Hollywood y la Guerra Fría, 2016
Sin embargo, el problema fundamental se creó con la revolución bolchevique rusa de 1917 y el advenimiento del comunismo como ideología anticapitalista y antiburguesa. Como sabemos, no se pudo hacer otra cosa que buscar la ayuda de los rusos para poder combatir a Hitler y, en el proceso, el soviet avanzó hacia Europa de forma belicosa. En 1948 el bloqueo de Berlín estableció un punto de fricción que culminó con la erección de la muralla que separaba la ciudad en un lado oriental y un lado occidental. Aquel año de 1961 los rusos querían detener la gran emigración hacia el lado occidental.
En “Bridge of Spies” de Steven Spielberg, aunque la referencia es soslayada, la discusión política sobre la muralla que se quiere construir para evitar la emigración de mexicanos a Texas y a otros estados pulula por nuestra conciencia. La cinta también es alusiva a las grandes emigraciones de desplazados por las dictaduras y las guerras. Los cambios inducidos en el mediano oriente como resultado de la invasión de Iraq, la guerra en Afganistán y la debacle de Siria, sucesos que han generado la creación de Al-Qaeda, el surgimiento del Talibán y la formación del Estado Islámico, no son muy diferentes al desarrollo del lado más belicoso del soviet en su ápice de expansionismo. La diferencia estriba es que estos son grupos terroristas que pueden atacar en cualquier lugar, de formas inesperadas, y con el uso potencial de bombas “sucias” (atómicas).
El filme de Spielberg toca un tema muy a fin con las locuras que se han desatado en los EE.UU. en relación a todo musulmán y los ciudadanos de color, incluyendo los hispanoamericanos que allí viven. Los extremistas de derecha han visto la presidencia de Barack Obama como el fin del dominio de los “blancos” y el comienzo de un estado “socialista” que perciben en todo lo que el presidente propone. Piensan que es un regreso al anticapitalismo que veían en los comunistas de los años cincuenta y que los estremecía durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt. En la película, el abogado Donovan es tildado de “traidor” (la policía que acude a su casa porque ha sido tiroteada se pone de lado de los atacantes) porque defiende al espía ruso, lo que representa una negación de la democracia: el derecho de todos de recibir un trato justo e igual ante la justicia. De hecho, el rescatado Gary Powers, el piloto cuyo avión fue derribado por los rusos y quien fuera cautivo del soviet, también fue víctima de la paranoia anticomunista y tratado a su vuelta como un criminal que había “revelado” secretos al enemigo.
Antes del incidente Powers –que ocurrió en 1960-, hubo quienes fueron juzgados por una corte que se atribuyó poderes que no tenía y abusó de personas acusadas (con poca o ninguna evidencia) de ser o haber sido comunista. La corte era el infame HUAC (“House Un-American Activities Committee”) de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense.
El filme “Trumbo” recuenta una breve historia de la persecución del personaje homónimo y de otros en la industria cinemática por el comité. No faltaron quienes les alzaran sus falsas colas a los investigadores con declaraciones en contra de quienes antes habían sido sus amigos y colegas. El uso de un comité del Congreso para perseguir con acusaciones que no se han probado ha ocurrido también este año pasado en el dichoso comité del caso Benghazi. HUAC buscaba que “se librara la industria del cine de comunistas”; el comité de Benghazi de hundir la candidatura presidencial de Hillary Clinton. Junto al muy real Trumbo, otros sirvieron un año de cárcel y vieron sus carreras tronchadas. Algunos para siempre. Los escritores tuvieron que acurrucarse en el clandestinaje y usar un “frente” para poder escribir, en la mayoría de los casos, en películas de poco valor de productores de pacotilla. Aún no sabemos el efecto del comité sobre la postulación de H. Clinton.
Curiosamente, el mismo Trumbo, al recibir un Oscar por su guión de la película “The Brave One” (1956) bajo el pseudónimo de “Robert Rich”, le dio una estocada premortal al HUAC. Ya para fines de los sesenta, principios de los setenta, la lista negra hollywoodiense se fue debilitando. Muchos de los listados fueron lentamente reincorporados como trabajadores en la comunidad del cine. Hay que recordar que para entonces el sistema de los estudios había colapsado por la ley de monopolios de 1948 que resultó en que, para mediados de los cincuenta, dejaran de existir como lo habían hecho por casi 40 años. Por lo tanto, para mucho de los acusados que fueron empleados de estudios, el daño fue permanente.
Mientras tanto, la exageración de “comunistas” en la industria cinemática resultó ser un motor propagandístico insustancial y condujo a la producción de películas ideológicas anticomunistas de pobre contenido intelectual y sin valor estético que reptaron como sabandijas por pantallas en que la plata fue suplantada por lata.
En la deliciosa y poco entendida y apreciada “Hail, Caesar” de los hermanos Coen, se parodia la participación de un grupo de guionistas de los estudios hollywoodienses quienes, junto a nada menos que Herbert Marcuse, secuestran una estrella de la película homónima que se está filmando para pedir una gran cantidad de rescate y enviar el dinero a Rusia. El plan falla por una coincidencia hilarante. Aunque hacen referencia a ellos los Coen no están parodiando lo que les ocurrió a los “Diez de Hollywood”, ni el derecho a la libertad de expresión, sino que están burlándose de la persecución de quienes usan su cabeza para algo más que llevar pelo o sombrero. En otras palabras, que piensan.
La burla de la estupidez por los Coen es pertinente ya que en estos días el discurso político se acerca bastante a ella. Ver estos filmes que he mencionado y reflexionar un poco sobre la historia es indispensable. Tal parece que estamos de regreso a la Guerra Fría. Lo único que ahora es dentro de los EE.UU., donde un temor absurdo por el “socialismo” junto a la irracionalidad de muchos que quieren preservar la avaricia capitalista, lucha contra la sensatez y la lógica. Más tarde este año, tal vez sepamos quién triunfa.