El itinerario desafiante de Lydia Platón Lázaro
Hace unas semanas, tuve el honor de presentar el primer libro de Lydia Platón Lázaro, de Puchi, titulado Defiant Itineraries. Me entusiasmó hacerlo por el logro que representa, por lo que aporta a la investigación desde y sobre el Caribe, y porque es un estudio tan ambicioso y tan logrado. En este, Platón estudia lo que ha llamado en el subtítulo del libro los Caribbean Paradigms in American Dance and Film. Además de su valor intrínseco, para mí era urgente reconocer y celebrar un libro nuestro sobre la danza. He aquí la presentación:
De partida, Platón Lázaro honra a su recién desaparecido amigo, el estudioso Juan Flores, al citar su concepto del “transnationalism from below” (x) para mirar detenidamente las rutas de influencia entre Haití y otras islas del Caribe y las prácticas artísticas en los Estados Unidos. Lo hace a partir de las investigaciones y experiencias de Katherine Dunham y Maya Deren en Haití y de Dunham en Jamaica, artistas y estudiosas cuyas miradas intrépidas e innovadoras provocan cambios en estas rutas de influencia, lo que Platón agudamente denomina sus itinerarios desafiantes. Ellas indagan en qué es lo que impide comprender nuestras culturas y qué salta a la vista cuando las gríngolas se eliminan, mientras Platón analiza qué descubren y utilizan Dunham y Deren, qué transportan a Estados Unidos disciplinaria y artísticamente y cómo sus desafíos contribuyen a cambios significativos tanto en la antropología y la etnología como en la danza, el cine y los estudios sobre la cultura afroamericana.
Comienzo con un poco de trasfondo y de resumen.
Katherine Dunham se formó como bailarina de ballet y como antropóloga. En el ámbito académico, escribió una tesis titulada Bailes de Haití en 1947 que se publicó primero en México, traducida al español, tres años más tarde en francés con una introducción de Claude Lévi-Strauss, y mucho más tarde en inglés. Sigue siendo un estudio necesario. En el campo de la danza, Dunham fundó una de las primeras compañías afroamericanas de ballet, el llamado Ballet Negro; bailó y coreografió muy exitosamente para Broadway y Hollywood; y luego fundó otro grupo, llamado Dunham Company, que viajó internacionalmente con sus propias coreografías, que fueron bien recibidas. También fundó una escuela de danza moderna donde se impartía una técnica que Dunham desarrolló basada en las danzas caribeñas, y sobre todo haitianas, técnica que todavía hoy forma parte del currículo de la danza. Fue educadora, profesora universitaria y activista; mantuvo a lo largo de su vida una relación íntima con Haití; y realizó una documentación fílmica etnográfica en Haití, Jamaica y Martinica que pertenece a la Colección Katherine Dunham de la Biblioteca del Congreso, documentación que recoge importantísima información visual del baile en el Caribe. Por sus logros, recibió innumerables reconocimientos, incluyendo la medalla por la excelencia en la danza de la UNESCO y el Kennedy Center Honors Award.
Platón señala que Dunham audazmente plantea que el estudio de la danza en Haití y Jamaica ayuda a narrar los procesos paralelos en los Estados Unidos durante la trata de esclavos, proponiendo un pasado compartido que enlaza las historias de los Estados Unidos y del Caribe. A la vez, Dunham estudia el Caribe como un espacio privilegiado de las formas culturales diaspóricas y reinterpreta la técnica de los bailes rituales con el fin de crear un nuevo lenguaje dancístico a la vez contemporáneo y tradicional. Sus planteamientos conducen a cambios radicales en la etnografía de la danza y en la comprensión de la relación entre la investigación, la representación y la metodología, necesarias para desarrollar la técnica Dunham.
Platón analiza cómo el trabajo de Dunham permitió que el cuerpo negro se despojara de la marca de lo “naturalmente” erótico o hábil para la danza, noción que le negaba a esos cuerpos una representación auténtica y personal. También subraya que su búsqueda por las raíces perdidas de la cultura africana en la danza ritual del Caribe representa su intento por conectar su propia construcción de la identidad con la formación afroamericana de la identidad. Esto, de nuevo, impacta la antropología, cuyos estudiosos (mayormente hombres blancos, subraya la autora) todavía veían la danza como un campo inapropiado de estudio.
