De la importancia de llamarse Benito Antonio Martínez Ocasio

Las masas nunca han sentido sed por la verdad.
Se alejan de los hechos que no les gustan y
adoran los errores que les enamoran.
Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño;
quien intente desengañarlas será siempre su víctima.
-Gustave Le Bon
Tras escuchar en su totalidad la secuencia de Un verano sin ti, el periodista Jaime Torres Torres publica recientemente para Prensa sin Censura un artículo revelador: “Bad Bunny: ‘Si traen perico vo’a huelerlo’”. He aquí el vínculo mediático, https://prensasincensura.com/2022/07/16/bad-bunny-si-traen-perico-voa-huelerlo/
Allí señala que los textos de las canciones del trapero merecen un análisis neurolingüístico. Emprende el mismo y asevera que, no empece a que el milenial promedio disfruta a cabalidad de la música llamada urbana, el contenido de ésta representa “un retroceso intelectual”.
Administro un kiosco de libros en la plaza de una municipalidad en el norte-centro del país. Detrás del mismo, la Alcaldía ha dispuesto un sistema para recargar teléfonos portátiles. Una señora y sus 3 hijos, 2 varones adolescentes y una niña que presumo apenas cursa uno de los primeros grados escolares, frecuentan el lugar. En cierta ocasión y al amparo de los florecidos robles, madre y prole permanecían atentos a sus respectivos dispositivos telefónicos mientras éstos recargaban baterías. Boquiabierto quedé al presenciar que, sin que ninguno de sus 3 acompañantes reparase jamás en ello, la niña tarareaba de memoria aquella pegajosa letra que rezaba: “Yo te boté y te boté. Te di banda y te solté, yo te solté. Pal carajo Ud. se fue, Ud. se fue. De mi vida te boté, yo te boté…” Me maravillaba pensar en la posibilidad de que en sus cursos esa niñita desarrollara idéntica y asombrosa capacidad de aprendizaje.
El periodista asevera: “la ola impulsada por la élite arrastra y arrasa conciencias, incluso las más cultas y educadas”. Es decir, aunque las letras sean, cuando no pésimas, superficiales y llenas de lugares comunes, la música y el ritmo hechizan. La anécdota anterior ilustra que hasta los más pequeños tararean letras que podrían no entender.
No en vano éste anota: “su rima es hueca y vacía; sus versos, un resorte para el idioma defectuoso y, por consiguiente, para el pensamiento defectuoso”. Enfatiza que el discurso que emana de los textos es uno que “embrutece y enajena de la realidad”. (No perdamos de perspectiva que las obsesiones temáticas más comunes del trap son el sexo, el dinero, la acumulación de bienes y el poder que ello provee.)
Y es que “la palabra es poderosa; construye o destruye; forma o deforma. Y es que el pensamiento es energía. Los artistas de masas tienen un poder insospechado. Influencian en modas y estilos de vida; en consumo y también políticamente, como se demostró en el verano de 2019”. (¿Rimémber Residente Calle 13, Ricky Martin & Bad Bunny?) Todo esto nos comparte Torres Torres en el sucinto pero pertinente escrito.
Al colocar en el muro de Facebook mi opinión junto al texto periodístico, las reacciones no se hicieron esperar: el compás abierto va desde quien lo tilda de “mamarracho lumpen” hasta quienes estuvieron dispuestos a rasgar sus vestiduras e inmolarse en el Monte de los Olivos en defensa del dizque benemérito filántropo y hasta cuasi sicólogo Benito Antonio Martínez Ocasio. Incluso, alguien ajeno a la cerrada piñata de mi querencia, con tono salpimentado de rabiosísimas feromonas, enfiló hacia mí sus AK-47 y simplificó todo el asunto sugiriendo que mis palabras apestaban a rancio elitismo y que, “si no me gustaba, que siguiera mi camino y ya”.
En mi patria chica dicen que quien calla, otorga. Así que, ni me gusta ni seguiré mi camino sin antes expresar mi sentir respecto al feroz debate que estremece socialmente a Puerto Rico.
No es que pequemos de santurrones medievales ni de críticos extremistas proclives a comparar el profundo lirismo de las composiciones del virtuoso engendro publicitario difundido por YouTube, WhatsApp y Spotify con la exquisita poesía de García Lorca, Olga Orozco o Jorge Eduardo Eielson, pero de igual modo que sí puedo comparar las canciones de Arjona con las de otros cantantes (Aute, Sabina, Silvio, Serrat o Juan Luis Guerra, por ejemplo) para establecer parámetros de calidad (es sabido el abismo de talento y creatividad que se tiende entre Nino Bravo y Julio Iglesias o “La Polilla que Canta”, entre Rocío Dúrcal y Paquita la del Barrio o Amanda Miguel), pero el asunto reviste mayor complejidad de lo que a simple vista aparenta. (Visita mi pensamiento el hecho de que en una entrevista otro ídem –de nombre perruno– aseguraba con seriedad de santo que sus mayores influencias son Neruda y Cortázar. Entonces, ya no puedo sino recordar 4 versos con los cuales Roque Dalton remata un poema: “Es fruta fácil / generosa / la risa. // Yo me río.”)
No, no se trata ni de escamotear (ah, qué vocablo tan chulería posmo) ni mucho menos «demonizar» (palabreja infaltable para mis detractores enarbolar sus sulfúricas defensas) al ex empaquetador de supermercado y nueva vuelta de tuerca del fenómeno comercial que empieza donde termina el reguetón. De hecho, él no ha descubierto una charca con bilharzia en Villalba, pues numerosos cantantes de diversos géneros antes que su persona han centrado su quehacer en una apología de la violencia, escrito e interpretado letras de crudeza gráfica poco menos que de mal gusto, pero ninguno de ellos con el descaro y la rotunda insistencia en recurrir a lo simple y llanamente soez y vulgar ni con el arraigo popular que los medios avalan y auspician. (¿Acaso resulta gratuito que acomode su desafío acuñando el mantra YHLQMDLG: “Yo Hago Lo Que Me Da La Gana”? Sí, porque esto es “Pe Fucking Erre”.)
