Ofel. Nuestra tragedia. S.XXI.
“Acaso debo
sólo porque es uso y costumbre meter un
trozo de hierro en la carne más próxima o en la otra
aferrarme sólo porque el mundo gire
señor, haz que me rompa el cuello
contra el banco de la
taberna”.
-Hamletmachine – de Heiner Müller
“Lo que no se escribe no existe”.
– Paula
Una de esas voces es la dramaturga y directora Sylvia Bofill, con quien, gracias a un sentido de renovación, la academia ha decido contar como parte de su cátedra desde 2008. Bofill tuvo a su cargo este año académico el Taller de Teatro Experimental del Departamento de Drama de la UPR-RP en el cual ejerció con maestría y genio su labor. El semestre fue dedicado a la investigación y estudio en formato laboratorio y fomentando un diálogo interdisciplinario. El segundo semestre se comenzó el proceso de creación y montaje. Un proceso rico y complejo, que sin vacilar ha debido ser un lujo para los noveles actores e integrantes del taller.
El texto, de la autoría de la propia Bofill, toma como punto de partida y exploración el clásico Hamlet, de William Shakespeare, con el cual dialoga identificando vigencias y reformulando preguntas a raíz de nuestra actual realidad social. Un texto fecundo y orgánico que navega con elegancia y acierto en una multiplicidad de estilos al decir. También oscila en un juego metateatral que es más bien el reflejo desnudo de nosotros mismos, meros personajes que nos ejecutamos en el escenario social, en este teatro en el que se convierte y convertimos nuestras vidas. “No te salgas de ritmo”, “Entra en el acto” son algunas de las líneas que en ocasiones pronuncian determinados personajes, conjunto al balanceo constante del cuerpo para buscar el estar y el apoyo, o la toma de conciencia corporal para entrar en personaje.
La historia parte de los personajes de Hanna y Ofel. Ella, una joven poeta que esta a punto de presenciar y ser parte de la boda de su padre con su prima, quien es más joven que ella, cuando su madre acaba de morir hace muy poco. Él, su amigo y enamorado de ella, un joven periodista al que le interesa escribir de lo que ya no interesa a nadie. Ambos van articulando lo que ven y viven, planteándose preguntas, esgrimiendo la realidad que los circunda, de la que no se sienten parte. Ella es reflexiva con cierto aire pesimista. Él, más idealista y soñador. Representan en conjunto una hermosa dualidad, que puede ser en la que nos manejamos muchos seres sensibles, artistas, ciudadanos en búsqueda de asumir más responsabilidad y ejercer cambios, individuos preocupados por el rumbo colectivo, que sufrimos la condición del país y del mundo. Mediante sus diálogos nos miramos al espejo como sociedad, como individuos actores en ella. En esta historia los argumentos son abundantes. Es una reflexión de la violencia cotidiana, normalizada y a veces silenciada, que se da en los espacios más íntimos como en nuestras calles. Es una reflexión sobre la banalidad de lo que hoy es importante, de lo que es noticia y sobre la labor y ética del periodismo. Sobre el propósito y el valor del arte, el archivo y la historia, a fin de cuentas la memoria. También es una reflexión de la opresión que ejerce el sistema capital y colonial; de la acción e inacción en esta sociedad del espectáculo.
La sapiencia de Bofill queda consagrada no solo como dramaturga, sino como directora. Pues la dirección de este montaje rebasa los adjetivos con que pudiera ser descrita. La puesta en escena es rica en potentes imágenes. Logra una estética y poética clara y contundente que irriga toda la experiencia. Con un estilo monocromático que juega entre el blanco y el negro, sofisticado y moderno a su vez; así como con un elenco compuesto por 11 actores – con doble elenco de protagonistas para un total de 13 actores a dirigir – la pieza me evocó el fastuoso trabajo del recién fenecido director Tomaz Pandur.
