Apropiaciones político-culturales desde la radio
«La palabra de ayer no ha perdido actualidad; antes bien hoy, sin revisiones, cobra más fuerza y alientos».
José Antonio Torres Martinó (2006).
Antes de entrar de lleno al tema que hoy nos ocupa es preciso plantear algunas pistas de entendimiento de los apuntes que siguen, revestidas asimismo de interrogantes de relación. Las mismas dan cuenta del orden de la investigación en que nos hemos involucrado desde hace cerca de seis años. En primer lugar, ¿cómo se han venido construyendo los antagonismos sociales, culturales y políticos en la gestación de unos imaginarios de resistencia identitaria y negociación en Puerto Rico? ¿Cuáles han sido las hibridaciones de resistencia e hibridaciones de sumisión (léase negociación) que han pugnado, en la democracia puertorriqueña para que agonicen los conflictos? ¿Qué certezas o incertidumbres transitan hoy por la cotidianidad de la ciudadanía puertorriqueña en su lucha por sobrevivir o reinventarse a raíz de esta convergencia? ¿Qué cuota tiene la comunicación mediática en todos estos procesos de resistencia y negociación durante el segundo tercio del siglo XX en Puerto Rico? Y, por último, ¿cuál ha sido el resultado de todas esas resistencias y negociaciones culturales, vistas desde la mediación, para dirimir la incertidumbre de una ciudadanía que pugna por reconocerse en el “nosotros” y sentirse reconocida por los “otros”?Las interrogantes anteriores nos lanzaron a investigar y reflexionar el papel que ha jugado la radio, después del medio impreso, en todas sus diversidades, sus sagas y su influencia en el imaginario popular y cómo se barajan hoy en las mayorías de nuestro pueblo. Entendemos que las mismas serán más o menos contestadas a través de los siete capítulos de este texto.
Mucho se ha despotricado en contra y se ha apologizado sobre los textos mediáticos, tanto por intelectuales “apocalípticos” como por los “integrados”, respectivamente, en todos los países que se precian de disfrutar del desarrollo comunicacional. Incluso en países que hoy se clasifican como sociedades informacionales o del conocimiento. (Mattelart, 2003, 2009; Lucas Marín, 2000; Castells, 1998). Y quizás, mucho más se ha difamado- merecido o no- a aquellos que han utilizado la massmediación para el beneficio de su bolsillo y sus agendas manipuladoras para conservar el poder y sus privilegios (Vea, Escuela de Frankfort en, Sepúlveda, 2012). Sin embargo, no suele ser de la misma manera cuando se trata de mirar las aportaciones que hacen los medios a la educación o la concienciación de la gente en su vida cotidiana. Estas miradas del pensamiento comunicacional- como por ejemplo, la escuela culturalista de origen británico- han explotado aquella visión primaria en esa dirección reivindicativa de los estudios pioneros estadounidenses, centrados en la Escuela de los Mass Communication Research (Beltrán, 2000; Mattelart y Neveu, 2002), y que comenzaron a preguntarse, qué hace la gente con los medios, y no simplemente a la inversa.
Como se sabe, el enfoque de dichas corrientes culturalistas intenta reivindicar las aspiraciones de los públicos en su exposición y consumo de los textos mediáticos, y no pocas veces lo logran. Sin embargo, hay ciertas particularidades de dichos espacios que interesan con más intensidad a comunicólogos que, como yo, provienen de países todavía en la colonialidad. La diversidad y mestizaje (García Canclini, 1988; Martín Barbero, 2000) de las culturas populares de Latinoamérica, por ejemplo, nos desafían a buscar esas particularidades que se piensan y se practican desde la recepción de los medios. Aspectos como la resistencia identitaria y la negociación como su producto, en países que todavía no han advenido a su plena soberanía de forma convencional para la comunidad internacional- por ejemplo, Puerto Rico- son algunas de las particularidades culturales en las que nos hemos ocupado desde que pensamos la comunicación en nuestro país.
