La administración Roselló y el neoliberalismo sub-nacional
El Nuevo Modelo de Desarrollo Económico, producido por el Consejo de Productividad Económica (1994) de la administración del Dr. Pedro Roselló, representó uno de los primeros intentos para emitir una nueva estrategia económica ante el trastorno de la economía 936.
El documento, descrito por sus autores como un “instrumento flexible y cambiante”, fue articulado para “proveer las guías para la toma de decisiones y definir los objetivos y estrategias generales” del desarrollo económico. No obstante, la propuesta del Consejo de Productividad Económica estaba lejos de ser un plan estratégico acabado. Fue más bien, como lo describió Emilio Pantojas García (1999), un mero esquema de los principios que guiarían la gestión administrativa de la administración Roselló. El modelo proponía, entre otras cosas, desreglamentar y agilizar los procesos y trámites gubernamentales, reestructurar el sistema financiero y fiscal y; mejorar el mercado y capacidades del capital nativo. Proponía además mejorar la capacidad competitiva del país, diversificar la economía apostándole a los servicios, el turismo y la industria agrícola y; promover lazos comerciales con el Caribe y América Latina.
El nuevo modelo estaba indudablemente suscrito a la hegemonía neoliberal, en boga desde los ochenta. Para Pantojas-García (1999; 2015) lo particular del nuevo modelo era precisamente su énfasis neoliberal en la desreglamentación y la reducción de la intervención gubernamental. Pero, también era un modelo peculiar por otras razones, las cuales detallo a continuación.
Los estados como guía
Una particularidad adicional del nuevo modelo económico fue su cimiento sobre las prácticas y modelos económicos sub-nacionales. De hecho, el Consejo de Productividad se nutrió de las estrategias económicas de los estados que componen la república federal estadounidense y del nuevo paradigma que informaba las mismas desde los ochenta. Para ello, el consejo recurrió a la obra del economista R. Scott Folser (1988), autor de The New Economic Role of American States, libro citado en Nuevo Modelo de Desarrollo Económico.
Para Folser los estados no eran meras entidades jurídico-políticas. Eran también unidades económicas que él consideraba, a finales de los ochenta, sistemas económicos maduros. Los estados eran para él zonas económicas donde los mercados interactuaban de formas dinámicas y complejas y donde las instituciones gubernamentales locales jugaban un papel importante y muchas veces decisivo en el desarrollo económico. Folser partía de la observación de que a partir de los ochenta los estados eran mucho más activos y agresivos en relación a la articulación de estrategias para el desarrollo económico que en décadas anteriores. Folser y otros atribuyeron ese resurgimiento a varios factores, entre ellos, el nuevo federalismo de Ronald Reagan, una nueva generación de líderes y administradores estatales, la creciente competitividad global y los cambios en los patrones regionales de desarrollo económico. Además, el resurgimiento estatal fue en parte producto de la respuesta de los estados a la recesión económica a principios de los ochenta. En adición, la creciente conciencia del rol que los estados desempeñan en el sistema constitucional de los Estados Unidos también contribuyó a ese resurgimiento. En fin, el resurgimiento de los estados fue en gran medida una respuesta práctica, local y sub-nacional, a las nuevas circunstancias económicas y políticas en los ochenta y noventa. Y como planteó el propio Folser (1988: 311) refiriéndose a los estados: “Their role is more salient now than the previous half-century because many contemporary economic challenges are more amenable to public action at the regional and local level, and because for the moment, the federal government has willingly relinquished its leadership role in domestic policy.” Los estados simplemente utilizaban y maximizaban su autonomía económica en el marco de la república federal estadounidense, incluso para insertarse en la economía global.
El nuevo paradigma concebía el desarrollo económico en función del sector privado. Desde esa perspectiva el estado asumía el rol de facilitador de las actividades económicas de ese sector. Además, el estado también debía desarrollar procesos graduales y conmensurables para asegurar decisiones óptimas y maximizar los beneficios de sus estrategias de desarrollo. Finalmente, el nuevo paradigma requería cambios en las instituciones gubernamentales, cambios afines al nuevo rol del estado como estratega y facilitador económico en función del sector privado.
