El que nunca se fue: Rexford G Tugwell y la Universidad de Puerto Rico
En cierto sentido, Rexford G. Tugwell nunca se fue de Puerto Rico, o no lo dejaron ir sus amigos y seguidores. Su nexo con el país fue principalmente la Universidad de Puerto Rico donde se encontraba parte de su núcleo de amigos que incluía al rector Jaime Benítez y a otros como Salvador Padilla, Rafael Corrada, Rafael Picó, Thomas S. Hayes, Teodoro Moscoso, Sol Luis Descartes, David M. Helfeld y otros. Por esto, Tugwell no fue un mero visitante ocasional a la universidad sino un actor a tomar en cuenta en el desarrollo institucional bajo la rectoría de Jaime Benítez. El rector eventualmente adoptaría, a veces modificándolas, algunas de las propuestas de su consultor.
En las celebraciones del Cincuentenario en 1953, Jaime Benítez le otorgó a Tugwell, y a otros dos ex Cancilleres, Thomas E. Benner y Juan B. Soto, un Doctorado en Derecho Honoris Causa. A partir de ese año Tugwell visitó la Universidad de Puerto Rico casi anualmente, por temporadas, con su esposa Grace, para ofrecer ciclos de conferencias que le significaban un ingreso adicional, mientras se desempeñaba como director del Institute of Planning de la Universidad de Chicago hasta su retiro en 1957.
Las estancias de Tugwell en Puerto Rico para ofrecer conferencias fueron en los años 1954, 1956, 1957 y 1959.
En esos años ofreció ciclos de hasta once conferencias principalmente sobre temas relacionados con Franklin Delano Roosevelt y la presidencia estadounidense.
Las conferencias eran textos en los que estaba trabajando para futuras publicaciones. Por estas conferencias recibía pagos según el número de ellas, pasajes de ida y vuelta a Chicago para él y su esposa Grace, y hospedaje. Se ofrecían durante los meses de enero a marzo de cada año y las estancias en Puerto Rico proveían una oportunidad para compartir con Jaime Benítez y su familia, así como con el círculo de amistades de los Tugwell.
Cuando no estaba en Puerto Rico, Tugwell se mantenía informado regularmente de los acontecimientos y las luchas en la universidad. El bibliotecario estadounidense Thomas S. Hayes, parte de su círculo de amigos, era su principal informante y le escribía sobre los eventos universitarios. La muerte de Hayes en 1958 fue un duro golpe para Tugwell, según se evidencia en su correspondencia con Jaime Benítez.
La relación de Tugwell con el rector Benítez incluyó que este le asesorara formal e informalmente en múltiples asuntos, le mantuviera informado sobre eventos que afectaban a la universidad y realizara gestiones y encomiendas en Estados Unidos. Además de asesor en planificación estratégica de la institución, el exgobernador actuó como una especie de cabildero y analista de procesos administrativos, políticos y legislativos de interés para la universidad. Para Benítez esta relación le daba acceso a importantes redes académicas y políticas.
En el período 1961-1964 la relación se formalizó, convirtiéndose Tugwell en consultor de Benítez con una plaza universitaria asignada. Este se tomó muy en serio su tarea. Su título fue Asesor del Rector en Planificación y estaba adscrito a la Oficina de Planificación. Fueron múltiples las tareas que Tugwell emprendió para la rectoría, según se recoge en su expediente de personal. La relación con la universidad no concluyó con su renuncia al puesto de consultor el 19 de octubre de 1964, sino que continuó prácticamente hasta al menos principios de la década del setenta. Según la historiadora Silvia Álvarez Curbelo, el “grupo de Tugwell” defendería a Benítez decisivamente durante su confrontación con Luis Muñoz Marín que tuvo su clímax en 1957 y luego en el debate para la reforma universitaria de 1966, ya reconciliados Muñoz Marín y Benítez.
En 1969, a invitación de Rafael Corrada y la Escuela Graduada de Planificación, Tugwell ofrecería un ciclo de tres conferencias sobre Planificación. Aún luego de su muerte en 1979, Jaime Benítez mantendría comunicación con su viuda Grace.
No podemos discutir en detalle todas las encomiendas y gestiones que realizó Tugwell en Puerto Rico y Washington como asesor-cabildero de Benítez. Entre otras cosas asesoró a Benítez sobre la planificación física de la universidad, le mantuvo al tanto de iniciativas legislativas federales pertinentes, hizo gestiones con altos funcionarios de educación federal como Homer Babbidge, se reunió con funcionarios del Departamento de Defensa sobre el edificio del ROTC, atendió asuntos políticos relacionados con la República Dominicana, hizo gestiones para traer estudiantes latinoamericanos a la UPR en el contexto de la Alianza para el Progreso, gestionó fondos de diversas fuentes y asesoró al rector sobre el desarrollo de los estudios graduados.
