Por un verano sin tí: arenga para una isla bendecida
A Vanessa Droz, cuya frase me hizo verlo clarito
Somos una isla bendecida. Como tantas otras frases “bien intencionadas” que en vez de describir nuestra realidad la tuercen y la deforman como la mueca grotesca en el rostro de un ahogado, esta se nos presenta como particularmente irónica en estos días divinos. Porque “la realidad” es que la naturaleza del mundo a veces nos es adversa. Lo natural del aire y del viento y del agua nos desgarra a veces, a veces tiembla la tierra y se derrumba, pero no somos víctimas de esas catástrofes naturales. Para ellas, somos animales naturales siguiendo el curso de la vida y de la muerte naturales. Declararnos víctimas de la naturaleza implica una relación intersubjetiva y un drama moral que no aplica, que no describe lo que pasa “realmente”. Es una manera de hablar, de decir, de escribir, de adjudicadle una agencia, una personalidad y una voluntad a aquello que no la tiene, tal y como dicen que pensaban los de antes. El universo no es una cosa ni siquiera indiferente porque para ser indiferente hay que ser gente y el universo es una cosa, es el conjunto de todas las cosas, pero una de las cosas que no es se llama gente. Por lo demás, ese mundo natural neutro se nos presenta benévolo la mayoría del tiempo, como atestiguan miles de turistas que describen nuestra islita sin el más mínimo sesgo de ironía como un “paraíso tropical”. Entonces, no solo somos una isla bendecida: también somos una isla codiciada. El cuerpo de nuestra isla deviene objeto del deseo.
*
Me gusta la chocha de Puerto Rico. Esta frase a primera vista vulgar y jodedora es riquísima en su ambigüedad. Declaración de amor o de lascivia, expresión de cariño bruto y jocoso o conclusión obscena a la que se llega como resultado de una tasación del cuerpo metafórico y literal de nuestra isla, la frase se desborda de su probablemente simple y provocadora intencionalidad inicial para detonar un montón de interpretaciones conflictivas y contradictorias. Pocas frases aguantan con justicia aquel relativismo que canta “yo lo interpreto como…”. Creo que esta es una de ellas. Sola como la estrella de la canción del Topo, la frase es un free for all como quiere otra frase en el difícil. Sola, yo la quiero interpretar como la afirmación amorosa de la belleza nuestra sin la sublimación del deseo. Amor bruto y sexual sin mediación para las subjetividades susceptibles a esa vaginal modalidad del deseo. En el contexto de la canción “El Apagón” donde aparece repetida una y otra vez, la leo como eso mismo y como una especie de contraparte siniestro trasladando la voz a otro sujeto que ya no es el sujeto amante-deseante-jocoso que ama y desea desde la joda. Pronunciada por otra voz, adquiere matices siniestros, como de quien ve en Puerto Rico un territorio del cuerpo (o un cuerpo territorial) un pedazo codiciado.
*
Todo eso por medio peso. Dependiendo del lugar del hablante, la frase puede ser un piropo vulgar o una objetificación metonímica del “cuerpo” femenino de la patria. En mi fantasía hermenéutica, “nosotras y nosotros”, los boricuas, tenemos derecho a amar y a desear a nuestra patria de esa manera, porque puritanos y puritanas no somos y amamos con el alma y el cuerpo entrelazados. En boca de “ellos y ellas”, la “clase gobernante” y una instancia inversora-invasora extranjera, la frase deviene ofensiva y declaratoria de un deseo perverso de apropiación y de violación. No es que el lenguaje defina y “sea” la realidad. Es que nuestra trágica realidad (en este caso política) matiza y deforma y problematiza el lenguaje.
*
Somos una colonia. En este caso, la frase que sí describe a cabalidad nuestra realidad política sufre una operación inversa a la declaración. Esta frase que es la descripción de un horror real e histórico cuyas consecuencias sufrimos hoy (y que podría argüirse como la causa primera de la mayoría de nuestros males) ha perdido su pungencia por el desgaste de tanto vivirla. Las palabras se erosionan y se desgastan y se derrumban igual que la roca y la tierra de tanto maltrato. Pierden su Olvidamos que una colonia es un lugar maldito. Somos una isla maldecida, maltrecha, somos como bien dijo Franz Fanon, “los condenados de la tierra”. El rictus necesario a la hora de mirarnos al espejo a veces nos deviene sonrisa. Pensando en Fanon, acaso deberíamos usar más la literatura como espejo a modo del bello y condenado Melodía del cuento de González. Deberíamos recordar aquella novela infernal de Wells llamada “La isla del Doctor Moreau”, donde un científico loco experimenta degradando los cuerpos de otros “condenados” que al final se revelan revelando la naturaleza monstruosa de su torturador. O aquella colonia insular penitenciaria de Kafka donde una maquinaria compleja y atroz comandada por gendarmería también enloquecida y ebria de poder escribía sangrientamente sobre la piel de los cuerpos prisioneros las frases que describían los crímenes cometidos por los condenados en un lenguaje incomprensible. ¿Qué frases graba hoy la compleja maquinaria penitenciaria colonial sobre nuestras pieles tostadas por el sol tropical? Acaso, alguna de aquellas frases lea algo así como “We live where you vacation”. Pero acaso alguna otra lea con nostalgia combativa de futuro el deseo de nuestra liberación de la tortura: “un verano sin ti”.
