Amor (com)partido
En Guadalajara fue, Febronio Zataraín
Editorial La Zonámbula, 2012
No es fácil salir de una adicción, pero todos estábamos allí con la esperanza de lograrlo. Y como parte de ese proceso, aquellos que ya lo habían logrado se encargarían de destrozar todos esos mitos personales que nos mantenían ceñidos a nuestras adicciones. Para lograr esto, los padrinos –como se les llama a los que llevan más de un año fuera de la adicción activa– nos estrujaban en la cara todas las ficciones que nosotros construíamos para aferrarnos al pasado. Entre esas, la más dolorosa era la de tener un amor que nos aguardaba fielmente en nuestros lugares de origen.
“¿Qué novia ni qué ocho cuartos?”, nos cuestionaban los padrinos, “¿de verdad piensas que después de todo el dolor que repartiste a gusto y gana ella te está esperando? Tipo, a esa se la llevó Sancho tan pronto te montaste en el avión.”
‘Sancho’ es el nombre genérico del hombre que ahora compartía la cama con nuestros respectivos amores pasados. ¿Pero quién rayos es Sancho?, preguntábamos con rabia.
“Tu mejor amigo”, nos contestaban los padrinos muertos de la risa. “Tu novia está en la cama de tu mejor amigo.”
Imposible, nos decíamos, estos idiotas no la conocen, no saben lo que están diciendo. Lamentablemente, el tiempo les daría la razón y aquellos de nosotros que logramos pasar esa página atroz de la adicción pudimos comprobar, con ese apretón insoportable en el pecho, que tenían razón, que el dolor que habíamos sembrado en el pasado ahora nos brindaba una horrible cosecha.
No fuimos los primeros, ni seremos los últimos, en saborear la fruta agria de esa peculiar traición. Para algunos de nosotros tampoco nos resulta fácil hacer literatura de un tema tan jugoso como éste. Es quizá por esto que la primera novela del escritor mexicano radicado en Chicago, Febronio Zataraín, caló hondo en mí. En Guadalajara fue cuenta la historia de Miguel y su esposa Xóchitl, una pareja del siglo XXI en la epónima ciudad azteca.
La novela comienza cuando Miguel se percata de que su mejor amigo y Xóchitl han cruzado la frontera de la amistad y entrado de lleno en los campos silvestres del sexo clandestino. Pero esa clandestinidad no es duradera, y es ahí donde radica el acierto de Zataraín con esta novela. La infidelidad sale a relucir prontamente y Miguel decide mantener la relación con su esposa de manera abierta, lo que en los Estados Unidos se conoce como un open relationship.
Este tipo de relación abierta no es nada nuevo; de hecho, en las últimas décadas se ha hecho cada vez más común. Libros como The Ethical Slut: A Guide to Infinite Sexual Possibilities de Dossie Easton y Janet Hardy, publicado por Greenery Press en el 2007, y autores como el columnista Dan Savage, de Savage Love sindicada, ofrecen a los interesados todo tipo de sugerencias para que este tipo de relación prospere sin tener efectos adversos emocionales en los involucrados.
Aunque Miguel no utiliza esos manuales, la relación que le propone a su esposa se asemeja bastante a lo discutido en los textos antes mencionados. La piedra angular de las relaciones abiertas parece ser la franqueza y la sinceridad. Mientras se establezcan ciertas reglas y se trate con total honestidad, los estragos emocionales pueden ser mínimos o hasta nulos, según Savage y otros. Narra Miguel:
…intentemos ser una pareja abierta; por más que nos duela, aceptemos que requerimos besar y acariciar cuerpos que no son los nuestros. Pero yo quiero estar solo contigo. Si eso fuera cierto, le replico, no te hubieras metido con Marco, con mi mejor amigo; además, de seguro lo seguirán haciendo.
