Dunkirk: La derrota más ganadora
El filme de Christopher Nolan que nos ocupa hoy se podría catalogar como uno de guerra, pero es en realidad sobre los que sufren en esa actividad antihumana que producen los humanos y que genera en ellos sacrificio, miedo, rabia, arrojo y tragedia. Simplemente puesto, la película es una maravilla, no solo por su forma narrativa sino por la belleza de muchas de sus tomas. Una de ellas, en la que un grupo de soldados camina por la playa hacia un bote encallado en la baja marea, evoca a Courbet y a Singer Sargent. El filme explica desde el principio que hemos de ver lo que sucede desde tres puntos de vista: el aire (aviones), el mar (las embarcaciones) y la tierra (los soldados que languidecen en la arena y en las cercanías del puerto.
Su comienzo nos prepara para algo nuevo. Un grupo de soldados va explorando una calle. Buscan comida y agua. Sobre ellos caen papeletas lanzadas desde aviones del enemigo diciéndoles que están perdidos, rodeados, y que serán aniquilados. Las toman porque no hay papel higiénico. De pronto, una serie de disparos los pone a huir. No vemos a los que disparan. Los jóvenes soldados huyen. Van cayendo uno a uno. El único que queda salta verjas, paredes, se esconde, devuelve el fuego. Llega a una calle donde hay una barricada. Son franceses. Corre y salta la barricada de sacos de arena. Sonríe. Corre por la calle y se encuentra con la acumulación de los rendidos en la playa que, más que un ejército, parecen peces intoxicados que ha traído la marea a la orilla.
El mar está agitado y los barcos están siendo atacados y bombardeados por Stukas y Heinkels alemanes. No hay suficientes barcos de guerra para transportar los soldados. Muchos están muriendo ametrallados o ahogados. Una orden hace que en Inglaterra, en las costas del sur, los que tienen embarcaciones de cierto tamaño se las cedan a la Marina para que vayan y ayuden al rescate. Por su tamaño pueden acercarse a la orilla y transportar a muchos hasta barcos de guerra o más grandes, o regresar a Inglaterra con los rescatados. Pero todos responden y hasta las más insignificantes yolas partieron rumbo a Dunkirk.
Queda (en el momento de la película) la alternativa de aproximar los barcos grandes a un muelle conocido como “The Mole”, una mole de rocas que (aún existe) se adentra en el mar lo suficiente para que los barcos de guerra puedan acercarse a recoger a heridos y sanos. Estos siguen sufriendo los embates de la fuerza aérea alemana hasta que se presenta la Real Fuerza Aérea. En el filme solo aparecen tres aviones, pero la RFA fue decisiva en el resultado de la evacuación: tumbaron muchos más Messerschmitt y Stukas que los Spitfiire y Hurricane que derribaron los nazis.
Nolan, quien también escribió el guión, presenta una “historia” que es fiel a lo que sucedió, pero teniendo en cuenta que en la realidad muchos sucesos no fueron cronológicos sino simultáneos. Vemos las mismas cosas desde varias perspectivas, de modo que hay que estar bien atento a las retrospectivas y a los montajes de lo que ya ha sucedido. En esto hay que otorgarle mucho crédito a Lee Smith, el editor fílmico, que nos mantiene al tanto de lo que le ocurre a varios personajes simultáneamente. Sobresalen las situaciones de hundimiento de embarcaciones y de lo tormentoso que es estar atrapado en ellas. Toda la acción está rodeada de una gran partitura y banda sonora (de Hans Zimmer) que se va volviendo parte de los actores y de sus movimientos, y que hace más horrífico el mar en llamas .
Aunque los actores que aparecen en el filme representan a personas que fueron parte de uno de los sucesos magnos del siglo XX ninguno domina la cinta, como acostumbramos a ver en otras películas de guerra. Se destacan, sin embargo, Kenneth Branagh, como el comandante Bolton, y Mark Rylance, como Mr. Dawson, uno de los capitanes de embarcación pequeña que logró rescatar muchos soldados y marinos, y devolverlos a salvo a tierra.
La innovación en la forma de contar la historia nos hace recordar que Nolan es el creador de la gran “Memento” (2000) en la que la narrativa y el tiempo funcionan de forma retrógrada y no lineal. El recurso de usar retrospectivas para hacernos partícipes de lo que piensan los personajes –algo en lo que Nolan capitalizó en Memento- también es clave en este filme para enfatizar los sentimientos de los personajes e incrementar el terror y el horror de lo que estamos viendo. La interrupción de una narrativa para capturar otra aumenta el drama, no solo del individuo que hemos identificado como central en un grupo dado, sino de los que lo acompañan en la escena.
Hay momentos que le hacen justicia postrimera a los sacrificios y al valor de los ingleses en esa época negra de la historia. Les preocupaba a los soldados ser vistos como una pandilla de incompetentes que habían perdido una batalla y se habían dado a la huida. El filme les hace justicia, tal y como les hicieron los ciudadanos ingleses en su momento. Reconocieron su valentía en la derrota y que el rescate había sido logrado a pesar de las probabilidades que tenían en su contra.
En esto el filme es cuidadoso y no convierte lo que es de amplio conocimiento histórico en un festín patriotero y sentimental. Abunda a que ese no sea el caso el hecho que no vemos el rostro del enemigo. Solo vemos sus aviones y escuchamos sus balas y la detonación de sus bombas. De hecho, las palabras “alemanes” y “nazis” no se escuchan en la película. Esa ausencia de los alemanes evita que la cinta se convierta en propaganda antinazi tardía y ya vista, y que, en vez del triunfo del tesón y la valentía inglesa, la película sea sobre la venganza y la retribución.
En el filme no se dan detalles históricos de los que conducían la guerra. Es la historia de los que estaban allí, confrontando lo que parecía una debacle enorme, el comienzo del fin de la Inglaterra que quería aplastar la maquinaria maldita del nazismo. Sí, eventualmente, con la “Operación Dínamo” (así se llamó el rescate de Dunkirk, cuya meta era rescatar 45,000 tropas) se trajeron a Inglaterra ¡338,226! Sin duda, esto ayudó eventualmente a resolver la guerra. Oirán parte de las palabras que Churchill pronunció en el Parlamento y que tanto conmovieron al Mundo y al gobierno de los EE. UU. que decidió darle ayuda a sus aliados europeos. (Pueden leer la parte que se oye en la cinta en la página 118 del segundo volumen de “The Second World War: Their Finest Hour” de Churchill, Houghton Mifflin, 1948; el discurso completo está en YouTube)
Los que no saben nada de Dunkirk, aprenderán que fue una labor titánica y heroica. Tanto así que lo que fue una derrota de proporciones enormes, se transformó en un triunfo emocional y psicológico para una nación y para el resto del globo. Se darán cuenta, como nunca antes se ha presentado en este género de película, que en la guerra también pierden los buenos. Y que en ella, no importa el bando, siempre hay valientes, cobardes, buenos y malos. También verán que el máximo logro cinemático, que es hacer arte, aún se puede alcanzar en manos de alguien talentoso.