The Man Who Invented Christmas
Acostumbrado a vivir espléndidamente con los ingresos de sus libros, ahora confronta una serie de problemas financieros que lo inducen a tratar de escribir un libro para que coincida con la Navidad. Sabe que de no conseguir la publicación que le supla los fondos que necesita para pagar sus deudas podría terminar pobre como su padre John (el estupendo Jonathan Pryce), quien también es extravagante y gasta más de lo que puede.
Las presiones sobre el escritor son muchas. Para comenzar sus editores no le pagan las regalías, problema que es pernicioso desde que editores, librero e intermediarios comenzaron a explotar a los escritores. Sus abogados le cobran aunque no le resuelven sus problemas legales. Él mismo se preocupa por que se gaste una vela, pero ha puesto mármol de Carrara en sus pisos y está remodelando su casa y añadiéndole arañas italianas. Aunque Charles critica a su padre como botarate, él tiene algunos de sus rasgos.
Mientras tanto sigue dictando conferencias, de las que recibe paga, pero está buscando la línea de su argumento para su libro y va por Londres anotando cosas que lo estimulen a desarrollar sus personajes y la trama. Va encontrando en sus recorridos personas, situaciones y frases que aligeran el resumen de su trama, pero le faltan los detalles.
Por accidente presencia el entierro de un hombre rico, al que asisten solamente dos o tres personas, incluyendo el enterrador y ve a quien resulta ser el socio del individuo despreciado en su muerte. Su apariencia lo impresiona y se queda en su mente como un posible modelo para el personaje principal de su historia, máxime cuando, con desprecio, en un momento el hombre le dice “Bah! Humbug!”. Comienza a pensar cómo se ha de llamar y mientras está elucubrando varios nombres, que suenan más como epítetos que como nombres propios, lo interrumpe una sirvienta. Es Tara (Ana Murphy) una chica irlandesa que sabe leer, algo que era rarísimo entre las clases trabajadoras en el imperio victoriano. Está leyendo un folletín que tiene cuentos de vampiros y esos seres ficticios le permiten al escritor pensar en fantasmas. También ella es la encarnación de un lector que pueda decirle si lo que está escribiendo tendrá acogida popular.
Luego de su breve encuentro con Tara, Dickens sale con el nombre que ha resultado ser uno que es parte de la cultura mundial desde 1843, Scrooge (Christopher Plummer) y que se ha convertido en definitorio del avaro y de quien es imposible separar el “Humbug” despreciador . De ahí en adelante, según sus personajes se van plasmando en las páginas que escribe, todos le siguen a todas partes dándole ideas y haciendo lo que quieren. Aquellos que escriben entenderán que así son los personajes ficticios: llega un momento en que tiene su propia voluntad y quieren hacer lo que les viene en gana.
El grupo de actores que son los personajes del libro son absolutamente una delicia y, aquellos que estén familiarizados con el cuento o lo hayan visto en las múltiples versiones de “A Christmas Carol” que existen (mis favoritas son la animada (muñequitos) “A Christmas Carol”, 1971; la de 2009 con Jim Carrey; y “Scrooged”, 1988, con Bill Murray) se deleitarán con ellos. También están Simon Callow como Leech, el ilustrador de libro, el genial Ian McNiece como Chapman, uno de los editores (el más grueso), Donald Sumpter como Jacob Marley y John Edwards como Forster el gran amigo y “agente” de Dickens. Repito para los que no me han oído decirlo antes que casi todos estos actores tienen preparación en el teatro y mucha experiencia en cine y televisión. Tal vez por eso a uno le parece que en realidad estamos, en este caso, en el siglo XIX en la época victoriana y en la podredumbre de la explotación de niños en la fuerza laboral. De hecho un gran momento en el filme es muy contemporáneo. Un hombre le dice a Dickens que detesta sus novelas porque hablan de los pobres y que estos tienen la culpa de su propia suerte. Qué él no recibió ayuda de nadie para llegar a ser tan rico como es. A insistencias de Dickens el tipo revela sin darse cuenta ¡que heredó su negocio! Tal parece que el republicanismo norteamericano de hoy día ya tenía sus semillas en el imperio inglés.
Dan Stevens (“Downton Abbey”) es carismático y simpático y nos hace apreciar los defectos y la buena voluntad del personaje que representa. Dickens esta hoy día catalogado como el novelista inglés más importante del siglo XIX, y aquellos que lo leen se darán cuenta de ello. Interpretarlo es crear para quienes lo comienzan a apreciar una imagen que atraiga nuevos lectores de una obra duradera. Stevens lo hace a la perfección y le da comicidad y buenos sentimientos a esta película que nos hace sentir bien. Es una buena razón para contemplar con bondad la temporada que ya está aquí y en la que debemos compartir y mostrar nuestro mejor lado para todos, sin distinciones.