Lenguaje y colonialismo espiritual
Saludos Aida Vergne:
Salvador Tió sigue dando de qué hablar, porque sigue vigente y fundamental. Porque había grandeza en sus palabras y nunca cultivó la pequeñez de las ofensas. Por eso trasciende. Y aprovecho para recordarle que él no solo habló sobre el espanglish. Acuñó la palabra en el 1947 cuando publicó en el Diario de Puerto Rico un artículo humorístico titulado “La teoría del espanglish”. Y fue profético al afirmar que la forma en que estaban abordando el bilingüismo, el español acabaría en un espanglish . Que él describió como dos medias lenguas que no suman una y cuando lo escribió estaba observando lo que sucedía en las comunidades boricuas en Estados Unidos como lo que podría suceder en Puerto Rico.
Me parece que usted, del saque, confunde vocablos; porque el espanglish del que habla mi padre son dos medias lenguas, y nada tiene que ver con el spanglish sin E, que usted cita. El bilingüismo, el code-switching y hablar espanglish son cosas diferentes. Y sobre ésta y otras confusiones que emanan de sus expresiones, espero aclarárselas más adelante.
Antes de asomarnos a la visión que tenía mi padre sobre bilingüismo, vil-lingüismo y espanglish, como sé que le hace tanto caso a los lingüistas voy empezar por citar fragmentos de un artículo esclarecedor que se publicará en la revista Dilos de la Academia de la Lengua, escrito por la Dra. Amparo Morales de Walters titulado “Las medias lenguas y el espanglish”. Para buscar artículos de dicha revista puede consultar en la página de la Academia de la Lengua. (www.academiapr.org)
Este artículo que voy a proceder a citar se suma a las conclusiones de otros lingüistas que plantean lo que mi padre advirtió que pasaría y le está sucediendo al español en EEUU. Es evidente que cuando se descompone y se pudre la lengua acaba en dos medias lenguas que no suman una. Y eso es lamentable que le suceda a los hispanos en ese país, pero es una tragedia y un suicidio cultural si propiciamos que suceda aquí.
En el mencionado artículo la Dra. Morales empieza aclarando términos, no confundiéndolos y nos dice que: “media lengua”, término de larga tradición lingüística, se entiende “lengua mezclada y añade citando a Moreno Fernández en una ponencia presentada en el III CILE (Congreso Internacional de Lengua Española), 2009:
El mundo hispánico, nos dice Moreno Fernández se puede concebir como un inmenso sistema geo-socio-lingüístico…. En él aparecen las “medias lenguas”, lenguas mezcladas, soluciones de frontera o de convivencia de etnias. El origen de estas soluciones limítrofes es muy variado, simple vecindad histórica, colonizaciones o migraciones; todas han sufrido procesos de acomodación que han producido convergencia lingüística en el discurso de sus hablantes.
Y llega a donde nos atañe cuando sigue: El espanglish, es una mezcla de inglés y español, es, tal vez, el caso más complejo porque las dos lenguas están muy alejadas entre sí y EEUU, donde se da el fenómeno, es una sociedad muy compleja. Los hispanos, sus usuarios, no constituyen un grupo homogéneo, las condiciones económicas y educativas de las distintas comunidades hispanas son muy diferentes. Debido a sus características migratorias, la población hispana presenta una composición interna muy variada…
En Norteamérica el español vive en una situación de crisis demográfica. Es un hecho que mientras en Hispanoamérica y en España conviven tres generaciones de hablantes, en EEUU solo lo hacen dos. El español de los EEUU es casi exclusivamente lengua de inmigración, el español solo lo hablan de forma habitual en contextos sociales formales e informales, íntimos y públicos, los inmigrantes y sus hijos, es decir, los que se ha denominado primera y segunda generación. Estas dos generaciones, salvo situaciones muy excepcionales, no logran transmitir el español a la tercera generación. Dentro de una misma familia se encuentran personas que hablan español, junto a los que lo entienden solo de una forma pasiva. (exactamente lo que escribió tantas veces mi padre)
Las investigaciones lingüísticas han demostrado que el español de los EE UU está sufriendo procesos de reducción y simplificación, característicos de las situaciones de lenguas en contacto. Una de sus manifestaciones más patentes es la reducción del paradigma verbal. El inventario verbal de la primera generación es igual o muy parecido al hispanoamericano o peninsular, pero las siguientes generaciones ya tienen un paradigma abreviado con poco uso del modo subjuntivo y abuso de las formas no personales, especialmente los de la tercera generación que muestran, además limitaciones en el inventario de recursos sintácticos. Las investigaciones insisten en que su español se caracteriza más por lo que le falta que por lo que añade, es decir, más por la ausencia de recursos lingüísticos y no tanto por los elementos sustitutivos del inglés, aunque, desde luego, también se aprecian estructuras y formas prestadas en su discurso.
