Conversaciones con Chi Wai
o Por qué no votar por el PPT
Hace unas semanas llevo conversando de política con mi amigo Chi Wai, pequeño empresario trotamundos y amante de la cocina. Hemos hablado de las elecciones y le he prometido que pondría por escrito, de manera unificada, los puntos mediante los cuales intento convencerlo de que vote por Alejandro García Padilla este noviembre. Reconozco que convencer a alguien de hacer tal cosa (sobre todo a una persona inteligente, como Chi Wai) supone un dolor de cabeza.
Antes de recoger mis argumentos, dejo claro que parto de las siguientes premisas y que, si el lector no las comparte, difícilmente podrá seguir mi hilo:
- Luis Fortuño y su gabinete son la fuerza política más destructora que ha gobernado la isla desde, al menos, 1952.
- Se debe impedir a toda costa que la destrucción que implica dicho gobierno continúe.
Dejo claro que para organizar mis ideas me serví de una entrevista que Paul Jay de The Real News le hiciera a Noam Chomsky en 2008, relacionada con las elecciones presidenciales de ese año. Dejo el enlace aquí:
En esta entrevista, Chomsky recomendaba (como había hecho antes) votar por el candidato demócrata en los llamados “swing states”, o estados en donde se decide el voto porque no son ni decididamente rojos, ni azules (en EU, rojos son los republicanos y azules los demócratas). La sugerencia siempre inquieta a algunos elementos de la izquierda estadounidense, quienes no comprenden cómo el mayor crítico (quizás) del Partido Demócrata invita a la ciudadanía a votar por unos candidatos que parecerían ser los clones de sus homólogos republicanos. En el video, Chomsky explica su postura: para empezar, no es cierto que, por usar el caso actual, Obama y Romney sean idénticos; con el paso del tiempo resulta evidente que, por más elitista y belicoso que sea el Partido Demócrata gringo, la población generalmente acaba en un estado de mayor bienestar (no solo económico) bajo las administraciones demócratas que bajo las republicanas. El hecho de que Obama sea un elitista que defiende los intereses del imperio, jamás y nunca implica que equivalga a Romney, mucho más violento, antidemocrático y peligroso. Caer desde un segundo piso es peligroso; caer desde un décimo piso es mortal.
Chomsky va más allá y ataca lo que identifica como un cliché, eso de que “elegir el menor de dos males” no lleva a ningún lado. “There’s nothing wrong with picking the lesser of two evils”, comenta. “The cliché makes it sound like you’re doing something bad, but no, you’re doing something good”. Y tiene razón: elegir el menor de dos males no es una mala idea, sino todo lo contrario. Chomsky, por supuesto, parte de una apreciación desencantada, realista y pragmática de cómo funciona el mundo. Si hay solo dos candidatos posibles, plantearse la posibilidad de que gane uno tercero puede ofrecer discusiones interesantes y necesarias. Pero si toda la evidencia apunta a que alguien como, digamos, Ralph Nader, no tiene posibilidad de ganar, el votante responsable debe considerar que se está manteniendo al margen de poder elegir entre caer desde un segundo o un décimo piso. Indignarse ante la situación de estar entre la espada y la pared no es inválido, pero dicha indignación no viola las leyes de gravedad.
Realmente, la realidad polítca no nos provoca respeto; solo así me explico que nos cueste decidir por “el menos malo”. Ante la misma opción en un contexto médico o automovilístico (e.g., amputar un dedo o amputar un brazo; un carro sin aire acondicionado vs. un carro sin batería), no habría titubeo. Es la inútil insistencia en querer menospreciar la realidad histórica y política la que nos hace regresar a “votar por lo que dicte la conciencia” o, lo que es lo mismo, votar irracional o fanáticamente. Yo soy mucho mejor candidato que AGP y Fortuño y de seguro el lector de este ensayo también lo es, pero no tengo ahora posibilidad de ganar la gobernación, por lo que no vale la pena planteármelo.
Le intento sugerir a Chi Wai ideas análogas: Fortuño y García Padilla no son idénticos y la pequeña divergencia que los aparta implica la diferencia entre sufrir mucho y sufrir poco. Sobre todo, quiero expresarle que la incomodidad de cuestionarse la situación incómoda de elegir entre ambos males no viene muy al caso a unas semanas de las elecciones.
