Límites y paradojas de la colonialidad
–Gary Silverman
Una Isla llena de paradojas
El Puerto Rico de comienzos del siglo XXI plantea paradojas múltiples. ¿Cómo es que continúa exhibiéndose cierta estabilidad política en un país sometido a controles coloniales directos, producto de una época con una mentalidad abiertamente racista? ¿Cómo es que coinciden tasas enormes de ganancias del capital extranjero con aumentos en las transferencias financieras del Gobierno Federal de Estados Unidos a la creciente población pobre de la Isla? ¿Por qué la población isleña se reduce significativamente mientras aumenta la presencia de una comunidad boricua en EE.UU. sin que ello produzca nuevas formas efectivas de hacer política sobre su futuro?En cierto modo la cita del editor del Financial Times que sirve de epígrafe en este ensayo ayuda a entender algunas de las paradojas del PR contemporáneo: la relativa invisibilidad de sus reclamos de descolonización, tanto dentro como fuera de EEUU, contribuye a “congelar” la solución del problema político aunque no las graves consecuencias económicas y sociales de su estancamiento y aislación. Los intentos, por ejemplo, de traer a la consideración los incumplimientos del Gobierno de EEUU sobre PR a la Organización de Naciones (ONU), avanzan lentamente pero reciben insuficiente cubierta mediática internacional y escasa acción de seguimiento gubernamental y no-gubernamental.
En este breve ensayo pretendo comentar la complejidad de algunos de esos problemas políticos y sociales de naturaleza crónica que parecerían, superficialmente, desafiar la dialéctica y sus contradicciones. El contexto particular de Puerto Rico, lamentablemente poco comprendido y valorado aún, sobre todo por la comunidad internacional, sigue confundiendo a aquellos que continúan, erróneamente, pensando la Isla como una vitrina de la modernización capitalista. En realidad la Isla subsiste económicamente, de manera principal, a base de un modelo económico de exenciones contributivas al capital manufacturero de EE.UU. que ya no le sirve bien. Es un modelo que perjudica la creación de capital doméstico mientras se deteriora la infraestructura pública y la capacidad de ofrecer servicios públicos de calidad a la población. Este modelo depende cada vez más de la existencia de transferencias de programas federales de EE.UU. para gestionar la precaria cotidianeidad de un amplio sector de la población.
Lo cierto es que el tamaño de los retos que enfrenta Puerto Rico es extraordinario. Sus problemas sociales se incrementan de forma exponencial mientras la capacidad real del gobierno interno para desarrollar políticas públicas efectivas y diferenciadas a las propiciadas o impuestas por la esfera del Gobierno Federal de EE.UU. es limitada. Si no se produce un nuevo paradigma de acción política, Puerto Rico parece abocado a continuar un impasse político permanente incapaz de asumir un programa realista de renovación social.
Las fuerzas que pugnan por la descolonización enfrentan así un doble reto: redefinir el marco de sus relaciones políticas con EE.UU. para liquidar completamente el colonialismo y alterar las coordenadas básicas de su obsoleto modelo de desarrollo económico y social. Pero la clase política del país se muestra más interesada en ganar las elecciones dentro del marco jurídico de territorio de EE.UU. y administrar de ese modo un poder político cada vez más limitado, que en modificar los viejos paradigmas inservibles. Sin embargo, a comienzos de la segunda década del siglo XXI, una relación política altamente asimétrica con el Gobierno de EE.UU. plantea posibles contradicciones que abren posibilidades de acción novedosas. Veamos, pues, algunas de las paradojas de esta crónica asimetría colonial entre Puerto Rico y el Gobierno de EE.UU. y algunas vías de escape de la inercia colonial.
No es posible entender este contexto complejo sin valorar la pervivencia de dinámicas y discursos que mantienen la fuerte hegemonía estadounidense. Para ello resulta oportuno de revisar brevemente el impacto de la visita reciente del presidente Barack Obama a Puerto Rico en el verano de 2011. La visita presidencial, como muestra de la continuidad de actitudes coloniales de una clase política altamente dependiente, es demasiado elocuente para no utilizarla de pretexto para una reflexión.
VERSIÓN COMPLETA DEL ENSAYO EN PDF (publicado originalmente en la Revista Temas, julio-septiembre de 2011)