Manuel de Landa: chamán de la razón sintética
Si se entiende que un chamán es alguien que acude a la capacidad de agencia de seres no humanos, como animales, plantas, objetos, materiales y entidades supervitales, Manuel de Landa lo es, aunque en un sentido nada místico, sino desde un pensamiento netamente materialista. El autor de Philosophy and Simulation. The Emergence of Synthetic Reason, publicado en 2011, nació en México en 1952, pero desde 1975 vive en Nueva York y ha desempeñado su carrera de cineasta, artista digital, programador de software y filósofo de la ciencia en esa ciudad. Ha escrito toda su obra en inglés y quizás por tal razón su pensamiento es relativamente desconocido en el ámbito hispánico. Probablemente, el más importante vínculo profesional que de Landa todavía mantiene con México sea la chamán indígena a quien consulta desde hace décadas y que le ayuda a alcanzar estados mentales hipercreativos en que su cerebro funciona como un “líquido”.
Entre los libros más notables de Manuel de Landa figuran A Thousand Years of Nonlinear History (1997) y Deleuze: History and Science (2010). Particular pertinencia para los estudios culturales podría adquirir, a mi juicio, A New Philosophy of Society. Assemblage Theory and Social Complexity (2006). Michel Foucault dijo que el siglo veintiuno sería deleuziano y Manuel de Landa entra al siglo por la puerta ancha como uno de los más originales y sugerentes seguidores de la filosofía de Gilles Deleuze y Felix Guattari y de la corriente de pensamiento neomaterialista vinculada ellos. Tal vez el invento deleuziano al que de Landa le ha sacado más partido y que más ha desarrollado personalmente sea el llamado “assemblage,” que aquí traduzco como ensamblaje. ¿Qué son los ensamblajes? Son un concepto que se expresa mejor en plural, pues le es inherente la multiplicidad. De Landa nos remite a la definición más breve obtenible del propio Deleuze: son conjuntos caracterizados por relaciones de exterioridad. Añade que los ensamblajes son todos cuyas partes son autosubsistentes, se relacionan entre sí de manera externa y no constituyen una unidad orgánica. Los átomos, las células, los organismos, las personas, las sociedades, las instituciones, los fenómenos atmosféricos, los lenguajes, son ensamblajes; se pueden descomponer en ensamblajes distintos y autónomos y además se articulan a otros ensamblajes. Hay ensamblajes materiales, energéticos e informáticos. Los ensamblajes se auto-organizan de abajo a arriba, a partir de sus partes autónomas, es decir, son emergentes. Además tienen facultad de expresión. Sean humanos, animales, vegetales, químicos, o tecnológicos, o combinaciones de lo anterior, los ensamblajes se expresan, ya sea en sus capacidades químicas, físicas o, como los humanos, lingüísticas. La identidad del ensamblaje es histórica y contingente, no está vinculada a propiedades fijas o determinantes, ni a esencias dadas. No existen diferencias esenciales entre lo orgánico y lo no orgánico, entre lo humano y lo no humano. El ensamblaje es legión. Es población, multiplicidad: de células, de átomos, personas, especies vivientes, instituciones, artefactos culturales, sonidos, gradientes de temperatura, o combinaciones de estos. Algunos traductores de Deleuze y Guattari al español usan el término “agenciamiento” por “assemblage”, y con bastante razón, pues los ensamblajes poseen agencia, es decir, capacidad de gestión: hacen cosas por cuenta propia sin que ninguna ley trascendente los rija, pues producen sus propias reglas. De Landa es de los que asume la capacidad de agencia de entidades no orgánicas, no humanas o no trascendentales. Por eso es comparable a un chamán, y por eso antropólogos como Eduardo Viveiros de Castro han señalado importantes convergencias entre el neomaterialismo delandeano y aspectos importantes del pensamiento de los indios amazónicos.
