La representación de la cultura en el imaginario colectivo puertorriqueño: Cómo Bad Bunny por medio de un intro de un concierto reescribió la historia de la identidad puertorriqueña

El Conejo Malo, quien disfruta de una presencia descomunal a nivel mundial, se ha diferenciado de otros artistas por su evolución como referente de moda, sus posiciones políticas y su amor patrio. A diferencia de muchos otros artistas, que rehuyen a expresarse sobre conflictos, pensamientos divergentes y cualquier otro tema que no tenga que ver con la música, Benito Martínez Ocasio, mejor conocido como Bad Bunny, no ha tenido miedo de exponer sus puntos de vista.
Mientras muchos reconocen a Bad Bunny como un ícono cultural a nivel mundial, poco se habla de su desarrollo como líder de opinión a través de su discurso cultural. Según Katz, E. y Lazarsfeld, P. (1970), un líder de opinión es una persona que posee conocimientos específicos y superiores al promedio y que a través de un proceso de reconocimiento e identificación con la audiencia se le reconoce credibilidad e influye y genera un sentimiento de identidad por su público (González-Domínguez, 2017). Estos líderes de opinión, hoy día también llamados influencers, son capaces de generar una gran capacidad de consumidores a través de sus productos culturales (canciones, películas, libros, etc.) y del altavoz que tienen por medio en sus redes sociales.
“Este es el archipiélago leyenda al que perteneces”
Por otro lado, un discurso cultural es aquel que intenta articular lo individual con lo colectivo para la formulación de problemas, indagación y soluciones, que estén más allá del sentido común (Martínez de Correa, 1995). Usualmente, quienes generan discursos culturales son los gobiernos, a través de sus políticas públicas, y las industrias culturales por medio de la creación, difusión, promoción, consumo y participación. En términos concretos, las industrias culturales son una serie de creaciones simbólicas que se multiplican en numerosas copias a través de soportes materiales o inmateriales que van al encuentro de sus receptores (Bustamante, E, 2003). Ejemplos de industrias culturales son las editoriales, las casas productoras de música y cine, y los medios de comunicación.
Un claro ejemplo de que Bad Bunny produce y emite discursos culturales fue el video introductorio a sus últimos conciertos en Puerto Rico, celebrados el 10 y 11 de diciembre de 2021, titulado P FKNR, haciendo referencia a una de sus canciones, en la que expone que “soy de P FKNR”. El video, de alrededor de siete minutos, contó con un guion escrito por el periodista Hermes Ayala y recitado por el puertorriqueño ganador del premio Oscar, Benicio del Toro. El video proyectó imágenes y audiovisuales de puertorriqueños comunes y corrientes, junto con algunos de nuestros más grandes próceres, deportistas y exponentes de todas las ramas de las artes.
Antes de comenzar el análisis del video que se proyectó en el concierto, quiero hace hincapié en que Bad Bunny expresó que tanto el video como el espectáculo, fue una especie de regalo para los puertorriqueños. ¿Regalo por qué se preguntarán? Para poder responderles debo adentrarme en el contexto identitario de Puerto Rico.
La identidad es la representación simbólica y concreta que asumen las personas, tanto como individuos como en su capacidad colectiva. Esta representación se relaciona con su posición en el espacio social; tanto con otras personas y grupos que ocupan el mismo espacio. La identidad es un referente, un conglomerado de ideas y representaciones que acercan o distancian a personas o grupos, de otros. Es un concepto complejo que parece estar estático en el tiempo, sin embargo, muchas veces su cambio y adaptación pasa desapercibido por nuestra noción lineal del tiempo. Tanto la identidad como la cultura se encuentran en constante evolución.
En el caso puertorriqueño la identidad se ha visto enfrentada por sucesos políticos y económicos que la han mantenido fragmentada por las distintas nociones de lo que es y no es por ciertos grupos, entre ellos los académicos, pero más importante aún en nuestro contexto, los partidos políticos. Al hacer un acercamiento histórico, no se pude dejar de lado que Puerto Rico ha sido una colonia desde hace 529 años; primero bajo el dominio español tras la llegada de Cristóbal Colón, en 1493, y luego de la firma del Tratado de París en 1898, bajo el imperio estadounidense.
