Blade Runner: “Yo sólo hago los ojos” o la creación genética
Fue mucho más abajo, quiso ser infernal. Y mucho más alto, un arcángel maldito. Maldoror, en la magnitud de la desdicha, celebra el Matrimonio del Cielo y el Infierno…
–Pablo Neruda, refiriéndose al poeta Lautréamont
La antítesis que representa el creacionismo ante la racionalidad de la ciencia y la evolución, y la clonación, es uno de los temas subyacentes de la película icónica “Blade Runner” de 1982. Basada en una novela corta del extraordinario escritor norteamericano Phillip K. Dick, titulada “Do Androids Dream of Electric Sheep?”, nombre genial en sí, el filme, además de lo que discuto en este breve ensayo, es paradigmático de los escritos del autor en los que se cuestiona cómo se distingue lo real de lo irreal, lo verdadero de lo falso.
La película, aunque bastante distinta a la novela, es una obra maestra que nos hace pensar en un tema complejo: el creacionismo. Mientras muchos aún creen que un ser supremo creó el universo y todo lo que en él vive, un postulado teórico del filme es que eso ser cierto cuando se controlen las técnicas de clonación que permitan construir seres vivos.
Noviembre de 2019, la fecha (ya no muy lejana) en que se desenvuelve la trama del filme, resulta ser un futuro negro post holocausto nuclear1 en el que el uso avanzado e inapropiado de la clonación genética ha alcanzado un pináculo. La radiación, la contaminación ambiental y la lluvia ácida han aniquilado la mayoría de las especies. En ese nuevo mundo, casi todos los animales son artificiales, y algunos seres de apariencia humana, llamados replicantes, son superdotados creados por una compañía de biotecnología molecular. Sus características los hacen ideales para ser explotados como esclavos en “off world o “mundos externos”. Su presencia en la Tierra es ilegal y es castigada con la muerte.
En un viraje de “la segunda llegada”, los replicantes vuelven a la Tierra en busca de su creador. Han estado haciendo labores que solamente pueden hacer sus poderosos cuerpos, y los cerebros privilegiados de algunos de su estirpe, en planetas y lunas lejanas. Su rebelión está impulsada por el deseo de prolongar su vida, ya que su creador, un empresario de gran poder financiero y científico llamado Tyrell (Joe Turkell), los ha diseñado para que su longevidad esté limitada a cuatro años. Por ese motivo, estos ángeles deslumbrantes, han descendido al infierno que presupone una ciudad en la que reina la oscuridad y en la que cae lluvia como un largo lloriqueo ominoso sobre la masa humana de ciudadanos que pulula por las aceras y las calles, y que habita apartamientos solitarios. La lluvia incesante, como la de Cien Años de Soledad (que duró cuatro años, 11 meses y cinco días) impide que se vislumbre la luz solar. Con regular periodicidad, grandes bolas de fuego se alzan de columnas que extraen de las entrañas de la tierra sus gases más tóxicos (una visión adelantada del fracking que expulsa gas natural y petróleo a la superficie). Más aún, el mundo ha dado un cambio étnico en el que predominan los asiáticos. El habla –el lenguaje callejero– es una jerga casi impenetrable: uno intuye (por la variedad de tipos asiáticos que se ven) que hablan japonés y chino, camboyano, vietnamita y coreano, ciertamente inglés, pero de vez en cuando se escucha una que otra frase en francés o alemán, y quién sabe qué otro idioma. En una entrevista James Edward Olmos, quien hace el papel del detective Gaff, ha dicho que predomina el húngaro.
Los cuatro replicantes están representados por los actores Joanna Cassidy, Byron James, Darryl Hannah (en una estupenda actuación trágico-cómica que sobresalta el corazón del espectador) y el extraordinario y aterrador imán escénico Rutger Hauer. Los hombres miden más de seis pies de estatura y las mujeres alcanzan esa talla con tacos de dos o tres pulgadas. Todos son fornidos y de constitución atlética. Son violentos –han asesinado a varias personas durante su escapada– y quieren que su creador les prolongue la vida. Son, además, ángel y demonio, virtud y maldad, víctimas y victimarios y, como dice uno de los personajes del filme sobre Zhora (Joanna Cassidy), beldad y bestia.
