Monoestrelladas: El Goce con Israel en Puerto Rico
Es media mañana del sábado. Interpelado por el trabajo etnográfico de unos estudiantes, me acerco a visitar una iglesia que en el pasado estuvo vinculada a un concilio pentecostal. Hoy, la congregación se reconoce a sí misma como ‘independiente’. Su acceso no es complicado. Una vez dentro del templo, entre amables saludos en la forma de “Shabbat Shalom”, observo que en su altar yacen erguidas dos banderas del estado moderno de Israel; una a cada extremo. Igualmente, mientras me ubico, me asalta la vista un banderín azul localizado en una de las paredes laterales. Sus grandes letras rojas leen: “ISRAEL PUEBLO DE DIOS / NO ESTAS SOLO / LA IGLESIA TE APOYA / EL GRAN YO SOY ESTA CONTIGO”. Así las cosas, me queda establecido: el vínculo que esta congregación concibe con Israel es eminente.
Progresivamente, la preponderancia de este país oriental, cristaliza en la adoración de esta congregación caribeña. Sus devociones inician con una sesión de cánticos de voluminosa instrumentación. La música se acompaña por jóvenes danzantes. Todos visten túnicas de colores claros. Las mujeres, las complementan con anchas, largas y blancas faldas; mientras que los varones llevan pantalón largo blanco. Nadie calza zapatos, sólo impolutas medias blancas. Algunos portan panderetas con flequillos, otros solo largas cintas y banderas de colores que hondean coordinadamente. Más adelante confirmo que la suya no es cualquier danza ritual. Según alcanzo a escuchar, éstas son ‘danzas hebreas’.
En medio de la extensa alabanza, el apogeo litúrgico lo marca el sonar del shofar, un instrumento hecho de cuerno de carnero, que era utilizado—según el Antiguo Testamento—para marcar momentos coyunturales en la vida del pueblo israelita. A su sonar, los vítores de la congregación se acrecientan. Frases altisonantes como “¡Hosanna, Jeshua!”, “¡Alabanzas a Elohim!” y una estridente glosolalia inundan el templo. El compromiso emocional de la congregación, sobrecoge y me envuelve.
Lecturas, oraciones, cánticos, danzas, ofertorio y sermón, son algunos de los componentes cúlticos de este caluroso sábado. Son varios los momentos en los que el nombre ‘Israel’ es utilizado para significar: tierra prometida, pueblo escogido, Israel antiguo, Israel moderno, pueblo cristiano, Puerto Rico en general, e incluso, esta iglesia en particular. El discurso fluye de forma indistinta. Todo es un ‘Israel’ en potencia.
Finalmente, la experiencia religiosa culmina con una exhortación. A medida que en el fondo se escucha una versión traducida y alterada de Hava Naguila—una popular melodía hebrea que suele entonarse en momentos celebrativos—el líder de la congregación insta a sus feligreses a guardar la celebración de lo que él denomina “días santos”. Según entiendo, estos días presentan a la congregación con momentos en los que se debe cesar toda actividad para dedicarse al “descanso de la oración”. Durante el anuncio, el compromiso de los presentes se manifiesta con frases afirmativas.
Al concluir, salir y considerar, algo tengo claro: la vivencia de este sábado ha sido potente, mas no singular. En Puerto Rico la construcción de rituales cristianos anclados en el amontonamiento incesante y anacrónico de Israel no es inusitada. Desde finales de la década de los ’90, cada vez más iglesias puertorriqueñas encuentran en su idea de ‘Israel’ un fetiche mediante el cual, por un lado, catalizan la mística inherente a sus experiencias rituales; y por el otro, legitiman una ajustada teología en un contexto socio-religioso cada vez más plural, en una isla colonial en crisis.
El problema con esto, radica en que el sostenimiento de este fetiche exige del liderato de estas congregaciones un acercamiento acrítico con Israel; uno que, en ocasiones deslinda en la enajenación y mezquindad del resto de los participantes.
El Fetiche Religioso
El concepto ‘fetiche’ proviene del latín facticius, que quiere decir ‘artificial’. Los primeros en utilizar este concepto, fueron los portugueses, quienes en sus ‘exploraciones’ del occidente africano en el Siglo 16, llamaron feitiço a los ídolos y amuletos que los ‘nativos’ confeccionaban con sus manos. Los mismos, de acuerdo a los cronistas, estaban supuestos a poseer algún tipo de poder mágico. De ahí es que feitiço en portugués quiera decir ‘magia’ o ‘manía’.
