Buen viaje Kekái

Uno pensaría que ya no hay forma de hacer más cuentos del coquí. Hay canciones del coquí, poemas del coquí, cuentos del coquí, cedés con coquíes cantando, ¿qué más se puede hacer con ese personaje? Pues se puede abordar el tema desde la perspectiva de un coquí de la diáspora. El asunto no resultó ser tarea fácil. Cuenta el escritor que le dio muchas vueltas al texto. Que pasó mucho tiempo en sus manos y de ser una historia que jugaba con el tiempo a terminó siendo un cuento lineal.
«Siempre lo quise hacer de una manera distinta a la imagen del coquí», explica García. «Trato de conseguir una historia que a mi me hubiese gustado leer cuando era un niño».
Así se sirve de cuanto recurso tenga a su alcance para atrapar a un grupo de lectores que tiene un bombardeo constante de productos, juegos de video, películas que compiten con el tiempo de la lectura. «Uso mucha acción, mucho sentido del humor, tensión, le echo mano a todos los recursos sean literarios, de otros textos, de la televisión, del cine, del teatro. Busco echarle mano a todo eso, mezclarlo», asegura.
CJ García «supo echar mano de un símbolo de lo autóctono apartándose no obstante de lugares comunes para armar una historia original, emotiva, a la vez que cómica, de valoración de lo propio, búsqueda universal y de la plenitud humana», lee el laudo en el que se anunció la selección de la obra. Es la segunda ocasión en la que el autor gana el premio que también ha sido otorgado a Tina Casanova, Joselo Rabelo y Mayra Montero, entre otros autores. En 2010 García obtuvo el galardón por la obra Dale la vuelta.
«Mi hermano conoce a un muchacho hawaiano cuyo hijo, que está en cuarto o quinto grado, le dijo que hicieron un concurso (en la escuela) y al grupo que más coquís muertos llevara los llevaban a una excursión», cuenta García. ¡Pobres coquíes! «A los grupos que llegaran en segundo y tercer lugar les iban a comprar pizza». Esta anécdota se la contaron después de escrito el libro pero le sirvió para corroborar la escabrosa situación que enfrentan las ranitas en las islas del Pacífico.
De allí trata de escapar Kekái. “Se enfrasca en este periplo, ese viaje tan largo, hasta que finalmente logra llegar a la isla», dice el autor quuien además es traductor, editor de textos y guitarrista. «Mi primer amor era la música, la percusión, ahora tengo la impresora encima de las congas», dice el escritor que comenzó su carrera en las letras con un libro de cuentos cortos que escribió en una libreta Superior. «Lo había corregido tanto con «white out» que las páginas ya no se doblaban. Se lo di a leer a personas que aprecio mucho y me dijeron: ‘oye esto es publicable'». En el 1998 esos cuentos reciben un premio literario en Venezuela y cuatro años más tarde los publica en Puerto Rico la Editorial Isla Negra bajo el título Breves para videófilos.
A veces nos coartan nuestro amor por la lectura dándonos textos que no son apropiados para la edad en la que estamos. Siempre tengo eso bien presente.
En el 2000 su obra teatral, El humor de Dios, recibió un premio del Instituto de Cultura Puertorriqueña y subió a escena bajo la dirección de Idalia Pérez Garay y protagonizada por Modesto Lacén quien, casualmente, estuvo a cargo de moderar el evento en el que García recibió el premio por Kekái en el Museo de Arte de Puerto Rico.