El proyecto de Dunham, como antropóloga danzante e iniciada en el Vodou haitiano, su afán por estudiar el cuerpo y la razón como una sola experiencia subjetiva, puede verse como un contradiscurso que rompió con los análisis culturales antropológicos de sus tiempos, especialmente desde la perspectiva norteamericana de raza y género. Su repertorio conectó los pueblos atlánticos negros al encarnar, “embody”, la memoria y la historia. También condujo a una reflexión en torno al lenguaje de la danza en relación a la violencia vivida por los sujetos caribeños esclavos y, en particular, a los haitianos en sus luchas por la construcción de la nación.
Maya Deren, de origen ruso, llegó a los Estados Unidos a los cinco años. Por su interés en la danza, fue asistente de Dunham en algunas de sus giras y así conoce la cultura y la danza ritual haitianas. Fue teórica del medio fílmico, poeta, fotógrafa y conferenciante, y se le conoce como una de las más importantes cineastas experimentales y promotora de las artes de vanguardia y del cine independiente de los años 40 y 50. Nunca terminó una película sobre la danza ritual en Haití, aunque filmó sobre 18,000 pies (quizás por su temprana muerte), pero forma parte de este estudio de Platón, por todo esto y por su importantísimo libro Divine Horsemen: The Living Gods of Haiti.
Platón explica que Deren observa y estudia el Vodou haitiano y desarrolla una teoría acerca del “ritual estético” que libera de la noción del “primitivo” moderno. Sus técnicas de cámara, de ritmo y edición logran comunicar las experiencias del trance en la danza ritual para provocar una “simpatía quinesiológica”. Lo que intenta Deren mediante una “colaboración entre la cámara y la acción” es trascender la mirada que fija la otredad, decir algo sin alterar lo que se observa, sin interrumpirlo, como convencionalmente lo hacía la etnografía.
Platón indica que al iniciarse en el Vodou, Deren rechaza la idea de que eso la compromete como antropóloga y argumenta que por el contrario le da un acceso íntimo a un espacio comunal cerrado. Como artista, le permite iluminar áreas del Vodou que el procedimiento standard antropológico no se había interesado por entender o que intentaba hacerlo desde otra postura. En su teorización, caracteriza al artista-etnógrafo como el que está dispuesto a recibir la experiencia cultural y crear una interpretación colaborativa.
Deren desarrolla una teoría del montaje para representar la danza y para eso concibe la cámara como “co-creadora”, junto con los bailarines, para producir imágenes dinámicas. Así como los practicantes del Vodou bailan, improvisan, cantan, tocan los tambores y quizá incluso son poseídos, Deren se coloca en la misma posición para crear su perspectiva. Entiende que esa postura liminal de la experiencia puede desestabilizar a los espectadores, quizás crear ambivalencia sobre el tiempo y espacio, pero a la vez los invita a participar.
Según Deren, estas “coreografías para la cámara” no son danzas registradas por la cámara sino coreografiadas y ejecutadas por la cámara, conjuntamente con las personas. Concibe que el cinematógrafo queda impactado por el evento ritual a la vez que lo está filmando y establece un alejamiento del realismo para subrayar cómo otras sensibilidades, particularmente las del Vodou, crean su propia forma. Sus técnicas y contenidos eran cónsonos con la idea de la experimentación y la invención, una variación de las limitaciones lineales de espacio, tiempo y memoria.
Según Platón, lo que le llama la atención a Dunham y Deren del Vodou es la experiencia somática de los cuerpos que bailan y el poder del colectivo danzante. En su despliegue, ambas captan una memoria de la violencia y del desplazamiento que en los bailes rituales se traduce en estrategias de sobrevivencia y liberación que transforman la memoria y ayudan a rellenar los blancos de la historia. Al no exotizar el ritual, al no sobre-folclorizar el Vodou, al reconocer su valor artístico y creativo, Dunham y Deren valoran el conocimiento que este produce y que redunda en esos modos de resistencia.
Platón Lázaro señala que ellas parten del cuerpo danzante visto en su específico contexto histórico −marcado por raza, opresión, asimilación y aculturación− y cómo este cuerpo danzante se convierte en un cuerpo performático colectivo en las prácticas rituales. Conectan el mundo simbólico del Vodou a las prácticas vanguardistas de la danza moderna y el cine, insertando las prácticas artísticas haitianas en un espacio común de transformaciones estéticas. Se esfuerzan por elaborar propuestas que trasciendan los discursos llamados “primitivistas” en las artes de sus tiempos y proponen algo radicalmente nuevo y colaborativo dentro de las estéticas caribeñas.