Too late for tears
Chi Wai se ha quejado del tono paternalista con el que desdeño su “hallazgo reciente” de que el bipartidismo es un mal intolerable. Tiene razón, pero no puedo reaccionar de otra manera a la enajenación con la que de repente mis amigos progresistas pretenden ignorar la realidad (que, como siempre, azota sin misericordia) partiendo desde el “descubrimiento” de que PPD y PNP son de un pájaro las dos alas.
El pueblo “ya” está cansado de la falacia del bipartidismo. El problema es el “ya”. Desde que tengo uso de razón, el pueblo ha estado cansado del bipartidismo, según los líderes de campaña de los partidos pequeños, ya sea PIP, PPR o, ahora, MUS y PPT. Cada cuatrienio reaparece el hartazgo, pero solo cada cuatrienio. Mi amigo Li Ming estuvo harto en el 2008 y votó por el PPR. En el 2004 su hartazgo lo había llevado a votar por el PIP, error que, dice, no vuelve a cometer. Pero mi amigo Li Ming reconoce que no debió hartarse con esa periodicidad tan aletargada. “Si no se vive harto todo el tiempo, no vale a pena hartarse”, comenta, harto de estar harto.
Li Ming (amigo en común con Chi Wai) mantiene la intención de escribir un Manual de cómo hartarse, en el que piensa delimitar la manera correcta de hartarse. Por ejemplo, medita sobre cómo hacer que hartarse lleve a un cambio real, no a un exabrupto sin consecuencias. El libro versará además sobre el momento para hartarse. Li Ming parte de ciertos hartazgos sin consecuencia directa, como los del PIP y el PPR; esfuerzos que, por momentos, tienden a terminar en vacaciones de 4 años. Sé que cometo una injusticia crasa con algunos elementos del PIP, que no descansan, pero la realidad es que el esfuerzo de este partido por corregir este malentendido peca de laxo. El caso del PPR, de otra parte, es bastante lamentable, al tratarse de una empresa admirable que se formó de la nada, pero cuya relevancia se esfumó; el PPR viene, años más tarde, a revivir la indignación del 2008. El PPR es un periódico de ayer, debemos admitir con dolor, que logró lo que los hartos hemos deseado, pero cayó en lo que más tenemos: en convertirse en un mero símbolo, deprimente hoy en día cuando se lucha en contra de “la fuerza política más destructora que ha gobernado la isla desde, al menos, 1952”. Algo mucho más desencantado podría decirse del PIP, a pesar del empeño de sus miembros de culpar al imperio.
Lo que nos deja con el MUS y el PPT. Pero sobre todo, con el PPT, cuya plana ha sabido cohesionar con fuerza gran parte del descontento de los hartos y articular soluciones coherentes y específicas a los problemas con los que luchamos día a día. El PPT es el partido más elocuente y sensato y con cuya descripción de la sociedad boricua este servidor podría coincidir. ¿Por qué intento convencer a Chi Wai, sin embargo, de que es un error votar por el PPT?
La brocha gorda y la falta de espejuelos
Leo en la publicidad del PPT que Luis Fortuño y Alejandro García Padilla son “Un muñeco de dos cabezas: Igualitos”. Este eslogan peca de lo mismo que pecan todos los eslóganes políticos: sacrifica, a costa de “pegar” o ser “catchy”, la precisión y nos reafirma que, con todo y la admiración que pueda provocarnos, el PPT sigue siendo un partido político y peca de lo que los partidos políticos pecan.
Si bien es cierto que las semejanzas lamentables deben inquietarnos, eso de que Fortuño y García Padilla sean idénticos es un decir, una media verdad cuyas connotaciones nublan el entendimiento. Me baso en tres consideraciones:
1. Fortuño no es solo Fortuño y García Padilla no es solo García Padilla. Cada candidato está rodeado de una serie de personajes que lo complementan. Ninguno de los votantes “hartos” del sistema equipararía coherentemente a Rivera Schatz con Bhatia, por ejemplo. Fortuño, queda claro, implica a Marcos Rodríguez Ema, Antonio Sagardía y un par de superintendentes protofascistas. Cada candidato representa un colectivo y estos colectivos no convergen en puntos neurálgicos. Ignorarlo no lleva a ningún lado.
