No Time To Die: los 25 de Bond
Decir que la trama del episodio número 25 de la serie de James Bond es complicada es una simplificación de las vueltas y sorpresas de la historia. No hay que advertirles a los fanáticos que un buen conocimiento de los capítulos anteriores, particularmente de los últimos dos con Daniel Craig como el protagonista, es fundamental para entender algunos detalles y secretos de esta oferta. Vale la pena informar desde ya que Craig ha sido Bond cinco veces; Sean Connery lo fue siete veces.
Desde la primera toma icónica: un ojo sigue a Bond mientras camina y, en el trasfondo, el famoso tema musical de la serie, escrito por Monty Norman, va in crescendo. De pronto Bond se detiene y dispara. Esta vez, uno no ve la sangre descender sobre el ojo e intuye que mucho ha de cambiar.
Rápidamente se establece una gran tensión según seguimos a un individuo encapuchado (Rami Malek) que se acerca a una casa en un lugar remoto. Es el invierno y la fotografía de Linus Sandgren, que incluye tomas aéreas, enfatiza la soledad y lo aislada que está la vivienda. En ella hemos conocido a una mujer y una niña que han de ser fundamentales para lo que se va desplegando según avanza la historia. Descubrimos también que el encapuchado busca venganza, pero no sabemos por qué ni hasta dónde puede llegar su deseo. Inesperadamente, pero con gran perspicacia, la escena cambia a un lugar en el que predomina el verano y, como se puede apreciar inmediatamente, el romance.
Bond está enamorado. Lo ha estado antes, pero la vida que lleva le ha arrebatado en por lo menos dos veces anteriores esos amores. Uno de los cambios en el personaje de Bond que ha traído la presencia de Craig en la serie es un 007 menos mujeriego, más emotivo y, a veces, hasta sentimental. Mas, ¿es real la situación? En el retiro, ¿qué otra cosa resta para el gran agente de MI6 que sentar cabeza con una mujer que lo quiera e irse con ella a pasar los veranos turisteando en Italia o pescando en Jamaica?
No hay tregua con los enemigos que 007 ha creado a través del tiempo. Pronto su situación idílica se troncha y tiene que enfrentarse nuevamente a SPECTRE. Capitaneada por su némesis Ernst Stavros Blofeld (el inigualable Christoph Waltz), está donde lo puso Bond: en la cárcel. Pero ¿tiene o no tiene poder? ¿Está en compinche con otras entidades con las que aún se comunica o es verdaderamente impotente?
Mientras tanto un grupo de terroristas está al acecho de Valdo Obruchev (David Denick) un científico ruso que trabaja para MI6 y ha creado un “arma biológica” de gran infectividad y letalidad. Es curioso que la película se creó antes de la pandemia del COVID-19, pero tiene algunas cosas que la acercan a lo que hemos visto suceder en el mundo. En muchos de los diálogos, que suelen ser más personales y emotivos que lo que acostumbramos a ver en thrillers de espionaje y dramas de acción, se discuten las responsabilidades del gobierno en situaciones en que hay que ordenar que se tomen medidas de prevención. Es un detalle que ayuda a pasar las muchas escenas un tanto repetitivas de tiroteos que prolongan la duración de la cinta innecesariamente. Por contraste, hay una serie de secuelas de persecuciones en autos y motoras que son espectaculares en las que hay algunos trucos que no había visto antes.
Sorprenden de la película cuatro cosas. Una, un subtema que se desarrolla bastante bien entre stunts impresionantes, tiroteos, y explosiones que trata de las relaciones familiares y cómo las experiencias violentas pueden alterar la vida de los niños. Además, cómo la venganza por cosas que les ocurren a familiares altera la psique de los individuos. Otra, que la sospecha y la pérdida de la confianza arruina toda relación. Tercero, que según la gente envejece, su sentido de amistad, amor, lealtad y responsabilidad cambia. Pocas veces hemos visto esto en filmes de acción, mucho menos en los de Bond. Por último, la cosa más rara. ¿Un 007 ayudando a Bond?
No podemos pasar por alto la magnífica actuación de Craig en el papel principal y de Léa Seydoux, como la Dr. Madeleine Swann, la enamorada de Bond y psicóloga de Blofeld. Así también las de los veteranos Ralph Fiennes, como “M”, Naomie Harris, como Moneypenny, Jeffrey Wright, como Felix Leiter y Ben Whishaw, como “Q”. Casi se roba la película la deliciosa Ana de Armas, como Paloma, una recién entrenada agente de la CIA, que podría tener su propia serie.
Hay partes engorrosas y un tanto sentimentales (pegajosas), pero hay que ver, pues todo el mundo de Bond, en sus bodas de plata, ha cambiado para siempre.