*
Somos un paraíso tropical. Relativamente, en términos naturales probablemente nos va mejor que en otros sitios. Ciertamente nos va mejor que las islas de Sotavento y Barlovento, que hasta en el nombre llevan marcado un destino adverso en términos climatológicos. Sin conocer de números, apuesto que en Puerto Rico menos gente muere y sufre por “causas de la naturaleza” que en muchísimos otros lugares. Sin embargo, a veces el mundo natural y sus inclemencias, nos maltrata. Yo digo que al maltratarnos nos bendice.
*
Somos una isla bendecida, porque al azote de estas inclemencias vemos la verdad por un segundo. Las nubes tormentosas repletas de agua y de rayo y de trueno separan las tinieblas metafóricas para dejar pasar la luz de la verdad para alumbrar el rostro obsceno de la causa de nuestro sufrimiento, y la verdad es terrible, y ese rostro así desenmascarado no es una cara natural ni sobrenatural ni trascendental. No es el rostro de dios el que se nos revela cada vez que la naturaleza nos maltrata. Cuando llueve y cuando tiembla la tierra y cuando el viento se lleva enredados los techos de las casas que ya estaban maltratados por los vientos y las lluvias anteriores, somos testigos de la verdad que no está ausente nunca pero que se oculta en pleno sol tras ls máscaras deformes y coloridas de la hipocresía y la demagogia y sí, el desdén y la maldad que albergan nuestra “clase gobernante” por nuestro pueblo. Esa verdad siniestra la ocultan los cabrones, los malvados, los odiantes, los prevaricadores de las primaveras. Porque esa verdad aciaga resulta ser que los que nos desangran son ellos mismos. No la naturaleza. No dios. Ellas y ellos.
*
A cada lechón le llega su navidad. Cuando pasa el viento y la lluvia y el estruendo ellos se quedan sobrevolando como buitres para alimentarse de nuestra carroña, pero no son buitres. Sacan los colmillos y se afilan las garras como fieras, pero no son fieras. Aprietan sus quijadas en nuestras yugulares chupando nuestra sangre tibia derramada, pero no son vampiros. Después de la tormenta se ensañan más contra nosotros, no se apiadan, se aprovechan de nuestra extrema vulnerabilidad como un patógeno oportunista pero no son virus, ni bacterias ni cánceres. No. Estas son analogías que dramatizan metafóricamente el daño que nos hacen, la manera rotunda en que nos odian y nos matan. Porque nos odian, sintiéndose distintos a nosotros, y lo son. Porque nos matan y no hay otra manera de llamar la actividad violenta que ejercen sobre nuestro cuerpo, nuestra alma racional y nuestros espíritus. Nos machacan sin ser mazas y nos cortan sin ser navajas y nos acribillan sin ser pistolas y nos ahorcan sin ser sogas. No son ninguno de esos implementos de suplicio y nos maltratan más. Nos dañan más. Nos destruyen más. ¡Míralos! ¡Si son gente! ¡Sujetos de carne y hueso con nombres y apellidos y códigos postales!!!
*
A otro perro con ese hueso. A días del paso del huracán Fiona, vimos como este fenómeno atmosférico intensificó su fuerza alcanzando categoría 3 al pasar por la República Dominicana causando estragos y sufrimiento en ese país hermano. El sistema eléctrico de ese país se vio afectado en un 7 por ciento, mientras que a nosotros, a la isla bendecida, nos arrebataron la luz sumiéndonos en las tinieblas desactivando el sistema eléctrico en su totalidad ANTES de que la tormenta nos afectara de pleno. Al momento de su traslación por la isla de Puerto Rico, el huracán estaba calificado con una intensidad categoría 1. Haga el lector la simple matemática. Vemos encabronados como una empresa extranjera a la que el gobierno le vendió nuestro patrimonio eléctrico y nuestra seguridad nos falla y nos humilla pasándose un contrato leonino por el mismo roto del culo y aumentándonos la luz indiscriminadamente mientras nos brinda un servicio de mierda poniéndonos musiquita de jibaritos cuando llamamos para quejarnos. Vemos como un gobernador de pacotilla y perverso es cómplice de esa dilapidación y protege a la compañía extranjera que nos defrauda y agravia. Vemos como a la primera muestra de descontento e inconformidad reprimen nuestra manifestación popular rociando a nuestros jóvenes con gases lacrimógenos y aerosoles pimienta, violentando nuestros cuerpos y nuestros derechos, fumigándonos como si fuéramos cucarachas. Vemos como “la clase política” de nuestro país habilita leyes que efectivamente privilegian y benefician a “inversionistas-invasores” que en batalla desigual se van quedando con lo que nos pertenece desplazándonos y gettizándonos en nuestra propia isla y empujándonos a que nos vayamos al carajo gringo. Vimos como invisibilizaron a nuestros muertos, los malcontaron como se calcula mal a propósito unas libras de batatas o de estiércol. Vemos como con plena violencia colonial los Estados Unidos nos impone una Junta Fiscal cuyo propósito declarado es cobrar una deuda en las que incurrieron los cabrones de arriba y dilapidarnos más, ejerciendo sobre nosotros los mecanismos más despiadados del necrocapitalismo. ¿Vemos? Yo vi niñas y niños y ancianas y ancianos temblando y durmiendo a la intemperie durante los terremotos. Los ví en Ponce, donde mismo esta tormenta causó estrago. Yo los ví con estos fucking ojos y apreté los dientes.
