Khyo Léone: tránsito, sustento y cabaret
Primera parte de serie desde VIII Coloquio: ¿Del otro lao?
21 de julio de 2020
“Le théâtre doit faire de la pensée le pain de la foule”
–Víctor Hugo
Suena una llamada desde un balcón repleto de hojas en San Juan, Puerto Rico hasta Occitania, región metropolitana de Francia. Responde Khyo Léone, cabaretere, trabajadora sexual y performere puertorriqueñe; acá escucha una escritora, teatrera, hija de un panadero. Los pronombres de Khyo son ella y elle; los míos también.
Khyo vive en el sur francés desde hace dos años. Antes estudió Ciencias Sociales en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (RUM). Migró para continuar sus estudios, y cuando los finalizó, se asentó allá. No era el plan original, pero algunas rutas las formula el tiempo.
Ha regresado al Caribe dos veces desde su primer vuelo. Ambas vueltas han coincidido con un evento que representa para muches en Puerto Rico uno de los pocos puntos de encuentro académico de la comunidad cuir del país. Lleva por nombre el Coloquio: ¿Del Otro La’o?, y transcurre desde 2006 en Mayagüez. Khyo habla del evento con el tono que permea las memorias portales.
“El primer Coloquio en el que participé fue justamente cuando estaba buscando hacer comunidad cuir, ir creando comunidad desde esos espacios. Estas últimas dos veces han sido bastante importantes para mí. El Coloquio ha sido mi salvavidas en muchísimos momentos”, dice, y al fondo un tanto de viento quiere ser murmullo. Lo logra. Pero la voz de Khyo le gana al remolino de aire.
Este año participó en la clausura del Coloquio junto a la cabaretera mexicana Mariana Reyes. Presentaron Cabaret Transmigratorio, una intervención performática que problematizó las experiencias migratorias de Khyo en París y Mariana en México.
Khyo habitó el espacio de modo presencial, hubo cuerpe, masa, sudor; Mariana, a través de una pantalla. Formas de armar geografía. Hubo una maleta roja, una botella de vino, pan. Khyo cruzó el espacio, chaqueta, ropa interior, pantalones cortos, pantimedias rojas; cambian las lógicas de tela según la coyuntura del encuentro. “Una carta de amor para todas esas personas que sueñan”, dijo sentada sobre el espaldar de una butaca rojiza, con tono suave y mentón quieto, antes de una pausa corta pero contundente, de las que provocan diálogo.
El espacio de creación de Cabaret Transmigratorio se construyó a dos vías, desde un proceso virtual; los ensayos fueron encuentros de videoconferencia, entre Francia y México. Mariana Reyes lo recuerda, desde México, en letras; también en voz.
Sujeto: Apuntes a la distancia
De: Mariana Reyes Montes
Para: Alejandra Rosa
2 de julio de 2020Se dice que el cabaret surge y resurge en tiempos de crisis y como una especie de válvula de presión nos ayuda a sobrellevarla e incluso a salir airosos de ella. Cabaret trans migratorio nace de un proceso de acompañamiento a la distancia entre dos cuerpas que dialogan acerca de la migración, derivando en una celebración gozosa propia de Latinoamérica y el Caribe que contrasta con la elegancia de Francia.
A través de videollamadas nos vamos contando los días, la trabaja, los amores y la familia lejos de casa. Nos reconocemos como cuerpas migrantes en constante movimiento, cambio y desadaptación, ubicamos nuestros privilegios y opresiones, así como nuestras estrategias para entrar y salir de burbujas culturales binarias, heteronormadas y racistas a las que nunca llegamos a pertenecer y de las que tampoco podemos escapar.
Crear para ser y existir, perrear para resistir, cabaretear para sanar; son nuestras herramientas, las que nos vienen con el nombre y el apellido, el color, el acento, el idioma, es lo que siempre nunca dejamos de cargar en el equipaje.
