Ricki and the Flash
¿Quién puede salvar una pequeña película cómica del olvido si no la polifacética Merryl Streep? La actriz toma el papel de Ricki Rendazzo, cuyo verdadero nombre es Linda, una mujer que decidió seguir su llamado a la música convirtiéndose en una cantante de rock y líder de su propia banda, y lo hace memorable. Para perseguir su sueño dejó a su esposo Pete y su familia. Por situaciones agudas de esa familia, la ahora cajera de un supermercado, cuyo escaso sueldo suplementa con sus intervenciones musicales (o viceversa) en un bar en Tarzana, California, tiene que ir a Indianápolis.
Uno sabe más o menos qué ha de pasar y cómo ha de resultar la visita, pero el guión de Diablo Cody le permite al director, el estupendo Jonathan Demme, llevarnos por las obviedades con una mano tan segura y al mismo tiempo liviana que gozamos de cada situación como si estuviéramos experimentando nuestra primera comedia hollywoodense. Que estemos sonreídos, y a veces conmovidos, por algunas de las situaciones por familiares que sean se debe principalmente a la destreza actoral de Streep y un elenco de primera clase.
A los 66 años con su belleza madura y su encanto sensual aún intacto, la actriz número uno de la pantalla hoy día hace de cada una de sus escenas algo digno y aceptable que trasciende el material. Cuando no está intercambiando puyas verbales con su exmarido (Kevin Kline, quien parece haber tenido su cuota de cirugía facial), sus dos hijos y su desajustada hija, Streep está tocando guitarra y cantando como si fuera el espectro de una Janis Joplin moderada y “limpia”, cuyo tiempo ya pasó. Esa actitud de no dejar ir el pasado le da la capacidad para volver a su familia y reaccionar a ellos como cuando eran niños, algo que funciona parcialmente dentro de lo que hay de trama.
Son pocas las sorpresas en el argumento de la película pero las que hay son cómicas o tienen un impacto emocional breve que nos deja entender la reacción de los personajes. No que haya nada demasiado complejo que descifrar, pero si el espectador ha sido perspicaz y se ha ajustado desde el principio al mundo en que viven estas personas sabrá aceptar que las situaciones no requieren análisis especial.
Entre las delicias cómicas está una cena en la que madre y su “exfamilia” van a cenar a un restaurante bastante “jaijóyeti” en Indianápolis. Ricki con su atuendo negro, incluyendo los botines con aplicaciones metálicas, sus cadenas, sus sortijas gigantes y su recorte punk-conservador (que le queda fenomenal a la Streep) parece una buitre amistosa entre todos los demás comensales, más conservadores que miembros del TEA ante una segmento de FOX News. Los rostros de esos otros (algo que se repite más tarde durante una boda) son un triunfo directoral porque se logra que sus expresiones nos resuman las actitudes a lo diferente que pueden existir en el mediano oeste de los Estados Unidos.
Aunque a la Streep hay que hacerle el funche aparte, ha encontrado sus iguales a través de los años. La gran Viola Davis le robó la escena cumbre en “Doubt” (2008). En esta cinta es difícil decidir quién gana la escena máxima del filme. Audra McDonald hace el papel de Maureen, la esposa del exmarido de Ricki, quien crió sus hijos. Aunque la actriz no es muy conocida por los amantes del cine, su destreza y belleza están ampliamente a la vista en este filme. Ganadora de seis Tony (un récord) por sus interpretaciones en las tablas, su presencia es extraordinaria, y su dominio de cómo intervenir en una escena entre dos, superlativa. Me refiero a que tiene que haber un balance en el toma y dame sin que alguien trate de sobresalir. Si uno de los dos actores se destaca debe de ser por su entendimiento del significado de su personaje, no porque está luciéndose. Una pena que Hollywood no tenga más papeles para esta excelente actriz y no la veamos más. Me gustaría verla (la vi en Broadway) en una versión fílmica de “Lady Day at Emerson’s Bar and Grill” haciendo de Billie Holliday y cantando.
Se destaca también en la película Rick Springfield por la sinceridad que despliega en su papel como el guitarrista de “The Flash” quien está enamorado de Ricki mientras ella sigue en una nube que transita en algún lugar entre lo que no fue y la realidad.
Al fin la película, a pesar de su trama endeble, resulta ser simpática y alegre, y le dan ganas a uno de ir al bar en Tarzana donde está Ricki con sus flashes, y romperse los huesos bailando.