En el contexto de ambas ocupaciones militares y políticas, una de las grandes trincheras de resistencia ante la asimilación de los imperios ha sido la cultura. Muchos argumentan que la defensa de la identidad cultural ha sido clave en la resistencia política que ha existido ya por varios siglos. La cultura es y ha sido un espacio de enfrentamientos, incluyendo importantes victorias, como la defensa del idioma español frente al inglés impuesto por los Estados Unidos.
“Que sigue a lo moriviví, resistente y pico”
Sin embargo, aun siendo para la isla la cultura un baluarte frente a los procesos de asimilación y transculturación, poco se ha desarrollado el discurso cultural hegemónico. El discurso cultural prevaleciente en Puerto Rico se desarrolló después de la creación del régimen político en 1952 y que nos persigue hasta hoy día, el Estado Libre Asociado (ELA). Dicho término jurídico asignado al nuevo modelo colonial fue la traducción que se le dio al concepto de Commonwealth, como se conoce oficialmente en inglés a Puerto Rico. En 1955, tras la fundación del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), órgano gubernamental a cargo de la producción y difusión de la cultura, fue que se comenzó a articular un discurso cultural oficial. Esta creación del discurso cultural estuvo a cargo del prócer, arqueólogo y primer director ejecutivo de ICP, don Ricardo Alegría Gallardo.
Alegría Gallardo orquestó la identidad y la cultura puertorriqueña a partir de lo que se conoce como la mezcla de las tres razas. Esta mezcla recogió en ella nuestro ADN, o sea, se cimentó en los procesos de apareamiento y colonización que hubo en Puerto Rico. Las tres razas son los indios taínos, seres originarios del territorio que ocupa Puerto Rico, los españoles y los africanos. Esta mezcolanza, aunque real, de algún modo solapó las invasiones, el racismo y la distinción de clases sociales. De hecho, el sello y logo del ICP representan esta mezcla. Según Carmen Dolores Hernández (2000), Alegría Gallardo conceptualizó el sello con la siguiente representación: el taíno junto con el cemí, y los frutos de la tierra, el maíz y la yuca, que destacan la herencia biológica y cultural; el español con una carabela de fondo y gramática del castellano, identificando la herencia de una cultura completa y elaborada; y por último, el africano, con su machete, su tambor y una máscara de vejigante, representando la herencia cultural africana y el trabajo (esclavizado) de la edificación de Puerto Rico.
Alegría Gallado reflexionó que:
A pesar de la herencia milenaria que nos viene de los taínos, del África, y sobre todo, de la España inmortal, la cultura puertorriqueña es una cultura joven. Su vitalidad, sin embargo, es grande y se manifiesta en todos los órdenes de la actividad creadora. De ella dan fe las presentes realizaciones de nuestra literatura, nuestro teatro, nuestra música, nuestras artes plásticas, nuestro afanoso laboreo en la investigación histórica, antropológica y folklórica. (1978, párr. 12)
Destaco la aportación de Alegría Gallardo porque, además de ser el autor de la identidad puertorriqueña institucional e internalizada en el imaginario colectivo puertorriqueño, fue quien dirigió el ICP por más de 18 años. Dicha concepción de lo que es ser puertorriqueño, junto a lo que conocemos como las expresiones culturales tradicionales, como lo son la gastronomía (arroz con habichuelas, aguacate y cerdo) y la música (bomba, plena y salsa), parecen haber quedado estáticas en el tiempo. La cultura o su concepción en nuestro imaginario no ha evolucionado, o al menos no significativamente desde esa elaboración y apalabramiento por Alegría Gallardo.