Después de esta experiencia de creación a la distancia, que ahora se ha convertido en condición, nuestro reto es conservar y fortalecer los afectos; llegar a tocarnos y tocar otres con la creación misma, con el artivismo y la auto-investigación, que es la observación de nosotres mismas andando por la munda.
“Me escribió un correo y me comunicó que estaba interesada en hacer cabaret. Yo en ese momento me había tomado un break de mi quehacer como artivista y comenzamos básicamente a charlar sobre esas cosas que nos gustaría decir a través del cabaret. Queríamos tomar el cabaret como una forma de sanación personal y que a la larga también fuera una posibilidad de sanación social” dice Mariana, quien lleva siete años practicando el cabaret como un espacio de resistencia política, en Mérida y Ciudad de México.
La pesca de memorias sucede a días de que Khyo, bajo la sombra de un árbol y a pasos de cualquier suerte de panadería, recuerde también. “Ambes estábamos navegando situaciones, la vida. Empezamos a trabajar desde el acompañamiento, el no saber a dónde íbamos o qué iba a pasar. Nos veíamos dos, tres veces a la semana”.
En la cultura puertorriqueña, así como en la francesa y en la mexicana, existe una fuerte y definitoria tradición de pan(adería). Eso lo sé porque mi papá es panadero, y antes de ir a cualquier escuela, ya me enseñaba políticas de harina entre talleres de panaderías de Puerto Rico, y otras partes de Latinoamérica. De ahí sé que hablar de pan es pensar en sustento, y que, cuando Khyo me dice que hubo una hogaza flauta en su performance, me está diciendo, también que durante el proceso de creación de la intervención hubo preguntas: ¿qué es el sustento en tránsito migratorio? ¿desde qué prácticas se interseca una cultura ajena, para construir un espacio de seguridad interna? ¿cuáles fórmulas nos ayudan a estar cuando estar es una gesta segundo a segundo?
“He trabajado haciendo trabajo de traducción, pero el trabajo que más me ha permitido estar, ha sido el trabajo sexual”, dice Khyo con el cielo azul todavía como sábana. No lo veo pero lo imagino porque lo describe justo antes de rememorar la primera vez que se le presentó el trabajo sexual como una posibilidad para sustentarse, en Europa. Estaba en un autobús.
Iba camino a la universidad, y una señora ecuatoriana lo sugirió.
“Lo recuerdo como un momento de intimidad entre mujeres migrantes que buscan estrategias para sobrevivir”, rememora. “Me he encontrado con miedos, a la vez me he encontrado con ese espacio para poder cuidarme”. Y de ahí el Cabaret Transmigratorio, como un espacio de tránsito que es, en sí mismo, un forma de cuido para quien(es) lo propone(n).
En el Cabaret la risa es conjuro. Se purga desde la panza. El púlpito nace adentro. Lo sagrado es la voluntad.
“El pan es esta cosa sagrada en Francia. Todos los días, como un ritual, escoges a qué panadería ir. El panadero es tu amigo, tu confidente, quien te da de comer”, comparte, y recordamos que, en el Coloquio de este año, presenté una ponencia en la cual hablé del universo de la panadería como ese lugar en el que yo, puertorriqueña negra cuir hija de un panadero, me siento segura.
Repartí pan en canastas que aún no sé del todo en donde están. Tomaron su ruta, como una botellita de licor que dio Khyo a les presentes en su performance. Lo recordamos conjurando risa a dos geografías, desde esa gran caldera de cuerpa atemporal que es una llamada a larga distancia. Son las 3:00 p.m. en Francia, las 9:00 a.m. acá en Puerto Rico, y el cielo anda hecho un tumulto de nubes que se pelea por estar. Murmullo citadino al fondo, del lado de Khyo; y un tumulto de viento isleño acá que, hasta cuando no quiere, es vapor. Tránsito, movimiento, sudor – o lo que es y siempre ha sido: cocción.
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Primera parte de serie especial desde octava edición del Coloquio del Otro Lao. Créditos de edición: La Sombrilla Cuir, María de los Milagros Colón.