Cuando Santini ataca
Al principio, nos extrañaba que tantos policías estuvieran rondando el área, que a esas horas en pleno inicio de semana se escuchara tanto alboroto. Eran las 9:30 de la noche de este martes húmedo, cuando una comitiva del municipio de San Juan detuvo el paso que mi mejor amiga y yo llevábamos hacia Caimito. En medio de la maleza, bajo los postes de luz, nos saludaban duendes, un Santa Claus sentado, pleneros sudaos, raperos sin micrófono, jevitas en falditas cortitas y rojas, con las manos en posición Dayanara Torres acabadita de estrenar corona de Miss Universo. Como de costumbre, también había muchos policías, que cerca contaban con una escuadra de venados, construidos de algún material que se compra en la farmacia: papel de construcción, fieltro, escarcha, etcétera.
Nos chupamos todo el desfile. Todo el despliegue navideño que, como sabemos, opera para buscar aprobación popular, digo, en este caso, penepé. Dejamos que pasaran. A fin de cuentas no podíamos hacer mucho más, pues en esas estrechas calles solo un carro y media pulgada de otro transitan sin dificultad. Así que resignadas, observamos lo colorido del performance. Reímos. Nos lo gozamos. ¿Por qué no?
Entonces, casi al final vino el plato fuerte. La sorpresa de la velada que sin querer vivíamos.
Desde lo alto de su cetro, en una pick-up decorada con guirnaldas y lucecitas, el alcalde de San Juan sonreía de manera gentil. Cual reina de fiesta patronal, y más pueblerino que pocas veces, Santini se encontraba en una de las carrozas junto a un corillo de sus subalternos. Estas personas y el mandatario capitalino lanzaban bolsitas de dulces, de esos de a peso el paquete, a los que aguardábamos en los laterales del camino.
Antes de proseguir, aclaro que el relato de este suceso no lo cuento porque no podía creer que actividad como esta se nos presentase en el medio, sé que estas lambonerías innecesarias y costosas ocurren todo el tiempo, sino expreso lo que pasó aquella noche porque “un dedo” nos cambió la “musicalidad” de esa parrandita inesperada de martes.
Pareciera que Caimito y Santini tienen una relación simbiótica que siempre nos dará de qué hablar. Mi amiga, un tanto malcriada diría mi bisabuela, aprovechó la ocasión, sacó ventaja de que lo tenía de frente, y como si no pudiese contenerse, levantó su dedo. Le alzó a Santini ese que dicen que es malo. El alcalde, haciendo gala de su volatilidad, respondió con un muy bien articulado: HIJA DE PUTA. Así las cosas al alcalde no le bastó con soltar el mismo trío de palabras por las que censuró la participación de Calle 13 en el concierto Circotic del pasado año, y, desconcertado por el dedo insultante, supongo, nos tiró con bastante violencia la bolsita de dulces al cristal frontal del carro.
Nos quedamos leve y brevemente en shock. Acabábamos de ser embestidas por el alegre paquetito de golosinas lanzado de la mano de Santini, con guille de pitcher. Lo que alimentará las caries de varios niños del barrio de Caimito, para nosotras representa una agresión directa del alcalde. ¿Un ataque dulce o un dulce ataque? No sé.
Tengo un amigo que dice que Santini es “jaiper”, que por eso hay que perdonarlo. Yo como perdono, pero no olvido, suscribo otra anécdota más de cuando Santini ataca.