Es sumamente escasa la literatura mediática publicada en Puerto Rico que haya trabajado de manera convincente lo apuntado arriba. En cambio, es mucha más la que duerme en los anaqueles de las bibliotecas de nuestras facultades como producto de investigaciones de tesis y monografías de los investigadores de algunos de nuestros programas. Dichas investigaciones- partiendo de la relativa calidad de cada una – datan desde los años 70 del siglo pasado y cuentan del análisis de los medios desde diversos temas, marcos teóricos y metodologías. Entre todos esos trabajos que hemos podido repasar- y hasta ser mentores de muchos de ellos- a lo largo de 30 años como profesor e investigador del saber comunicacional, el análisis más ausente – por no decir invisible- es el del medio radial. De hecho, así se le ha llamado a la radio por algunos autores, “el medio invisible” (Lewis y Booth, 1992; ), más por la subestimación tradicional que los estudiosos e intelectuales relacionados le han otorgado que por su verdadera naturaleza.
El primer trabajo que se hizo en Puerto Rico alrededor del medio radial proveniente del saber comunicacional fue para comienzos de los 80´s. Se trata de una investigación para una tesis del grado de maestría. La misma se ocupa de analizar el contenido lingüístico en sus niveles denotativos y connotativos, racional y emocional de la persuasión política en ocho anuncios radiales del Partido Socialista Puertorriqueño durante su campaña política de 1980.
Sin embargo, es justo señalar que mucho antes de la década mencionada arriba hubo por lo menos un texto que se ocupó de la radio (Rodríguez Bou, 1951) y, después de los 80´s, otros de tipo anecdotario; tanto el de un dueño de una estación de Arecibo (Aguilar, 1991), como el de un gran actor, comediante y hombre de radio (Torregrosa, 1991). No obstante, ninguno de estos textos constituye una investigación evaluada por el saber comunicacional ni se dio con dichos fines, más porque sus autores no estuvieron vinculados a la academia relacionada o porque la radio ha estado siempre a la sombra de la televisión desde mediados del siglo XX.
De otra parte, en 1995, un grupo de investigación inspirado por el pensador y comunicólogo colombiano, Jesús Martín Barbero, organiza el resultado de un año de trabajo en un cuaderno de lecturas, Apreciación crítica de la radio en Puerto Rico (1995), editado por la colega Norma Valle. Luego de eso no se han producido investigaciones que, de algún modo, den cuenta del interés académico por dicho medio. Nuestras investigaciones pretenden retomar dicho interés para abonar en algo a las aportaciones que ha hecho la radio a la historia de la cultura política de los puertorriqueños.
El medio fue la nueva tecnología mediática que, junto a la del cinematógrafo, despierta la fascinación de las masas en la alborada de la modernidad del siglo XX. Se destaca que sus primeros desarrollos experimentales fueron a finales del siglo XIX por el italiano, Alejandro Marconi en Inglaterra y Alexander Stepánovich Popov en Rusia. La primera estación de índole informativa y comercial, que origina la que conocemos hoy, se inaugura en el estado de Pittsburg de EEUU en 1920. La radio es el medio entonces que se encargará, más allá de la prensa, el cinematógrafo y el ferrocarril, de desarrollar la consolidación y fragmentación del nuevo fenómeno de los públicos, evolución diacrónica del de las multitudes que caracterizó a los siglos anteriores. “Los años veinte, por lo tanto, habrán dado la señal de salida a un nuevo régimen de comunicación” (Mattelart, 1995: 361).
Es precisamente el segundo tercio del siglo XX- de los años 30 al 50- el que marcará lo que muchos autores e historiadores de la comunicación llaman “la época de oro de la radio”. En el caso de Puerto Rico se puede afirmar que la misma se extiende hasta casi los 60´s cuando la televisión aparenta romper el monopolio mediático doméstico que hegemonizó el primer medio electrónico.
Cuba fue el primer país de América Latina que inauguró una emisora de Radio en 1922, y luego le siguió Puerto Rico algunos meses después. Fue el 3 de diciembre de 1922 que la emisora WKAQ lanzó su primer programa, siendo la segunda emisora en América Latina y quinta en el mundo en inaugurarse (Rodríguez Bou, 1951).
Lo cierto es que hay otras fuentes que afirman hoy- sobre todo, algunas virtuales- que Argentina lo logró en 1920 y Chile temprano en 1922. Esto sin entrar en otros datos de los países de cultura milenaria del oriente y mesoriente que, posiblemente, reclamen igual o mejor ubicuidad diacrónica con respecto a este asunto.
