En Rojo en el ruido de las redes
Parecería un acto sencillo, completamente inofensivo: subir el En Rojo a las redes sociales. Medio mundo (bueno, casi) está en Facebook y Twitter, así que por qué no subir también el En Rojo.
Pero esta historia, en efecto, no es tan sencilla como parece. Porque, detrás de este pequeño gesto, hay toda una nueva realidad del periodismo cultural en Puerto Rico. Y no es precisamente la más alentadora de las realidades.
En Rojo tiene más de 36 años de vida como revista cultural del semanario Claridad, que a su vez tiene casi cincuenta y dos años. Esto significa muchas cosas. Por un lado, es una revista cultural cimentada en el papel. Fue en ese medio que cobró vida e inscribió su nombre como referente cultural puertorriqueño.
Ser el suplemento de Claridad también significa que es una revista sumamente limitada en sus recursos, ya que Claridad es un periódico sin fines de lucro, independiente, históricamente muy vulnerable por sus posicionamientos políticos.
Los últimos años no han sido los mejores para En Rojo. Su plantilla cuenta únicamente con una directora (Alida Millán Ferrer) a tiempo parcial. No tiene redactores. Hace ya dos años que, por razones económicas, el comité ejecutivo de Claridad redujo el En Rojo de 16 a 12 páginas (a veces se publican 16, cuando se entiende que hay una necesidad apremiante o cuando se hacen ediciones especiales. Y existe el compromiso de eventualmente volver a las 16).
Sin embargo, sí cuenta con una red de colaboradores que, semana tras semana, no sólo aseguran su publicación sino que, junto a la visión y planificación editorial de su Directora, y el trabajo gráfico de Iván Figueroa Luciano y ahora también de Ita Venegas, logran una revista cultural de gran calidad. En los últimos dos años, algunos de esos mismos colaboradores voluntarios (entre los cuales me incluyo), hemos formado una junta de apoyo al En Rojo. Así fue como, el año pasado, celebramos el 35 aniversario de la revista con una gran fiesta, exposición de portadas y la presentación de un libro de ensayos sobre Juan Antonio Corretjer, escrito por el poeta Che Meléndes, también columnista de En Rojo. Así mismo, preparamos ediciones especiales del 35 aniversario a lo largo de todo el año.
Hace unas semanas atrás sentimos que llegamos a un momento crucial, con la eliminación definitiva de La Revista, suplemento cultural de domingo de El Nuevo Día. Muy lamentablemente, hacía ya tiempo que La Revista venía demostrando un cambio drástico en su contenido editorial. De tener bastante profundidad y una rica perspectiva cultural, comenzó a alivianarse cada vez más hasta que apenas podía hacerse llamar revista cultural. Por último, hace dos o tres semanas, La Revista simplemente desapareció para dar paso a un nuevo suplemento que evidentemente es más de “entretenimiento” que otra cosa. Que el periódico principal del País elimine su revista cultural es un mensaje que sugiere muchos significados.
Yo no sé las razones exactas de por qué El Nuevo Día decidió eliminar su revista. Pero sí sé que, especialmente a partir de la última década, los periódicos comerciales de muchos países (incluyendo el nuestro, por supuesto) han ido prescindiendo de sus revistas culturales. Las razones que se esgrimen siempre son económicas. En esos periódicos, el suplemento cultural no rinde ganancias. En los mejores periódicos del mundo, que cada vez son menos, no se cuestiona la existencia del suplemento cultural, independientemente de si pueden o no rendir económicamente (y algunos se las han sabido ingeniar para que rindan). Son prácticamente la reserva de calidad y prestigio del periódico.
Pienso que tiene que haber algo más en esta nueva psiquis editorial-comercial. Una impresión solapada -algo que a lo mejor los editores no llegan a confesar en voz muy alta- de que “a nadie le importa”. Los jefes de periódicos tienden a querer masificar y muchas veces toman demasiadas decisiones basados en resultados de sondeos y encuestas. Es uno de los grandes errores actuales del periodismo y una de las razones por las que los periódicos están fracasando en todas partes del mundo. Para ellos (y me refiero a los medios comerciales) si no lo lee todo el universo de lectores, no sirve. Me imagino a los editores del mundo diciendo, muy serios, en sus reuniones de staff, numeritos y estadísticas en mano: “Estos articulitos son muy buenos, hasta interesantes, pero no se leen”.
Y sin embargo, una masa enorme de gente puede leer (o simplemente darle ‘click’) a una misma nota que nadie disfrute, que no diga nada, que no aporte en lo más mínimo a cambiar la vida de ese lector. ¿Es eso lo que hace a un “gran periódico”? ¿Qué pasa cuando tienes un buen producto que, aunque no es multi-masivo, es exitoso entre la gente que lo lee? ¿Por qué exterminar lo que goza de calidad, e incluso de la lealtad de un grupo importante de lectores? Es absurdo y de un infantilismo brutal pretender que toda una sociedad quiera leer lo mismo.