Platón además analiza cómo el uso del cuerpo danzante, las grabaciones de música ritual que Dunham y Deren recogieron y la escritura de ambas artistas, ofrecen la posibilidad de insertar la memoria quinesiológica caribeña en el conocimiento de sí mismos de los pueblos del mundo atlántico. Usando el estudio de Joseph Roach sobre el performance del “circum-Atlantic”, Platón observa cómo la obra de Dunham y Deren provee estrategias valiosas para la recuperación (cito a Platón citando a Roach) de “las disparidades entre la historia transmitida discursivamente y la memoria públicamente desplegada por los cuerpos que cargan con sus consecuencias”.
Platón subraya que en un mundo marcado por la segregación y como bailarina, creadora y activista, Dunham politiza la danza del Caribe y promueve la solidaridad interracial mientras que Deren, una década más tarde, revoluciona el film experimental y la corriente dominante en la apreciación del cine.
Al identificar y trazar los ya nombrados cambios en las rutas de influencia entre el Caribe y sus centros metropolitanos, Platón quiere destacar la importancia social e histórica de las formas performáticas caribeñas en exploraciones artísticas no-caribeñas. Esto le permite analizar cómo formas caribeñas de representación se ven y se aprecian, se observan y se investigan y cómo pueden ser apropiadas cuando la mirada no ha sido mediada por la estereotipación y el juicio negativo, temas inquietantes para las propias Dunham y Deren. Platón demuestra además cómo éstas llamaron la atención a los códigos de la recepción y de las jerarquías que todavía existen en cuanto al lugar para la creación y la presentación.
Como las artistas estudiadas por ella, Platón propone lo que ella llama una “narrativa correctiva”. Uno de los objetivos que traza desde el comienzo de este libro, por ejemplo, es construir un marco de referencia alternativo, lo que le permite incorporar a Katherine Dunham y a Maya Deren en la conversación con los discursos caribeños y caribeñistas de los cuales ambas han estado ausentes. Además, se reafirma en la importancia que Haití y el Caribe siguen teniendo hoy en relación a Estados Unidos, lo que ejemplifica mediante su análisis de otras ópticas y estrategias de investigación, otras maneras de apreciar el conocimiento que se produce acá. En otras palabras, que los Defiant Itineraries de Dunham y Deren provocan en Platón su propio itinerario desafiante.
Amén de la riqueza de su investigación, del cuidado con el que ha armado sus análisis, haciendo uso de un amplísimo registro crítico y teórico pertinente, y de lo bien que ha explicado las contribuciones de Katherine Dunham y Maya Deren, los puntos que aportan novedosamente a las investigaciones sobre estos temas en el Caribe y en los Estados Unidos son: que la “periferia” no es meramente receptora sino también creadora e innovadora, que han habido influencias novedosas que se movieron del Caribe a Estados Unidos y otros centros metropolitanos, informando sus procesos, y que es imprescindible pensar en figuras como Dunham y Deren dentro del estudio de las culturas del mundo atlántico y no solo en sus contextos metropolitanos.
A esos efectos, quiero citar a Gilberto M. Blasini en la nota que aparece en la contraportada del libro:
Este libro crea puentes intelectuales vitales entre los campos de los Estudios del Caribe, la historia de la danza, los Film Studies, la teoría del performance y los Critical Race Studies. El proyecto de Platón Lázaro materializa las complejidades que están en juego en la teorización e historización de los diálogos entre culturas que se están dando en las Américas. Su acercamiento comparativo a las piezas de las artistas norteamericanas Katherine Dunham y Maya Deren en el contexto del Caribe siguen reforzando los entendidos de las dinámicas y los intercambios transnacionales de esta área geopolítica. (traducción mía)
Finalmente, Platón cierra su libro con la afirmación de que su estudio no propone conclusiones sino que, entre otras cosas, invita a buscar conexiones inesperadas que continúen provocando un análisis sobre la desigualdad en las artes. Por todo esto repito que es este un libro no solo informativo sino, más aún, arrojado, ambicioso y logrado.