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Inicio » 80grados+ Letras

Cuento a cuento: sobre Antes del último día de Edgardo Sanabria Santaliz

Efraín BarradasEfraín Barradas Publicado: 4 de marzo de 2016



Hay libros, autores a los que se ve uno obligado a regresar
siempre, porque su vigencia no decae, porque su lección
es siempre oportuna, porque su ejemplo no pierde validez.
–Rosario Castellano

libro777374_7116139357520347679_nHace ya años, bastantes si no muchos, una editorial estadounidense que publicaba libros hispanoamericanos me pidió que preparara una muestra del cuento puertorriqueño. Querían los editores que recogiera obras de autores en el momento ya consagrados, pero los convencí que la muestra debía presentar a los nuevos cuentistas, quienes habían surgido después de la aparición de En cuerpo de camisa (1966) de Luis Rafael Sánchez, libro que marca un profundo cambio en el desarrollo del género en Puerto Rico y sirve de bisagra a una nueva cuentística. Fue en el proceso de elaboración de Apalabramiento (1983), la susodicha muestra, que conocí personalmente a Edgardo Sanabria Santaliz porque le quería pedir un cuento inédito para esa muestra. Ya conocía sus narraciones que me habían impresionado mucho. Y su persona también me impresionó por su sincera espiritualidad, por su agudo sentido del humor, por los gustos estéticos compartidos y por nuestras semejanzas y diferencias ideológicas. Desde entonces siempre me ha tentado leer sus cuentos como si fueran una autobiografía. Pero, por suerte, creo haber vencido esa tentación y me he acercado a estos distanciándome de su personalidad, aunque nunca puedo estar seguro de haber alcanzado esa meta. Lo haya podido hacer o no, puedo asegurar que Sanabria Santaliz es uno de los mejores cuentistas de nuestras letras.

Sus tres colecciones de cuentos –Delfia cada tarde (1978), El día en que el hombre pisó la Luna (1984), Cierta inevitable muerte (1988)– así lo prueban. A esas colecciones habría que añadir Las horas púrpuras (1994), aunque aquí recoge solo tres cuentos; el resto del libro lo componen ensayos. Además ha publicado libros de poemas, crónicas y columnas periodísticas. Pero definitivamente hasta ahora la fuerza y la importancia de su producción descansan en sus cuentos, aunque algunos de estos, de diversa importancia para entender plenamente el sentido de su obra como totalidad, quedan todavía dispersos en revistas u otras publicaciones. Desde hace años el autor ha guardado silencio y no ha publicado más narraciones, aunque algunos lectores privilegiados hemos podido leer en manuscrito cuentos que han desaparecido o que guarda celosamente en sus archivos y poemas que quizás y por desgracia nunca publique.

Ahora, por suerte, Sanabria Santaliz recoge en un volumen que titula Antes del último día (San Juan, Isla Negra, 2015) trece de sus cuentos de esas cuatro colecciones, los que él mismo llama “lo más publicable –revisado y disminuido– de mi labor” (14).  Los lectores que no conocen su importante producción narrativa deben aprovechar la ocasión para leer y disfrutar estas trece excelentes piezas. Advierto que el autor, por muchas razones, incluyendo un profundo sentido del rigor, ha dejado fuera cuentos que debían acompañar estos trece. Advierto también que, aunque hay en la totalidad de su producción algunas piezas que definitivamente no alcanzan los méritos de estas que ahora selecciona, se debieron publicar todos sus cuentos. El autor mismo reconoce las limitaciones y problemas de la selección por él hecha y aclara, en la atinada y humilde “Nota del Autor” que abre el volumen, al hablar de todos sus cuentos que algunos “permanecen en cuarentena por razones personales, y otros porque no creo que merezcan perdurar” (13).  Además y muy tristemente, él mismo declara, con palabras que recuerdan a su muy admirado Borges, que ha cerrado su producción literaria: “…no vislumbro más escritura en el futuro. Ya he dicho todo lo que tenía que decir, o, más bien, ya lo ha dicho –en sus propios términos– lo escrito por mí” (13). Aunque espero que esté equivocado y que pronto veamos más cuentos suyos, esta advertencia puede servir también de incentivo a quienes no conocen su obra ya que es una muestra representativa de los logros de este excelente cuentista.