Establecí en un principio que la cultura identitaria se ha mantenido fragmentada por las conceptualizaciones de los distintos partidos políticos. El discurso cultural del ELA, desarrollado por el Partido Popular Democrático (PPD) a través del ICP promulgó una visión de cultura diplomática, de consensos. Me explico, al ser la cultura en este caso un espacio de luchas se creó una especie de embutido con aquellos referentes socialmente asumidos y aceptados, dejando afuera aquellos que podrían ser objeto de pugnas tanto para los puertorriqueños como para los estadounidenses. Ejemplo de ellos es la bandera que se orquestó a través de la mediación una tonalidad intermedia entre la azul marino que pertenece al blasón estadounidense (y defendida por aquellos que creen en la anexión) y el azul celeste defendido por los que creen en la independencia. Otro ejemplo es el himno, que, en vez de utilizarse el revolucionario, que alude a las luchas patrióticas de país, cuya característica se refleja en la mayoría de los himnos de las naciones, La Borinqueña dista de ello. Pues la canción solo se enfoca en la belleza del paisaje como lo son las playas y sobre la figura de Cristóbal Colón.
Es por ello que la representación de cultura que presentó Bad Bunny por medio de su video introductorio al concierto cobra una relevancia invaluable. Pues en el cortometraje el artista propuso un discurso cultural que se parece mucho a un relato contra hegemónico. Un discurso contra hegemónico según Gramnci (2004) es aquel que intenta crear una nueva cultura por medio de la difusion de verdades críticas, que, aunque no son nuevas, se quieren socializar con el fin de convertirlas en vitales; asumiéndolas como elementos de orden intelectual y moral.
“Vamos libre de odio, eso sí”
El puertorriqueño, como ser colonizado, sufre del síndrome de Estocolmo, toda vez que nuestro orgullo y autoestima han sido, durante siglos, lacerados. Se nos educa que somos alegres, pacíficos, vagos, corruptos e incapaces de gobernarnos y tomar las riendas sobre nuestro destino. Claro está, este discurso proveniente desde el imperio y aquellos que lo apoya, es muy conveniente, pues es una manera de mantenernos bajo su yugo. Con estas caracterizaciones asimiladas crecieron muchos boricuas. Los que se piensan distintos, por creer que son capaces de transformar la sociedad y cambiar el rumbo político y social, les tilda de comunistas e independentistas, cosa que, en Puerto Rico, además de reprochable, es una especie de insulto. Durante años, cualquier tipo de reivindicación identitaria fue prohibida por ley, tal fue el caso de la Ley 53 de 1948, mejor conocida como la Ley de la Mordaza.[1]
Luego de muchos procesos que tenían como fin el negarnos una identidad propia con todos sus colores y matices, el video introductorio de Benito, Crónica del Archipiélago Leyenda, provocó tanto lágrimas, euforia y orgullo como viejos resentimientos y discursos políticos. Es que parte del relato colectivo que nos han inculcado alude una versión tergiversada de historia en donde fuimos salvados por los imperios, porque sin ellos nunca habría llegado la civilización y hoy, no viviríamos más que un contexto de salvajismo. Por lo tanto, fragmentos de la lírica que dice “es la misma historia que escribieron Lola (Lolita Lebrón, Lola Rodríguez de Tió)[2] y Agueybaná[3] cuando no se dejaron meter las cabras de los invasores” levantaron pasiones, pues aluden a un contradiscurso hegemónico que proclama que no fuimos pasivos ni serviles ante los conquistadores, en oposición a lo que se nos enseñó en las escuelas mientras crecíamos.
El video también reseñó a través de su lírica y audiovisuales material de la revuelta del Verano del 2019, además de hacer memoria de problemáticas sociales puntuales, como el cierre de las 400 escuelas que el Departamento de Educación apoyó. Por medio del material audiovisual, recogido por Amanda Nemcik, y compuesto de sobre 200 fotografías y videos, se reconstruyó parte de la historia que por siglos ha intentado de ser borrada. Es decir, el audiovisual recoge en sí una parte de la memoria colectiva del país que, desde sus instituciones políticas, en especial aquellas en las que yace la educación, se ha dejado de lado. En el cortometraje aparecieron los rostros de algunos de nuestros próceres y figuras más controversiales por sus luchas contra el coloniaje, como Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer, Blanca Canales y Mariana Bracetti (esta última diseñó e hiló la bandera con el azul celeste).