*
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Vemos, o deberíamos. Nos duele más el azote de la naturaleza (es una metáfora) por culpa de ellos. Son ellos. Esos. Los de nombre y apellido. ¡¡Los conocemos tan bien!! Y estás tormentas, estos terremotos, esta mala suerte o esta ira de Dios relativa es poco, nada o casi nada comparadas con las atrocidades que nos hacen aquellas y ellas, esas. Las que se supone que nos cuiden y nos protejan y nos dirijan y nos sirvan. No nos sirven y no nos sirven para nada excepto para engañar y no es metáfora. Para robarnos y no es metáfora. Para matarnos y no es metáfora. Para dejarnos en el hambre y en la intemperie y en el desconsuelo y esas no son metáforas. Parecería que el hecho de que sigamos vivos es una prerrogativa secundaria, una especie de mal necesario en el contexto de una agenda monstruosa y genocida de lucro y de expulsión. ¿Suena exagerada esta conclusión? Pasee sus ojos el lector por la próxima frase.
*
He visto el futuro y es brillante. Es un futuro sin puertorriqueños. Esta frase escandalosa que no oculta para nada su deseo asqueroso de exterminio, ¿la vemos? ¿La leemos? ¿La llevamos clavada en el alma como aquellas garras, aquellos cuchillos, aquellos colmillos y picos de bestias carroñeras? ¿Cuántos? ¿Cuántos desastres y catástrofes y terremotos y apagones y lluvia citas y aguajes tienen que ocurrir para tomar las riendas y deshacernos de estos cabrones? En esta forma de vida que nos han impuesto, eso llamado democracia es menos que una metáfora: es una falacia. Una mentira. Hoy, a algunos días oscuros y sus noches más tenebrosas todavía, hoy cuando la mayoría de nuestra gente todavía sufre sin agua y sin luz pagándola tan cara, cuando una de nuestras más grandes poetas tiene que usar su don y su talento insuperable de la palabra para escribir esta verdad obscena, escatológica y abyecta: “Terrible, terrible que la felicidad (al menos un fragmento de ella) se reduzca al placer de halar la cadena del inodoro…” ¿A qué nos han rebajado? ¿En qué nos han convertido? ¿Con cuanto desprecio son capaces de mirarnos? Hoy aprovechemos estos abrazos afilados que nos proporciona la naturaleza bruta y desinteresada para ver cómo nos traicionan, nos vejan, nos abandonan, nos dejan a nuestra desdicha, nos masacran el cuerpo y el espíritu. Bendecidos my ass.
*
Somos más. Pero en el fondo del caño hay un hermoso negrito. Puerto Rico es una isla bendecida. Cuenta con una bendición que ningún otro lugar en este mundo ni en los otros tiene a su haber: las y los boricuas. La única bendición que tiene este pedazo de tierra somos nosotras y nosotros. Las puertorriqueñas y los puertorriqueños. Los que no nos quitamos. Porque no nos tumba nadie puñeta. Sintamos este dolor, bailemos, abracémonos, consolémonos, amémonos y reconstruyamos, pero puñeta: abramos los ojos grandes y veamos ya. Contra la violencia natural nada podemos hacer excepto prepararnos y protegernos. Contra la violencia humana demasiado humana y política demasiado política de la que somos víctimas los boricuas hoy podemos mucho si nos lo proponemos. Una vez, en otro verano hicimos tormenta. Podemos hacerla de nuevo. “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Esta frase la dijeron al unísono los espíritus que atormentaban el cuerpo de un endemoniado una vez. Cuenta la leyenda que a aquellos demonios invasores los obligaron a mudarse a las habitaciones Airbnb de una piara de cerdos que murieron despedazados al lanzarse por un despeñadero. Dinámicas escatológicas del real estate espiritual. Reverse-gentrification is a bitch. “Somos más y no tenemos miedo”, respondimos los boricuas ante un similar y endemoniado asedio. Es hora de hacer o repetir el ritual del exorcismo, bendito.