Para nosotros, carece de importancia conocer cuál país llegó más o menos primero en esa carrera modernista, sino que interesamos más aquilatar el desarrollo del medio en función de la calidad de mediaciones sociales que ha desembocado – y desemboca todavía- y en pasar juicio sobre los efectos de dichas mediaciones en los imaginarios que haya podido desentrañar o construir el medio en la cultura de sus gentes. Desde aquel primer trabajo citado arriba sobre la persuasión política radial en Puerto Rico de parte de un partido de izquierda, nos quedamos con la impresión de que hacía falta mucha más investigación acerca de esa relación de los perceptores con los medios en general y con la radio en particular y viceversa. Investigar, sobre todo, el encantamiento del emisor con el medio que hace que éste se transfigure y lo obligue a seleccionar el discurso que determine unos momentos emblemáticos de la historia.
Cómo se construyen algunos imaginarios desde ese espacio mediático-fónico, como el de “resistencia identitaria” y “negociación” con la “identidad en la mochila” (García Canclini. 1999) y sus redes paradigmáticas, es lo que nos ha interesado desde aquel primer trabajo sobre la persuasión política. Y no sólo ha surgido por el obvio y natural interés académico sino además por cierto interés filial de nuestra parte.
Sucede que provengo de una familia con profundas raíces muñocistas o autonómicas- como muchos en Puerto Rico -cuyos miembros me han objetado siempre que los independentistas nos vanagloriamos de que la patria es exclusiva invención de nosotros y que no tiene nada que ver con Muñoz ni con su estirpe. Continúan su argumentación para añadir que ellos también aman y defienden la patria tanto o más que nosotros los independentistas, pero de forma distinta y diferente. No son nuevos estos planteos. Pienso que le habrá sucedido algo similar a todo independentista que ande en la misma situación que este autor. Sin embargo, he echado de menos gente de izquierda en el país que haya publicado textos con la intención de ver o pasar juicio sobre la contribución de los autonomistas a nuestra identidad, de una manera desprejuiciada, o sin condenas de ninguna especie (Véase en este renglón el ensayo de Idsa Alegría, en Fernando Picó, Ed.. 2008). Lo mismo he encontrado en los autores que apologizan a los autonomistas. Ahí están los textos. Los independentistas panegirizan a sus héroes e ídolos y los autonomistas a los suyos. A eso tienen perfecto derecho. Y reitero, son muy pocos- quizá ninguno- los que se han dado a la tarea de explorar ese territorio de la construcción de la patria desde estas dos miradas, muchas veces adversativas y beligerantes a través de nuestra historia. Y es éste, precisamente, el objetivo general de este trabajo: explorar y exponer, sin apologías posibles, las convergencias en la construcción del imaginario patrio o de la puertorriqueñidad, si se quiere, desde la resistencia en Pedro Albizu Campos y desde la negociación con el poder en Luis Muñoz Marín.
Al respecto ha dicho una de las voces autorizadas que ha comenzado un trabajo hacia la convergencia de estas dos figuras tan emblemáticas de nuestro siglo XX, protagonistas de los dos más destacados intentos de reivindicación nacional, cada uno por su lado:
…Dos destinos que parecen coincidir en algunas posiciones fundamentales al comienzo de sus carreras, se deslindan y chocan sin remedio hasta el final de sus caminos…Esta confrontación hondamente patriótica, por demasiado tiempo sumida en las oscuridades de una historiografía muy escasa y a menudo matizada por miradas parcializadas, debe ser objeto de investigaciones que aporten perspectivas frescas y sobrias. (Rosario Natal, en Fernando Picó; 2008: 310).
Este trabajo trata de insertarse en dicho requerimiento. La tarea que nos hemos propuesto en este escrito ha sido limitada, pues no incluye todos los ángulos posibles, sino desde el exclusivo mediático de la radio, como hemos dicho, precisamente en la época de la hegemonía del medio, desde comienzos de los años 30´s hasta mediados de los 50´s del siglo pasado, antes de la irrupción de la televisión en nuestra modernidad.
La necesaria conceptuación
Cuando hablamos de los imaginarios de “resistencia identitaria”, de “negociación” y sus redes paradigmáticas me refiero a todos aquellas características que rodean y circundan ambos conceptos principales que, a nuestro juicio, son los que mejor definen la gestión política de los líderes mencionados. Un imaginario se define siempre a partir de lo social, no de lo individual. No es, entonces, una suma de imaginaciones individuales. Podemos decir que el imaginario se construye socialmente. El imaginario importa por su misma invisibilidad, por su manera de operar en el inconsciente colectivo, no es lo real que se presenta como un hecho, es lo que se representa en los símbolos de una época que permanecen aún cuando queremos romper con ellos, transgredirlos o agredirlos. (Baczko, 1990).