“Yo soy lo que tú eres”
La cinta tampoco escatimó al incluir a líderes sociales y comunitarios de nuestro tiempo que, como ‘Tito Kayak’, el insigne defensor de las playas, pocas veces se reconocen. Además, hizo una clara reverencia a la historia negra con caras como las de la familia Cepeda, que han sido invisibilizas desde el discurso cultural institucional y solo se les reconoce en ciertas ocasiones. También se hizo eco de importantes luchas políticas y sociales, como la del idioma, por medio de un clip del gran pelotero Roberto Clemente hablando español ante los medios estadounidenses y la aparición de Adolfina Villanueva, asesinada por la Policía mientras era desahuciada de su humilde hogar en el pueblo de Loíza.
Sus creadores incorporaron una buena selección de figuras puertorriqueñas en las que hubo una prominente participación de mujeres y personas que se dedican a ramas distintas a las que nos caracterizan; como lo son los deportes por el reconocimiento de la delegación puertorriqueña en las olimpiadas y certámenes de bellezas que también poseen una representación propia e independente de los Estados Unidos. A su vez, el video se cuidó mucho de incluir figuras políticas o mediáticas contemporáneas, periodo para el que se enfatizaron los artistas. Esto reflejó gran recelo de lo que significa la unión como compatriotas, dado a que nuestros principales partidos políticos se distinguen por sus posturas en relación al estatus con la metrópoli y su concepto de cultura e identidad.
“No hay orgullo más grande en cada logro que el de decir Yo soy de P fucking R”
El video, dirigido por Arí Maniel Cruz Suárez, demostró lo que sostenía Johnson Laird (1990) sobre los modelos mentales: que las relaciones entre discursos y la sociedad son mediatizadas por la cultura. También, que es en los procesos hegemónicos donde se legitima, redefine y disputa el poder. Bad Bunny ha utilizado su personaje anclado en la cultura de masas, o sea la unificación de su poder y participación en los medios de comunicación y cultura para propulsar por medio de la cultura mediática un relato cultural distinto. La cultura mediática es aquella a través de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías logra moldear un conjunto de prácticas sociales. Por lo tanto, Benito a través del cortometraje logró sembrar una idea de cultura distinta que parece por el gran apoyo que recibió haber sido aceptada y asumida, moldeando el imaginario colectivo.
Si tomamos la definición de lo masivo o la cultura de masas como la concibe Martín Barbero (1989), entendemos que es por medio de la comunicación que se regulan las relaciones humanas y que la cultura basada en símbolos y como red de comunicaciones puede llevarle a las clases populares elementos de circulación cultural que pueden rompen con la concepción hegemónica. Y esto fue precisamente lo que provocó la cinta, hizo una hendidura en un discurso cultura institucional poco cuestionado, al menos desde las masas.
Para una sociedad como la puertorriqueña, desvalorizada continuamente, poder presenciar un video que contara nuestra historia desde una perspectiva anclada en el amor y orgullo y no en el miedo, significó que se pueden insertar narrativas distintas sobre cultura e identidad y que estas sean apreciadas y adquiridas como ciertas. El corto aunque no se hizo por medio de un proceso participativo (porque solo incidieron en ellas sus creadores), sí integró una gama de personajes, discursos e historias que han sido marginados desde el estado y consecuentemente la sociedad civil.