Y ya que recurrimos a comparar, piénsese un áureo instante en programas televisivos de antaño en los cuales los elegantes estilos de José Miguel Agrelot (por justicia poética debió apellidarse Alegrot) y de la recua de «talentos» de la actualidad, desde los polifacéticos “Sunshine” Logroño y Raymond Arrieta, René Monclova, Jorge Castro y hasta el mediocrísimo y fofo «Bejuco» Morales por siempre luciendo una franela de los Dodgers, incapaces de ofrecer otra cosa distinta de los programas de comedia facilona con livianos libretos llenos de recalentados y burdos lugares comunes. Sobre todo, al encarnar acartonados estereotipos cuya sexualidad ahora sí se atreve a decir su nombre. De muestra, varios botones: el simpático Serafín Sinfín (Agrelot) frente a los estridentes Fausto Puñetier (Antonio Sánchez, “El Gángster”), Florencio Melón Pujols y Wally (Arrieta), Vitín Alicea y Áivan Fontecha (Logroño).
Pero la complejidad monda y lironda del asunto es que la podero$a industria detrás del eficaz engranaje publi¢itario y todos los sofisticados filtros que respaldan y aúpan a este prodigio que financia vídeos con fuertes tintes de machismo, violencia y misoginia y que glorifica imaginarios fundamentados en el barrio (lugar de procedencia de muchos de intérpretes traperos y reguetoneros) sigue posibilitando que hasta renombradas instituciones educativas (la Universidad Ana G. Méndez promueve matrículas sorteando boletos para sus conciertos) y canales televisivos (Telemundo PR) respalden un proyecto de semejante naturaleza y que, de repente, a la trágala nos lo endilguen hasta de comentarista deportivo (con tan pobre registro, ei, y dominio del lenguaje, ei) o de protagonista en un evento multitudinario de la principal compañía de la industria de la lucha libre estadounidense y paremos de contar los insólitos panoramas en los que de paracaídas insertan al susodicho bambalán.
El problema no es que al que Dios se lo dio, San Pedro (y sus satánicas majestades) se lo bendiga(n) o que el tal Benito haya nacido como la calabaza (con una flor en el culo), sino que permitamos que, mediante ardides de manipulación de masas y emociones, sin filtros ni sordina, propague, influya y dicte pautas de conductas autodestructivas y pobreza de espíritu entre aquellos que aún se encuentran en busca de elementos y recursos con los cuales forjar su carácter y moldear su visión del mundo. Esto en virtud de que entre otras lindezas, la narrativa y estética del género agravia y reduce a la mujer a un mero objeto de placer y deleite sexual, exalta el uso de drogas, glorifica la soledad, promueve la promiscuidad, el consumo de licor y un irresponsable «algaretismo», y a veces, de manera sutil, sugiere el suicidio como escapatoria cuando las cosas no van bien. Una fanaticada de jóvenes formados en una sociedad decadente, hedonista y consumista que es bombardeada hasta la náusea con este tipo de mensajes es vulnerable a la manipulación y estaría predispuesta a la insensatez, la violencia y el desafío a toda autoridad.
Aunque quizá no compartamos el mismo sueño de país que anhelamos, tales jóvenes serán los herederos de nuestro caudal ético y quienes asumirán el norte que rija los destinos de este pueblo para alcanzar un digno mañana que no sea la misma charca llena de amebas y gusarapos o trincayos en la cual todavía hoy no pocos chapotean oronda y gustosamente.
Y ahora que no pocos sofistas derraman tinta en pos de armar la hagiografía del heroico santo de turno y hasta los Beatles parecen ser de Vega Baja, he ahí el meollo de mi incomodidad y de mi postura ELITISTAS. (Por siaca, he hecho mi asignación y consultado a mis grandes amigos los diccionarios: resulta que el argumento de nombrar elitistas a sus contrarios es gratuito y desacertado, pues el elitismo es un sistema que favorece a grupos selectos y minoritarios que gozan de mayores privilegios del resto de la sociedad. Según Martí, ser culto es el único modo de ser libre. Así que, en nuestro paisito, en virtud de la educación que todos recibimos desde niños, he aquí que el preciado bien está al alcance de todos y no de unos pocos y el feísimo mote con el cual se nos pretende atropellar a los que atesoramos el mencionado bien resulta ser sólo escudo de hojas secas.)
En fin, como diría mi tatarabuelo filósofo peripatético de la antigüedad, no empece a que mandó pal caraxo a LUMA y a haberse granjeado un sinnúmero de adeptos tras comenzar los conciertos (del 10 y 11 de diciembre de 2021) con un audaz vídeo que rebosa orgullo patrio y en el cual apretadamente se resaltan elementos de nuestro imaginario colectivo y figuras emblemáticas que, mediante la construcción de una sólida y regia zapata cultural, han posibilitado 529 años de resistencia nacional al coloniaje de dos insaciables imperios y a la asimilación, a mí el Conejo Malo sigue sin echarme alcoholado en los ojos.
Y, como dice (y dice bien) el maestro Gonzalo Rojas: «Que los que saben sepan lo que puedan saber / y los que estén dormidos sigan aún durmiendo».
Eso era. ¡Que se joa y que venga el chorro!