Esta no es una lista exhaustiva, pero debemos mencionar que es interesante que ya en los años de 1961 y 1962 se discutía la necesidad de mudar las instalaciones físicas del ROTC dentro del campus para permitir la expansión física del recinto de Río Piedras en reuniones que llevó a cabo Tugwell en el Club Cosmos de Washington.
1961: “Argument Preliminary to an Educational Plan”
Aquí solamente nos referiremos en más detalle a un documento de diciembre de 1961 titulado “Argument Preliminary to an Educational Plan” que Tugwell sometió a Jaime Benítez sobre planificación universitaria y donde retoma algunos de los temas que mencionó en su libro La tierra azotada. Este importante documento de 41 páginas fue parte de un proceso de planificación a largo plazo que el rector inició en 1960 para atender el enorme crecimiento del sistema universitario en casi dos décadas.
Benítez había nombrado un comité para el desarrollo del campus de Río Piedras el 31 de octubre de 1960. En mayo de 1961 Tugwell le propuso que lo renombrara “Comité para el Futuro de la Universidad” y añadiera más miembros. En su expediente obra el borrador de una carta para la firma de Jaime Benítez con fecha del 22 de mayo de 1961 convocando a una reunión de un “Comité para la expansión de la Universidad de Puerto Rico”. Tugwell aparece en la lista de envíos como Asesor.
El título del texto de Tugwell, que lo define como un “argumento preliminar”, puede confundir ya que se trata de una propuesta muy elaborada para el futuro de la universidad que concluye con una serie de preguntas sobre decisiones estratégicas que se deben tomar. Es un documento que quizás se debería publicar. A continuación, incluyo las dos páginas de conclusiones que dan cuenta del ámbito amplio de la reflexión de Tugwell.
(https://issuu.com/coleccionpuertorriquena/docs/education_plan-_tugwell_1961).
Tugwell dedica su plan a proponer dos líneas de acción: el desarrollo de Junior Colleges como respuesta a la creciente matrícula subgraduada y el desarrollo de los programas graduados en los campus de Río Piedras y Mayagüez. Sus argumentos están basados en un análisis sobre las exigencias que imponía el dramático aumento que había ocurrido en el número de estudiantes, así como el crecimiento aún mayor que se proyectaba para el resto de la década. Tugwell resume su planteamiento de la siguiente manera: “En vista de todas las necesidades y circunstancias está claro que el desarrollo del plan para la universidad en los próximos años probablemente enfatizará dos elementos: los Junior Colleges y el programa graduado.”
Sobre el programa graduado, Tugwell suscribe los planteamientos de un documento sometido a la universidad en 1954 por Frank Bowles. Bowles era un egresado de la Universidad de Columbia que llegó a ser su director de Admisiones. De 1948 a 1963 fue el director y presidente del College Entrance Examination Board (CEEB), mejor conocido como College Board. Este experto en educación superior ya se le menciona como asesor ad honorem de la Junta de Síndicos en 1941. Fue consultor de Jaime Benítez en 1947 y este le contrató de nuevo en 1954 para hacer recomendaciones sobre el programa graduado. En 1959 preparó un abarcador informe sobre la Universidad de Puerto Rico para la legislatura.
En el documento de Bowles sobre el programa graduado, según citado por Tugwell, se favorece la creación de un programa graduado bien estructurado en el campus de Río Piedras y en el de Mayagüez, pero este experto advirtió sobre el obstáculo que constituía la exigua demanda que existía para estos ofrecimientos. Su estudio había encontrado que había solo 200 candidatos potenciales a estudios graduados en Río Piedras.
Tugwell argumentó, sin embargo, que la situación había cambiado ya que era el momento para impulsar la implantación del programa graduado sustituyendo al Decano de Estudios por un Decano del Programa Graduado. Tugwell planteó que la universidad debería tener, como un elemento principal, un plan de desarrollo académico del programa graduado. Se fundamentó en el gran crecimiento del número de estudiantes que asistía a la universidad que ya eran 18,000 para 1960-61, con proyecciones de crecimiento a 33,000 en 1965-66 y 37,000 en 1970-71. Esto ampliaría la demanda por los estudios graduados, a lo que se añadiría la demanda por programas graduados de alrededor de 1,000 estudiantes latinoamericanos, si la institución se convertía en un centro regional donde profesores de Estados Unidos pudieran dar clases a estos estudiantes. Este es un asunto importante que había tratado de impulsar en sus gestiones en Washington. Para esto la universidad debería reafirmarse como universidad bilingüe. El financiamiento para el programa de estudios graduados podría provenir de fondos federales y de fundaciones estadounidenses.