Las actuaciones de los jóvenes actores en general fueron muy convincentes. Se respiraba en su ejecución el compromiso, la entrega y pasión en el proyecto. Se evidenciaba el trabajo de un año de exploración y experimentación entre todos, desplegándose como un bello ecosistema que Bofill cultivó con esmero y cuidado, ayudándolo a crecer, pudiendo revelar lo mejor de cada uno. Si bien este corto espacio no me es suficiente para discurrir sobre las trece interpretaciones, quiero resaltar el talento y la agudeza en las representaciones de Luis Rivera, como Gerardo, el padre de Hanna; Janessa Pereira, como Claudia, la prima de Hanna y esposa de Gerardo; Nefesh Cordero, como Otilia, amiga de Hanna y periodista; y de Jackeline Torres, como Paula, una de las trillizas. Respecto a este trío, he de decir que fue un recurso muy acertado y el aporte cómico en la tragedia. Tal como un coro griego con su traducción contemporánea, vienen a representar el ritmo, ese que hemos de procurar mantener en la representación de nuestra corriente social.
El diseño de vestuario, a cargo del profesor Miguel Vando, fue un acento clave en la demarcación de la estética y estilo de la puesta. Todo el vestuario blanco y negro, y algunos grises, creando la diferencia y matices en el juego de roles con las texturas y accesorios.
Asimismo, el diseño de escenografía del profesor Nicolás Luzzi, jugo un papel fundamental. Una nave blanca, a modo de espacio vació, que servía de canvas para cada situación dada con capacidad de conversión para la imaginación. En los laterales, torres de cajas de zapatos blancas sin romper con lo establecido. Cajas que se fueron revelando como los ataúdes de las victimas que perecen a diario, una gran mayoría silenciada. Este recurso sirvió de potente comentario para la consideración de la labor de la documentación y el archivo. Medio que hace posible que se construya la memoria, y pueda haber historia. La cual como se cuestiona la directora en el programa: ¿quién quedará para contarla?
Por su parte, el diseño de iluminación, responsabilidad del profesor Israel Franco-Müller, fue atinado y cónsono conjunto a la realización audiovisual y de proyecciones, por parte de Lismar Hernández y Faviola Álvarez. Todos, diseños precisos, creando una plástica y concepto concretos. Como todo en la pieza, fértiles en detalles. Un trabajo en conformidad con un claro objetivo.
Ofel reúne los preceptos del mejor teatro. Un teatro del actor, que surge y se manifiesta en el espacio vacío. Teatro que tiene como eje al espectador, y que se ejecuta desde un estado lúdico. Un teatro de identidad, que nos devela la sensibilidad y motivaciones de quien lo cuenta y hace. Con el arte de síntesis. Con el acto de provocación en su corazón. Siendo como todo hecho teatral, un hecho político.
Esta pieza es producto de un teatro universitario de la más alta calidad y compromiso. Una experiencia de taller justa para todo actor y artista en formación. El resultado de un profesionalismo que supera con creces mucho del teatro “profesional” que se realiza en nuestro país. Sylvia Bofill ya había demostrado ser una de las pocas voces disidentes en nuestro panorama teatral, que tiene algo importante que decir, con la responsabilidad y el arte de bien contarlo. Tenemos todos suerte de tenerla en la academia, aunque más agraciados son aquellos que han podido recibir directamente su docencia. Espero que estos artistas y futuros profesionales sean marcados por esta experiencia, que la archiven en cada célula creando la resistencia para no contaminarse y no entrar en el ritmo del acto masivo. Que sean vehículo para seguir contando y haciendo nuestra historia desde un lugar más interesante y detractor.
Me temo que lo aquí expuesto no recoge toda la riqueza y complejidad de este trabajo y de su proceso. En el mismo estuvieron involucrados muchísimas más personas entre alumnos, profesores y otros recursos. Por lo que los invito a visitar los enlaces al final que contienen el programa digital de la obra y el blog del taller. En ellos pueden conocer la ficha técnica completa e información valiosa del proceso creativo, las premisas y el propósito del taller.
Bravo para la profesora Sylvia Bofill por su intención, compromiso, riesgo y provocación. Bravo para todos los involucrados en este extraordinario quehacer. ¡Gracias por hacer teatro, por hacer universidad, por hacer cultura, y hacer país!
http://ofel-uprrp.net / https://ofeluprrp.wordpress.com
*La puesta se presentó del pasado 26 de abril al 04 de 2016 en el Teatro Julia de Burgos, en el Departamento de Drama de la UPR-RP.