Manuel de Landa es antiesencialista y antiorgánico, opone su pensamiento a lo que llama las ontologías de la interioridad y de la organicidad, entre las que incluye la dialéctica hegeliana. Son ontologías que definen los entes a partir de cualidades interiores o dialécticas orgánicas determinadas por totalidades. En la ontología delandeana los ensamblajes no tienen cualidades “interiores”, sino capacidades y tendencias que expresan las relaciones entre sus partes autosubsistentes y con otros ensamblajes, las cuales se modifican de acuerdo a como se combinan en cada momento. Por eso dice que practica una “ontología plana”, no porque se reduzca dimensionalmente al plano, sino porque evita las jerarquías ontológicas (i.e., las determinaciones de lo general a lo particular) establecidas por la interioridad, la totalidad y la trascendencia. Se puede decir que, al ser consecuente con su materialismo radical, de Landa es también racionalista, pero no responde a una razón trascendental sino a la racionalidad inmanente a la materia, sintetizada a partir de los agenciamientos emergentes, materiales, energéticos y expresivos. Dar cuenta de esa racionalidad es el objetivo principal de su más reciente libro Philosophy and Simulation. The Emergence of Synthetic Reason, al que dedico las líneas que siguen.
La filosofía de la ciencia históricamente prevaleciente ha tendido a explicar los fenómenos del llamado mundo natural y de la sociedad a partir de leyes generales que dan cuenta de causas y efectos particulares. Se presume que es imposible que surjan efectos nuevos que no “cumplan” con alguna ley general que los explique, por lo que ante efectos imprevistos no explicables por las leyes conocidas, sólo cabe poner su status en suspenso, mientras se “descubre” la ley que los debe “regir.” Ejemplos: Cómo surge el metabolismo orgánico, la vida en un ambiente inorgánico sin rastro de ese tipo de proceso, o cómo surge una revolución en una sociedad tradicional, opresiva y marginal sin perspectiva de cambio, o un artista o forma artística completamente imprevisible desde las condiciones culturales existentes. Si bien ya hoy día la inducción se emplea como método, realmente domina una perspectiva lógica deductiva que obvia la síntesis: Tal o cual ley natural (o social) permite o explica que suceda tal fenómeno, si no se la conoce, la cuestión es encontrarla. En cambio, la perspectiva emergente sostiene que a partir de un conjunto de fenómenos del que sólo pueden dar cuenta unas “leyes” determinadas, puede surgir por cuenta propia otro conjunto de fenómenos completamente impredecibles por las “leyes” existentes, pues estos, autónomamente producen otras “leyes” que los explican, que, expresan su nuevo contenido. Los pensadores “emergentistas”, ante la innegable dificultad de explicar cómo puede surgir un fenómeno completamente nuevo a partir de un conjunto de condiciones que no contenía ninguna de las propiedades ni capacidades nuevas que luego lo definen, recurren a principios un tanto místicos y oscuros, como Henri Bergson, con el élan vital ( y yo me atrevería a añadir: como Alain Badiou, con el “acontecimiento”). El élan vital o el “acontecimiento” suenan como saltos sobre la nada, como creaciones ex nihilo un tanto místicas. El propósito del más reciente libro de Manuel de Landa es demostrar que se puede dar cuenta racional de la emergencia y de sus diferentes mecanismos recurriendo a los avances de la simulación digital. La simulación digital permite recrear los factores mínimos de una variedad de situaciones de emergencia y ver cómo ciertos ensamblajes concretamente pueden sintetizar las racionalidades de la conducta de la materia que los expresan y dar cuenta de ellos. Se trata, por supuesto, de síntesis, no de creaciones ex nihilo. A mi juicio, de Landa intenta así dar concreción al devenir deleuziano, que no es místico, pero sí mistificable en su ausencia de concreción. Según él estas simulaciones computarizadas contribuyen a “restaurar la legitimidad del concepto de emergencia porque escenifican interacciones entre entidades virtuales de las que, de hecho, emergen propiedades, tendencias y capacidades. Dado que la emergencia es reproducible en muchas computadoras, puede ser explorada y estudiada por diferentes científicos como si fuera un fenómeno de laboratorio.” Así, añade de Landa, en colaboración con las matemáticas se puede descifrar la estructura de los espacios de posibilidad a partir de los cuales se autoconstituyen las síntesis nuevas de la materia y paralelamente se sintetiza una visión de mundo materialista y racional que “le haga justicia al poder creativo de la materia y la energía.”
