Democracy joined the group

foto por Herminio Rodríguez.
Gran parte de la clase política que ha gobernado nuestra Isla, y de la clase profesional que le sirve, provienen de un estrato privilegiado. Esas clases, en su mayoría, ven la gestión pública como un botín para continuar enriqueciéndose y expandiendo su privilegio. Las elecciones son una competencia que hay que ganar a como dé lugar para explotar esa mina que es el gobierno de Puerto Rico.
Nuestra clase política olvidó hace mucho que el norte de la gestión pública es el bienestar de los constituyentes desde una ideología política particular. Se dejaron atrás las discusiones sobre la redistribución de la riqueza versus una mano invisible ultra capitalista. Para la clase política puertorriqueña actual no hay más ideología que el beneficio personal.
El chat de Ricky y la Manada Azul desenmascaró esa realidad. Para gran parte del País eso fue una sorpresa. No porque no supieran de la corrupción, sino porque probablemente, como para la mayoría de la gente con la que crecí, esa corrupción era más bien inocua. La gente vota por un alcalde a cambio de un puesto municipal que le asegura vivir un poco por encima del umbral de la pobreza. Las consecuencias de esa política local, aunque molestas, no son más que el reflejo de la ausencia de políticas gubernamentales que garanticen a todas las personas una vivienda segura, un sistema sanitario eficiente y accesible, y una educación de calidad.
Pero para la clase política a nivel nacional, la realidad es otra. Esa corrupción es una forma de continuar engordando sus arcas. Crecieron usando las personas y las relaciones como medios para afincar su poder. Nunca aprendieron a hacer cosas por sí mismos o a tomar decisiones difíciles porque no crecieron con necesidades que los forzasen a eso. Por el contrario, todo lo que querían se les daba. Fueron educados a verse como mejores que la gente que les rodeaba, y a salir impunes cuando las cosas no salían como trazadas.
Lo sé porque los miembros de esa clase fueron mis maestros, compañeros, y estudiantes en la Escuela de Derecho. Si bien me topé con ellos, incluido Ricky Rosselló, desde la escuela superior en competencias académicas, y soñaba con tener las mismas oportunidades que a ellos se les ofrecía, no fue hasta Derecho que comprendí la dimensión de su privilegio y su efecto en el País.
Durante la huelga del 2005, se hizo evidente para mí cómo esta clase política y su clase servil operan. Al momento de la huelga, la facultad siguió dividida, como desde nuestra entrada a la escuela, mayormente por clase. De un lado, los que apoyaban la huelga y defendían la educación pública accesible. Del otro, los que no la apoyaban porque intervenía con sus planes profesionales y los trabajos que les esperaban en el gobierno y los bufetes desde los cuales se escriben las legislaciones que más afectan al País.
Justo antes de la huelga, esos mismos que serían sus detractores y usarían sus conexiones en el gobierno para minar la lucha estudiantil, convocaron a una reunión para abogar por una graduación separada del resto de la Universidad. Querían celebrar sus logros como habían vivido toda su vida, de espaldas al resto del Pueblo. Al final se les dio todo lo que querían. Sofocaron la huelga y debido a la huelga misma celebraron su graduación separados del resto del Recinto.
Ya en la Escuela de Derecho como profesor y administrador, confirmé que esto no era un evento aislado. Esta había sido, y continuaba siendo la norma, a la que se adhería también gran parte de la clase no privilegiada una vez pasaba a formar parte de la clase togada. De esa clase togada y de sus amigos de toda la vida salen la mayoría de los miembros del gobierno de Puerto Rico. Por tanto, para mí nada de los comentarios en el chat constituía algo novedoso o sorpresivo.
Sin embargo, esa noche, luego de leer el chat, se desdibujó el atisbo de que todo había cambiado. Ya intuía en mi primer regreso desde D.C. al País post María que Puerto Rico era otro. Pero tan pronto empezaron las manifestaciones frente a La Fortaleza, y vi que las estrategias de represión y sofocación ya no funcionaban, que las manifestantes no daban marcha atrás, y que las masas crecían según pasaban los días lo confirmé.