En tiempos en que existe un monopolio sobre la cultura y a su vez prevalece un discurso globalizado proveniente del país que domina a la isla (Lipovetsky & Serroy, 2010), que un intro de siete minutos pudiera alcanzar la difusión, apropiamiento e integración en nuestro imaginario colectivo solo se puede explicar como una manifestación de lo que se conoce como resistencia cultural.[4]
La importancia de la resistencia y la diversidad cultural ante el nuevo panorama de cultura globalizada es fundamental porque las industrias culturales construyen y se apropian del imaginario de quienes las consumen. En el caso puertorriqueño, la resistencia cultural se puede explicar de la siguiente manera:
Tal resistencia, prolongada y multiforme sólo es posible porque al preservar su cultura e identidad las masas populares guardan intacto el sentimiento de la dignidad individual y colectiva, a pesar de las vejaciones, las humillaciones y las sevicias de las que a menudo son objeto. (Barraza, 1995, p.32)
Bad Bunny y su equipo de trabajo han logrado no tan solo entender las dinámicas del mercado, sino adueñarse de ellas, porque como líder de opinión versa una capacidad extraordinaria para entender los gustos de las personas comunes y, a través de su producción de música, transmitir estilos de vida, posiciones sociales y políticas.
Tal como lo plantea Van Zoonen (2005), el éxito del artista no recae en apoyar una posición política, sino una causa con la que muchos de sus seguidores también se identifican y apoyan. La misma autora asegura que la música popular sirve como una manera de expresar y reforzar la identidad y estilo de vida de las personas. El intro de Bad Bunny sirve como un proceso de mediación que resiste el discurso hegemónico porque que “la cultura es la expresión y manifestación más vigorosa, pues en ella se encuentra el psiquis ideológico o idealista, que reside la realidad material e histórica de la sociedad dominada o por dominar” (Barraza, 1945, p.42).
Reconociendo que el video introductorio al concierto es un elemento de un espectáculo completo y no un documental sobre la puertorriqueñidad, Bad Bunny, consciente o inconscientemente, mercantilizó y masificó su idea de puertorriqueñidad. Más importante aún, creó un referente moderno, audaz y actualizado de la cultura y lo que somos como país. Es decir, recuperó y proyectó parte de la memoria colectiva que ha querido ser olvidada desde las instituciones públicas; y la utilizó como proceso de transformación. En el imaginario colectivo puertorriqueño queda, contra toda indicación lo que escribió Ayala, que somos reyes, reinas, campeones y leyendas. Somos boricuas.
[1] Ley Número 53 de 1948 criminalizaba la lucha por la independencia y suprimía dos de los derechos principales de la democracia como lo son el derecho de expresión oral y escrita y el derecho de reunión. Textualmente la ley decía lo siguiente: es “delito grave el fomentar, abogar, aconsejar o predicar, voluntariamente o a sabiendas, la necesidad, deseabilidad o conveniencia de derrocar, destruir o paralizar el Gobierno Insular por medio de la fuerza o la violencia”. A su vez, criminalizaba cualquier acto que se viera como uno que resaltara la identidad puertorriqueña, como el tener banderas y exhibirlas públicamente.
[2] Lolita Lebrón es una puertorriqueña que perteneció al partido nacionalista y en el 1954 junto con cuatro hombres tomó el pleno de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, colgando nuestra bandera y tiroteando a los miembros de la cámara baja con la misión de lograr o al menos atraer atención a la independencia. Cinco resultaron heridos, pero no hubo ningún muerto.
[3] Agueybaná “el bravo” fue uno de los caciques (gobernante) taínos más poderosos en Puerto Rico y fue quien ahogó a Diego Salcedo en un río en un acto de rebelión contra ellos por hacerle llevar trabajo forzado a los taínos (que eventualmente desembocará en el exterminio) y a su vez probar que los conquistadores no eran dioses.
[4] La resistencia cultural ocurre cuando un grupo en determinado lugar y espacio rechaza movimientos de asimilación (Glosarios Alicante, 2018) o transculturación de un grupo político o económico más dominante (Ortiz, 1942). Para Amílcar Cabral, teórico cultural y estudioso de los procesos de resistencia, la cultura es un método de movilización de grupo y un arma en la lucha por la independencia (Barraza, 1945). Para Cabral, este fenómeno se observa en las masas que “sometidas a la dominación política y a la explotación económica les permite encontrar en su propia cultura el único reducto para preservar su identidad