Es evidente que la conclusión de este y otros estudios del siglo XXI, los anticipó mi padre desde mediados del siglo XX cuando afirmó que el peligro era que el español en Puerto Rico terminara como en las ciudades de migrantes en Estados Unidos, con un lenguaje casero, tosco, sin vuelo, no apto para el poder ni para la creación. Profetizó que el choque de estas dos lenguas acabaría desplazando el español en una subalternidad insufrible y desnaturalizante. Apoyaba que se aprendiera bien el inglés. Y que bien aprendida la lengua materna facilitaba aprender bien otras.
Advirtió entonces de la torpe y desnaturalizante política educativa en Puerto Rico que se negaba a reforzar y dar énfasis a la enseñanza del español. Porque esto podía desembocar en un separatismo o enquistamiento lingüístico, con la trágica consecuencia de separarnos de la lengua general, desvinculándonos de una cultura mayor, de una lengua mayor de la que formamos parte. Porque Neruda y Borges son tan nuestros, tan latinoamericanos y tan universales como Julia y Palés. Interpretó con razón que geográficamente somos una isla, pero culturalmente somos un continente porque formamos parte de una lengua mayor que hablan 500 millones de hispanoparlantes en 4 continentes. Eliminar dicha riqueza lingüística lo catalogaba como un suicidio cultural.
Entendió como importante, necesario y útil el bilingüismo que aspira a dominar una segunda lengua como el inglés y mejor si se pueden aprender otras lenguas. Pero combatió el vil-lingüismo, ese “paradigma de la reducción verbal», que habla el estudio que acabo de citar, el mismo que acaban hablando los migrantes en E.U. y que nos negamos a que pase aquí. Afirmaba con razón que no hay razón para fomentar un aprendizaje de otra lenguaje de forma que lesione la propia hasta el punto de llegar a desfigurarla. Cuando se alcanza el dominio de las dos lenguas , no se mezclan. Se pueden mantener juntas pero no revueltas.
Advirtió que la política educativa de un país no se diseña para migrantes. Repudió el daño que se le hace a la cultura, cuando una política educativa fomenta la carencia expresiva entre los estudiantes. Porque son los ingredientes perfectos para crear un caldo de cultivo que desemboca en el tiempo en papiamento, en confusión, en desnaturalización, esto acarrea otros males sociales. Y recalcaba: todo lo que sea podarle a un hombre el orgullo de sus raíces históricas y culturales y atrofiarle con su lengua la capacidad para pensar y para crear es disminuirlo y empequeñecerlo.
Combatió lo que llaman la interlengua, que consiste en una tendencia temporera en la que varias generaciones usan su lengua, pero poco a poco y muchas veces imperceptiblemente para los que la hablan, se va desfigurando, sustituyendo en el tiempo hasta diluirse en la dominante, como sucede con los migrantes en EEUU y lo comprueba este estudio en el que participaron tres generaciones de migrantes.
Entendió mi padre que un país que se respeta tiene que empezar por respetar su lengua. Solo al colonialismo espiritual se le puede ocurrir tener como meta el empobrecimiento de la propia lengua, mezclar palabras para disminuir la capacidad expresiva y que eso se convierta en un ideal educativo para todo un país. A menos que la meta educativa y el ideal sea que Puerto Rico acabe hablando el empobrecido espanglish de los migrantes en Estados Unidos y que dejemos de ser un país, despreciando y disminuyendo nuestra lengua materna. Y si la lengua es el alma de los pueblos esto sería desalmado.
Y créame no hay nada más colonizado que querer imponerle a un país, a una nacionalidad históricamente diferenciada como es Puerto Rico, y que su lengua acabe en esa patética descomposición lingüística. Sobre todo cuando poseemos una gran lengua, que hemos recreado y acrecentado con nuestros grandes poetas, compositores, artistas, cantantes que viajan con su español por todo el mundo y se han hecho significar y enorgullecernos. Creo que parte del problema consiste en que algunos nos quieren ver como lo que no somos, migrantes, como una minoría en una ciudad en EEUU, y no como lo que somos, una nación y un país con sueños más grandes que su geografía. Correcto fue el diagnóstico de Tió cuando escribió “que la decadencia de un pueblo va siempre acompañado de una desvalorización de su idioma”.