Esas masas no eran las mismas de siempre. Venían del residencial con Rey Charlie. Protestaban en Guaynabo City. Eran queer. Eran religiosos ungiendo a los Policías. Perreaban, leían cuentos infantiles, y bicicleteaban. Hacían yoga y llevaban flores. Gritaban palabras soeces. Eran juristas en la calle sirviendo de observadores y trabajadores a tiempo parcial que salían de sus trabajos a manifestarse. Eran artistas convocando a una voz al Pueblo. Eran millennials y baby boomers (y todo in between). Se reunían en la losa y en la isla. Era una nueva generación de boricuas. Era la “generación del yo no me dejo”.
Ricky y la Manada Azul habían borrado el chat, pero la DEMOCRACIA ya se había unido al grupo.
Crecí escuchando que este Pueblo vive de rodillas. (Inevitable en un enclave colonial.) Pero en los últimos días, he visto lo que jamás soñé. El Pueblo ha reclamado la Isla. Ricky repetía que él era el funcionario electo, que cumpliría su término, que tenía un mandato, y que defendería la Constitución. Mientras, nosotras, el Pueblo de Puerto Rico, salíamos con más fuerza a las calles con la bandera que una vez había estado prohibida ondear en todos sus colores y con todos sus matices ideológicos, y le decíamos: “¡Ricky, renuncia!” Tomamos el Expreso Las Américas y le demostramos a la clase política de este País que esta Isla es nuestra, coño. Este 100 x 35 no es más un botín de guerra.
El que no le sirva al Pueblo, se va a tener que ir. No le quepa duda a nadie. El Pueblo se levantó cuando querían acostar nuestra Constitución. Pero a esa Constitución, así como al aparato político gubernamental, es hora de traerla al Puerto Rico de hoy.
La democracia en las calles es la democracia más sonora y directa, pero tiene un precio. La angustia de familiares, amistades, y conciudadanos preocupados por la integridad física de quienes se manifiestan y de la policía cuesta. Las pérdidas en la economía son reales. La ansiedad de un pueblo que desespera en la espera es incalculable.
Pero más importante, el posible resultado de la renuncia nos lleva a cuestionarnos la sabiduría de nuestras leyes y del proceso político. La figura de Wanda Vázquez o la designación a dedo y el pulseo de cualquier líder político del PNP resaltan las insuficiencias de nuestro sistema.
Nuestra democracia se ha unido al grupo, pero debemos conversar con ella. No la podemos dejar como mera espectadora de nuestro chat del verano del 19.
Debemos empezar a conversar sobre la inclusión de un referéndum revocatorio en la Constitución. Es hora de repensar en la inclusión de una figura electa como reemplazo a la del gobernante en caso de renuncia, enfermedad, ausencia, o residenciamiento. Tenemos que replantearnos nuestra ley de minoría y considerar un sistema que requiera consenso. Es imperativo eliminar el voto íntegro como fórmula política. Debemos facilitar la creación de partidos fuera de lineamientos sobre el estatus político del País. Hay que exigir que la Asamblea Legislativa tenga reglas que requieran la discusión amplia de las leyes, que no haya nombramientos por descargue, ni leyes aprobadas en fast track. Necesitamos un sistema de rendición de cuentas de nuestra clase política y leyes claras y contundentes de libertad de información para que la prensa comprometida, como el Centro de Periodismos Investigativo, pueda fiscalizar al gobierno y mantener verdaderamente informado al País. Es preciso revisitar el sistema de licitación del País, para evitar al máximo la corrupción. Necesitamos leyes que propendan el llamado de servidores públicos comprometidos que provengan de todos los estratos del País.
Esto y mucho más es necesario para alcanzar una democracia real en nuestro País. Pero lo más importante, es construir un sistema educativo público de primera que eduque a cada persona tanto sobre los procesos políticos como de nuestro sistema legal. No podemos esperar al próximo verano del 19 para que una generación lea por primera vez la Constitución.
La democracia se construye día a día. Es un proceso interminable. Esperemos que la renuncia de Ricky sea la zapata de esa nueva democracia puertorriqueña.
Estoy tan PUTA-mente orgulloso de ti, BORICUA. ¡No te dejes Puerto Rico!