El acercamiento a la resistencia-negociación posee una carga ontológica y epistemológica añejada. El tema de la identidad, por su parte, ha distinguido todas las disciplinas del conocimiento, así como, las expresiones artísticas del ser humano. Es parte de la naturaleza humana cuestionar el ser y de actuar. No en vano, innumerables teóricos y literatos, han dedicado gran parte de su obra a la búsqueda de una definición para el concepto identitario. Muchos lo han reconocido como una construcción que procede como de la manera de conocerse, de interpretarse y de reconocerse.
Todas estas concepciones han evolucionado con el transcurso del tiempo para dar paso a nuevas definiciones para el concepto de identidad. También, ocurre esto en el campo de la comunicación. A través del tiempo, se ha asociado a las diversas manifestaciones de los medios de comunicación con la identidad de sus audiencias; con la capacidad de transformar su manera de sentir y de actuar. Desde la década del cuarenta, la concepción frankfurtiana cobró relevancia en el estudio de la cultura.
Según McQuail (2000), el empuje de la Escuela Crítica de Frankfurt “consistió en atacar las raíces comerciales de la «degradación» cultural y de hablar en nombre del consumidor-tipo de clase trabajadora de cultura de masas más como víctima…Su propósito inicial era redimir a la gente, cuyos supuestos «gustos vulgares» era la causa de la presunta baja calidad de la cultura de masas”. (McQuail, 2000:162). Los teóricos de dicha Escuela consideraban a la cultura de masas como a una industria cultural monopolizada por el capitalismo. C.W. Mills (1956) destacó una dependencia casi total de los individuos hacia los medios de comunicación. Según él, esta dependencia servía para concretar su sentido de identidad y las aspiraciones en su existencia. Fue esta visión la que trajo consigo la creación del concepto de audiencia. En 1964, McLuhan entendía que la identidad podía ser obtenida por medio de los mensajes que se difundían a través de los medios de comunicación. (Ibid)
Continuá diciendo McQuail que Giddens (1991) analiza el concepto de identidad desde la concepción que trajo consigo la modernidad. Este expresa:
En la alta modernidad, la influencia de acontecimientos lejanos sobre los sucesos cercanos, e incluso sobre las intimidades del yo, resultan cada vez más comunes. Los medios de comunicación, impresos y electrónicos, desempeñan obviamente un papel esencial en este sentido. Hace ya mucho tiempo, desde la primera experiencia de la escritura, que la experiencia mediada influye en la propia identidad y en la organización básica de las relaciones sociales… Con el desarrollo de las comunicaciones de masas, la compenetración del crecimiento personal y de los sistemas sociales… se va acentuando más todavía (Ibid,: 4-5).
Ahora bien, el crecimiento y transformación de esta concepción no se ha detenido ante el advenimiento de una sociedad globalizada y globalizante. No se ha paralizado ante las autopistas de la información y la sociedad de la información o «del conocimiento», como Mattelart prefiere llamarla. En su acercamiento a las identidades como parte de la era de la información, Castells propone la identidad como: “people’s source of meaning and experience” (2004:6). Este se remite a Calhoun para exponer lo siguiente acerca de la identidad:
We know of no people without names, no languages or cultures in which some manner of distinctions between self and other, we and they, are not made…Self-knowledge –always a construction no matter how much it feels like a discovery –is never altogether separable from claims to be known in specific ways by others (Ibid.: 6).
Para Castells (2004), la identidad se relaciona con los actores sociales. Nos dice:
I understand the process of construction of meaning on the basis of a cultural attribute, or a related set of cultural attributes, that is given priority over other sources of meaning. For a given individual, or for a collective actor, there may be a plurality of identities. Yet, such a plurality is a source of stress and contradiction in both self-representation and social action. This is because identity must be distinguished from what, traditionally, sociologists have called roles, and role-sets…Identities are sources of meaning for the actors themselves, and by themselves, constructed through a process of individuation” (Ibid: 6-7).
