Room
La primeras escenas de este filme nos sorprenden por su intimidad y su urgencia. Una mujer y un niño (luego nos enteramos que tiene cinco años) están en un cuarto rudimentario y pobre. El tanque del inodoro no tiene tapa pero le sirve de lago a los botecitos del nene. Hay lo que podría llamarse una cocina limitada, una cama y una claraboya en cuyo cristal descansa una hoja. Nos sorprende cuando la mujer le explica al niño lo que es una hoja.
Nos vamos percatando de que en este reducido espacio transita la vida de estos dos seres que, evidentemente, se tienen solamente el uno al otro. También notamos que las paredes están forradas de caucho y de material absorbente. Es el quinto cumpleaños de Jack (Jacob Tremblay) y Ma o Joy (Brie Larson) le prepara un bizcocho. El único problema es que no hay velas, ni invitados. Los dos son prisioneros de “Old Nick” (Sean Bridgers). Ella fue raptada y aprisionada en la habitación cuando tenía diecisiete años; el niño es hijo del secuestrador, que la tiene a ella de esclava sexual.
Con un guión escrito por Emma Donoghue basado en su propio libro, y dirigida por Lenny Abrahamson la película es un estudio sobre el aislamiento y la soledad impuesta que muestra la esclavitud de dos personas como metáfora de todas las esclavitudes que nos rodean. Sabemos del trasiego de mujeres, particularmente las de Europa oriental, y hemos tenido anteriormente filmes como “The Whistleblower” (2012) en que el tema es tratado, pero desde el punto de vista de quien trata de interceder en su favor. Pero también sabemos de los esclavos de los bancos y de sus hipotecas, de las tarjetas de crédito y la pobreza. En esta cinta vivimos con Ma y Jack su relación y las visitas nocturnas de su violador y carcelero en busca de sexo.
Se desarrolla una tención intensa porque Ma tiene que explicarle al niño lo que está sucediendo y la verdad de su existencia. La situación está complicada porque el carcelero ha perdido su trabajo y Ma presiente que eso podría poner en peligro al niño. El hombre es demasiado fuerte para que ella pueda hacerle frente y la puerta solo abre con un código que él conoce. La claraboya esta muy alta y reforzada para poderla romper. ¿Qué hacer?
La rutina diaria continúa y la relación entre madre e hijo se cementa porque él va comprendiendo la desesperante situación que viven. Simultáneamente, ella también entiende que el niño tal vez puede ayudar a escaparse pero eso también lo pone en riesgo. Mientras tanto el mundo del niño está avivado por su imaginación y su capacidad para relacionarse con lo inanimado. “Buenos días, cama; buenos días televisión; buenos días inodoro…” , va diciéndole cuando se despierta por la mañana a lo que le rodea como si tuvieran tanta vida como la de él porque ya se ha ido fundiendo con la suya. Esa personificación o antropomorfismo mantiene a Jack ocupado y concentrado, y le permite a su madre comunicarle la situación acudiendo a su inteligencia e imaginación.
La película eventualmente también alude a la alegoría de la caverna de Platón y a una variante del conocido síndrome de Estocolmo: identificación con el lugar de cautiverio. (El síndrome usualmente alude a empatía con el carcelero no con la cárcel.) Además, en el caso del secuestro sexual que conduce al engendro de una criatura está el repudio de los asociados a la mujer que ha dado a luz el resultado de la sumisión sexual impuesta.
El niño actor Jacob Tremblay (tiene nueve años) es una maravilla. Su actuación es de extrema complejidad porque tiene que encajar perfectamente con la madre de Brie Larson, para que sea creíble y no aparezca, aunque lo sea, demasiado precoz. Es evidente que el actor posee una inteligencia especial y que entendió, más allá de lo evidente, qué es ser un prisionero. Brie Larson completa este dúo inseparable con una sensibilidad que nos permite aceptar algunas cosas que parecerían excesivas e inverosímiles. Las repercusiones emocionales en ella son mucho más complejas que las que sufre la inocencia del niño, y Larson las matiza de tal modo que vamos viendo todos los ángulos de su sufrimiento y las dificultades de adaptación que resultan de su cautiverio.
La segunda mitad de la película me pareció demasiado emocional y, a veces, sentimental. Además algunos cabos quedaron por ser atados. De todos modos es una experiencia cinemática de primer orden que no se deben perder.