Hace años que los grandes periodistas del mundo están llamando la atención sobre el individualismo tanto de la historia noticiosa como del lector. Ahí está la gran diferencia que muy pocos medios han querido explorar. Por ejemplo: No es lo mismo decir en un ‘lead’ que ha habido más de medio millón de muertes de civiles en la guerra de Irak, que contar la historia de una mujer, Fátima, digamos, y su familia, quienes celebraban su boda cuando fueron víctimas de un bombardeo aéreo ‘equivocado’. Al ser humano le interesan muchas cosas. Pero -ante todo- le interesa lo que les ocurre a otros seres humanos. Y esto no lo digo yo, lo dicen los periodistas más veteranos del mundo.
Hace año y medio vimos cómo El País de España lanzó una exitosa campaña protagonizada por Calle 13 y cuyo lema principal era: “No hay nadie como tú”. ¿Por qué El País quiso capitalizar en la individualidad del lector? ¿No será porque es pertinente, porque el periódico tiene que proponerse una correspondencia con esa persona única que lo lee para lograr así su lealtad en tiempos de tanta oferta y fugacidad? Para poder establecer empatía y comunicación con una masa de gente, ¿no tengo primero que establecerla con el individuo?
Me pregunto. Cuando un lector está desempleado, cuando no tiene un peso en el bolsillo, cuando está enfermo, deprimido, olvidado por el mundo, ¿deja de leer los suplementos culturales? O -más importante aún- ¿deja de ser un ser cultural? Imposible. La cultura es lo único que nunca cesa en la vida de un ser humano. Desde que una abre los ojos en la mañana hasta que los cierra cada noche, está en diálogo con la cultura. Cada vez es más posible (para muchos hasta deseable) desvincularse de los procesos políticos de una sociedad. Desvincularse de la cultura no es y nunca será posible.
Digo todo esto para explicar lo otro que hay detrás. Sentimos que nos quedábamos solos entre las revistas culturales de los periódicos impresos y de circulación general, que todavía son los periódicos históricos del País. Por suerte están emergiendo innumerables blogs y algunas revistas culturales virtuales que hacen una excelente labor, empezando por 80grados, en cuyo cortísimo tiempo de vida ya ha sido responsable de importantísimos debates culturales de actualidad.
Pero la pérdida del suplemento cultural en el periódico principal del País, como ya dije, comunica un mensaje tétrico y desolador, no sólo acerca del sentido de responsabilidad del diario en sí mismo sino sobre el futuro de la educación y la cultura del País. (Recordemos que existe una gran cantidad de gente, especialmente adultos, que lo único que lee es el periódico y otras revistas).
Esta sensación de soledad provoca malestar. No es bueno para nadie ir quedándose solo. No es bueno para ninguna de las revistas (ni las virtuales ni las impresas) pero mucho menos lo es para el país. Alguna vez escuché decir que somos el periódico que leemos. Sé que es exagerado. Pero no tanto. Somos, en efecto, la cultura que consumimos y creamos y el periódico es, en efecto, uno de los principales productores culturales de una sociedad. Sus revistas culturales son como decir su corazón, y son vitales para la supervivencia diaria de mucha gente. Los periódicos tienen que asumir la responsabilidad de discutir y analizar los fenómenos culturales de un país. Y, en última instancia, por su definición misma, un periódico realmente no puede serlo sin una revista cultural.
En todo esto pensamos. Nos pareció que nos explotaba en las manos una cierta responsabilidad mayor. Citamos una reunión. Y decidimos que queremos no sólo producir sino diseminar debidamente un periodismo cultural que apoye, registre y analice el pálpito del país. En nuestro caso, tenemos el En Rojo. No tenemos grandes recursos económicos. Hay muchas cosas que tanto la Directora como la junta de colaboradores querríamos hacer. Algunas se han logrado como siempre se ha hecho todo en Claridad: sin dinero. Otras, todavía no.
Pensamos que podíamos empezar por algo que no nos costaría nada: tratar de llevarle a más gente el producto que ya tenemos. Paradójicamente, la mejor manera de hacerlo, según estimamos, no era exactamente con el periódico impreso, cuya circulación ni siquiera depende únicamente de nosotros sino del semanario en su totalidad. Las redes sociales nos permiten algo muy parecido a llevar el En Rojo a la casa de los lectores que interesamos seducir, mantener e incluso volver a enamorar.
Así fue como surgió el impulso de llevar el En Rojo a Facebook y Twitter. Tenemos muchos planes y anhelos. Quisiéramos un día tener la mejor revista cultural del mundo. Pero -mientras lo logramos- queremos que alguna gente adicional lea con más regularidad lo que tenemos: un contenido que se hace con amor y devoción. Pero -sobre todo- con el compromiso de estudiar la vida de nuestro país, cuya creación artística, por ejemplo, que es sólo una fracción de la cultura, es contundente no sólo en volumen sino en calidad. Contra todo pronóstico, siempre contra toda ley de probabilidad.
Para mantenerte conectado, busca al En Rojo en Facebook (En Rojo) y en Twitter (ElEnRojo).