La guerra: explosiones y cánticos
Las llamadas “manadas de lobos” formadas por submarinos alemanes perseguían los convoyes y, con gran efectividad, hundieron una cantidad enorme de tonelaje marino. Comenzaron en la primera guerra mundial cuando los alemanes inventaron un torpedo con su propia hélice, pero hicieron fiesta durante la segunda, y hundieron por lo menos 3000 barcos. Los torpedos fueron evolucionando hasta tener la capacidad de seguir los buques, aunque estos maniobraran, lo que hacía más difícil evitarlos.
El filme Greyhound, distribuido por AppleTV+, está basado en una novela de C. S. Forester, el famoso novelista inglés de aventuras navales, quien se inventó a Horatio Hornblower. Tal vez algunos recuerden a Gregory Peck en ese papel o, más tarde, a Ioan Gruffudd en la serie de TV. Impresiona que el guion es de la autoría de la estrella de la cinta, Tom Hanks. La película les parecerá muy buena a los que disfrutan de historias de guerra, pero también a los que les gusta la aventura bélica. La cinta es muy excitante y no se debe de juzgar solo por el tema.
La acción es continua: es 1942 y el barco del título es en realidad un destructor americano que acompaña una flota de 37 barcos aliados con banderas internacionales que participan en contra de los nazis llevando suministros a Liverpool. Tres otros barcos tienen a su cargo la defensa del convoy: un destructor inglés, uno polaco, y una corbeta. El comandante Ernest Krause (Tom Hanks) está al comando de todo, a pesar de que es su primer mando importante durante la guerra. En lo que llegó a llamarse la batalla del Atlántico, había un punto donde ya no era posible recibir ayuda aérea porque los aviones tenían ya la mitad del combustible, justo para regresar a sus bases. Se le llamaba a ese lugar: El hoyo negro. De ahí, hasta que volvieran a recibir custodio aéreo faltaban tres días. Nuestra flota va a estar a la merced de una manada de submarinos que, no solo va a hundir los barcos mercantes, sino a usar una guerra psicológica contra la tripulación del Greyhound y su capitán. Han interceptado la onda radio transmisora y amenazan con destruirlos.
No hay un momento de sosiego. El filme, que dura hora y media, aumenta su tensión según la lucha se vuelve más encarnizada. Las escenas, muchas tomadas desde un barco canadiense y, más tarde desde uno americano cerca de Luisiana, son espectaculares gracias a la cinematografía de Shelly Johnson, quien ha trabajado antes con el director, Aaron Schneider. La tensión es tal que nos parece que estamos a bordo y deseamos que los cálculos de navegación y la detección del enemigo sean precisos y que los puedan eliminar sin sufrir más pérdidas. La película costó $50 millones y se nota. Sí pueden y les interesa, no se la pierdan. Les quitará cualquier sentimiento de aborrecimiento.
Aborrecido me sentí después de un rato de Military Wives (Video on demand), la que quise ver porque en ella está Kristin Scott Thomas, a quien admiro. Thomas es Kate, la esposa del comandante de una base militar en Inglaterra y, cuando movilizan a un pelotón a Afganistán, organiza un coro entre las mujeres que quedan atrás. El asunto está basado en una historia verídica, pero, para darle forma a lo que se pudo haber dicho en 15 minutos, el guionista toma casi dos horas de chismes y conflictos obvios entre las mujeres. Lo que sí es interesante es que la guerra es lejana, pero sus consecuencias se sienten entre los problemas que desarrollan hijos y esposas por su causa. De la misma forma que uno piensa en explosiones y muertos cuando piensa en la guerra, los que tienen seres queridos en el frente piensan si van o no a regresar intactos, destruidos o muertos. Esas partes de la cinta son muy efectivas y permiten que, aunque la nota total no pasa de C-, uno vuelva a entender que, entre las cosas más dañinas que la humanidad conoce, está la guerra. Eso sí el coro —que en la vida real resultó ser un éxito nacional y proliferó en otras bases a lo largo del país— no tiene problemas en alcanzar muchas C altas.