Gloria
La mujer madura solitaria tiene una larga historia en el cine y ha gravitado entre el humor y la desgracia, según las épocas. Puede uno remontarse a la magnífica “The Roman Spring of Mrs. Stone” (1961) para encontrar el lado oscuro de la vida de una mujer (Vivien Leigh) que decide entrar en una relación con un hombre joven, que resulta ser un gígolo (Warren Beatty), y darse cuenta de cómo ha cambiado la vida en poco más de medio siglo. O recordar a la prostituta envejeciente creada impecablemente por Jacobo Morales en “Dios los cría” (1979) y actuada con gran inteligencia y sensibilidad por Esther Sandoval, para ir a un término medio en el que, una mujer de clase social muy distinta a Mrs. Stone, vive una noche de nostalgia y soledad.
Tan sola pero con más libertad que esas antecesoras (por escoger dos de muchas) está Gloria (Paulina García) en el filme homónimo del chileno Sebastián Lelio. Gloria es una mujer común y corriente quien, a los 58 años, se encuentra sola no por ser viuda, como Mrs. Stone, ni prostituta, sino por la pandemia moderna: el divorcio.
Gloria se ha convertido en asidua visitante de clubes para adultos solteros, ya bien sean divorciados o viudos. Tal vez hay también entre ellos un grupo de imposibles de ambos sexos, y por eso están solos. Gloria es guapa y conserva una figura atractiva. Tiene una sonrisa simpática y le gusta bailar (aunque no lo hace muy bien). Como suele suceder, conoce a alguien: Rodolfo, un oficial retirado de la marina que está separado de la mujer. Comienzan una relación. Gloria se siente tan sola que se aferra a todos los que la rodea como si fueran salvavidas: a su hijo, que no parece tener una onza de inteligencia, mucho menos grandes sentimientos, a su hija, que quiere irse de Chile para estar con su novio. Ahora, a Rodolfo.
Nos vamos adentrando (muy) lentamente en la vida del personaje y nos damos cuenta de que transita por la vida, como todos, entre la realidad de la soledad y las fantasías que esta genera. Gloria es una de muchas mujeres anónimas, pero de criterios independientes y metas borrosas. Uno mira el panorama en el que se desempeña en sus noches de búsqueda y se percata de que los que la rodean son personas promedio como ella, que no la sobrepasan ni en atractivo personal ni, posiblemente, en capacidad intelectual. Los intercambios entre Gloria y Rodolfo, tienen la cualidad de parecernos distintos a pesar ser banales y engorrosos. Es el caso, me parece, porque estamos ante actores con inflexiones del habla que no estamos acostumbrados a escuchar y que expresan sus sentimientos sin que uno se distraiga por que conoce los actores.
La soledad de Gloria la lanza a tener una vena posesiva que es contraria a las realidades que vive y a la situación del hombre de quién se ha enamorado. Sus exigencias la van arrinconando, sin que se dé cuenta, a la esquina de una situación casi insostenible. Sin embargo, por primera vez está en control de lo que ella quiere. Es ella la que determina los pasos a tomar, es ella la que con frecuencia inicia los momentos sexuales que le placen. Tiene, dentro de su aislamiento emocional, la certeza de que sabe lo que quiere y lo que está haciendo. Tanto así que no le importa tener una aventura breve con un desconocido que acaba de conocer en una barra en un hotel de lujo en un centro turístico.
La evolución de la soledad de Gloria no nos conduce a nada. Su personalidad es demasiado posesiva y a veces irracional. Es difícil verla en control de sus emociones y de los vaivenes de un hombre que puede o no unirse a ella en una relación permanente.
Para mí, lo más notable del filme es la naturalidad con que se tratan los desnudos frontales tanto del hombre y de la mujer, ninguno de los cuales clasifica para premios a los mejores cuerpos. Se aprecia la valentía del director y los actores a mostrar las imperfecciones que, de todos modos, la cámara suele ocultarnos cuando se trata de los jóvenes.
Lo más llamativo de la película, sin embargo, es la Paulina, como dirían en Chile. Una mujer de rostro agradable que conserva muy bien los encantos de la madurez y cuya personalidad atraviesa la pantalla y, a veces, nos atrapa, uno aprecia a Gloria al mismo tiempo que se reserva la opinión adversa sobre algunas de sus andanzas y exigencias. Su venganza de las hazañas de Rodolfo, muy bien interpretado por Sergio Hernández, es una mezcla de imprudencia ilógica y revancha trivial. En vez de él marcarla a ella, ella lo marca a él. Es un vuelco moderno a la idea de quién es el que sufre los resultados de las aventuras amorosas transitorias en la sociedad actual. La venganza le sirve de catarsis a Gloria y, aunque aún está sola, ahora sabe mejor como confrontar lo que le espera, y, eventualmente, lo celebra con gran alegría y júbilo mientras tocan la canción que lleva su nombre. Es un final alentador e instructivo para todos los solitarios de más de… cierta edad…