Política de admisión y éxito académico
Introducción
Uno de los mayores retos que confrontan las universidades públicas contemporáneas es el establecimiento de una política de admisión selectiva que les permita identificar y admitir, a partir del universo de solicitudes de nuevo ingreso, el subconjunto de candidatos con el mayor potencial académico (Matos-Díaz, 2008). A mayor estrechez económica institucional mayor la urgencia del reto. Supongamos que, a tales fines, se pretende diseñar una prueba estandarizada sobre la cual basar la política de admisión. La “prueba ideal” sería aquella que garantice con certeza que todo solicitante cuya puntuación exceda determinado umbral y sea admitido (1) tendrá éxito académico y (2) completará todos los requisitos de su programa en el tiempo estipulado. Si tal prueba existiese, la política institucional de admisión sería en extremo simple y eficiente: se admitirían sólo los solicitantes cuya puntuación exceda el umbral, y se rechazarían los demás. Tal prueba es inexistente y muy difícil de diseñar, pues los factores que inciden en el aprovechamiento académico son demasiados, muy diversos y difíciles de medir, y la mayoría está fuera del control de los estudiantes y de la institución.En el caso particular de la Universidad de Puerto Rico (UPR), la política de admisión de nuevo ingreso se basa en el Índice General de Solicitud (IGS). Dicho índice es una media aritmética ponderada que les asigna un peso relativo de 25% a cada una de las pruebas de aptitud verbal y aptitud matemática del examen de admisión universitaria del College Entrance Examination Board (CEEB), así como 50% al promedio de graduación de escuela superior de cada solicitante. El IGS determina el programa y la unidad de la UPR a los que el solicitante cualifica. Dependiendo de la cabida de cada programa y de la cantidad de solicitantes, los IGS varían entre programas y unidades a través del tiempo. Por lo tanto, es el estudiante mismo quien, basándose en su IGS, se incluye o excluye del proceso de solicitar admisión a la UPR o a determinados programas, toda otra consideración es irrelevante. Es decir, para todos los efectos prácticos, al IGS se le han asignado las funciones de la “prueba ideal” discutida en el párrafo anterior. Luego, sería de esperar que cumpliese cabalmente con los dos objetivos señalados. ¿Es ese el caso prevaleciente en la UPR? Obviamente, no lo es. Así también, se debería esperar que las unidades del sistema de la UPR se hubiesen dado ordinariamente a la tarea de confeccionar y actualizar las bases de información que les permitiesen, entre otros muchos objetivos y estudios, constatar la adecuación de la política de admisión, sus bondades y limitaciones, así como sus determinantes en el tiempo. Cabe destacar que tales objetivos han sido desatendidos por completo, pues a la fecha no se ha hecho estudio institucional alguno dirigido a tales fines. Esto ocurre como consecuencia de la ausencia de una cultura institucional de investigación orientada al estudio riguroso de los asuntos académicos medulares de la UPR. Es muy poca la investigación sobre estos asuntos, y más limitadas aún las publicaciones sobre el particular en revistas arbitradas serias locales o internacionales. Esto ocurre a pesar de que en la UPR, así como en diferentes universidades privadas locales, existen programas graduados que ofrecen doctorados en educación, psicología, y administración de empresas, entre otras disciplinas afines.
Problema, método, y discusión
Para contextualizar y poner en perspectiva la discusión, este artículo analiza el caso particular de la UPR-Bayamón. Se usa información proveniente de dos bases de datos longitudinales distintas, confeccionadas a petición del autor, que permiten estudiar la relación entre la política de admisión y diferentes indicadores de éxito académico de los estudiantes a través del tiempo. El primer panel está constituido por 13,202 estudiantes a tarea completa (12 créditos o más por semestre) que fueron admitidos a la institución durante el período 1995-96 al 2005-06. Cada estudiante es rastreado, semestre tras semestre, a lo largo del período. Este archivo sólo incluye 11 años porque el analista a cargo se retiró y la institución no proveyó apoyo alguno para su actualización. No obstante, a base del archivo se publicaron varios estudios cuyos resultados servirán para ilustrar la magnitud de la problemática institucional (Matos-Díaz, 2009, 2012, 2014; Matos-Díaz & Ragan, 2010; Ragan, Li, & Matos-Díaz, 2011; Matos-Díaz, & García, 2014). El segundo panel está constituido por todos los 39,337 cursos ofrecidos en la UPR-Bayamón durante 41 semestres consecutivos: 1995-96 a 2015-16. Este archivo se completó gracias al apoyo provisto desde la Administración Central de la UPR por el Dr. José A. Lasalde-Dominicci.
Del primer panel se seleccionan las primeras seis clases (1995-96 al 2000-01) y se rastrea el expediente académico de cada uno de los 8,532 estudiantes hasta el segundo semestre del año académico 2005-06. Cada estudiante en la muestra tiene, al menos, seis años para completar los requisitos de su programa, incluyendo el grado de bachillerato. Se clasifica el estatus académico de cada estudiante en una de las siguientes seis categorías, mutuamente excluyentes y colectivamente exhaustivas: graduado (G), traslado (T), activo (A), suspendido (S), baja total (WT), y desertor (D). Las primeras tres categorías (G, T, y A) podrían ser consideradas como éxito académico, mientras que las otras tres (S, WT, y D) indicarían fracaso académico. Según estos parámetros, sólo el 41.14% de los estudiantes tuvo éxito académico (G = 28.53%; T = 10.04%; y A = 2.57%), mientras que el restante 58.86% fracasó (WT = 7.11%; S = 10.69%; y D = 41.06%). Dichos resultados no son muy alentadores.