El estudio que cita la Dra. Morales coincide con las mismas razones que llevaron a mi padre a acuñar la palabra “espanglish” o medias lenguas. El spanglish, sin e de la Dra. Ana Celia Zentella, que usted cita: “donde los hablantes que alternan códigos, no deforman nada, como la define la Academia, ni hablan “medias lenguas”… Pues si no hablan medias lenguas no es espanglish. Lo que se referiría entonces sería a lo que llaman ahora el code-switching y una de sus acepciones consiste en que dos personas que dominan dos idiomas pueden cómodamente cambiar del inglés al español y expresarse apropiadamente sin deformar ambas lenguas. Y no cabe duda, eso requiere tener destrezas lingüísticas.
Pero si hablamos de destrezas lingüísticas, nada como la que demuestran nuestros improvisadores de décimas, que algunos no son universitarios pero se expresan mejor que muchos profesionales con títulos.
Reitero, el bilingüismo de las destrezas del code-switching, al que yo me refiero no es el espanglish al que se refirió mi padre y es absurdo que usted evalúe dicho término que él inventó, definió e interpretó, para que ahora, fuera de contexto, lo descarte desde una ignorancia burda y arbitraria mientras tilda de soberbia sus posturas. Sobre todo al afirmar que como Tió no era lingüista no tenía autoridad para escribir sobre el tema. Según dicha teoría, ni Unamuno, ni Ortega y Gasset, ni García Lorca podrían opinar sobre el lenguaje. Según usted, los que mejor usan la lengua, los que la aman, no pueden opinar sobre ella. Además, vuelve usted a equivocarse. Le informo que sí hay lingüistas como John Lipski, entre otros, que sí han escrito citando ensayos de mi padre sobre la lengua. Y para que entienda y no le quepa duda de cual es el espanglish del que hablaba mi padre, lo ilustro con uno de sus ejemplos. En uno de sus ensayos podemos oír a una puertorriqueña rezando el rosario en Nueva York: “que Dios me saque de trouble y me lleve a un sitio nice.” ¿Ve la diferencia? ¿Ve qué mucho trouble es el espanglish y qué nice sería entenderlo?
Aunque en algo tiene usted razón. Mi padre no era lingüista, su defensa de la lengua materna partía de otra visión, de una dimensión social, humana y cívica, creía como escribió Wittgenstein, que un lenguaje dado es una forma de vida. Porque Tió se adentró y veía la lengua a través de la cultura de un pueblo y esa es también una forma fundamental, válida, certera, ética, real y correcta de acercarse a la lengua.
Bilingüismo, -ser bilingüe de verdad planteaba mi padre- consiste en dominar dos lenguas, que pueden estar juntas, pero no se mezclan para chocar y disminuirse entre sí. Deben servir para fertilizarse, no para desfigurarse y encapsularse, que es en lo que acabaría con el tiempo, convertidas en un dialecto, en un español destartalado. Porque cuando Salvador Tió decía que no se deben mezclar, lo decía tanto por los anglicismos innecesarios, como por la mezcla de vocablos usados indiscriminadamente. No por dos personas que dominando ambas lenguas y puedan moverse con facilidad y cambiar de una a otra.
No creía en la idea positivista, donde todo es neutral y pueden registrarse todos los fenómenos lingüísticos y no se puede pasar juicio sobre ello, porque todo está permitido, y todo cambia, y hay que dejarlo a lo que salga. Esa es una teoría ampliamente derrotada por los lingüistas. Y sí todo cambia, pero hay algo que permanece constante y es la lengua. El árbol de mango puede transformarse en el tiempo, pero no va a cambiar para ser un árbol de pera.
No concibo ninguna gran literatura, ni ningún país que se respete a sí mismo y tenga orgullo de lo que es, que su misión sea graduar en escuelas y universidades a ciudadanos y profesionales que terminen hablando medias lenguas. Impensable que a Francia se le ocurra preparar profesionales que salgan escribiendo y hablando franglais en lugar de francés o que EEUU gradúe a norteamericanos para que salgan hablando inglañol en lugar de inglés. Eso solo se le ocurre a los colonizados. Recuerdo que hace unos años unas compañías americanas fueron a buscar a Miami personas bilingües para trabajar en sus sucursales en Latinoamérica. Al poco tiempo tuvieron que regresar, porque no podían redactar una carta, ni hablar con fluidez el español. Tuvieron que venir a buscarlos a Puerto Rico porque hablaban buen español e inglés como segundo idioma. Sería irresponsable dañar y desfigurar la lengua materna y quedar inservibles a los dos mundos, el daño sería tanto económico como espiritual.