Castells entiende que las identidades también pueden ser originadas por las instituciones dominantes, pero que sólo se convierten en identidades una vez que el actor social las internaliza y construye un significado a partir de esa internalización. También, entiende que “the construction of identities uses building materials from history, from geography, from biology, from productive and reproductive institutions, from collective memory and from personal fantasies, from power apparatuses and religious revelations” (Ibid.: 7). Sin embargo, asegura que los individuos y los grupos sociales procesan todos estos materiales y les otorgan un significado de acuerdo a las determinaciones sociales y a los proyectos culturales a los que están cimentados como parte de su estructura social, así como en el tiempo y espacio en el que se encuentran.
Este autor, Castells, propone una distinción entre tres formas y orígenes de construcción de la identidad. En primer lugar, la identidad legitimada. Esta se refiere a la que es introducida por las instituciones dominantes de la sociedad con el propósito de extender y racionalizar su dominio. En segundo lugar, la identidad de resistencia. Hace referencia a esa que generan los actores que están en posiciones o condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica dominante. Así, que crean trincheras de resistencia y sobreviven oponiéndose a los principios que permean en las instituciones de la sociedad. En tercer lugar, la identidad proyecto. Alude a los actores sociales que construyen una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad. Con esto, buscan una transformación en la estructura social. Éste entiende que cada uno de los tipos de construcción de identidades conduce a diferentes maneras de constituir una sociedad. La identidad legitimada genera una sociedad civil. La identidad resistencia lleva a la formación de comunidades. Según él, éste es el tipo de construcción de identidad más importante en nuestra sociedad. Construye formas de resistencia colectiva en contra de la opresión. (Énfasis nuestro)
Por otro lado, Martín Barbero (2000) recalca:
…Pero si hay una cuestión devaluada y reevaluada en el campo intelectual es la de la identidad, aunque últimamente parece liberarse de las amarras que la ataron, de forma oscilante, unas veces a la versión que afirma la identidad como gesto de una separación, de un repliegue excluyente, y otras a la versión que proyecta la identidad sobre un trascendental kantiano capaz de reabsorber en su “esquema” la multiplicidad de las diferencias. Rompiendo con el círculo que conduce a una identidad separada en la dispersión a una identidad integrada en la homogeneización, la reflexión actual propone como básica la operación que abre el camino a una concepción desterritorializada de lo simbólico, es decir, no sujeta a las demarcaciones y separaciones que la totalización imponía sobre la comprensión de lo social… Las identidades colectivas dejan entonces de ser puras expresiones de la cultura o meras estratagemas de la política para ser abordadas como “complejos sistemas de interpelaciones y reconocimientos a través de los cuales los agentes sociales se inscriben, consensual o conflictivamente, en el orden de las formaciones sociales (Martín Barbero, 2000: 145).
Por ello, la construcción de estos conceptos que ahora nos ocupan, tuvo que pasar por la consideración de un proceso profundamente pensado, articulado y trabajado de una manera muy intencionada para lograr los resultados que la realidad de hoy le adjudica. Me refiero a que resultan demasiado fuertes, tanto la ideología- según el sentido marxista del concepto (Mannheim, 1959, 2004; Silva, 1971) – de la negociación de Puerto Rico con EEUU, desde los años 40′ hasta hoy, como la teoría y gestión anticolonial- dicha la primera también en el sentido marxista- que se alberga imaginariamente en nuestro pueblo sobre esos dos espacios de acción social de concepción de la patria o nación. Dos espacios que, como dijéramos antes, han sido hasta hoy adversativos y beligerantes pero que, a nuestro juicio, comparten la construcción, en nuestro caso, del imaginario de patria y nación. (Piénsese por ejemplo, en el vocablo cargado que siempre utilizaban, tanto Albizu como Muñoz, al comenzar muchos de sus discursos: “Compatriotas”).
Si se tiene en cuenta el cohorte temporal que hemos seleccionado para este estudio, ningún análisis de ese tiempo puede ignorar o pasar por alto el principal medio de comunicación que más consumían las masas para mirar a estos dos líderes; la radio; ya por ser la tecnología novedosa del momento, ya por que eran muchos más los que escuchaban la radio que los que leían los periódicos. Y demás está decir que el medio impreso, en ese tiempo, era uno destinado a una minoría, dada su escasa circulación y a que casi la mitad de la población era analfabeta. De manera que de lo que se trata aquí es de analizar cuánto contribuyó la frecuencia de emisión de los discursos radiales para la difusión y apropiación de todos esos conceptos que se fueron construyendo en las masas puertorriqueñas. Es decir, los imaginarios de identidad nacional, desde esos dos espacios antedichos: resistencia cultural y negociación.