La adaptación criolla-anexionista del nuevo paradigma presuponía que dentro del marco jurídico de la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos, uno que le reconocía algo de autonomía al ELA, y concibiendo la economía insular como una más o menos integrada a la economía estadounidense, se podían implementar estrategias y cambios institucionales para estimular el crecimiento económico en el Puerto Rico post 936. El plan era redefinir las funciones económicas del ELA, asignarle un nuevo rol como facilitador de las actividades del sector privado, lo que a su vez requería cambios en el marco fiscal y regulatorio para simplificar y agilizar la actividad empresarial o corporativa. El modelo requería además una visión estratégica en lo referente a sus políticas de desarrollo. El nuevo modelo, aparte de atraer y retener industrias y crear empleos, el énfasis de Operación Manos a la Obra, enfatizaba un “desarrollo generativo”, la generación de nueva actividad económica, esto al ritmo y dinámicas del sector privado. Se trataba entonces de aprovechar los poderes estatales y/o capacidad legal del ELA, tratado como un estado de la república federal, para fomentar el desarrollo económico. Y áreas pertinentes para ello fueron el desarrollo de los recursos humanos, la provisión de servicios relacionados a la infraestructura, la reglamentación del sistema tributario y las reformas educativas.
Otra particularidad del nuevo modelo, atada a su inclinación a favor de las estrategias económicas sub-nacionales, fue su apego al “nuevo regionalismo” o “regionalismo global”. Este concepto también apareció en revistas académicas estadounidenses en la década de 1990. Se refería a los diversos enfoques para abordar importantes problemas económicos desde los grandes centros urbanos y otras unidades sub-nacionales, incluyendo la competitividad económica y la inserción de las mismas en el contexto global. Se trataba de la regionalización y globalización de las entidades sub-nacionales.
En la mayor parte de los estudios y discusiones sobre la globalización—científicas, mediáticas y o populares—el énfasis es puesto en las naciones-estado seguido de las unidades supranacionales o internacionales. Se presupone que el ascenso de las últimas ha significado el debilitamiento de la nación-estado y su abandono de sus funciones económicas. Eso explica en parte la poca atención dada a las unidades sub-nacionales en la literatura sobre el tema. Una excepción temprana fue Folser, quien reconoció que la atracción y retención de la inversión foránea y la realización de beneficios concretos en el lugar donde se materializa esa inversión, con implicaciones para el empleo, la productividad, las destrezas de la fuerza laboral y el manejo de los recursos humanos, recae muchas veces en las unidades sub-nacionales, como los estados federados o incluso ciudades. Desde esa perspectiva el estado-nación soberano no es una condición imprescindible para estimular el desarrollo económico. Y era esto lo que asumía el Nuevo Modelo de Desarrollo Económico, el que trataba la isla como una porción de la economía estadounidense pero desde la cual, a pesar de condición sub-nacional, podía estimularse el crecimiento económico. Se negaba la “economía nacional” de Puerto Rico. Algo similar ocurría en el campo de la política. Recordemos que Roselló negó que Puerto Rico fuese una nación, provocando todo un escándalo en el país. Además, estableció la paridad del español-inglés como idiomas oficiales del ELA.
Algunas observaciones adicionales
El Nuevo Modelo de Desarrollo Económico confirma entonces que lo observado por Álvaro Díaz (1997) con respecto al neoliberalismo en los países latinoamericanos también es cierto del ELA, que la globalización y la adopción de las prácticas neoliberales no significaron el abandono estatal de sus funciones económicas sino más bien la redefinición de sus formas de intervención en la economía. Es por ello que el nuevo modelo más que un plan estratégico era una guía de gestión administrativa. Aunque Díaz se refería a la nación-estado lo mismo puede decirse de otras unidades políticas sub-nacionales.
El nuevo modelo enfatizaba la desreglamentación, la privatización y el estímulo de las actividades económicas del sector de los servicios con el objetivo de reconciliar la economía insular a la “nueva economía” estadounidense, construyendo así las bases económicas para la futura anexión a los Estados Unidos. En ese sentido continuaba lo que Edgardo Meléndez Vélez llamó el “programa de la igualdad” iniciado por Carlos Romero Barceló, dirigido entre otras cosas a garantizar la viabilidad económica de Puerto Rico en su trayecto hacia la estadidad. Esa meta era incluso parte del programa político del Partido Nuevo Progresista presentado en la campaña de 1992, programa que como indicó Meléndez Vélez (1998) proponía como solución a los problemas económicos del país una integración más completa de la economía de Puerto Rico con la de Estados Unidos. Pero lo curioso es que el Consejo de Productividad Económica, al adoptar las estrategias y modelos económicos de los estados de la unión, actuaba como si la Isla ya estuviera integrada a la República Federal, como si ya fuera un territorio incorporado. La A\administración Roselló ensayaba la estadidad en materia de políticas de desarrollo económico a la vez que presuponía y estimulaba la integración económica de la Isla a Estados Unidos. Y como me recordó recientemente el amigo y colega Mario R. Cancel, tratar al ELA como un estado significaba para los anexionistas no solo progresar la estadidad sino también socavar el ELA.