Zataraín es un maestro al momento de insertarse en la mente de sus personajes. Sus diálogos no están identificados ni por guiones ni por comillas, lo cual tiene el efecto de facilitar la confusión entre lo que de hecho se están diciendo los personajes y lo que Miguel se imagina por sí solo. Con menos de 100 páginas, En Guadalajara fue es un verdadero tour de force de la literatura psicológica. A través de sus personajes y la condición de sus relaciones, Zataraín logra explorar algunos de los grandes temas de la literatura: amor, sexo, traición, honestidad.
Te prometo que no lo vuelvo a hacer ni con Marco ni con nadie. No me prometas nada, me conformo con que seas honesta. Y dudo de mi propia honestidad al escucharme. Aún me sé enamorado de ella y la tensión que he vivido en las últimas horas ha sido más intensa no solamente en mi relación con Xóchitl, sino en todas mis relaciones. Si quiero evitar este tipo de dolores, a veces más reales que los físicos, lo mejor es mentir; pero también quiero ser libre, y en mi visión, la libertad siempre va de la mano de la franqueza. Te amo, le digo, sigamos juntos.
Pero el amor, la honestidad y la sinceridad pueden ser todas bestias muy ambiguas, shape-shifters si se me permite tomar prestado de la literatura fantástica. Una vez Miguel sienta las bases de la relación abierta con su esposa, comienza a deshacerse como un suéter tejido cuya hilacha se engancha en un clavo. Pável, el pequeño hijo de ellos, es a la vez testigo y salvavidas de Miguel, pero no es suficiente para evitar el descenso de su padre.
Es ese descenso a la locura del amor que hace de la novela una lectura necesaria para todos aquellos de nosotros que vivimos con la esperanza de conocer el amor. Para intentar evitar la disolución de un amor que ya daba signos de romperse, Miguel hace todo lo posible para que la relación abierta funcione. Sin embargo, la realidad del caso es que el amor y la razón son como el aceite y el agua; mientras más trata Miguel de razonar en torno a su relación, mayores son sus desaciertos.
En su búsqueda, Miguel no deja de explorar distintas posibilidades, y con la voz segura y poderosa de Zataraín no se salva nadie. La filosofía de Kant, Ho Chi Minh, Rulfo y la literatura mexicana moderna, la exploración sexual, la homosexualidad, el existencialismo, todos estos temas, entre otros, son paradas o desvíos en el espeluznante periplo de Miguel por encontrar un destino con el que pueda vivir sin perder su sanidad mental.
En fin, de la única manera que se le puede hacer justicia a la obra de Zataraín es leyéndola y releyéndola. Pocos son los textos que aguantan múltiples lecturas y que nos ofrecen nuevas perspectivas con cada una de ellas. Sospecho que la novela de Zataraín encontrará lugar en los anaqueles de muchos y variados lectores, o por lo menos eso se merece. En sus pocas páginas se condensa de manera impresionante una cantidad enorme de atinos en torno a ese amor compartido que tanto se ve en estos días.
Enamorarse implica la unidad de dos sentimientos que se contraponen: el goce y el sufrimiento; esa paradoja es el elíxir que aleja al enamorado de sí mismo.
Esos amores, esos enamoramientos, que marcan nuestras vidas como monumentos al lado de la carretera, están todos representados en la novela de Zataraín, como también encontramos en sus páginas variadas manifestaciones de los deseos corporales que confundimos con amor. Tanto Xóchitl como Miguel se mueven en los círculos académicos de Guadalajara, y las tentaciones entre estudiantes y profesores también encuentran su espacio en estas páginas. ¿Cómo distinguimos, cómo separamos los deseos y trazamos las líneas y fronteras que nos ayudan a conservar la paz mental?
No es fácil atender estas cuestiones y hacer literatura de calidad con el amor, y encima evitar caer en cursilerías o rayar en lo pornográfico. Sin embargo, Zataraín logra precisamente eso; explorar el lado erótico del amor, la sinrazón que lo acompaña y el riesgo a la locura. Desde lo ordinario a lo bizarro, Zataraín nos ofrece una mirada moderna a esos amores contemporáneos que lo mismo resultan infernales o paradisíacos y captura con ojo clínico esa intersección entre el amor y la locura.