¿En qué consiste el mérito de la obra narrativa de Sanabria Santaliz? Varias son sus contribuciones al género en Puerto Rico, pero aquí solo destacaré tres que me llaman particularmente la atención.

Primero y sobre todo, sus cuentos se destacan por el empleo de un lenguaje muy elaborado que no deja de tener fuertes tonos poéticos. Es obvio que el autor trabaja cada oración hasta convertirla en un artefacto verbal que llama la atención por el cuidado de su confección y por su originalidad. Pocos escritores nuestros tienen esta alta vocación escrituraria; por ello, muchas veces disfrutamos principalmente un cuento suyo por su rigor lingüístico y su belleza verbal. Podemos sacar párrafos de sus cuentos y leerlos como unidades independientes. Para lograr esta finalidad, el autor se vale muchas veces del símil, tropo que le sirve para transformar la realidad cotidiana en expresión poética.  Así y por ejemplo, un simple objeto, el marcador en un libro en este caso, queda completamente transformado: “La cinta de raso escarlata sobresalía a la derecha, como el rastro de sangre de un animal prensado entre las páginas.” (150)

Pero estas transformaciones poéticas no son arbitrarias ya que las imágenes creadas siempre sirven para ir construyendo el sentido principal de la narración. Por ejemplo, en un cuento aparecen dos hombres con “camisetas con rodajas de sudor en los sobacos” (76). Esas rodajas de sudor nos remiten indirecta pero efectivamente al mundo vulgar y criminal de estos anónimos villanos del cuento. Son ellos quienes roban a la hermosa y misteriosa sirena que se queda varada en una piscina “Después del huracán”, como se titula el cuento. En esa misma narración –apunto con cierto orgullo que fue la que seleccioné entre las inéditas que me ofreció el autor para incluir en Apalabramiento– hallamos descripciones que nos permiten hablar del empleo de una estética neobarroca:

Todo aquello que pudiera contener algún volumen de agua –bañeras, calderos, lavamanos, jarrones– se hallaría en precipitada ebullición, rebosando meros, pargos, esturiones por docenas, zarandeándose y mostrando ojos inanimados y perfectamente circulares en la superficie de aquel mar que ofuscaría con sus proporciones exiguas y su ausencia de arena.  (67)

Para muestra este botón; pero el libro completo es prueba contundente de la maestría verbal y el gusto por lo  neobarroco de Sanabria Santaliz.

Otro de los elementos magistrales de estos cuentos es su sutil ruptura con las estructuras clásicas del género. Este, el cuento, ha sido una forma literaria estrictamente codificada, como el soneto, y, por ello es de difícil innovación. Hay autores que han llegado a creer tan fielmente en la estructura clásica del cuento –pienso en Juan Bosch como caso ejemplar– que han juzgado la producción de otros negativamente porque no siguen al pie de la letra las normas establecidas desde el siglo XIX para el género. Una de esas es el final sorpresivo o, al menos, el cierre contundente con que debe terminar todo cuento clásico. Pero Sanabria Santaliz prefiere terminar muchos de los suyos con lo que llamaría, empleando al hacerlo una paradoja, el cierre abierto. Muchas veces se vale para así hacerlo de una imagen poética que sugiere pero no impone una única interpretación, contrario a lo que  ocurre en el cuento clásico. Esta, para mí, es una de sus contribuciones mayores, contribución que, a su vez, se relaciona directamente con el tono poético que caracteriza sus cuentos.

El tercer elemento que para mí hace los cuentos de Sanabria Santaliz innovadores es mucho más problemático ya que parece –recalco e insisto: parece– contradecir una visión ética fija y determinada. Es que en sus cuentos hay una ambigüedad en la trama que parece bloquear una interpretación única. Creo que este rasgo es también producto de la visión poética que domina en su producción y se puede emparentar con los cierres abiertos que muchas veces se logran por el empleo de una imagen poética. Pero veamos un caso concreto de lo que apunto para explicarlo mejor.