¿Qué papel juega la política de admisión (entiéndase el IGS) como determinante de la probabilidad de cada uno de estos eventos académicos? Resultados provenientes de modelos de máxima verosimilitud (logit multinomiales) demuestran que el IGS es significativo sólo en el caso de la probabilidad de graduación (G), mientras que en los restantes cinco eventos es insignificante (Matos-Díaz, 2009). Cabe destacar que, aún en el caso de G, se requeriría un incremento de 100% en el IGS para inducir un incremento de apenas 7.6% en la probabilidad esperada de graduación. Por lo tanto, la política institucional de admisión ejerce sólo un papel marginal sobre los eventos que determinan el éxito o el fracaso académico de los estudiantes admitidos. Esto dista significativamente de los dos objetivos que debería satisfacer la “prueba ideal.”
¿Cómo han evolucionado la política de admisión, los indicadores de calidad de los estudiantes admitidos, y su desempeño académico a través del tiempo? Para responder a esta interrogante se usará el panel de 39,337 cursos ofrecidos en la UPR-Bayamón durante los pasados 41 semestres académicos, incluyendo las sesiones de verano. A partir de su vasta y riquísima información, se prestará especial atención a las siguientes variables: IGS, promedio académico del curso (GPA), proporción de bajas parciales del curso, media del promedio de graduación de escuela superior de los estudiantes del curso (HSGPA), media del promedio de cada una de las cinco pruebas del CEEB de los estudiantes del curso, así como las medias de los GPA de los cursos de matemáticas, física, química, y biología. Toda esta información se resume sucintamente en los Cuadros 1 y 2. En la abscisa de cada gráfica se miden los 41 semestres cubiertos en la serie, mientras que en las respectivas ordenadas se mide la variable cuyo nombre aparece en el título de la correspondiente gráfica.
El Cuadro 1 contiene información sobre nueve indicadores de calidad del estudiante y muestra su respectiva evolución a lo largo de los 41 semestres de la serie. Las primeras cinco gráficas describen el comportamiento de las pruebas del CEEB. De éstas, se podría argumentar que las primeras dos (aptitud matemática y aptitud verbal) miden la capacidad analítica de los estudiantes para conceptualizar y resolver problemas prácticos y teóricos, mientras que las restantes tres (aprovechamiento en matemáticas, español, e inglés) miden el acervo de conocimientos de los estudiantes en cada una de las materias. Si las dos pruebas de aptitud son los mejores indicadores de la calidad de los estudiantes admitidos en la UPR-Bayamón, entonces la conclusión es inequívoca: la calidad ha disminuido significativamente a través de los pasados 41 semestres académicos, pues ambas gráficas muestran una tendencia sostenida a decrecer. El mismo patrón lo exhiben las pruebas de aprovechamiento en matemáticas y español. Llama la atención que la única prueba que muestra una tendencia a crecer es la de aprovechamiento en inglés. Por otro lado, el HSGPA muestra una marcada tendencia al crecimiento, consistente con el fenómeno de inflación de calificaciones ampliamente documentado en la literatura internacional.
Cabe destacar que la nueva versión del IGS, implantada en la UPR a partir de 1995-96, le asigna un peso relativo de 50% al HSGPA (en el pasado era un tercio), mientras que redujo de un tercio a 25% el correspondiente peso relativo asignado a las pruebas de aptitud matemática y verbal del CEEB. De acuerdo con la gráfica, el IGS muestra una ligera tendencia al crecimiento durante los primeros 18 semestres y a partir de entonces se estabiliza alrededor de los 290 puntos. Por lo tanto, el ligero crecimiento observado durante esos primeros 18 semestres es empujado por los cada vez mayores HSGPA, pues a lo largo de toda la serie las medias de las pruebas de aptitud matemática y verbal han estado decreciendo. Es decir, el cambio en la fórmula del IGS tuvo el efecto de aparentar una tendencia al crecimiento en la calidad de los estudiantes admitidos cuando en realidad dicha variable ha estado decreciendo sistemáticamente a través del tiempo.