El concepto luego fue acuñado por el francés Denis Diderot ([1759] 1993), quien a principios del Siglo 18 incluyó el término fétiche en su Encyclopédie, para definirlo como el nombre que los habitantes de Guinea le otorgaban a sus deidades.
Luego, en 1760, el término fue retomado por Charles de Brosses ([1760] 2011). Para este etnólogo, el fetiche no era un mero objeto de simbolización divina, sino la encarnación material de la divinidad, capaz de habitar cualquier ente (i.e. plantas, animales, ríos, etc). Para de Brosses, sin embargo, la presencia de fetiches religiosos no era característico de todas las sociedades, sino de aquellas entendidas como ‘primitivas’. Para él, las sociedades ‘civilizadas’ no necesitaban de objetos inanimados que hiciesen presente al dios.
Sigmund Freud ([1905] 2012) elaboró esta visión en sus elaboraciones sobre ‘aberraciones sexuales’, utilizando el concepto fetiche para equiparar las perversiones sexuales desenfrenadas con las prácticas sostenidas por la gente que él entendía como ‘no civilizada’. Para Freud, eran los ‘salvajes’ quienes, hallándose incapaces de economizar la idea de Dios, adjudicaban obsesiva y desenfrenadamente un dios a cada cosa.
Posteriormente, otros europeos como Kant ([1793] 1998), Hegel ([1827] 1975) y Marx ([1867] 1992), desarrollaron nuevas discusiones sobre el fetiche y la religión. Con el pasar del tiempo, sin embargo, el sesgo evolucionista y etnocentrista de estos teóricos cayó en descrédito y con ello, la evaluación del fetiche como elemento constitutivo de la religión ‘primitiva’.
Un puñado de trabajos post-coloniales ha permanecido echando mano del concepto ‘fetiche’ como categoría de análisis para reseñar los estrechos vínculos entre la religión, la ideología y la materialidad. El antropólogo senegalés Paul Diédhiou (2011), discute las diversas conceptualizaciones coloniales y nativas del ‘fetiche’ entre el grupo de los Jóola, en África Occidental. Michael Taussig, en su importante volumen The Devil and Commodity Fetichism in South America (1983), sostiene que las personas que viven en la periferia de la economía capitalista mundial tienen un punto de vista crítico sobre el capitalismo. En el caso del campesinado latinoamericano, Taussig afirma que éste comunica su conocimiento sobre el capitalismo en términos de sus propias concepciones culturales, en lugar de un conocimiento transnacional especializado. Así, es a través de la noción de ‘diablo’ que Taussig sostiene que el campesinado latinoamericano construye y articula su conocimiento del capitalismo. Esto es así toda vez que la clase campesina se basa en la creencia de que el capital es productivo gracias a la ‘magia’, ya que para ellos, el capitalismo no es capaz de engendrar nada más que pobreza, enfermedad, y muerte. Por lo cual, el campesinado latinoamericano, según el autor, entiende la opulencia a través de un fetiche de mercancía, que es provocado a su vez, por las malignas obras del ‘diablo’.
Contrario a los primeros autores enumerados, los trabajos de Diédhiou y Taussig no reseñan las narrativas de las comunidades con las que trabajan como unas ‘primitivas’, anquilosadas, fantasiosas o simples. Ambos las problematizan y con ello reconocen su lugar y función en las sociedades que reseñan.
Siguiendo el trabajo de estos antropólogos, deseo abordar el ‘fetiche’ como concepto para representar las congregaciones religiosas puertorriqueñas que nos ocupan como grupos socio-religiosos dimensionados, creadores de importantes significados en nuestra sociedad; y como tal, deben asumir la complicada responsabilidad que su limitado y limitante discurso teológico y litúrgico acarrea en estos tiempos.
El Fetiche con ‘Israel’ en Puerto Rico
Por los pasados 20 años, un creciente número de congregaciones religiosas en la Isla encuentran en ‘Israel’ un objeto de culto mediante el cual articulan su experiencia ritual, a la vez que revisten sus teologías de un aura de ‘autenticidad’ para así intentar levantarse con fuerza en un panorama socio-religioso cada vez más diverso y competitivo.
