The Fabelmans: Cinema verité, sin querer

La primera vez que el niño Sammy Fabelman (Mateo Zoryon Francis-DeFord; de adolescente Gabriel LaBelle) se impresiona tanto por lo que ve que desarrolla pesadillas. Después de todo, ve el choque de trenes en la película de Cecil B. De Mille The Greatest Show on Earth (1952). Como resultado de su fijación con el descarrilamiento, les pide a sus padres que le regalen un tren eléctrico. Se podrán imaginar que muy pronto después de recibir su regalo, se las ingenia para reproducir el choque. Su madre Mitzi (Michelle Williams) y su padre Burt (Paul Dano) lo convencen de que, en vez de seguir chocando el juguete para repetir la escena, que lo grabe con una cámara de cine de 8 mm y la vea cuando quiera sin tener que destruir su tren eléctrico. De ese modo comienza su carrera fílmica.
Burt es contratado por una empresa más importante que la que al momento le da trabajo y, con su familia, junto con su mejor amigo y socio comercial Bernie Loewy (Seth Rogen), se mudan a Phoenix, Arizona. De ahí en adelante, según va creciendo, el chico ya adolescente va adquiriendo más experiencia de cómo hacer películas, cómo editarlas y montarlas, y de cómo instruir a los actores. Tiene la suerte de que su tropa de niños escuchas desarrolla un interés especial de ayudarle en sus proyectos que cada vez se hacen más complejos. Va desarrollando técnicas de efectos especiales y usa trucos para modificar el sonido y añadirlo a su pietaje.
Tina, la madre de Mitzi (Robin Bartlett) muere, lo que la afecta mucho. Su marido piensa que necesita un descanso de lo rutinario y decide que la mejor forma de desviar su atención es ir de campin y que él joven haga una película de las experiencias de la familia. Eso incluye a Bernie que es una especie de tío postizo para Sammy. El “tío” está presente en muchas de las actividades caseras de la familia, pero es evidente que Haddash (Jeannie Berlin) la madre de Burt no aprecia mucho a Bernie, porque no es de “la familia”. La película casera que Sammy toma durante el viaje de diversión va revelando algo inesperado que afecta a la familia y la cambia dramáticamente.
Eventualmente el joven director de películas se muda a California. El guion nos lleva por terreno que hemos recorrido antes. En la nueva escuela maltratan a Sammy por ser judío y pequeño y el abuso se incrementa según va pasando el tiempo. Una película que eventualmente hace de los últimos días que le restan a su clase, que se gradúa de alta escuela, revela algo que se convierte en una especie de venganza inesperada.
La tesis de esta cinta modesta, pero bien actuada por todos (en particular Michelle Williams) es que la cámara puede revelar secretos de las personas que son capturados en las imágenes. Por supuesto, se refiere más a que, cuando las personas no están conscientes de estar siendo grabadas, sus emociones salen a relucir de forma espontánea. Es la antítesis de lo que trasmite un actor que se ha adueñado de un personaje (o viceversa) y lo está interpretando. En ese caso, resulta ser una creación; la espontaneidad de la foto o la película sin intención es la revelación de lo que lleva adentro la persona. Es una pena que en demasiadas ocasiones el sentimentalismo de Spielberg (y, tal parece que el de Tony Kushner también) se desborde por las escenas que forman el pilar del drama que se está contando. Esa tendencia, evitó para mí, por ejemplo, que Schindler’s List (1993) fuera una película perfecta. El director sí nos ofrece dos cerezas al tope de su bizcocho: Judd Hirsch como Boris Schildkraut, el tío abuelo de Sammy que, según nos dice, trabajó en el cine y fue domador de leones en el circo tiene escenas estupendas; y el gran director David Lynch se goza el momento haciendo de John Ford, otro gran director,cuyo arte influencia la obra fílmica de Sammy.
El efecto general se sobrepone a los defectos que menciono y uno emerge satisfecho de estos detalles ficcionalizados de la vida temprana de uno de los cineastas más importantes de los siglos XX y XXI que nos da este filme B.