¡Señor gobernador, ordene que abran ya!
Ya ha pasado más de un mes, y los procesos burocráticos entorpecen toda intención de resolver el problema. El mural ha sido martirizado como un santo, y la Fountain Christian Bilingual School de Otoniel Font, ha adoptado dos caras. Dice que cooperará, pero en la práctica, ha impedido que todos los peritos, tanto de conservación como los de valoración histórica, tengan acceso a la pared del mural, esgrimiendo pretextos, que a estas alturas son todos inválidos.
Mientras el Instituto de Cultura Puertorriqueña investiga y dialoga tímidamente sobre la potestad del edificio, y si la responsabilidad es del Departamento de Educación, o del Departamento de Transportación y de Obras Públicas — a quien parece pertenecer el edificio —, así como de Otoniel Font y su escuela, sigue corriendo el reloj contra la vida de una obra de arte que es patrimonio valiosísimo, y usted sigue guardando silencio, como si su labor de mandatario no tuviera relación con proteger un bien que es de todos los puertorriqueños. ¡Señor gobernador, ordene que abran las puertas de la escuela ya! ¡Que no pongan más excusas!
Múltiples intentos se vienen haciendo con el fin de lograr subsanar la obra, por encima de lo que a todas luces fue un intento de asesinato cultural. La profesora Margarita Fernández Zavala, experta en la obra del Maestro Torres Martinó, ha encabezado la gestión de devolverle la vida al mural, junto a personas relacionadas con los museos de arte, así como miembros de la legislatura, y todavía la imposibilidad es lo que reina en este asunto tan apremiante. Aquí no puede prevalecer otra misión que no sea la restauración expedita del mural.
La burocracia puede ir después. Son los expertos que Fernández Zavala ha recomendado los que deben laborar en la restauración. La escuela no puede ni debe contratar a quien le parezca, pues no tiene criterio para hacerlo, a menos que sea recomendado por ella o por el ICP, y siempre consensuada por estos. No sigan con una conversación trivial y casi de fiesta frente al paciente agonizando a punto de expirar. Usted es una persona con formación científica. Usted sabe muy bien que la demora puede suscitar cambios químicos que dificulten la restauración de la obra. ¡Señor gobernador, ordene que abran las puertas ya!
Le pregunto, gobernador, ¿cómo puede ser que se les otorguen escuelas a personas que no pueden tan siquiera cuidar del patrimonio que ellas mismas guardan? Le pregunto, gobernador, ¿cómo puede ser que se les otorguen escuelas a personas que no pueden tan siquiera cuidar del patrimonio que ellas mismas guardan? El mural de Torres Martinó fue cuidado durante cincuenta años por jovencitos y personal del comedor escolar, que lo contemplaron, disfrutaron y respetaron, plenamente. Entonces, por el contrario, ¿qué pueden enseñar personas de entidades que mutilan una obra de arte?
Pero no, no quiero desviar la atención de lo que urge aquí ahora, hacia el mal negocio para el pueblo que resulta el otorgar planteles valorados entre cuarto y medio millón de dólares, a entidades que obviamente no saben respetar el arte, la cultura y la historia del País. Señor gobernador, no guarde más silencio sobre el asunto. Pronúnciese. ¡Es urgente! Si usted no lo hace, dejará morir al paciente en su propia cara, dejará que se pierda una obra de arte que es un patrimonio valioso del pueblo, pudiendo salvarlo.
Sea responsable. Exija a la escuela que permita el acceso constante a los conservadores e historiadores de arte para salvar el mural de José Antonio Torres Martinó. ¡Señor gobernador, ordene que abran ya!