A tenor con ello, en estas congregaciones los participantes recurren a una parafilia orientalista, expresada a través del uso de objetos como shofares, banderas, vestimentas, velos, mantos de oración, imágenes, y capital intangible, como música, historias, nombres y palabras hebreas. Todo esto, sin tomar en consideración los procesos subjetivos y arbitrarios de su producción. Este apego por “all-things-Israel”, constituye mucho más que una metáfora de bienandanza. Para algunas iglesias en Puerto Rico, ‘Israel’ ha venido a representar el espacio concreto y abstracto que es atribuido a Dios. Por esto, ‘Israel’ es considerado por algunos como ‘tierra santa’ (concreto), al mismo tiempo que ‘nación santa’ (abstracto). Así pues, decir, danzar, escuchar, mirar, leer, representar, escudar, y encarnar a ‘Israel’ en Puerto Rico, se ha constituido en una acción simbólica mediante la cual a la agencia de Dios se le hace existir.
La performatividad de este fetiche ha servido importantes funciones en el desarrollo socio-religioso de algunas congregaciones puertorriqueñas. Primeramente, el fetiche con ‘Israel’ ha sido el vehículo mediante el cual algunas iglesias evangélicas han roto con liturgias de antaño y se han atemperado a las exigencias estéticas y musicales de nuestro presente contexto isleño.
En segundo lugar, este fetiche ha facilitado el posicionamiento de muchas iglesias como congregaciones religiosas ‘válidas’ y ‘legítimas’ en un panorama religioso cada vez más diverso, cambiante y saturado. Este punto cobra mayor importancia toda vez que muchas de estas congregaciones han echado mano del fetiche con ‘Israel’ en medio de disputas internas—particularmente, entre congregaciones que emanan de concilios Pentecostales. Comúnmente, las nuevas comunidades escindidas proceden a identificarse como unas de corte “judío-mesiánico”, y con ello aluden a una nueva categoría que les ubica en un espacio confesional particular—uno que no es completamente judío, ni completamente cristiano. Así las cosas, el nuevo espacio religioso se declara como “auténtico”, buscando así apelar a un sector de la congregación dividida, a la vez que intenta atraer una nueva feligresía en busca de experiencias religiosas “genuinas”. Como resultado, el sobre-enfoque en ‘Israel’, ha permitido la propagación de una nueva clase de creyente en Puerto Rico: las ‘Iglesias Judías Mesiánicas’.
Finalmente, el ejercicio de este fetiche ha tomado un matiz particular durante la última década, toda vez que aludir anacrónica e incesantemente a los ‘Israeles’ de la historia desde un contexto isleño en crisis, es afirmar virtud en la vicisitud—la “prueba”—que catapulta a la prosperidad.
Del Gozo Al Goce
La antropología reflexiva nos permite trabajar críticamente con la noción de ‘relativismo cultural’. Esto implica evitar el etnocentrismo, sin cancelar nuestras subjetividades como observadores-partícipes. Partiendo de la premisa que no toda práctica cultural tiene que ser aceptada, tolerada, ni admirada ciegamente por el investigador, entonces, en este escrito mantengo en consideración los alcances y límites de mi perspectiva (Bagish 1981). Así pues, desde el respeto, pero también desde la lucidez reflexiva e ideológica, me muevo a compartir mi interpretación de los contenidos anteriormente esbozados.
Me parece que la construcción de rituales cristianos anclados en el amontonamiento incesante y anacrónico de ‘Israel’, presenta serias problemáticas sociales, políticas e incluso teológicas. A través del fetiche con Israel, se terminan legitimando y dotando de pertinencia, planteamientos teológicos que pasan por alto la iniquidad de un estado político moderno imperfecto, donde los derechos humanos de millones de personas se violan sistemáticamente desde hace casi 70 años. Como consecuencia, el fetiche con Israel le plantea una gran ironía a muchas congregaciones religiosas en Puerto Rico.
Lo que cuestiono en este escrito no es la innovación ritual. La misma, es una realidad en la vida de todos los grupos religiosos, aún cuando esté revestida de una aparente vuelta al pasado. Mi observación va dirigida al dejo con el que una parte del liderato de estas congregaciones construyen sus teologías, y las formas en que las mismas pueden traducirse en ignorancia y violencia.