Bilinguismo – Vil linguismo y Anglisismo
Salvador Tió no era un purista, sabía que el bilingüismo también propició el uso de anglicismos que han enriquecido la lengua y ya son parte de la nuestra. Existe infinidad de palabras inglesas que enriquecen la lengua como parking, récord, controversial, estándar, estrés, control, chequear, crucial, etc., como sucedió con el árabe a través de los siglos que enriqueció también el español incorporando miles de palabras como aceite, sofá, aljibe, arroz, almohada, álgebra, barrio, olé, quiosco, aljibe, tambor, tamarindo, robo, limón, lima, carcajada, etc..
Pero Tió tenía razón al afirmar que era contaminante, perjudicial y peligroso sustituir una palabra adecuada por algo tan inadecuado como decir: “diméame” la luz en vez de atenuarla, o hablar en inglañol, que es otra palabra que acuñó Tió y que consiste en darle a las palabras españolas el sentido que tienen en inglés. Por ejemplo, decir “apología” en lugar de excusa, que en español es elogio; o decir las “figuras” de la cuenta de banco, en lugar de hablar de “cifras”. Decir realizar que en español es hacer y en inglés es darse cuenta. Y confundir “fatalidad” que en español es desdicha o predestinación con el fatality que se usa en inglés para decir muerte y creer que es un gran acierto decir que los puertorriqueños sufrieron 2,000 “fatalidades” en Irak, y que miles de heridos fueron miles de “casualidades” (casualties) . Y que le van a introducir la señorita al profesor en lugar de presentarla. Y cuando esto pasa, la lengua pierde agilidad, sentido y belleza.
A Tió le preocupaban y le angustiaban los resultados de ese vil-lingüismo: la ambivalencia lingüística de los estudiantes con su secuela inevitable, la vacilación, la tartamudez, la imprecisión, la falta de fluidez, la ausencia de matices y de hondura en las reflexiones. Una expresión paralítica, sin agilidad, muy inferior al grado de inteligencia de los que hablan. Y para eso no hay que ir a un laboratorio, me remito a la radio, a la escuela y a los recientes resultados del College Board, y a las pruebas puertorriqueñas, como también oír a nuestros funcionarios públicos y a profesionales hablar por radio y televisión.
Tió insistía ayer en lo que hoy es inaplazable: enfatizar la enseñanza del español en las escuelas. No hacerlo era y es un despojo cultural contra el pueblo y la nación. Pero él no fue el único que advirtió del peligro, fueron muchos. Y ahora acaban de levantar su voz los estudiante del Colegio San Carlos en Aguadilla cuando claman públicamente que no se les “atrofie” el español. Y me conmueven y los aplaudo por sus nobles aspiraciones, porque quieren adueñarse de su lengua, porque la aprecian. Contrario a lo que usted piensa, los estudiantes aunque no son lingüistas, sí tienen autoridad para hablar de lo que les afecta, observan y sienten. En verdad, la intolerancia es prima hermana de la soberbia. Se expresaron estos estudiantes sin más títulos que su corazón, no por ideologías, intuyen que la desfiguración de su lengua va de la mano del empobrecimiento del espíritu. Y aprovecho para unirme a su clamor y exigirle al Departamento de Educación, que fortalezca la enseñanza del español en las escuelas, porque es un derecho inalienable que tienen los jóvenes, que se les enseñe a hablar, leer y escribir bien su idioma.
No hacerlo equivale a un maltrato. Maltrato que no se reduce al infame maltrato físico. Se agrede también a los estudiantes cuando el sistema les debilita, les atrofia su inteligencia y capacidades expresivas al no poder escribir coherentemente un párrafo, ni expresar ideas y sentimientos. La lengua es lo más parecido a la libertad, no dominarla es aprisionarla y aprisionarnos.
Y la prueba es que muchos estudiantes llegan a la Universidad sin lenguaje suficiente e inclusive los que se gradúan de leyes son incapaces de redactar un alegato. Y eso para mi padre era motivo de angustia y de preocupación.
Una lengua empobrecida solo puede producir pensamientos raquíticos. Preservar la lengua en Puerto Rico es parte de nuestro orgullo, es parte de nuestro sentimiento nacional.