Por haber regresado a la tierra están condenados a muerte. Ahora les persigue, no sólo la destrucción que ha sido programada en sus cuerpos para decomisarlos, sino el “blade runner”2 del título, una especie de policía entrenado para detectar los replicantes y matarlos con su arma especialmente diseñada para tales propósitos. La muerte predicha los acompaña. Por no ser humanos nacidos de una mujer (la palabra “madre” les provoca ira y los incita a la violencia) tienen programada una fecha precisa para su muerte; al igual que los humanos saben que morirán, y desconocen para qué fecha ha sido programada la exterminación de sus cuerpos. Se podría decir que tienen mácula pero no son fruto de ningún vientre (presumo que no tienen ombligo, aunque eso no se menciona en el filme). El concepto de un ser programado para la autodestrucción, tiene su base científica en el concepto de apoptosis o suicidio celular que tienen normalmente las células de nuestro cuerpo y que, cuando falla, causa anomalías tales como tumores o cánceres.
El blade runner (Harrison Ford) es un cínico solitario que ansía alejarse de la ciudad a donde brille el sol y prospere la promesa de una vida sin violencia, y que esté apartada de la mugre urbana. Visto de otro modo, quiere escaparse para alcanzar el paraíso. No quiere emigrar a los lejanos planetas a los que continuamente invita una compañía con sus anuncios de neón que destellan en el costado de un dirigible, y que repite con voz seductora una japonesa que insiste en venderles boletos migratorios a los transeúntes de las calles inhóspitas. La compañía de bienes raíces de las colonias fuera del mundo (“off-world”) se llama Shimago-Domínguez lo que nos hace pensar que los orientales y los latinos se han convertido en el 2019 en explotadores de los caucásicos.3
Se ven relativamente pocos de estos últimos en el ambiente deprimente de la ciudad, aunque sí se les encuentra bebiendo, nonchalant, en un lugar sofisticado que es una parodia del bar al que acuden personajes intergalácticos en “Star Wars”, filme al que este le rinde homenajes no solamente con la presencia de Harrison Ford-Hans Solo, sino el uso de paraguas que recuerdan los sables de luz de los Jedi. Además hay mozalbetes callejeros con ojos rojos que prenden y apagan como los de los Jawas quienes, como recordarán, hablan un idioma que nadie entiende bien (una especie de chipmunkiano).
El blade runner del título se llama Rick Deckard, nombre que puede significar baraja (deck of cards, porque decide “la suerte” que corren los replicantes), y, por lo tanto, no sorprende que tenga varias escondidas en su manga. Para empezar, no estamos seguros de que él no sea un replicante de primera generación (los nuevos, los Nexus 6, son más fuertes y más grandes que él) y que de alguna forma esté relacionado con los sublevados. Tal vez, algunas de las células madre usadas para su clonaje dieron origen a los replicantes que ahora tiene que “retirar”, que es un eufemismo para matarlos.
Tenemos, pues, los elementos para una reformulación teológica de los misterios cristianos judaicos. Existe un creador que decide la capacidad física e intelectual de sus “hijos” y que determina el período de longevidad que se les ha de asignar. Vende sus creaciones para que sirvan de esclavos fuera de este mundo y se llama Tyrell (¿tirano?). Un japonés, que sólo hace los ojos, le dice a uno de los replicantes que “Tyrell lo sabe todo”, en otras palabras es omnisciente. La compañía del creador está situada al tope de una pirámide tipo Maya (hay también motivos decorativos tipo Maya en el edificio en que vive Deckard, inspirados en diseños para losetas y azulejos de Frank Lloyd Wright) en la que diseña y crea los replicantes mientras se dedica al ritual de un juego de ajedrez. La partidano es disímil a la que jugaba el Caballero (Max Von Sydow) con la Muerte en “The Seventh Seal” (Ingmar Bergman, 1957) buscando el significado de la vida, pero en el caso de Tyrell, como veremos más adelante, su vida depende del resultado de la partida. Sabemos que en un partido de ajedrez, tarde o temprano, el rey muere o se rinde (los empates no cuentan). Hay que recordar que los Maya tenían al tope de sus pirámides –más chatas que las egipcias– cámaras rituales. Los hijos putativos de Tyrell –los replicantes ángeles-demonios que han descendido al mundo– buscan venganza, pero se ha enviado a Deckard a retirarlos. Si es cierto que los replicantes son sus hermanos, esta es una tragedia fratricida (Caín y Abel es la referencia obvia) y parricida,4 que ocurre como resultado de lo que se decide en el centro de la “creación” (la pirámide) que es, además, donde se establecen las reglas de la vida. Me parece claro que Deckard es el hijo predilecto (¿sentado a la diestra?) y, según dice Tyrell, el líder de los replicantes, Roy Batty, es el hijo pródigo, pero podría ser también, como el Maldoror de Lautréamont, “cielo e infierno” y como dice Neruda, “está en la magnitud de la desdicha.