2. Desde un punto de vista teórico, los candidatos representan visiones enfrentadas de política “establishment”. Fortuño es abogado corporativo mientras que García Padilla se abrió espacio como secretario de DACO; defender corporaciones y consumidores son tareas opuestas del sistema en el que vivimos. Aunque este argumento funciona más como metáfora que como otra cosa, debemos tener presente que Fortuño se alinea con el ala más corporativa del partido republicano de Estados Unidos, mientras que García Padilla ha intentado asociarse con el partido demócrata. Indistintamente de lo que uno piense del partido demócrata gringo (a mí me indigna abismalmente), ningún progresista en su sano juicio preferiría al partido republicano por encima del demócrata. La derecha del partido demócrata dista bastante de la derecha del republicano.
3. Hay diferencias específicas (y que pueden documentarse) en ambas plataformas.
El primer punto no merece comentario, por lo obvio. El segundo, tampoco, pero principalmente por la falta de intensidad con que la campaña del PPD ha capitalizado sobre esta diferencia. El tercer punto resulta más urgente.
Advierto que llevo años hablando mal de los García Padilla y que he actuado, como tantas otras personas, para protestar algunas de sus políticas. No pretendo promover su visión de gobierno, sino contraponerla con la de Fortuño, impensablemente peor, y recordar que en el mundo real (no en el de las ideas lindas) es el único que puede ganarle las elecciones este año. Ahora, para ser honestos, debemos conceder que, dentro de todo, el hombre ha tenido un horrible director de campaña. La mitad de las barbaridades que García Padilla ha dicho son llanamente metidas de pata, “plain and simple”, y no posturas políticas peligrosas. Pongo por caso su inmoral ambivalencia con respecto al referéndum del 19 de agosto, o su inmoral ambivalencia con respecto al matrimonio homosexual.
Ahora, tomemos el caso del Código Penal. Este año se criminalizaron varios actos de expresión pública, una acción “antiamericana” promovida por una organización que se canta “americanófila”. García Padilla ha prometido revisar los artículos del Código que atentan en contra de la expresión pública. No se trata de peccata minuta. Su postura dista de la de un férreo paladín del sindicalismo y la libertad, pero es falso decir que en este aspecto resulta “igualito” a Luis Fortuño. No lo es ni teórica ni prácticamente. Este punto implica consecuencias serias para miles de personas, ya que el nuevo Código Penal entorpece la lucha por la democracia y los derechos humanos. Similares diferencias entre los dos candidatos principales aplican a temas como la colegiación de abogados, el gasoducto, las procuradurías de la mujer y las personas de edad avanzada, etc. No es cierto que son iguales ni es cierto que vale lo mismo quién gane. Cito a Chomsky: “To say it doesn’t make any difference who wins is simply to express your contempt for the general population”.
Pongo otro caso: la Universidad de Puerto Rico. A ninguna administración reciente le ha provocado demasiado respeto la UPR, pero el odio con que Fortuño ha atacado nuestra alma máter jamás se asemejará al descuido popular. El caso de las luchas estudiantiles de 2005 y 2010 sirve para ilustrar las diferencias entre un gobierno y otro. La violencia estúpida e innecesaria de 2010, las violaciones flagrantes de derechos civiles, documentadas hasta el exceso, ¿quedan olvidadas? ¿El desmantelamiento de la universidad, los macanazos, corrientazos eléctricos y desaparición de fondos se esfuman por la necesidad de probar que ambos candidatos son “idénticos”? Sugerir que no hay diferencia entre ambos gobiernos en el contexto de la lucha estudiantil de hace dos años es, sobre todo viniendo de un profesor de la institución, una omisión imperdonable y un acto de desinformación. Chomsky es más severo: habla de un “contempt for the general population”.
Base y directiva del PPT me provocan un respeto sincero: mi crítica va dirigida, a fin de cuentas, hacia la naturaleza de la propaganda política, de la que no puede escaparse ni siquiera este partido.
Sprite: Las cosas como son
No debemos votar por el PPT porque hacerlo entorpece la meta de evitar que “la fuerza política más destructora que ha gobernado la isla” vuelva al poder. El equivalente de los “swing votes” de Puerto Rico cuenta con un buen número de personas con orientación política progresista que rechazan la agenda neoconservadora fanática, pero que no necesariamente comulgan con la versión aguada del control corporativo que respalda el PPD. Si el voto de estas personas recae en alguien que no tiene, numéricamente hablando, posibilidad de ganar, crece la probabilidad de que prevalezca “la fuerza política más destructora”.
