“La necesidad de tus lecciones”
Platón, El banquete o del amor
Leer, leerte, pasearme por tus palabras, tomar apuntes para recapitular(me) algunas de las cosas que nos dejas dichas en 80grados es lo único que he podido hacer desde esta profunda tristeza. Nosotras nos relacionábamos con universitarias maneras y, pensándolo bien, creo que casi siempre coincidíamos en algún frente de lucha/defensa, en algo así como una inconmensurable serie de batallitas (y de alguna que otra batallota). Te leo, Mara, porque te admiro, porque siempre tienes las palabras necesarias para aclarar lo que requiere de un prístino entendimiento en cada momento.
Con tu Bancarrota del discurso político diagnosticaste el meollo mismo de nuestras crisis: un mundo cansado de pensar lo político. Tu Epístola a José M. Saldaña nos dejó la tarea de emular tu radicalidad, esa radicalidad que procura la transformación del mundo: pensar es radical porque es precisamente la única herramienta para combatir ideas/discursos autoritarios que pretenden asfixiar lo que tenemos que salvar. En Literatura y democracia nos dijiste que hay dos maneras de vivir la peste (citando a Camus), y a la radicalidad le corresponde luchar contra esa cosa que nos pretende desmantelar presentes y futuros. De ahí pasaste a pensar en la instrumentación conceptual mínima de la radicalidad: en la necesidad de sublimar la violencia, en que “[d]ebemos pensarnos insertos en una ética del otro” porque solo así podremos tener mundos nuevos (El verbo descarnado o hacernos cargo de la violencia y Lo ético es lo político). En la Dignidad de la indignación, nos diste claves para que la democracia sea real, para que sea “un ejercicio constante y responsable que tiene como su horizonte la justicia”. Y para este 2012 deseaste coraje, sí coraje porque había que trascender la indignación para que con el coraje fuésemos capaces de desorganizar el espacio simbólico, la cultura, lo civilizado. La necesidad del coraje viene de esas ganas de gritar que nos llegan “[…]cuando las estructuras pesan, cuando una quiere entrarles a burrunazos, cuando una quiere efectivamente cambiarlas”. (De la indignación al coraje)
Y mucho coraje es lo que siento hoy, de ese coraje, del de Mara, del que dan ganas de gritar y de ser fuertes. Pero en ese coraje destacan sus Caribes, yo quería/necesitaba más de tu canibalismo, más de esa idea de asumir nuestras pluralidades para atacar falsas unidades, para devorar la biblioteca Occidental y generar otras letras, yo quería más Caribes en clave de género, yo quería más… (Caribe otros…, Caribe Otros II y La biblioteca de los caníbales). De aquí en adelante será imposible pensar el Caribe sin ti. Por fortuna nos dejaste bosquejados los caminos que indican que ese canibalismo caribe es el antídoto a la Antropofagia de la civilización.
Mi medicación contra este dolor es la presencia de tus enseñanzas. La próxima vez que tenga que librar cualquier batalla (batallita o batallota), iré acompañada por la memoria de tu feminismo, de tu sentido de lo ético, de tu convicción de radicalidad. Recordaré tu capacidad para hacer que la cosa ocurra en universidades y mundos sin condición y sin paredes, para alimentar mis cobardías con tus fuerzas y mis temores con tus convicciones. Nada Mará, que nos dejas bien claro que corazón es lo que hace falta y el tuyo es inmortal. La tuya siempre será “la palabra de una mujer que interpreta la justicia, y a través de ella se nos explica a nosotros, todas y todos los espectadores de ese gran teatro, qué es lo que se juega en la escena de la justicia”. (Sobre el valor de las palabras)