Tomemos el primer cuento de Antes del último día. Este se titula así mismo y viene de la primera colección que el autor publicó. La coincidencia de títulos es reveladora, como lo es también que este, tan privilegiado por su creador, sea uno de sus primeros cuentos, lo que le da coherencia a todo el nuevo volumen. La trama del cuento es sencilla, hasta insignificante y parece no seguir las normas clásicas del género. Un adolescente de profunda religiosidad adopta como medio para practicar la caridad afeitar a los ancianos de un asilo. El acto no deja de tener notas de repugnancia y de misterio para el joven.  Toda su actividad allí está controlada por una monja que lo fiscaliza constantemente.  Tras bastidores permanece el padre Castillo, un cura que un día, para sorpresa del joven, le pide, a través de la monja, que lo afeite. Ya este había visto la figura del cura reflejada en las aguas turbias de la vasija que emplea para afeitar a los ancianos. El joven, la voz narrativa que presenta esta parte del relato, dice:

…percibo resoplidos encarcelados tras los balaustres de la segunda planta, y al mirar en la bacía repleta de agua espumosa y hojas, descubro una absurda sotana convexa que se aleja por el bordecillo de metal lustroso, chapoteando en las burbujas de jabón, casi huyendo.  (19)

La primera imagen del cura que se nos ofrece en el cuento, pues, queda construida a través elementos perturbadores: esos “resoplidos encarcelados tras los balaustres” nos hacen pensar en una bestia enjaulada. Al afeitar al sacerdote en su habitación, el joven lo corta en la mejilla, al parecer accidentalmente, y entonces, asustado, huye del asilo. Sale y quiere “…seguir por la avenida alumbrada, corriendo entre todos los campanarios que hay hasta donde la noche ya comienza”.  (24)

Como en casi todos sus cuentos, aquí el final es poético y, por ello, ambiguo:  ¿Qué será verdaderamente ese lugar “ donde la noche ya comienza” en el que quiere sumergirse el joven? En el cuento la monja y el cura no parecen como figuras atractivas. Al contrario, la voz narrativa los asocia con imágenes que perturban al lector. Pero aquí, como en la totalidad de la obra del autor, no hay confrontación con la religión –por ejemplo, uno de sus mejores cuentos, “El libro”, es una hermosa apología de la obra de Santa Teresa– sino el reconocimiento de la complejidad de la fe y de la vocación. Es que lo poético también marca lo religioso en el contexto de estos magníficos cuentos donde domina, más que una visión fija y determinada del mundo, la ambigüedad y lo estético.

Conocía todos los cuentos que ahora Edgardo Sanabria Santaliz recoge en su nuevo libro.  Espero que aquellos que no conocen su obra se acerquen a la misma a través este volumen y que, tras leer estos trece cuentos, vayan al resto de su producción. Hay muchos más que merecían estar en esta muestra. Me apena, por ejemplo, que uno en particular, uno donde el villano es casi tocayo mío y que el autor me dedicó cuando apareció por primera vez en una revista, no haya sido incluido. Pero algún día, cuando se publiquen todos sus cuentos, esa narración ahora en cuarentena aparecerá junto a estas otras. Y cuando esto ocurra tendremos otra prueba más de la cohesión y la fuerza de estas narraciones vistas como conjunto, porque siempre he pensado –creando, al así hacerlo, mi propio cuento con los que el autor nos ofrece– que el joven barbero de Antes del último día se convirtió con el tiempo en el personaje central de esa historia donde mi casi tocayo reina como villano.

Pero esto, espero, se verá algún día cuando todos los cuentos de Sanabria Santaliz aparezcan juntos en un tomo y entonces podamos ver el magnífico entramado estético e ideológico que este autor ha ido construyendo cuento a cuento.

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Efraín Barradas
Autores

Efraín Barradas

Es puertorriqueño, de Aguadilla específicamente, pero se siente de todas partes, aunque mire esas otras partes del mundo desde la perspectiva que la suerte le asignó en esta lotería vital. Por muchos años enseñó, para ganarse la vida, y lo hizo en diversas universidades, más recientemente en la Universidad de Florida, de la que es professor emérito. Lee, escribe, cocina, viaja y visita museos: hace todo eso para que sus amigos lo quieran un poquito más cada día.

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