacle vino casi ocho años después de estar en posición para que su administración hubiera detectado el problema y tratado de corregirlo a tiempo.
Hay muchos otros culpables y el mensaje de la cinta los abarca todos. Lo principal es que estamos rodeados de predadores que quieren explotarnos y robarnos el dinero. Lo hacen muchas veces con la anuencia del gobierno. El desarrollo descontrolado de nuestros terrenos y las hipotecas problemáticas en la isla son un ejemplo de esto.
En “The Big Short” tenemos no solo una gran película sino una representación fidedigna de que en el mundo del dinero nadie es caritativo ni lleva sombrero blanco. En el único momento en el filme que alguien se preocupa por lo que le ha de suceder al ciudadano engañado ya es muy tarde. Durante 2008 en los Estados Unidos se ejecutaron las viviendas a 861,664 familias; el problema ha continuado desde entonces. En 2010, se avisaron a 2.87 millones de “dueños” la posibilidad de ejecución. Esto bajó a 1.12 millones en 2014. En Puerto Rico se ejecutaron 18,781 hipotecas en 2008, y en 2013 había unas 19,000 familias bajo la amenaza de ejecución (se ejecutaron 4,207); y en los primeros cuatro meses de 2014 más de 1,300 viviendas fueron reposeídas.
A pesar de la depresión no ha habido reforma alguna de los mercados ni los bancos, y aunque los nombres de los “productos hipotecarios” han cambiado, muchos son la misma cosa que fueron: problemáticos. Vea esta película importante y no firme ni saque hipotecas sin saber los detalles de todo. Cuénteselo a sus hijos, sobrinos y todos los jóvenes que conoce, para que no caigan en la trampa de que hay “cosas gratis”, y le sugiero que no compre ningún ‘condo’, etc. que será un follón pasajero. Piense mejor en su retiro.