Articulado escuetamente, en plan bestia, “un voto por el PPT es un voto perdido en contra de la oposición antifortuñista”. Hay mil argumentos teóricos, éticos y emocionales para debatir teórica, ética y emocionalmente este señalamiento, pero ninguno cuenta con números o pruebas concretas para demostrar lo contrario. Si los “swing votes” no recaen en García Padilla, Fortuño podría ganar la reelección. De hecho, parecería que la inclusión de tantos partidos menores (cuando se había planteado la posibilidad, hace dos años, de excluirlos a todos) no tiene otra intención que la de diluir el voto antifortuñista. El mismo Juan Dalmau parece haber dado en el clavo cuando comenta que el PNP enmendó la “Ley Electoral para requerir 50% menos de los endosos que se requerían antes. Ajustaron la necesidad de endoso a lo que era el interés del PNP de que hubiese una dispersión del voto de oposición”.1 Si este fuera el caso, PPR, PIP, MUS y PPT estarían colaborando con el PNP. Una vez más, la afirmación suena injusta en extremo, pero lo injusto no es recordarla sino seguir postergando su solución al plantearnos el problema cada cuatro años.
Habría, por supuesto, una manera de contrarrestar este problema: una coalición. Si los partidos menores se unieran, la suma se sus minúsculos porcentajes alentaría quizás a algunos integrantes progresistas del PPD a replantearse su afiliación usual. Pero a la fecha de hoy, no se vislumbra ninguna coalición y la ley estatal puertorriqueña la entorpece a este punto.
En última instancia, la unión futura de partidos pequeños se presenta como un inmenso reto. Como suele suceder, las izquierdas no se unen. He comentado antes esta anécdota: en una actividad de estudiantes socialistas en la Plaza Antonia a la que asistí hace años, subieron 4 personas a una tarima; luego de que hablara la primera, el resto empezó su charla diciendo “difiero con el compañero, pero…”. Cada intervención comenzó con una refutación; los compañeros diferían de los compañeros. El público, por supuesto, se aburrió y se fue. Sin unión ni alianza no hay otra que bazofia.
AGP gana… ¿entonces, qué?
Vislumbro la siguiente posibilidad: voto por el PPT, cuya plantilla, partiendo desde la coherencia, ha reconocido que no puede ganar. Gana obviamente Fortuño y el 7 de noviembre recomienza una pesadilla horrenda. Me quejo de los votantes boricuas que le han entregado el país una vez más al PNP y vivo cuatro años más de locura neoconservadora para ver si en el 2016 el PNP le vuelve a permitir al PPT armarse de nuevo (ridículo “wishful thinking” en caso de que el PPT se transforme en una auténtica amenaza).
Vislumbro otra posibilidad: los votos progresistas van a favor de García Padilla, quien gana. Está claro que este nuevo cuatrienio no implicará una revolución democrática y que habrá que enfrentarse con el nuevo gobernador en varios momentos.
Ahora bien, esta segunda posibilidad no me aterra. Los gobiernos electos no derraman gracia sobre la población y cualquier persona que haya leído un poco de historia sabrá que las victorias civiles y los derechos se ganan en la lucha organizada, en la calle; jamás vienen como regalos de un gobierno generoso.
O sea, los grupos cívicos, ambientales y obreros tendrán, en cualquier caso, que dar la buena batalla, solo que en la segunda posibilidad se enfrentarían ante un contrincante un tanto más maleable.
Votar por AGP no me va a hacer dormir tranquilo. Al contrario; gane o no gane me sentiré mal. Yo siempre me siento mal y todos deberíamos sentirnos mal. Ahora, la decisión parte de una observación (a mi entender, lógica) de la forma en que funciona el mundo. La lucha por la equidad y justicia tiene mejores prospectos de resultar propicia con un enemigo como AGP, no con un enemigo como Fortuño.
La política no funciona con superhéroes. Uno elige, entre opciones viables, la menos mala y luego acciona para arrebatarle cosas. Fortuño no se deja arrebatar nada, por lo que no debe estar cuatro años más.
