Primero, vamos a matar a todos los abogados
Shakespeare no fue abogado, pero en su producción teatral la combinación de literatura y el derecho está ampliamente representada; y los abogados no salen muy bien parados en sus obras. Shakespeare llegó a conocer los procedimientos y las prácticas de los abogados, las demoras de la justicia, las actuaciones de los jueces las cuales colocó con su genio literario en sus comedias y tragedias. Aunque el que vertió esa famosa frase fue un personaje secundario, no es menos cierto que es el propio autor el que crea los diálogos en sus obras. Para esa época la gente acostumbraba a asistir a los tribunales para entretenerse y educarse. Los abogados en esos tiempos estaban a la disposición de los pudientes y no de los necesitados. Algo similar ha ocurrido a lo largo de la historia. Los abogados han sido objeto de opiniones destructivas, críticas y chistes, algunas provenientes de los propios miembros de la profesión. La obra Enrique VI no está entre las más populares de Shakespeare, pero la frase “Primero, hay que matar a todos los abogados” ha trascendido las fronteras de la literatura y se ha propagado entre la sociedad y en particular en la profesión legal. Dick, el carnicero es un hombre rudo, un asesino quien como otros verdugos propone una solución ordinaria a los problemas de la sociedad. Los abogados, utilizando su educación sofista, se defienden diciendo que Dick, el carnicero es un personaje de una baja escala social por tanto su frase no debe ser considerada seriamente. Sin embargo, otros pensadores, igualmente sofistas, piensan que Shakespeare precisamente quería equiparar a los abogados a un personaje despreciable, rudo, corrupto y bajo en la escala social como Dick, el carnicero. Este personaje quería establecer una dictadura; los abogados alegan que ellos son obstáculo para los tiranos, que los abogados defienden la constitución y los derechos humanos. Dicen los letrados que eso siempre ha molestado e incomodado a los tiranos y eso explica que estén en contra de los abogados, eso es parte del sofismo. Lo cierto es que ningún escritor ha dicho vamos a matar a todos los doctores, ingenieros, maestros u otros profesionales. Aparentemente la actuación de los abogados produce una gran animosidad en la ciudadanía particularmente en los escritores y artistas. Pero no todos los abogados son malvados; 90% de ellos son honestos, y se comportan correctamente. Sólo 10% se comporta incorrectamente o incurre en actos de corrupción. Lo mismo ocurre en otras profesiones pues todas se nutren de la misma sociedad que tiene 10% de ciudadanos deshonestos y violadores de la ley. Pero realmente nadie los debe matar, hay que someterlos a la justicia.
Otros autores utilizan los tribunales de justicia en su obras literarias y hasta en pinturas. Algunos fueron abogados. Franz Kafka estudió leyes y entre sus obras más famosas está El Proceso. Esta obra trata de una acusación injusta a un ciudadano que el autor llama Josef K. Nunca se le revela al personaje cuál era el delito por el que se le acusaba. El proceso toma muchos años en completarse y de hecho nunca se terminó. Finalmente, dos hombres llevan al acusado a un paraje solitario y lo apuñalan hasta matarlo. El protagonista nunca supo de qué se le acusaba. ¡Qué extraño! Algunos consideraron a Kafka como un gran abogado. Murió de tuberculosis a una temprana edad –41 años– y está en el cementerio judío Olsany de Praga.
El pintor francés Honoré Daumier pintó entre 1853-1854 un cuadro que tituló Abogado en Alegato, el que se conserva en el Museo Soumaya en la ciudad de México. El pintor demuestra el odio exagerado que tenía hacia los abogados. En el mismo ridiculiza la retórica larga, el exaltado alegato y la inhumanidad de los juristas. Se dice que la pintura es un homenaje al pintor Caravaggio. Es sumamente extraño que un pintor francés del Siglo 19 tuviera tanta animosidad y rencor en contra de los abogados.
Albert Camus fue un novelista, dramaturgo y filósofo francés nacido en Argelia. Era un filósofo existencialista y del absurdo. Nació el 7 de noviembre de 1913 y murió en un accidente automovilístico el 4 de enero de 1960. En su obra La Caída relata la historia de un exitoso abogado que gradualmente se convierte en un ser abominable, derrumbándose profesional y personalmente. Como abogado, lo sostenían dos sentimientos– estar del lado bueno del caso y un desprecio instintivo por los jueces. A lo largo de la obra acuñó las siguientes frases: “No espere el juicio final, se verifica todos los días; El crimen encuentra siempre abogados, en tanto que la inocencia sólo a veces; y Es difícil distinguir lo verdadero de lo falso en lo que cuento”. Luego habla del robo de la pintura Los Jueces Integros. La pintura era una obra del ingenio de los hermanos pintores flamencos Huberto y Jan van Eyck y se exhibía en la catedral de Saint-Bayon en la ciudad de Gante, en Bélgica. Se trata de un conjunto de pinturas que se conocía como el Políptico de Gante o Cordero Místico. La pintura fue robada en el 1934 y nunca se pudo recobrar; se cree que fue destruida. La pintura fue reemplazada por una copia realizada por Jef Vanderveken. En la obra La Caída, de Albert Camus, la obra aparece en su apartamento de Amsterdam, pura ficción.