En los noventa, como observara Meléndez Vélez muchos autores habían planteado la profunda integración económica de Puerto Rico a los Estados Unidos. Sin embargo, Puerto Rico no había superado sus problemas económicos. Para algunos esa integración era más bien la causante del estancamiento económico de Puerto Rico. De hecho, parte de las políticas económicas de la administración de Rafael Hernández Colón estaban dirigidas a disminuir esa integración y más bien integrar a Puerto Rico a otros mercados. Y era eso precisamente lo que pretendía el nuevo paradigma económico de los estados, integrar los mismos a economías regionales dentro y fuera de los Estados Unidos. Por un lado el nuevo modelo de la administración Roselló promovía una mayor integración económica de Puerto Rico a los Estados Unidos. Pero, por el otro se esforzaba por integrar la Isla a las economías de las regiones caribeñas y latinoamericanas, no como una economía nacional sino como una economía sub-nacional, una integrada a los Estados Unidos. Que en un anejo al Nuevo Modelo de Desarrollo Económico se citara a Kenichi Ohmae en lo referente al rol de los estados en el contexto global es indicativo de esta doble estrategia: “We now see as much intranational as international competition. North Carolina is not competing with Japan or Europe but with Boston and Sillicon Valley . . .” (En Consejo de Productividad Económica 1994)
Lo irónico del nuevo modelo, el que apelaba a las nuevas estrategias económicas de los estados, es que el resurgimiento de estos a partir de los ochenta significó la reafirmación de cierta libertad de acción ante el gobierno federal. Pero, el nuevo modelo económico de la administración Roselló, emitido desde una colonia moderna, sancionaba el ELA, el status quo, aun cuando su propósito fuese minarlo. La autonomía que reafirmaba, o más bien reproducía, era la autonomía tremendamente condicionada de un “territorio no incorporado”. Si durante la administración de Roselló Puerto Rico hubiese sido uno de los estados de la federación estadounidense, y no simulacro de estos, el nuevo modelo económico hubiese sido cónsono con el nuevo federalismo estadounidense. Pero no lo era. La propuesta de la administración Roselló confirmaba entonces la paradoja del anexionismo identificada por Meléndez Vélez: los límites estructurales del ELA, tanto políticos como económicos, exigen al PNP salvaguardar e implementar la política pública del estatus vigente. Al no poder transformar la estructura del ELA y concretar la estadidad, el PNP se veía una vez más obligado a administrarlo según las estructuras establecidas, reafirmando el status quo.
Referencias
Consejo de Productividad Económica (1994, Febrero). Nuevo Modelo de Desarrollo Económico. San Juan, Puerto Rico: Oficina del Gobernador.
Díaz, A. (1997). New Developments in Economic and Social Restructuring in Latin America. In W. C. Smith, & R. P. Korzeniewicz (Eds.), Politics, Social Change, and Economic Restructuring in Latin America (pp. 37-53). Boulder: North-South Center Press.
Folser, R. S. (1988). The New Economic Role of American States: Strategies in a Competitive World Economy.New York: Oxford University Press.
Meléndez Vélez, E. (1998). Partidos, Política Pública y Status en Puerto Rico. San Juan: Ediciones Nueva Aurora.
Pantojas-García, E. (1999). Los Estudios Económicos sobre Puerto Rico: Una Evaluación Crítica. In F. E. Marínez (Ed.), Futuro Económico de Puerto Rico (pp. 11-24). San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
Pantojas-García, E. (2015). Crónicas del Colapso: Economia, Política Y Sociedad De Puerto Rico En El Siglo Veintiuno (2nd ed.). San Juan: Ediciones Callejón.