Durante mi trabajo de campo, por ejemplo, confirmo el uso simplista de la Biblia en la defensa y exaltación del Estado moderno de Israel, como el pueblo escogido por Dios, y en la condenación de Palestina como la patria de los idólatras e infieles “filisteos”. Como extensión, resulta interesante que muchas de estas congregaciones en el presente viajan a Israel. Sin embargo, no así a Palestina. Cuando las mismas organizan sus travesías, se ven maleadas por agencias de viaje y operadores turísticos, que procuran ofrecer una cara prístina de estas tierras, una carente del visceral desencuentro que allí se genera desde el conflicto. Al regresar, he sido testigo de cómo algunos viajeros incluso describen lo “seguros” que se sintieron siguiendo los pasos de Jesús—o ‘Jeshúa’—por Jerusalén, los Altos del Golán o Galilea, sin realmente entender que su seguridad fue calibrada y forjada a costa del encerramiento del pueblo palestino tras enormes murallas, fronteras, y puntos de control. Así, mientras su viaje transcurre ‘sin contratiempos’, la travesía realmente deja de ser ‘peregrinación’, y se convierte en un cutre turismo religioso.
Igualmente, hay que apuntar que una buena parte de estas congregaciones apenas sostienen diálogos perdurables y responsables con una diversa paleta de actores socio-políticos en la zona, como ‘israelíes seculares’, ‘judíos críticos’, ‘palestinos seculares’, ‘árabes cristianos’ y ‘musulmanes reflexivos’, que viven diariamente la tensión de su región. Algunas de estas congregaciones ni siquiera saben que hay cristianos en Palestina. Igualmente, siquiera toman en cuenta que su recreación en lo que entienden por ‘hebreo’ o ‘judío’, es realmente considerado anatema por numerosas congregaciones judías reformadas u ortodoxas en Puerto Rico, y el resto del mundo. Ciertamente, las complejidades del Medio Oriente no son del interés de estas comunidades. Por el contrario, es a través del ‘orientalismo’ (Said 1978) que las iglesias coloniales de Puerto Rico trazan imaginarios distorsionados de esta región.
Por todo ello, en estas congregaciones no se habla de Israel o Palestina desde una perspectiva problematizada. Ciertamente, el fetiche con ‘Israel’ banaliza y simplifica, y por ello encubre y borra más de lo que explica y visibiliza. Así, estas congregaciones callan, por ejemplo, el reconocimiento del hurto de agua que Israel sostiene de forma sistemática desde la década de 1960, con respecto al transnacional Río Jordán (Zeitoun 2011). Gracias a ello, Jordania—país contiguo—se ha convertido en uno de los países más secos en el mundo. Mientras Jordania se seca, las riberas del Río Jordán en Israel se inundan, dispuestas a recibir la gran cantidad de ‘peregrinos’ que en él buscan bautismo. Ignoran la ironía que plantea el hecho que el agua con la que buscan redimir sus pecados es robada. Igualmente, el fetiche con ‘Israel’ que estas congregaciones sostienen, hace que su teología tampoco contemple hablar del empobrecimiento de los estados aledaños, o del etnocidio que en esta región ocurre y que tantos otros países han ayudado a sostener. De igual forma, el fetiche con ‘Israel’ hace que en el seno de estas iglesias tampoco se genere un diálogo que reconozca y discuta las formas en que algunos grupos Palestinos co-participan en la perpetuación del conflicto, pues desde este lado también se abona a ello.
Es en este sentido que una buena parte de la teología de estas congregaciones hace que su gozo se reduzca al goce. En otras palabras, es a través del ejercicio de este fetiche que la ‘bienandanza’ que esta supuesta a emanar de la experiencia religiosa de algunas iglesias judías mesiánicas en Puerto Rico, transmuta rápidamente a un frágil sentimiento de placer y dominio. Este goce no es más que la auto-estimulación de una sensación de complacencia, anclada en el deleite del desconocimiento que descarta el sufrimiento de unos, mientras encumbra el envalentonamiento transgresor de otros. Esto es mezquindad.