Es curioso que el Papa Francisco decretó que durante el mes de mayo de 2013 se rezase para que –“Que quienes administren la justicia actúen siempre con integridad y recta conciencia”. El dedicar un mes para rezar por la integridad moral y la recta conciencia de los jueces no puede pasar desapercibido, particularmente porque esas intenciones no se refieren a la función de otros servidores del estado. Otros han dicho que la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de conocimientos.
En Estados Unidos existe la Comisión de Conducta Judicial para velar por la integridad del comportamiento de los jueces en ese país. La mayoría, pero no todos los jueces de cualquier país, son íntegros, rectos y justos. Pero no se puede negar la existencia de un pequeño grupo que de no ser erradicados acabarían por manchar la imagen del poder judicial. Eso es mucho más grave cuando los jueces carentes de integridad pertenecen a los más altos foros judiciales del país. La Comisión de Conducta Judicial es responsable de investigar las quejas contra los jueces. Esa Comisión no existe en España donde contrario a Estados Unidos los jueces no tienen inmunidad ni impunidad. En Puerto Rico, la inmunidad es condicionada cuando el Tribunal Supremo bajo el liderato del juez Hiram Torres Rigual estableció en el caso Feliciano Rosado v Matos Jr. que se elimina el dictum de inmunidad absoluta y se adopta la inmunidad condicionada. En Estados Unidos la supuesta inmunidad e impunidad de los jueces es estatutaria –son casos decididos por los propios jueces para los propios jueces.
John Crisham fue un abogado que luego de practicar la profesión se convirtió en escritor de novelas con temas legales. Ya ha escrito más de 23 novelas de ese tipo. Una de sus últimas novelas es El Soborno, en la que un juez es investigado por actos de soborno. Una investigadora de la Comisión de Conducta Judicial se involucra en la investigación de un juez corrupto que ha robado más dinero que todos los jueces corruptos juntos. Pero existe el peligro de que la investigadora y su amigo sean asesinados. El señor John Crisham ha obtenido más dinero como escritor que como abogado. Crisham es miembro de la organización norteamericana Proyecto Inocencia que se dedica a revisar los casos de personas condenadas injustamente e intentar su liberación y modificar las leyes que puedan evitar esos errores.
En los países de hispano-américa los jueces no tienen inmunidad ni impunidad. En esos países los jueces pueden ser demandados, removidos de sus puestos, multados y hasta encarcelados. Existe el delito de prevaricación que equivale a un error judicial craso, una decisión que no puede ser corroborada bajo ningunas otras circunstancias.
En México ocurre algo muy extraño. Es una práctica común que una de las partes se reúna en privado con el juez sin la representación legal de la otra parte. Esto se conoce como “alegato de oreja”. Los abogados aparentemente están conformes con esa práctica. Lo que se discute en esas reuniones se mantiene en secreto. Tal práctica es inconcebible en nuestro sistema judicial. Se están conduciendo estudios sobre el costo para regular esa práctica para fortalecer y legitimar el sistema judicial mexicano. El “alegato de oreja” promueve la injusticia y el soborno. Una práctica similar fue eliminada en Argentina en el 2004. En Puerto Rico es muy difícil probar el soborno a menos que el sobornador –el que paga– confiese, pero si recibe un beneficio a cambio nunca confesará.
Volvamos por un momento a nuestro país. El Proceso, libro de Franz Kafka, se parece a la Sentencia aberrante del Tribunal Supremo al concluir que un cirujano le causó demencia a una paciente tras una operación de tiroides y paratiroides que resultó con el calcio bajo. Eso obedece a un error judicial craso; el caso tomó diez años desde la fecha de la demanda en 2001 hasta llegar al Tribunal de Instancia de San Juan. La Sentencia del Tribunal Supremo fue el 18 de diciembre de 2015. Es evidente que el sistema de justicia de Puerto Rico es ineficiente. El cirujano perjudicado demandó a siete jueces del sistema judicial local por derecho propio en la corte federal de San Juan el 23 de mayo de 2019; ya lleva dos años y no se ha resuelto nada. El caso ahora está en el Tribunal de Apelaciones de Boston. Qué difícil resulta restituir la justicia en este país y en Estados Unidos, el país supuestamente más democrático del mundo.
Estados Unidos es el líder con relación al número de abogados que tiene –3 abogados por cada mil habitantes. Mientras más abogados per cápita tiene el país mayor será la reducción en el crecimiento económico. Cada abogado sobre el número requerido reduce el Producto Nacional Bruto en $2.5 millones. En Estados Unidos se presenta una demanda cada varios segundos. Esas demandas aumentan el costo de todos los productos que compramos.
Alexis Tocqueville escribió Democracia en América y en esa evaluación indica—“Los abogados en Estados Unidos forman un poder que involucra a toda la sociedad como un todo, penetran todas las clases que la componen, trabajan en secreto, actúan constantemente sin que nadie se entere y al final moldean la sociedad según sus deseos”.
A principios del Siglo 20 el estado de Massachusetts no permitía la práctica de los abogados en ese estado. Los ciudadanos se defendían por derecho propio. El gobierno estatal argumentaba que la prohibición obedecía a que los abogados estaban en 50% de los casos con Dios y en 50% estaban con el Diablo. Curiosamente, nosotros acudimos al Tribunal de Apelaciones de Boston, Massachusetts para resolver nuestros litigios.
“The best way out is through” Robert Frost