La propuesta de Tugwell del desarrollo de los estudios graduados estaba integralmente vinculada a la transformación radical de la educación general en la institución. En su texto de 1961, Tugwell reitera su propuesta de los Junior Colleges que había hecho en 1941 y ahora plantea que no se trata ya de una preferencia sobre cuál es la mejor forma de ofrecer los dos primeros años de estudio, sino que se trata de la urgente necesidad de acomodar 20,000 estudiantes que de lo contrario hacinarían los recintos principales. “La única solución práctica parece ser el desarrollo de un sistema de Junior Colleges. Estos tendrían que acomodar alrededor de 20,000 estudiantes para el año pico de 1969-1970 – siendo este el número probable de matriculados de primero y segundo año.”
Esto implicaba sacar de los dos recintos principales a todos los estudiantes de primero y segundo año y atenderlos en cinco Junior Colleges ubicados en zonas urbanas y cerca de estos campus (en San Juan habría al menos dos y en Mayagüez uno, mencionando también a Arecibo y Caguas). Cada Junior College tendría aproximadamente 4,000 estudiantes. Para estas unidades se requerirían 500 maestros que podrían formarse en la Facultad de Educación y por medio de sabáticas para estudio, mientras que su financiamiento podría hacerse emitiendo bonos garantizados por el gobierno de Puerto Rico.
Allí se le proveería a los estudiantes una “orientación cultural general” que ni siquiera incluiría los dos primeros años completos. Los programas especializados podrían determinar los requisitos a cumplirse en este nivel. Esa sería la educación básica para los que no quisieran continuar estudios más avanzados. Pero también en estos Junior Colleges se podrían desarrollar diversos programas vocacionales. Ellos serían una cadena de transmisión para los recintos grandes, ya descongestionados y librados del “bullicio” (textualmente) de los estudiantes de nuevo ingreso. Por supuesto, esto haría innecesario que hubiera un Decano y una Facultad de Estudios Generales. El currículo general de los primeros años lo determinarían comités de los diversos campos del conocimiento.
Es decir, Tugwell no favorecía la existencia de una Facultad de Estudios Generales la cual ocupaba un lugar destacado en la reforma universitaria impulsada por Jaime Benítez. Él deja claro en este pasaje, a nuestro juicio deliberadamente ambivalente, que no siente ningún compromiso con la forma en que se había desarrollado este proyecto de Benítez y que era inadecuado para su visión de la institución.
En cualquier sentido en que un esfuerzo se pueda medir, el esquema de los Estudios Generales ha sido un éxito para los primeros dos años subgraduados. Pero no forma algo como una base adecuada sobre la cual construir cualquier cosa que pudiera venir después en la educación de un individuo.
A esto le añade una objeción adicional que muestra su incomodidad con un currículo basado en Grandes Obras. Según él, los Estudios Generales miraban hacia el pasado y deberían mirar al futuro. Le atribuye el “esquema” de Estudios Generales a tendencias académicas en las universidades estadounidenses, sin dar crédito alguno a José Ortega y Gasset, al que Benítez reconocía como el inspirador de la reforma con su visión de una Facultad de Cultura.
Resulta evidente que Benítez no acogió totalmente su recomendación sobre la educación general en lo que se refería a la Facultad de Estudios Generales ya que, mientras se implantaban los Colegios Regionales a partir de 1962, simultáneamente se hacia una fuerte inversión para un nuevo edificio para la Facultad.
En otro documento más breve del 9 de octubre de 1961 titulado “Graduate Studies and Higher Degrees”, Tugwell elabora su concepto para el desarrollo de los estudios graduados al proponer la creación de dos Institutos de Estudios Avanzados o Colegios en Río Piedras y Mayagüez para ese propósito. Le informa a Jaime Benítez el 3 de julio de 1962 de sus gestiones infructuosas con la Fundación Ford para obtener financiamiento para el desarrollo de los estudios graduados. También explora la posibilidad de utilizar fondos de la Agencia Interamericana de Desarrollo (AID) para expandir varios programas de Río Piedras y Mayagüez en un proyecto de proyección de la universidad hacia América Latina.
Es evidente que Tugwell jugó un papel importante en la iniciativa para crear colegios regionales a los que él se refería como Junior Colleges. Estos se establecerían, comenzando por el de Humacao, a partir de 1962. Sin embargo, Jaime Benítez tenía sus propias perspectivas sobre la educación subgraduada y evidentemente no implantó totalmente la propuesta de Tugwell.
El exgobernador tendría que ver también con el desarrollo de los estudios graduados, proceso que cobraría fuerza en años posteriores, aunque no se implantó de la forma que propuso. Además, Tugwell consideró crucial la proyección internacional de la universidad, sobre todo a la región caribeña, y la atracción de estudiantes latinoamericanos a sus programas.
Su correspondencia con Benítez también evidencia sus aportaciones a la planificación del desarrollo físico de la institución y sus relaciones con el arquitecto de la UPR moderna, Henry Klumb.
Sus aportaciones a la universidad constituyen un aspecto de su relación con Puerto Rico que valdría la pena recuperar. Especialmente, cuando muchas de las ideas de Tugwell son respuestas sensatas a problemas que al día de hoy permanecen irresueltos.