Sobre lingüística, amor y soberbia
En ánimo de seguir aclarando conceptos le digo que hay personas que hablan desde la soberbia de los títulos, y otros que hablan desde el amor, no confundamos los términos. Desde ese último habló Salvador Tió. Su doctorado fue su pluma y desde ese amor por las palabras se expresó, como tantos escritores con pasión enamorada y lúcida, pero sin arbitrariedad. Y por lo mismo que no era un lingüista, podía acercarse como poeta a la lengua desde otras latitudes del espíritu y eso le añadía otra comprensión, más amplia y significativa.
Eso lo entendió Emilio S. Belaval, al explicar la función del escritor ciudadano cuando escribió sobre mi padre:
Yo no soy un humorista. Mi generación tiene en Salvador Tió nuestro humorista, un humorista como deben ser los humoristas, dotado de una fuerte cultura, con comprensión mayor de la tragedia del hombre que la tiene el economista, el profesor o el crítico, que además tiene gracia para escribir en cuyo espejo, donde ya ha empezado a cuartearse el azogue se retrata una humanidad distinta a la que el vulgo conoce. Puede ser que este espejo del humorismo sea el más apropiado para presentar la intríngulis de un mundo agónico. Pero el humorismo puertorriqueño es una responsabilidad de Salvador Tió, de la cual yo no pienso descargarlo.
Espero que estas palabras le aclaren algo porque no hay que ser lingüista para opinar sobre la lengua. Salvador Tió como escritor y como Presidente de la Academia de la Lengua tenía la autoridad y el conocimiento para interpretar y comentar muchos de los estudios lingüísticos que aparecían en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Me interesa poner de manifiesto ese amor hermoso y poderoso que sintió mi padre por su lengua materna que no tiene nada que ver con la lingüística. Para ello le presento al Tió enamorado de su lengua. Escribió en el artículo “Palabras de angustia y de esperanza”: Cuando se ama una lengua como cuando se ama una mujer nos regodeamos en el juego que ha de llevarnos al acercamiento y a la posesión, hay placer en el juego de palabras como en el juego del amor. Y hay placer cuando hay pasión.
Tió se acercaba a la lengua también como poeta, no como lingüista y por eso traía otra mirada, otra riqueza. Sentía placer al ordenar las palabras porque sabía que era la manera de ordenar el pensamiento, por eso veía la naturaleza y veía lenguaje porque sabía que fue la maestra del idioma del hombre primitivo y escribió:
El hombre aprendió a hablar con el susurro del viento en los árboles, con el murmullo del agua del río, con el rumor de las olas del mar. Debe haber aprendido la r con todo lo que se arrastra en la selva; y la k con todo lo que cae, tronco, roca, peñasco. Primero la imitó. Después la recreó. Las palabras con r dicen ruido; las palabras con k dicen caída, las palabras con l son de la luz que está en la estrella, el lucero y el sol. La a pregunta, con la o decimos el asombro; con la e lo que se pone en duda. Con la i la sonrisa; no se puede decir “sí” sin sonreír. Y la u es la letra del susto, del temor.
El hombre aprendió a hablar con los pájaros y muchos se llaman como se llaman porque ellos mismos nos dijeron su nombre; el juí, el judío, el bienteveo, el guaraguao, el pitirre. Y éstos que señalo son nombres nuestros, no lo dice así nadie más. Y el coquí, también él mismo se puso el nombre. La n es letra de fuerza. Con ella nos negamos, a lo que sea. La n es la del “no”, que atemoriza, la ñ nos da el “ñeñeñé”, del hombre “ñénguere”, pero también el “coño” del indignado.
La carga emocional que una lengua va acumulando en el alma de los que la hablan es insustituible. En las cosas que pueden decirse en una lengua y no pueden traducirse sin perder su gracia y su sentido, está el carácter de un pueblo, su genio y su figura.
Y añado, amamos la lengua porque tiene la capacidad de transformarnos. Porque es nuestro mayor activo, porque es el oro que encontró y recreó Neruda en esa mina apalabrada que nos enriquece la vida y que todos llevamos dentro. Nos dejaron el oro de las palabras poetas, que es donde nace el milagro del lenguaje que existe en cada uno de nosotros, es cuestión de extraerlas, son las inagotables y preciosas pepitas de oro, es la veta que vive en la imaginación y en el impulso creador de cada generación, porque esa lengua creadora que no podemos dejar empobrecer, nos da fuerza de vida. Y créame, vamos a seguir conociéndola, amándola y defendiéndola, porque estamos hechos de palabras, porque la lengua en Puerto Rico es también nuestra patria y en ella se fragua nuestra unidad nacional y cultural. Y como decía esa gran poeta chilena Gabriela Mistral “fuera de su cultura el hombre estalla en el vacío”.