Para demostrar que la emergencia existe y es posible describir sus mecanismos, nuestro autor escoge recorrer en su libro la secuencia de emergencia tal vez más paradigmática de la reflexión humana planetaria de todos los tiempos: el génesis o mito de creación. De Landa de ninguna manera lo dice así, pero lo cierto es que, en la tradición del antiguo Epicuro (autor del gran poema De rerum natura), este libro produce una narración de lo real emergente que desafía los mitos de creación en el terreno de la ontogénesis y postula una secuencia alterna de autocreación de la materia y de su mundo expresivo y reflexivo, presentando una materia exuberante y afirmativa librada de la razón trascendental y de los “giros” lingüísticos. Derrida había dicho que no hay un “fuera de la escritura” y de Landa parece decir que todo adentro o afuera es relativo en la exterioridad infinita de los espacios de posibilidad de la materia. Si con la escritura Derrida se refiere a los códigos producidos por y en la materia misma, lo cual es una lectura posible (ver su Papel máquina y sus debate con Paul de Man), no hay mayor divergencia, pues en la narrativa de De Landa la materia se escribe a sí misma. Ésta se concibe, se razona y se expresa por cuenta propia sin necesidad del “pastor del ser” (Heidegger) y sin necesidad de la razón trascendental.
Capítulo por capítulo de Landa cubre episodios de autocreación de la vida y su complejidad en la historia del planeta: los primeros flujos y gradientes químicos, la “sopa prebiótica”, los primeros organismos vivos (unicelulares), la inteligencia del insecto, la memoria mamífera, las estrategias de los monos, la economía de la edad de piedra, el lenguaje primitivo, los estados arcaicos y sus economías religiosas y de guerra. Los singulares procesos de emergencia de estos ensamblajes o agenciamientos, como prefieren algunos traductores de Deleuze al español, se pueden simular por artefactos digitales tales como los autómatas celulares, los reactivos químicos artificiales, los algoritmos genéticos, las redes neurales y los portentosos multiagentes, capaces estos últimos de simular cómo emergen gramáticas, interacciones lingüísticas humanas, instituciones, economías, comunidades y sociedades. El libro describe metódicamente cómo las poderosas computadoras y softwares de las últimas décadas permiten realizar experimentos de simulación que demuestran la capacidad de estos sistemas para autoconstituirse y crear en ello sus propios códigos y territorializaciones y también sus desterritorializaciones. Cada capítulo explica la manera en que las poblaciones de átomos, organismos unicelulares, insectos, primates, humanos, pasan por interacciones plurales gobernadas por una causalidad estadística o estocástica que explica la realización de saltos concretos en su capacidad de organización computables con ecuaciones no lineales. Es evidente que la multiplicidad (entiéndase no la simple pluralidad, sino la interacción de entes plurales basada en relaciones de exterioridad, y constituidos por tales relaciones) es el principio básico de este modelo explicativo. Cada caso de auto-organización es singular e interesante.
El autor realmente moviliza extensos conocimientos relacionados con la computación, las ciencias evolutivas posdarwinianas, la bioquímica, la biología, la geología, la antropología, la sociología, la economía y la lingüística para componer esta versión neomaterialista de De rerum natura. Manuel de Landa es perfectamente consciente que se trata de simulaciones en las que interviene todo un aparataje de lógicas y procesos de digitalización que él traduce como expresiones homólogas y dinámicas de los planos de consistencia de estos múltiples ensamblajes naturales y sociales de acuerdo a la “ontología plana” que postula.
Algunos críticos señalan que en este libro de Landa no toma en cuenta las mediaciones tecnológicas que le sirven de lente para ver su mundo de ensamblajes proteicos y autogestionados, por lo que es inconsistente con los propios planos de consistencia que pretende recrear y describir. Permanece, según ellos, encerrado en la burbuja de simulaciones muy típica de cierta cultura de las computadoras atrapada en el simulacro envolvente de una posmodernidad ajena a la crítica consecuentemente radical de la sociedad. Pero me parece tales señalamientos están poco fundados. Lo cierto es que nuestro chamán de los ensamblajes sí reflexiona sobre las mediaciones con las cuales trabaja y las incorpora al plano de consistencia. Basta leer con cuidado lo que dice el libro. A lo largo de cada demostración él toma en cuenta las mediaciones específicas que cada equipo de software introduce en el proceso de simulación. En el “Apéndice” las resume. Él no ve estas mediaciones como “lentes” que puedan ser más o menos opacos en la transmisión fiel de una imagen preexistente de la realidad, es decir, no los ve como interferencias, sino como mecanismos ellos mismos del ensamblaje de simulación que intervienen en la construcción de una razón sintética capaz de dar cuenta de los fenómenos re-escenificados. El aparato de simulación es un ensamblaje que se articula a los procesos emergentes gracias a abstracciones de sus procesos que en la ontología deleuziana se llaman diagramas. Al articular un plano de consistencia con los procesos estudiados, el mismo proceso de estudio se constituye en ensamblaje de conocimiento y expresión materialista. Es o no “verdadero” en cuanto sea capaz de funcionar como ensamblaje efectivo materia-expresión y la tecnología de simulación sea parte del conjunto, así como lo es el aparato conceptual del filósofo de la ciencia. El libro da cuenta de esa operación, cualesquiera que sean sus otras fallas y aciertos.
