La décima vibra en la historia de Puerto Rico
En el 1933 escribía la investigadora María Cadilla de Martínez en su libro La poesía popular en Puerto Rico que en ese entonces la décima era la más abundante producción poética de la Isla. En el siglo XV ya era cultivada en España y utilizada por los poetas de la corte Juan de Mena y Santillana. También la utilizó Lope de Vega y aparece hasta en La pícara Justina. El Cancionero de Juan Fernández de Constantina de 1914 contiene décimas con diferentes combinaciones métricas y en ella se encuentran formas del 1511. Hay una diversidad en cuanto a su métrica en los países latinoamericanos, nos indica Cadilla. Una hermosa décima recopilada por el investigador Mason nos ilustra cuán apreciado era su cultivo a comienzos del siglo XX en Puerto Rico. En el siguiente ejemplo la voz lírica del galante enamorado nos introduce a un sutil erotismo.
Mandaré a buscar a España
Doscientos empedradores
Que harán calzada de amores
Donde irás con tu compaña.
En el río haré cabaña
Con guirnaldas de azahar,
También mandaré a tapiar
Todo el río y su corriente
Porque te vea la gente
Si te fueres a bañar
En Puerto Rico la décima tuvo desde su ingreso a la Isla un auge excepcional. Es uno de los países del Caribe hispánico en que más ha sido cultivada. Por eso sorprende que el reconocido investigador cubano Virgilio López Lemus, quien ha escrito tanto sobre el tema, soslaye su existencia como parte de la producción latinoamericana, según la conferencia dictada publicada en la página web de Youtube.com en la que traza con precisión sus orígenes y versificación. Se concentra sobre todo en la prolífica producción de la chilena Violeta Parra, quien tomó del acervo popular dándole carácter original, y en su cultivo en países como Perú.
La décima puertorriqueña, sin embargo, no puede ser ignorada ni en el ámbito caribeño ni en el más amplio campo hispanoamericano. Marcelino Canino, erudito puertorriqueño, ha señalado en su libro El cantar folklórico de Puerto Rico los distintos temas que se han cultivado en la Isla incluyendo los carolingios, los marianos, los colombinos y los de ciencia. Con la excepción de los últimos años, en los que han tenido una gran divulgación géneros musicales como el reggaeton y el rap, la décima puertorriqueña se ha distinguido por su carácter identitario, además de por el cultivo de temas tan variados como el amor, lo patriótico, el paisaje y en los últimos tiempos anécdotas de tipo urbano.
El significado que tiene para la puertorriqueñidad es profundo. Se trata de que su cultivo a fines de siglo XIX y comienzos del XX alababa la flora y los elementos que se creía componían el ser puertorriqueño. Aunque pervivían temas españoles, se fue criollizando y convirtiéndose en el siglo XX en un artefacto poético de resistencia ante el régimen político. Recitada y cantada en las plazas populares, la décima se convirtió en arte de mujeres y hombres y hasta de niños.
El abogado, periodista y ensayista Luis Lloréns Torres compuso una de las más hermosas versiones de una décima amorosa. Esta se canta tanto en música jíbara como en la llamada canción de arte.
Ya está el lucero del alba
encimita del palmar,
como horquilla de cristal
en el moño de una palma.
Hacia él vuela mi alma,
buscándote en el vacío.
Si también de tu bohío
lo estuvieras tú mirando,
ahora se estarían besando
tu pensamiento y el mío.
En la década del treinta el destacado poeta y revolucionario compañero de Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer, le daría un gran realce a la décima. Muchas de sus composiciones han sido musicalizadas modernamente por el cantautor boricua Roy Brown. Entre ellas sobresale la décima con glosa de tema patriótico “Andando de noche sola”:
Qué triste es una paloma
Cantando al oscurecer
Más triste es una mujer
Andando de noche sola.
Al caer de monte en monte
El lindo manto del día
Y ya en la azul lejanía
Liquidarse el horizonte \;
Cuando al vuelo del sinsonte
Se ha enternecido la loma
Y la dulce luna asoma
cercana al canto del río
Y oida desde el bohío
¡Qué triste es una paloma!
Por la vereda sombría
Habiendo dejado el llanto
En la paz del camposanto
Hasta la ‘cienda volvía
Una sequedad me hacía
En el largo atardecer,
El ansia de fenecer,
Y esa soledad que espanta
Un lazo por la garganta
Cantando al oscurecer!
Duele mucho, mucho y hondo,
Esto que estamos mirando.
El mundo se está salvando
Y nosotros tocando fondo.
Mientras más la voz ahondo
Más fiera vibra en mi ser,
Pues si es duro en cárcel ver
Mi frente que no ha pecado,
Más triste es mirar al lado,
Más triste es una mujer.
Cuando en traje de sudores
Te miro sin compañía
Pesado el fardo y sin guía
En un ciclón de rencores.
Incendios son mis amores
A los que el canto se inmola
Como en llamas de amapola
-¡ay patria por suerte viva
Y por desgracia cautiva
Andando de noche sola!
En la década del sesenta renace en las voces líricas de Edgardo López Ferrer, Andrés Castro Ríos y Edwin Reyes, entre muchos otros que la cultivaron con distinta temática. En los ochenta el libro del extraordinario poeta Che Meléndez, Decimos décimas, prologado por Luis Rafael Sánchez, le rindió tributo al género.
La décima puertorriqueña forma parte de la cartografía de la poesía popular de América Latina. En ocasiones ha sido cantada hasta en ritmo de blues por el salsero Jerry Medina. No debe de estar olvidada en ninguna antología del Caribe como lo demuestra esta décima de Edgardo López Ferrer dedicada a una de las figuras emblemáticas de la cultura caribeña:
Décima a don Pedro
Vive la luz, ¡resplandece!
En tu frente amanecida
La palabra redimida
Por tus labios, estremece.
¡Cómo la tierra se mece
En tu entraña campesina!
¡Cómo tu sangre ilumina!
en su verdor derramada!
¡Cómo de la Patria amada
La libertad adivinas!