Ombligos
El ombligo es una de las paradojas aparentes de la escenificación de Ombligos, un brillante monólogo con cuatro personajes actuado (de hecho, vivido) por su autora Carola García, que se estrenó este fin de semana en el Victoria Espinosa en Santurce, porque a pesar de tener al descubierto los pechos casi todo el tiempo, su ombligo está resguardado por un corsé negro, que es su única coraza durante una noche en que la autora actriz se transforma en “un pañuelo de carne” en medio de un cabaret de lágrimas. Rica Onfalia Star, el personaje principal, habla de las formas del ombligo, de su existencia en todo tipo de cuerpo, de su potencial erótico, pero no suelta prenda para dejarnos ver el de ella. Y es que Rica Onfalia (ónfalos: ombligo en griego) está en el Ombligos Bar para demostrar que ella también es Eva, mujer que no tenía ombligo porque la creó Dios para ser la madre de todos y, por culpa de todos nosotros, destinada a tener en sus ojos lágrimas un día. Eva también es la síntesis de todas las mujeres y por ello es inevitable que sus lágrimas reflejen un compendio de dolores, pero de dolores individuales que esperan una pena colectiva: la de la audiencia. De modo que, mientras Rica Onfalia-Carola-Eva trata de desprenderse de los motivos de su llanto, no podemos ver su ombligo porque no tiene y porque quiere obligarnos a ver y sentir lo que acontece en su cerebro, que es más importante que sus tetas y su entrepiernas (que está calva, según nos dice) y por el que cruzan como antorchas la traición, la deslealtad, la desilusión, el machismo, el onanismo, el placer, la enfermedad y, como la cierta inevitable muerte, la soledad.
Rica Onfalia canta sus penas y sus alegrías y va embrujando a la audiencia con su terca insistencia de reírse de lo más hiriente, de lo más desgraciado, de lo más repugnante, y haciendo hincapié de que su desnudez física es mucho menos reveladora que su desnudez anímica. Está ahí completa, sin rehuirle a lo más íntimo de su psiquis, que parece residir en sus gestos, en el ondular de su cuerpo, pero principalmente en su boca y su lengua. De ellas emergen secretos que muchos guardarían hasta el día que lo asedien los gusanos. Esos secretos compartidos con la audiencia van sacándole al espectador una sonrisa, una carcajada, o un mohín de angustia o una mueca de espanto, pero nadie a sus pies puede quedar impávido al pensamiento de Carola. En un momento su personaje divaga sobre la originalidad en el arte y deja comprobado que lo original, en el caso del teatro, es un instante que no depende de nada ensayado y que, a la misma vez, depende de tantas cosas que no se puede definir con exactitud. En el caso de Carola no es cómo canta “aMarleneada”, ni su corsé y medias de maya negra retro Weimar, ni el peinado que desafía tiempo y moda, es la honesta rendición de su ser a la audiencia lo que define su originalidad.
Una cosa es la revelación dramática en un monólogo, otra un monólogo que revela el drama de una persona. De entre las que puedo dar fe por haberlas visto en escena, las revelaciones de Emily Dickinson hechas por Julie Harris, las de John Barrymore hechas por Christopher Plummer, las de Truman Capote hechas por Robert Morse no comparan, desde el punto de vista emocional, con las de Lynn Redgrave, hechas por ella misma. Mas las de Redgrave, protegida como lo estuvo por el escenario y la escenografía y las candilejas, no comparan con las de Carola. Carola-Eva está al alcance de todos, vista desde todos los ángulos, al alcance de nuestras manos, pidiéndonos que la toquemos, que la besemos, que lamamos sus heridas abiertas a las luces, y a la música, que pretende ser trasfondo, pero que es parte de lo que nos revela.
Hay que reconocer que un proyecto como éste requiere la contribución de muchas personas y hay que destacar la dirección e interpretación musical de Omar Silva, (además, bajo y guitarra), Marco Trevisiani al piano, y Efraín Martínez, en la batería y percusión. No se puede pasar por alto el vestuario y sus conceptos de Gladyris Silva (en un momento especial, de una faltriquera sobre su pubis, Carola produce un plátano), la luminotecnia (Evarlyn Torres), la dirección (Carola García) y la producción (Mari Torres).
Sería tal vez un cliché decir que Carola García rinde una de las actuaciones teatrales más impresionantes que se han visto en San Juan en mucho tiempo… Aceptemos que no sería cliché decir: en Puerto Rico.