Entra en el panorama una misteriosa mujer cuya expresión, empatía, recuerdos, y el brillo dorado de sus ojos sugieren que es una replicante especial. Los ojos de los replicantes tienen un destello áureo y uno pone en duda si será una broma o un homenaje a Carson McCulllers y al título de su novela “Reflections in a Golden Eye”.((En uno de los ensayos fílmicos que acompañan la edición Blue-Ray de todas las versiones de la película, uno de los directores artísticos cita directamente y hace referencia, aunque sin explicación, a “Reflections in a Golden Eye”. Digo que es al título que se le hace homenaje ya que los temas de la obra de McCulllers, homosexualidad, voyerismo, sadismo y fetichismo, son poco visibles en la cinta. Tal vez, sin embargo, haya en ella algo de los últimos dos temas.)) Con el desarrollo del modelo de replicantes Nexus 6, estos son tan perfectos que tienen que ser detectados con la máquina especializada Voight-Kampff, que detecta anomalías en el iris ocular y la contracción de la pupila y la rapidez de esa respuesta. Las respuestas extremadamente rápidas de la pupila identifican a los replicantes. Rachel (Sean Young), que así se llama la replicante, ha sido implantada con memorias de su niñez y de su vida previa, pero son falsas memorias ya que, aunque reales, son recuerdos de personas biológicamente naturales.
Si la Eva original fue la fuente de la discordia que llevó a la pérdida del paraíso, Rachel, es transgresora en su necesidad de acceder un pasado y unas memorias que no existen y eso vulnera el paraíso creado por Tyrell. Sus deseos impulsan a Deckard a querer regresar al paraíso perdido. No se puede pasar por alto que puede haber sido clonada, posiblemente de las mismas células madre (stem cells) que los replicantes hombres. Es notable que la replicante Zhora, tenga una culebra como parte de su acto en un club nocturno. El buen juicio de los co-guionistas Hampton Fancher y David Peoples evita que la referencia bíblica sea demasiado obvia, y mantiene esta pista de la serpiente y la referencia a Eva bastante alejada de Rachel. Sin embargo, Deckard sueña con un unicornio, cuyo nombre, según la Biblia, acuñó Adán en el Paraíso. El unicornio representa la virtud y la pureza, pero también su cuerno ha sido asociado con María y Jesucristo, y la unión de Cristo en Dios. En el sueño de Deckard es aparente que el unicornio vive en el paraíso, y la escena final de la versión de la cinta en DVD (la versión del director) deja claro que adonde está el unicornio es a donde quieren ir Rachel y Deckard, en otras palabra, como ya he dicho, al paraíso. El policía que acompaña a Deckard en sus investigaciones es un oriental llamado Gaff (James Edward Olmos) –podría ser japonés– pues hace origami. Lo hemos visto crear una gallina5, una criatura bípeda (podría ser hombre o mujer) y, finalmente, el unicornio de papel de aluminio, que deja en el piso frente a la puerta del apartamiento de Deckard. ¿Qué le está diciendo a la pareja si no que sí, que busque el paraíso perdido?
En el viejo testamento Raquel, madre de José y Benjamín, era una de las cuatro matriarcas judías y esposa de Jacobo, padre de los judíos y visionario de ángeles, que batalló con uno de ellos y de él recibió el nombre de Israel. En esta ocasión Rachel va de vuelta al paraíso con un replicante especial, Deckard. ¿Será posible que ambos sean biológicamente fértiles y que de ellos dependa, ahora que el creador ha muerto, la salvación de la especie humana? Podríamos argumentar que la segunda llegada de los ángeles-demonios era el calvario por el que había que pasar para encauzar el mundo en vías de recuperación.