Nada de lo anteriormente mencionado puede transpirar con claridad o contundencia cuando la religiosidad se inscribe desde el embeleso acrítico. Puerto Rico, sin embargo, no esta solo en el ejercicio de este fetiche. En los EEUU sucede una situación similar. De acuerdo a un estudio realizado en 2013 por el Pew Research Center, el 82% de los cristianos evangélicos blancos de este país afirma creer que Dios dio la tierra de Israel a los judíos. Irónicamente, esto representa el doble del número de judíos que afirma tener la misma creencia en EEUU (tan sólo el 40%). Este estudio también encontró que los cristianos evangélicos blancos favorecen un apoyo y vínculo más estrecho y sólido que el existente entre EEUU e Israel (46%). Esto representa una discrepancia de 15% con respecto a los judíos estadounidenses, entre quienes tan sólo el 31% afirma desear un apoyo y vínculo más estrecho y sólido que el existente entre estos dos estados. Igualmente, la encuesta del Pew Research Center, encontró que los protestantes evangélicos blancos son menos optimistas que los judíos sobre la posibilidad de establecer una solución pacífica que plantee la creación de dos estados en la región de Israel/Palestina. Cuando se le preguntó si hay una forma en que Israel coexista pacíficamente con un estado palestino independiente, seis de cada diez judíos en EEUU dijo que sí (61%), mientras que un tercio dijo que no. Sin embargo, entre los protestantes evangélicos blancos, tan solo el 42% afirmó que Israel y un estado palestino independiente pueden coexistir pacíficamente, mientras que el 50% afirmó que esto no es posible.
Estas estadísticas ponen de manifiesto la existencia de una teología sionista—en lugar de liberadora—que toma lugar al interior de algunas congregaciones en Puerto Rico y EEUU. No cabe duda que a muchas le sale más a cuenta construir el mundo de forma binaria, a la vez que ideologizar a Dios en favor de unos y en contra de otros, mientras ‘liberan’ sus responsabilidades terrenales. Esto, en nuestros tiempos no sólo constituye un acto de ignorancia, sino de violencia política, social y religiosa.
Interesantemente, esta forma de ser creyente en Puerto Rico, no se genera en solitario. La misma se ve asistida, cual nodriza, por políticas de Estado igualmente enajenantes. El foco de este escrito escapa el análisis detallado de esta cuestión. Valdrá la pena que otros trabajos presten la atención enfocada en ello.
Conclusión
Los vínculos entre el Mediano Oriente y el Caribe son muchos. Los mismos anteceden las migraciones modernas, y se remontan a los tiempos de la conquista española. Además, estos vínculos son mucho más amplios que los puentes económicos y religiosos que popularmente vemos que se tienden con Israel desde nuestra Isla. No olvidemos, por ejemplo, que Puerto Rico—como casi toda Hispanoamérica—fue colonizado por “nuevos cristianos” constituidos en una buena parte por cristo-judíos.
Me parece que la vasta paleta de vínculos debe ser reconocida, nombrada, estudiada y en ocasiones, hasta celebrada. Sin embargo, constantemente vemos cómo la instrumentalización acrítica de estos vínculos redunda en nuestro empobrecimiento como país, en nuestra incapacidad de reconocernos históricamente, articular una teología responsable y reconocer nuestra responsabilidad en el escenario de la geopolítica internacional. En el caso de este escrito, vemos cómo la ideología política y la escatología religiosa se entremezclan para producir una ajustada teología que desentona con el contexto socio-religioso plural que somos como isla caribeña.
Las paralizaciones ciegas y los rasgados de vestiduras ante las necesarias críticas que se posan sobre los ‘Israeles’ de la vida, hoy constituyen problemáticos escollos en el adelanto de cualquier proceso encaminado hacia la construcción de proyectos de paz con justicia. Así, cualquiera que en estos tiempos respire ofensa ante la obtención de libertades e igualdad entre la diversidad, debe reconocerse antes como parte del problema.
Referencias
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Diderot, D. [1759] 1993. Encyclopaedia, or a Systematic Dictionary of the Sciences, Arts, and Crafts. Reino Unido: Dover Pictorial Archives.
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Zeitoun, M. 2011. Power and Water in the Middle East: The Hidden Politics of the Palestinian-Israeli Water Conflict. Reino Unido: I.B.Tauris.