Me gustaría que Chi Wai compartiese mi observación de que el mundo no funciona como un microondas. Los cambios políticos progresistas no parecen venir con algún líder fenomenal que nos los entrega de un día a otro (ojalá fuese así). Veo con gran entusiasmo la dirección y energía del PPT, cuyos miembros saben que para llegar al poder hay todavía mucho trabajo por hacer. Puedo saborear un cuatrienio lleno de trabajo y campañas grassroots de educación y activismo que pueda redundar en mayor número de constituyentes en 2016.
Ideas finales
En el transcurso de nuestra conversación, salieron a relucir dos ideas que quiero recordar. En un momento, Chi Wai (¿o fue Li Ming?) concluyó que era preferible una victoria de Fortuño, para que así tocáramos fondo y que en 2016 la indignación impulsara un cambio contundente. La idea equivale a dejar que un carro se “esviele” para poder luego instalarle un aire acondicionado nuevo: un disparate a todas luces. Esperar que otra victoria del ala republicana del PNP despierte los aletargados bríos revolucionarios del pueblo puertorriqueño el próximo cuatrienio no es otra cosa que un chiste de mi amigo.
La otra idea, que con cada día que pasa va desapareciendo, es la siguiente: es posible una virazón de última hora. Es posible, si hacemos un esfuerzo al final, que de repente la gente “se dé cuenta”; las encuestas están manipuladas y no significan nada y cabe la posibilidad de que un partido de minoría gane. ¿No pasó lo mismo con el PPD hace décadas? ¿No es la victoria del “no” en el pasado referéndum evidencia suficiente de que “unidos, podemos a última hora”?
Una vez más: de falsas expectativas está empedrado el camino hacia Fortuño. Particular atención merece el caso de la reforma constitucional. A pesar del denuedo colosal de los partidos pequeños, no es cierto que el referéndum sea una victoria exclusiva del PPT o el PIP, aunque el merecido entusiasmo de sus miembros quiera convencernos de ello.
1. Ganó además la pereza del fanatismo PNP: poca gente, para ser francos, fue a votar.
2. Ganó además la mitad del PPD: a pesar de AGP, Sila y alguno que otro vergonzoso ejemplo, la directiva popular se inclinó hacia el voto de “no”.
3. Ganó además el sentido común: no todo el mundo vota por lo que digan los líderes; conozco estadistas que votaron por el “no” por convicción.
Dejo para otro espacio la discusión del primer punto, el más inquietante (¿cómo es posible que el “no” haya ganado por tan poco?). La violencia fortuñista es tan intensa que se celebró como una victoria de la organización democrática el hecho de que un poco más de la mitad de un número reducido de votantes no renunciara a un derecho constitucional. No debemos cegarnos y pensar que esto apunta a “un nuevo amanecer” ni nada por el estilo: queda mucho trabajo por hacer.
Concurro con Chi Wai en algo: Rafael Bernabe es, en principio, el mejor de los candidatos y sin duda su gobierno le daría un vuelco hermoso y necesario al país, en parte porque las decisiones que se tomen considerarían a grupos como sindicatos, uniones, etc. De no desarticularse la organización, el PPT podría convertirse en una fuerza real tan pronto como 2016; tendría, no obstante, que luchar en contra de la fatiga, que ha devorado más de un partido. Un voto por el PPT este noviembre, sin embargo, no parece golpear efectivamente la violencia fortuñista. Si en estas semanas que restan de aquí al 5 de noviembre las encuestas muestran que el PPT tiene un 30% de probabilidad de ganar y si este pacta entonces con los partidos pequeños, me llenará de gozo darles mi voto. De no suceder, movido por la desesperanza, pero también por el sentido común, con una dosis de vergüenza pero también persistiendo en la necesidad de enfrentar los problemas con soluciones reales (aunque insuficientes) tendré que hacer una cruz, por primera vez en mi vida, bajo la pava.
Posdata: Como respuesta a la acusación de Li Ming (me llama «melón» no sé por qué: nunca me he declarado verde), en caso de que gane AGP este año, me comprometo públicamente a dedicarle un día al mes a trabajar como voluntario del PPT, de noviembre 2012 a noviembre 2016, cuando puede que la faena lleve a un cambio con consecuencias reales.