La música de la película también contribuye a la afirmación judeocristiana de sus temas. Es de interés, y evidencia de la minuciosa atención que le brindó Scott a su filme, la acertada partitura de Vangelis, nombre que quiere decir “mensaje de Dios” y que pienso enfatiza la teoría del filme como una subversión del concepto de la trinidad.
Lo que nos trae a Roy Batty, o será tal vez el “Rey Loco”, como sugirió Pauline Kael. Roy llega a su destino en la tierra buscando la forma de acercarse a su creador y cuando lo logra, el personaje que lo lleva clandestinamente a conocerlo, le dice “conoce a tu creador”; Roy le llama “padre”, pero anticipamos la violencia ya que unos minutos antes, es Roy (o Rey), el que ha provisto la solución al juego de ajedrez y le ha dado jaque mate al otro rey (el de Tyrell). El juego entre Tyrell y Roy, en el que ambos son el Rey, esconde parte de la trinidadque ha de ser Roy al fin y al cabo. Roy le da muerte al rey en el juego de ajedrez; a Tyrell, rey de la corporación, lo asesina sacándole los ojos, en referencia a dos cosas. Una, al hecho que es por la respuesta ocular a la prueba V-K que se puede detectar a un replicante. Otra, al hecho de que Roy ha asesinado al hombre que “sólo hace ojos” y que hizo los suyos. Nadie ha visto ni puede puede ver lo que Roy ha visto y eso nos lo deja saber en su breve soliloquio de muerte.6 Roy regresa a buscar a Deckard en la última parte de la película, en la que se completa, como argumento más abajo, el misterio de la trinidad.
Luego de que Deckard mata a Pris (Darryl Hannah), Roy aúlla y llora de pena, y se agudizan en él los síntomas de la destrucción programada; se desnuda hasta que queda en taparrabo. Para enderezar su mano derecha, que comienza a contraerse con los signos de una muerte inminente, se traspasa la palma de la mano con un clavo, salva a Deckard, a quien en un momento le llama hermano, y deja escapar una paloma blanca que ha sostenido en su mano izquierda. En estas secuencias se completa la idea de la Trinidad y de Roy como una especie de Cristo, abandonado por su propio padre y ahora “crucificado” por la programación de muerte de su creador. Sorprende que este parricida haya salvado a su “hermano” fratricida (ya que Deckard mató los replicantes que son como él) y ofrezca el símbolo del espíritu santo (podría también ser su alma), como redención de su sufrimiento.
No se puede hablar de “Blade Runner” sin comentar algunos puntos sobresalientes de la textura de la película. El impacto visual del filme es inmenso, qué con sus oscuros, claroscuros y penumbras, y luces deslumbrantes contra la cámara. Muchas escenas, como la entrevista de Leon (Byron James) por el policía Holden y el vuelo del búho a través del salón de Tyrell Corporation, son homenajes a Orson Welles, en particular a “Citizen Kane”; y a “Metropolis”. Mientras que la cacería y retiro de Zhora y la espectacular muerte de Pris son referentes al gran Sam Peckinpah.
La influencia del filme noir sobre Blade Runner es innegable7: la melancolía y la angustia de los personajes es palpable y hay en el filme una propuesta casi mitológica de cómo el destino es implacable, planteamiento que tiene referentes en clásicos como “Double Indemnity” (Billy Wilder, 1944)y“The Postman Always Rings Twice” (Tay Garnet,1946) . Igualmente, se ven destellos de “The Maltese Falcon” (John Houston, 1941) y, más importante de “Kiss Me Deadly” (Robert Aldrich, 1955) en la primera visita de Rachel al apartamento de Deckard y, sin duda, su peinado, maquillaje y ropa es retro-1940. En ese sentido hay también que destacar las breves tomas de los interiores del edificio Bradbury en Los Ángeles, una joya de la arquitectura del renacimiento italiano y el romanesco que ha figurado en otros filme noir incluyendo “Marlowe” (1969) que confirma las afinidades del detective de esta cinta con Philip Marlowe y Sam Spade y que sirve para otro homenaje, esta vez a Ray Bradbury8, uno de los grandes escritores de ciencia ficción.