La recapitulación aportada en el “Apéndice” es muy elocuente al efecto. Me permito citar con prolijidad pasajes que refutan los cuestionamientos críticos referidos. Veamos.
“Nuestra caracterización de la teoría de ensamblajes necesita sólo un rasgo más para completarse. La identidad de un ensamblaje no sólo se corporiza en su materialidad sino que se expresa en ella. Esta distinción corresponde a la que se da entre materia-energía por un lado y la información por el otro, pero no a la información semántica aportada por palabras u oraciones, sino a patrones físicos crudos.”
El ensamblaje de la simulación se articula a los procesos estudiados gracias a los diagramas, es decir, los mapas de actualización de los espacios de posibilidad que son abstracciones de los factores mínimamente necesarios inherentes a un proceso singular dado. Es decir, la simulación no reproduce una imagen o representación del proceso material, sino que es ella misma un proceso material que comparte el mapa abstracto (“patrones físicos crudos”) del proceso que simula. A ella es que el filósofo conecta su ensamblaje de “palabras u oraciones”.
Añade el filósofo:
“Mientras que la distinción entre el material y la expresión, entre la materia-energía y la información, es importante para trazar las historias paralelas de mentes y cuerpos, es relevante aquí, además, porque las simulaciones computarizadas discutidas a lo largo del libro son todos emergentes compuestos de información existente por sobre el hardware de computadora que provee su sustrato material y energético. La tecnología que hizo posibles las simulaciones tuvo que pasar por varias transformaciones que se pueden explicar también en el marco de la teoría de ensamblajes.”
Acto seguido el autor pasa a explicar la sucesión de desterritorializaciones tecnológicas que intervinieron en el proceso de síntesis teórica, al cabo de lo cual aclara que…
“…una explicación del isomorfismo entre el modelo matemático y el proceso que es modelado se puede proveer si se acepta la existencia objetiva de los diagramas de ensamblajes. Las singularidades que estructuran estos diagramas son por definición reales, pero no actuales, aunque pueden ser actualizadas cuando se manifiestan sus tendencias o se ejercen sus capacidades. La universalidad de la estructura de los espacios de posibilidad conlleva que dos procesos enteramente diferentes puedan compartir el mismo diagrama, o que los diagramas se superpongan de tal manera que los procesos compartan las mismas singularidades. En este sentido, el isomorfismo entre los modelos y aquello que modelan se puede explicar como una co-actualización del mismo diagrama, o de diagramas diferentes que se superponen.”
En otras palabras, las simulaciones no son imágenes o representaciones de una realidad que les preexiste, sino co-actualizaciones con las cuales se sintetizan explicaciones de lo real, es decir que con ellas emerge una razón sintética, muy diferente de la razón trascendental. Con todo, el autor reconoce que el mayor peligro de su descripción es “convertir las singularidades universales en entidades trascendentes, en entidades que existen completamente independientes del mundo material. Pero este peligro potencial puede evitarse al tratar siempre a los diagramas como inmanentes a la materia-energía y la información.”
He citado largamente los pasajes anteriores para consignar el papel especial que ha jugado la simulación, no solo en demostrar la viabilidad concreta de los ensamblajes emergentes en la naturaleza y la sociedad y en conocer sus mecanismos, sino en desarrollar una epistemología de la razón sintética que posee lazos íntimos con la ontología materialista.
A mi juicio, la descripción realizada por Manuel de Landa en este libro presenta fallas y tendencias objetables. Puedo señalar, someramente, que permanece dentro de un prejuicio productivista de la tecnología y la economía, lo que a su vez conduce a cierta parcialización patriarcal sobre las dinámicas sociales. Sin embargo, no es mi propósito, por el momento, desarrollar esta objeción a la teoría del chamán neomex, sino consignar el movimiento fundamental del libro que resume de manera más firme su interesante recorrido de la razón sintética y sus maneras de emerger de las relaciones entre ensamblajes de materia-energía e información.