Elvis: Cambio de era

Cartel de «Elvis», protagonizada por Austin Butler.
La cinta comienza presentándonos al manejador de Elvis (Austin Butler; Chaydon Jay es Elvis Presley jovencito), el coronel Tom Parker (Tom Hanks), que está encamado en el hospital y nos ha de contar en flashback su primer encuentro con el futuro rey de rock and roll. Presley, un chico pobre, está fascinado con la música de los negros de Memphis, Tenesí, donde creció y en un momento dado, piensa que la música evangélica es su salvación. Vemos su relación estrecha con su padre (Richard Roxburgh), pero en particular con su madre Gladys (Helen Thomson). El título de su primer éxito es muy apropiado, una de esas coincidencias no accidentales con las que los Freudianos tendrían una orgía interpretativa, sobre la dependencia del joven de su mamá. Aunque Presley comienza su carrera con otro manejador, el coronel solo tiene que oírlo una vez en la radio para decidir que ha de determinar la carrera del muchacho. Y así resulta ser pues el tipo es un manipulador de primera y un “con man” de altos vuelos.
La inmadurez de la nación americana se nos presenta en unas escenas de gran fuerza: el racismo, el miedo sexual que es parte del perjuicio, el puritanismo, la ignorancia, la inclinación a la censura y al control de los medios, y el rechazo de lo nuevo, en una nación que supuestamente se había convertido después de la segunda guerra en el pináculo del progreso y la innovación. Todo porque Elvis canta canciones que “suenan” a negros y porque mueve su pelvis de forma impúdica, de ahí que adquiriera el sobrenombre de “Elvis the pelvis”.
Esa era se vio marcada por los asesinatos de John F. Kennedy, Martin Luther King, Jr., Robert F. Kennedy y, como ya indiqué, el intenso deterioro de las relaciones entre el mundo occidental y el soviet y sus aliados. En parte por eso la carrera de Elvis tuvo alzas y bajas (están en la película) y su entrada al ejército (para salvarlo de un posible cargo y tiempo en cárcel) le significó conocer a su esposa Priscilla (Olivia DeJonge), quien lo cuido durante la época más difícil de su vida, cuando aumentó de peso y desarrolló adicción a las pastillas y las inyecciones de estimulantes y tranquilizadores, hasta que no pudo más y lo dejó.
El maquillista Sean Genders ayudó a transformar a Hanks en el coronel Parker para su interpretación de este personaje. Hay veces que vemos en él al gran Sydney Greenstreet, el villano del “Falcón Maltés” y de otras grandes interpretaciones, pero con un extraño acento. Ese es un gran detalle del guión, pues Parker no tenía nada de coronel, ni de sureño. Era un inmigrante holandés ilegal que no tenía pasaporte. De hecho, el filme plantea que por eso Elvis nunca cantó fuera de los Estados Unidos: porque Parker no podía ir con él y temía perder control de su ganso que ponía huevos de oro. La representación de Hanks es excelente. También lo es la del joven actor Austin Butler, quien es del mismo alto que Elvis, pero menos fornido. A veces se parece, a veces es una versión más lirica del camionero. Cuando Elvis es “joven”, él canta las canciones. Cuando más viejo, es Elvis quien canta.
El problema de la película es que no sabe si quiere ser “biopic”, documental, o musical. Los primeros veinte minutos son una sarta de cortes y edición en los que Baz Luhrmann muestra su tendencia a darle más importancia a lo que le parece estilo artístico que al contenido de la historia. La cinta es también un rompecabezas estilístico: flashbacks, animación, split-screens, pietaje real y comentario social. De haber concentrado más en la relación Elvis-Parker y la carrera del cantante, la cinta hubiera sido más corta y efectiva. Sí hay que admitir que, aparte de esas ideas que no ayudan para nada, hay escenas y tomas de gran poderío y eficacia. Es el precio que hay que pagar para verla.
Mi impaciencia con Luhrmann siempre resulta de su incapacidad para ceñirse a la historia. Enfatizó lo que tenía: Elvis Presley es uno de los entretenedores populares más reconocidos en la historia. Tanto así que los Beatles —dicho por ellos— querían ser como él. Y Mick Jagger, alcanzó parte de su fama imitándolo. Como dice al final la película: el bandido de coronel Parker, lo explotó. La fama es llamativa de lejos. De cerca, sin embargo, es una vorágine que se ha tragado a muchos.