Por frecuencia de emisión me refiero a todas las veces que ambos líderes discursaron para las ondas radiales sabiendo que estaban siendo escuchados por millares de compatriotas, tanto afectos como desafectos, en y fuera del país, pero con la firme convicción de que hablaban para todos los puertorriqueños y como puertorriqueños. Y como tales, ambos líderes tenían muy claro lo que “significaba hablar” (Bourdieu, 1985) e intentar buscar, y difundir aquello que decía el poeta, “el nombre exacto de las cosas”, (Jiménez, 1968).
El análisis ha sido uno de tipo mediático y, como tal híbrido y holístico. Considera la concepción de la realidad como un todo distinto a la suma de las partes que lo componen. Ese todo es sumamente complejo, diverso y muchas veces contradictorio. Nos referimos al análisis crítico del discurso mediático (Van Dijk 2000) más allá de sus elementos morfológicos o puramente lingüísticos, constitutivos. Pues como han señalado algunos autores de este método:
El discurso no está constituido solamente por un conjunto de proposiciones, sino también, y fundamentalmente, por una secuencia de acciones. En la comunicación cara a cara, las relaciones entre el yo y los otros son afectadas por las acciones que constituyen la interacción, y ésta se define precisamente por ese mutuo afectarse…Las unidades de la interacción verbal no serán, pues, los enunciados (en cuanto transmisiones de información), sino los actos que propician transformaciones en las relaciones… (Lozano J., Peña-Marín, C. y Abril, G., 2007: 248).
Es lógico pensar, entonces, que los discursos de estos dos personajes fueron afectados por sus respectivos actos proactivos, reaccionarios, revolucionarios, reflexivos, y movilizadores, y, obviamente también por sus caracteres de «intelectuales», al decir de Gramsci (1967), o de «intelectuales públicos» al decir de Bourdieu (2002).
Incluso también se ha dicho lo siguiente, que complementa lo anterior: “Las palabras expresan perfectamente la gimnasia política de la dominación o de la sumisión porque son, con el cuerpo, el soporte de montajes profundamente ocultos en los cuales un orden social se inscribe durablemente”.
“Transmitir es combatir. La historia de las ideas es la historia de la comunicación”, se ha dicho (Pasquale, 1992: 14). Y las palabras junto a las acciones son las que producen el sentido de la comunicación. Pues, “La comunicación de lo político- ¿no es lo político ante todo comunicación?- tendrá la vocación de dar sentido a los individuos para darles aliento”. (Ibid.: 232).
En resumen, construimos un análisis dialógico de ambas tipologías discursivas en las categorías mencionadas y pasaremos juicio comunicológico desde la construcción y apropiación, tanto diacrónica como sincrónica, de tales discursos. El análisis mencionado se fundamenta en los planteos que al respecto se encuentran en los trabajos respectivos de Van Dijk, con su aportación del análisis crítico del discurso, y en la clásica concepción foucaultiana de la voluntad del saber y los componentes de su análisis.
Ha dicho Foucault (2002) cuando señala lo que concibe como la cuarta Regla de la polivalencia táctica de los discursos:
Poder y saber se articulan por cierto en el discurso. Y por esa misma razón, es preciso concebir el discurso como una serie de segmentos discontinuos cuya función táctica no es uniforme ni estable.…como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes. Tal distribución es lo que hay que restituir, con lo que acarrea de cosas dichas y cosas ocultas, de enunciaciones requeridas y prohibidas; con lo que supone de variantes y efectos diferentes según quién hable, su posición de poder, el contexto institucionales que se halle colocado; con lo que trae, también, de desplazamientos y reutilizaciones de fórmulas idénticas para objetivos opuestos…Hay que admitir un juego complejo e inestable donde el discurso puede, a la vez, ser instrumento y efecto de poder, pero también obstáculo, tope, punto de resistencia y de partida para una estrategia opuesta. El discurso transporta y produce poder; lo refuerza pero también lo mina, lo expone lo torna frágil y permite detenerlo (pp., 122-123).
Por lo anterior pensamos que el análisis se centrará, precisamente en esa “serie de segmentos discontinuos” o categorías que nos revelan contextos, contradicciones, enfrentamientos, construcciones, imaginarios, negociaciones y utopías de identidad en los discursos a analizarse de las dos figuras emblemáticas seleccionadas.