De cara a los retos inexorables planteados por el crecimiento exponencial del nuevo conocimiento y el constante cambio tecnológico, sería de esperar que las universidades ajustasen hacia arriba constantemente sus estándares académicos para tratar de minimizar la obsolescencia del conocimiento incorporado en sus educandos (capital humano). Luego, el acervo de capital humano de la sociedad incrementará sólo en la medida en que las universidades atemperen sus estándares académicos a dichos retos. Dos indicadores del desempeño académico de los estudiantes que están íntimamente ligados a estas consideraciones sobre adecuación de los estándares académicos lo son los GPA y las bajas parciales. Las últimas dos gráficas del Cuadro 1 muestran el comportamiento de ambas variables. Los GPA tienden a crecer, mientras que la proporción de bajas parciales tiende a disminuir a través del tiempo. Dicho patrón de comportamiento está en contraposición con el esperado, si se toma en consideración que la calidad de los estudiantes de nuevo ingreso ha disminuido sistemáticamente en el tiempo. Es decir, de cara a una población estudiantil con menores destrezas y habilidades académicas sería de esperar que los GPA tendiesen a decrecer, mientras que la proporción de bajas parciales tendiese a incrementar a través del tiempo. Una explicación plausible para este comportamiento contradictorio es que en la UPR-Bayamón hayan disminuido los estándares académicos a través del tiempo. Bajo tal escenario sería compresible que estudiantes de menor calidad puedan acceder a calificaciones de las cotas superiores de la distribución y que conciban que la dificultad de los cursos haya disminuido, disminuyendo con ello la incidencia de bajas parciales.
El comportamiento de la proporción de bajas parciales a través del tiempo y sus implicaciones académicas amerita una breve digresión. Las bajas parciales incrementan el tiempo y el costo de la graduación. Además, pueden predecir bajas totales y deserción institucional. Un análisis de los primeros 36 semestres de la serie arrojó los siguientes resultados. De un total de 34,426 cursos ofrecidos y una matrícula de 796,857 estudiantes, se observó un total de 89,160 bajas parciales (11.19%). Al distribuirlas por programas académicos y transformarlas en secciones equivalentes a ofrecerse en el futuro para satisfacer la demanda estudiantil, se obtuvo la cifra de 3,798 secciones. Si fuesen ofrecidas a través del mecanismo de compensaciones adicionales ($2,000 por sección), entonces el límite inferior de su costo total estaría en la vecindad de los $7.6 millones. Pero su verdadero costo económico-institucional es mucho mayor. La cifra de 3,798 secciones equivalentes es mayor que todas las secciones ofrecidas durante esos 36 semestres por departamentos de servicios como inglés (3,483) y matemáticas (3,262). Esto es, las bajas parciales representan un despilfarro de recursos escasos mayor que todo el presupuesto asignado y gastado por tales programas a lo largo de 18 años académicos consecutivos.
Las cuatro gráficas incluidas en el Cuadro 2 muestran el comportamiento de los GPA en los cursos de los programas de ciencias naturales ofrecidos en la UPR-Bayamón. Se escogieron estos programas porque existe abrumadora evidencia que tiende a indicar que, de acuerdo con la opinión de los estudiantes, son los cursos de mayor dificultad. Nótese que el GPA de los cursos de matemáticas muestra una tendencia sostenida a decrecer a lo largo de los 41 semestres considerados. Es decir, en la medida en que la calidad de los estudiantes matriculados en los cursos de matemáticas ha disminuido, así también han disminuido sus GPA a través del tiempo. Tal comportamiento es el esperado. Por otro lado, los cursos de física, química y biología exhiben un comportamiento muy diferente al esperado, pues los GPA de estos tres programas muestran una tendencia al crecimiento. En el caso de física, el GPA alcanza el pico mayor en el semestre 31, cuando su valor es 2.93, representando un salto de 63 puntos con respecto al origen (2.30). Química experimenta el salto mayor de 48 puntos en el semestre 24, el GPA incrementa de 2.10 (origen) hasta 2.58. Por su parte, biología experimenta un salto de 70 puntos en el semestre 36, cuando el GPA incrementa de 2.07 (origen) hasta 2.77. No hay evidencia alguna que demuestre que la calidad de los estudiantes que tomaron los cursos ofrecidos por estos cuatro programas a lo largo del período considerado difiera significativamente. Por lo tanto, una explicación plausible es que los estándares académicos imperantes en cada uno de estos tres programas difieran significativamente con respecto a los prevalecientes en matemáticas.
Conclusión
La discusión anterior demuestra que los asuntos académicos relacionados con la política institucional de admisión y sus interrelaciones con el aprovechamiento académico estudiantil ameritan urgentemente un análisis riguroso por parte de las autoridades universitarias que, hasta la fecha, ha estado ausente. Por un lado, la evidencia empírica, en contraposición con lo esperado, apunta a reducciones sistemáticas a través del tiempo en los estándares académicos prevalecientes en la UPR-Bayamón. Bajo tal escenario, emergen lógicamente interrogantes sobre la adecuación, pertinencia y relevancia del conocimiento añadido en los educandos a través del tiempo. Por el otro lado, la evidencia empírica demuestra que las bajas parciales varían directamente, mientras que los GPA varían inversamente con la decreciente calidad de los educandos. Dicho patrón contraintuitivo de comportamiento podría apuntar a la existencia de una peligrosa simbiosis entre profesores y estudiantes en la cual cada una de las partes define y trata de adelantar sus intereses menoscabando aún más los estándares académicos institucionales. Esta problemática es el resultado de la ausencia de una cultura institucional de investigación que, a diferencia de las aspirinas, no se puede comprar en el ventorrillo de la esquina.
Referencias
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