Resistencia en tiempos de pandemia
Cierto es que estos no son circunstancias normales, pero sí normativas. El estado de emergencia nos ha dicho “Quédate en casa”, se ha afianzado con un toque de queda que regula nuestra circulación, y sobre ello, el ciclo noticioso de 24 horas nos inunda los sentidos con el discurso fatídico de la crisis. En medio de estas condiciones, no es difícil entender cómo los individuos se atomizan, cómo la atención se enfrasca en la auto preservación por encima de la solidaridad, y cómo el momentum de la acción colectiva es absorto por la desmovilización. En medio de estas condiciones, tampoco es difícil advertir que la crisis de unos muchos es la oportunidad de unos pocos – oportunidad de tener vistas públicas sin público, de pasar proyectos sin escrutinio, y de dar contratos sin regulación.
El ordenamiento social de la pandemia hace ver la crítica como algo vulgar, ya que se entiende como una ruptura de la concordia que exige el momento, contra la unidad y simpatía que nuestro pueblo necesita para enfrentar tan difícil situación. El distanciamiento físico se subvierte a distanciamiento social, el desentendimiento de lo que ocurre fuera de nuestras casas y redes sociales inmediatas. Si por un lado nos enchufamos a las pantallas para entretenernos, para llenar las horas adicionales de ocio, de igual forma se nos hace fácil desenchufarnos de los temas desatendidos y las fallas crasas de un sistema que prioriza las ganancias de un sector privado a expensas del interés público.
La pandemia no puede justificar que las comunidades del sur de la Isla, aún enfrentando el día a día a la intemperie queden en el olvido. No podemos dejar que la narrativa del contagio nos desvincule de las vulnerabilidades que nuestres compatriotas experimentan, sea porque no tienen acceso a techo, alimentación, información o tecnología. El discurso del hogar como espacio seguro no debe silenciar la inseguridad que muches experimentan cuando es el hogar donde son violentades. El llamado a quedarse en casa no puede traducirse a quedarse callade, ni pasive, ni complaciente.
La historia simpática de quien hizo máscaras en su casa para les trabajadores salubristas debe también traer la pregunta de ¿por qué sus empleadores no las suplían? El consejo de como llenar tu día en casa de ejercicios físicos y formulas para la productividad, debe también orientarte a seguir los procesos legislativos, las últimas ordenanzas y proyectos de ley que afectan a tu comunidad y cuestionar ¿a quién le conviene ese resultado? La narrativa de conectar y reforzar el núcleo familiar, también debe sugerir la pregunta ¿cómo están mis vecinos y los más vulnerables de mi comunidad?
La situación de crisis ciertamente nos debe mover hacia la unión de propósitos, hacia la solidaridad y el apoyo mutuo. En estos momentos, donde la sobrevivencia de las personas está determinada menos por el riesgo al contagio comunal que por el acceso a pruebas, a servicios de salud adecuados y a una fuerza laboral salubrista apoyada con los equipos de protección necesarios; en estos momentos más que nunca es cuando exigir a nuestros gobernantes toma mayor importancia. Y no digo pedir, sino EXIGIR, ya que acceder a una vida digna no es una dádiva, es un derecho.
Exijamos más… más pruebas; más equipo de protección para los profesionales de la salud; más transparencia, escrutinio y regulación en la otorgación de contratos; más envolvimiento de líderes de la profesión médica colegiada en la evaluación de recomendaciones que orienta la toma de decisión; más esfuerzos de apoyar las comunidades a enfrentar los retos que esta situación produce. Exijamos más.