Finalmente, hay que destacar que la película por primera vez nos hace conscientes del significado ético y social de la clonación y de sus abusos, de modo que “Blade Runner” es también pionera en este tema. Es algo que tendría que ser discutido en un ensayo separado. Como por ahí viene una secuela a este filme extraordinario hay que estar listo para ver qué se adelanta sobre un tema que es motivo de pasiones y discusiones éticas y morales. Además de la novedad de sus temas, es evidente que, desde su presentación inicial, “Blade Runner” ha influenciado a muchos directores y filmes, no solo de ciencia ficción, sino de otros géneros.
“Blade Runner” no tiene igual en el género de ciencia ficción. Si es cierto que tiene antepasados tan distinguidos como “Metropolis” (Fritz Lang), “2001: Space Odyssey” (Stanley Kubrick) y, sin duda, “Star Wars” (George Lucas), película en la que también germinan visiones judeocristianas (“La Fuerza”, Darth Vader o el ángel caído; Darth Maul, un demonio con por lo menos seis cuernos), ninguna de las anteriores toca estos temas de forma tan subversiva como lo hace este filme. La ambigüedad insertada en la relación Tyrell-Roy-Deckard tiene la intensión de dificultarnos la racionalización del enigma en ella como representante del misterio de la trinidad. La imposibilidad de predecir cuál ha de ser el futuro de Deckard y Rachel, deja en un limbo la promesa de la salvación de la humanidad. ¿Será ese el tema del filme que hemos de ver como el segundo capítulo? ¿O será la película sobre una nueva distopía en la que alguien controla el agua y la vegetación? Si ese fuera el caso, ya tenemos “Max Max: Fury Road” que toca muy bien estos temas.
Por otro lado, si Deckard representa a Jacob, el marido de Raquel, que luchó con un ángel hasta triunfar y conseguir la tierra prometida, tal vez, no sólo es el hijo preferido que estará a la diestra del padre, sino una especie de Adán que ha de salvar el mundo y la humanidad. Ese optimismo, el dolor desgarrador que invade a Roy Batty ante la pérdida de un ser querido y que es su acto de salvación hacen este filme más “religioso” y más conmovedor que muchos filmes que tratan sobre la Pasión del Cristo. Tal vez debiera ser “Blade Runner” la película que se exhibe el Viernes Santo.
- Con la caída de la Union Soviética uno pensaría que esta amenaza ya no es la principal, pero demasiados países (incluyendo EE.UU.) tienen armas nucleares para olvidarse de esa posibilidad. La devastación, sin embargo, podría ser por la destrucción del ambiente y la contaminación del aire que respiramos. [↩]
- Nombre que se obtuvo de una sinopsis para una película escrita por William Burroughs y basada en la novela de Alan E. Nourse “The Bladerunner” (1974). [↩]
- Dada la reacción a la presidencia de Barack Obama y las luchas por las leyes de emigración sabemos que los blancos norteamericanos temen que esos grupos minoritarios, junto a los Africanos-Americanos, estén en posición de alcanzar lo que vaticina la película. [↩]
- El mito Urano, Cronos, Zeus seríael más que acerca como ejemplo de parricidio por alcanzar el poder. [↩]
- En el apartamiento de Sebastian se están hirviendo huevos y como la mayoría de los animales son “creados” la pregunta mandatoria e irónica sería: ¿Qué vino primero? ¿Y para qué sirven? [↩]
- Dice Batty: “I’ve… seen things you people wouldn’t believe… Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched c-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those… moments… will be lost in time, like tears… in… rain. Time… to die…” La belleza del parlamento, cómo está dicho, y los significados que le podemos atribuir es parte de la unicidad del filme. [↩]
- Es bastante obvio, pero tanto Ridley Scott como su cinematógrafo Jordan Cronenweth han declarado que Blade Runner es noir. [↩]
- No es inconcebible que Roy (Batty) sea también un homenaje a Ray Bradbury. [↩]