El análisis crítico del discurso es un enfoque especial que toma posición política y analiza el papel del discurso en la reproducción de la dominación (como abuso de poder), así como en la resistencia contra la dominación, a tenor con las categorías de Castells, reseñadas arriba. Por tanto, el método de Análisis de Discurso es eminentemente cualitativo: descripción detallada de las estructuras y estrategias de los discursos escritos o hablados.
Fundamentalmente, este estudio se interesa por el renglón de los procesos y representaciones mentales de la producción- en este caso, de la emisión…del discurso, y las relaciones de todas esas estructuras con los contextos sociales, políticos, históricos y culturales. Cuando hablamos de un “discurso,” estamos hablando también sobre quién ha hecho el discurso, cómo él o ella lo ha hecho, en qué contexto, en la reacción a qué, y así sucesivamente.
Además, lo cualitativo también reviste lo crítico. Por tanto nuestra investigación es una de ese tipo. Al respecto Van Dijk ha dicho:
La investigación crítica del discurso parte del concepto de análisis crítico. Un análisis crítico tiene como objetivo fundamental evidenciar, a través del análisis del discurso, problemas sociales y políticos…nuestro interés es evidenciar los problemas sociales como el poder y la desigualdad a través del discurso.
Dichos problemas sociales y políticos se plantean desde la resistencia identitaria o cultural y la negociación, según se ha señalado, a través de las oralidades de las dos figuras objeto de esta investigación.
Reiteramos, esta investigación se encarga, pues, de algo muy modesto pero, a nuestro juicio, importante y necesario para los tiempos que corren y que ameritan una nueva mirada mediática de la construcción de los distintos y diversos imaginarios patrios. Y también- por qué no decirlo- revisitar y desenterrar memorias. Por tanto, pienso la presente investigación como una continuidad de aquello que comencé en 2005 (Suaves dominaciones, 2012): mirar al país desde los medios- en este caso, específicamente desde la radio- para atestiguar cuánto han contribuido a la formación de los susodichos y otros imaginarios patrios de los que celebramos y nos ufanamos hoy.
Hay que hacer, sin embargo, una advertencia y reiterar lo que decimos en la introducción de este texto. No es nuestro trabajo uno de tipo histórico, si es que a alguien se le ocurriera esperar tal cosa. Más bien, como estudioso de los medios nos ha interesado aquí rescatar lo comunicacional de lo histórico o, en última instancia, señalarlo o distinguirlo. Es decir, a los comunicólogos nos interesa, además de lo que se dijo, cómo se dijo, qué características tiene lo que se dijo o lo que se expuso ante los perceptores y las mediaciones que acarrea. En resumen, nos ocupamos aquí de pasar juicio sobre los contenidos, pero también sobre las formas. En última instancia, no pretendemos otra cosa que mirar a la historia desde los medios o simple y modestamente, a un pedazo de nuestra historia desde nuestra radio.
La resistencia y la negociación son dos factores a reconsiderar y replantear en el estudio comunicacional en el Puerto Rico de hoy, como hemos dicho arriba. Sé muy bien, sin embargo, que se puede pensar que el tema está obsoleto, gastado, carcomido por la redundancia. Sí, se han planteado muchas hipótesis y posibles avenidas, pero aún no se tienen respuestas que apliquen al entorno comunicacional cotidiano que habitamos hoy. Esta dualidad identitaria mediante la resistencia y la negociación permite remitirnos a un proceso de lucha cívica, de construcción y deconstrucción, de interpretaciones y reinterpretaciones de un pasado idílico ante un presente pragmático. Podría esto, además, remitirnos a las siguientes preguntas: ¿Desde cuándo nos estamos interrogando acerca de la acepción, el significado de ambos conceptos? ¿Reviste acaso el espacio de la resistencia otras formas como la negociación para manifestarse? ¿Puede manifestarse la identidad de un pueblo mediante la negociación y no sólo mediante las formas tradicionales de lucha armada o de combate revolucionario? El análisis que proponemos anda por esos rumbos.
*El texto es un extracto del capítulo II del texto del autor; ¡ «AVÍSALE A MI CONTRARIO» !. La radio en tiempos revueltos. Albizu y Muñoz: encuentros y desencuentros 1930-1955. (2014).
**El autor es Catedrático de la Escuela de Comunicación de la UPR.