Julio López o cómo desaparecer dos veces
Una silueta en la pared dibuja la cara de un hombre con una boina. El stencil es consistente a través de la ciudad. El nombre de Julio López suele acompañarlo.
¿A qué te podés acostumbrar?, pregunta un mural en el centro de La Plata y ocupa por el costado, tres pisos de la escalera contigua al rectorado universitario. Este año lleva el número siete.
Jorge Julio López desapareció, dos veces. La primera, desde el 21 de octubre de 1976 hasta el 25 de junio de 1979. Irrumpieron en su casa, lo secuestraron, torturaron y mantuvieron preso. Mucho tiempo después, en 2006, pudo ser testigo crucial y querellante en el primer juicio oral y público por genocidio. Declaró la culpabilidad de Miguel Etchecolatz, ex director de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y lugarteniente de Ramón Camps en la última dictadura militar, e inculpó a otra decena de policías y genocidas. El día siguiente, 18 de septiembre, Julio López de 77 años, fue desaparecido nuevamente sin dejar rastros, en la ciudad de La Plata.
Más que una forma vacía
Un afiche del artista polaco Jerzy Spasky publicado en el Correo de la UNESCO en los años 80 tomaba las figuras como representación. “Cada día en Auschwitz morían 2,370 personas, justo el número de figuras que aquí se reproducen” leía.
Inspirándose en él, tuvo lugar un proyecto de los artistas Rodolfo Aguerreberry, Guillermo Kexel y Julio Flores, para participar con una obra en el Premio Objeto y Experiencias de la Fundación Esso, en 1982.
El 21 de septiembre de 1983, en el marco de la Marcha de la Resistencia y por iniciativa de un grupo de artistas, grupos estudiantiles y agrupaciones juveniles, con el apoyo de organismos de Derechos Humanos, se comenzó a dibujar siluetas por cada uno los desaparecidos, en la Plaza de Mayo.
Hoy la silueta de López aparece, vestida de incertidumbre y memoria, como sumándose a esas ficciones tan dotadas de corporeidad. “La búsqueda de visibilidad del reclamo y la potencia de la imagen como presencia (explotada principalmente en las movilizaciones del 18 de septiembre) también ha derivado en una incorporación del López-ícono a una iconosfera urbana, al menos a nivel local. Ha dejado de ser una imagen del disenso para formar parte del paisaje urbano», explica Magdalena I. Pérez Balbi en La dimensión de lo público en el activismo artístico actual en la Argentina, sobre uno de varios proyectos vinculados a exigir memoria y justicia por López, desde lo artístico.
El desaparecido que habla
Desde que Jorge Julio López desapareció por segunda vez, hubo diversas formas de explicar la ausencia. Desde un shock emocional que pudiera causarle pérdida de memoria, o alguna forma de extravío, pasando por el simple y puro miedo, y el que López decidiera esconderse en alguna parte ante la exposición que significaba la condena de Etchecolatz. También se especuló el secuestro, la desaparición forzada por sectores policiales o por parte de represores en actividad. Lo cierto es que 7 años después, el ex albañil Jorge Julio López continúa desaparecido y no hay ni explicaciones ni un solo imputado por este hecho.
En 1979 el entonces dictador Jorge Rafael Videla decía en una entrevista que el desaparecido era “una incógnita; mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo… Está desaparecido».
La fotógrafa Helen Zout se reunió con López antes de su segunda desaparición para que formase parte de uno de sus proyectos en 2002. Esta serie incluyó fotos de dibujos que López hizo de su propio puño para ejemplificar escenas de torturas. Las imágenes integraron la serie «Huellas de desapariciones sobre la última dictadura militar en Argentina 1976-1983», que realizó la artista en La Plata. En la imagen que le tomara Zout y que ha pasado a volverse icónica, López parece recrear un instante de dolor, cierra los ojos, está sin camisa.
La imagen y el testimonio de López queda, perdura y sigue hablando desde los que siguen pidiendo su aparición con vida. Se recrea y circula entre el universo simbólico y discursivo de la ciudad. En los muros, en las calles. Falta López, sobra impunidad.