The Girl on the Train
La mujer Rachel (Emily Blunt) es bastante más que una “chica”. Todos los días, el tren en que viaja a Nueva York tiene que disminuir la velocidad al pasar por su antiguo vecindario, y ella ve lo que sucede en los patios y las terrazas de las casas por la ventana del vagón. Desde el primer momento que la cámara se posa en su rostro, sabemos que algo le pasa. Es una combinación de miseria y depresión juntada de rechazo y abandono, y ahogada en alcohol. Su marido Tom (Justin Theroux) la dejó por Ana (Rebecca Ferguson) y esta ha tomado su lugar y habita su casa con su hija Evie. No poder tener hijos fue uno de los problemas que la empujaron a odiarse y a la bebida. La situación empeora ya que no muy lejos de su casa, vive una pareja que no conocía y cuya vida parece idílica. La mujer, llamada Megan (Haley Bennet), es bella, el hombre, Scott (Luke Edwards), parece desvivirse queriéndola. Entonces, el guión de Erin Cressida Wilson comienza a ir para adelante y para atrás como un carrito loco para presentarnos cómo era y es la vida de Rachel, la de Ana y la de Megan.
Resulta que Rachel le ha mentido a Cathy (Laura Pepon), su compañera de cuarto. Ha perdido su trabajo y van en el tren a Nueva York todos los días para hacer parecer que aún tiene su vida antigua. Además, tiene periodos de inconsciencia como resultado de sus bebe latas. Durante estos momentos, no se acuerda de nada de lo sucedido y depende de los que la ayudan para reponerse. En esas retrospecciones, podemos ver que ella se puede poner violenta e irracional. También hay retrospecciones que nos presentan la vida placentera que tiene Tom con Ana, y que la pareja vive atemorizado de que Rachel quiera hacerle daño a Evie, la bebe. Ya en una ocasión entró a la casa sin permiso y sacó la bebé al patio.
Poco a poco también nos vamos enterando de la vida de Megan, quien trabaja de niñera para Ana y tiene sus problemas. Por estos, está viendo a un psiquiatra, el doctor Kamal Abdic (Édgar Ramírez) y le va revelando una serie de cosas que asombran y que hacen que le tomemos lástima. Hay más de la vida de las tres mujeres que, según avanza la trama, se entrelazan y nos sorprenden. Se van develando los secretos, y las situaciones se complican. Un día, Megan desaparece.
El consumidor de novelas y películas de misterio, en especial las de los años cuarenta y cincuenta, van a ver muchas cosas que le recordarán a giros conocidos en el género. En muchas ocasiones, veía venir los próximos pasos, particularmente los de Rachel, con bastante atino. Por un motivo que no les contaré, Rachel me recordó a Buzz (William Bendix) en “The Blue Dahlia” (1945). No les dañaré la posibilidad de que aprecien el suspenso que desarrolla el filme, que a veces recurre a falsas pistas que son un no-no en películas como esta y, ciertamente, en novelas del género. Por suerte, Emily Blunt acapara toda la atención en el filme.
Esta talentosa actriz, consigue crear un personaje digno de Olivia de Havilland en sus mejores tiempos. Su inseguridad y sus acciones autodestructivas están enmarcadas en situaciones que nos permiten apreciar su predicamento. Se siente vacía, despreciada y disminuida como persona, y cada uno de estos sentimientos los trasmite a perfección. Su relación con su compañera de cuarto, revela que aún conserva su bondad y su deseo de no insultarla. Al mismo tiempo, hace cosas irresponsables en su afán por querer ayudar a quienes no desean, ni necesitan ayuda. Además, representa su ebriedad y su depresión, controlando la exageración que a veces los actores les dan a esas condiciones. En ella descansa la trama y vive el secreto del filme.
Los demás actores, en particular la bella Haley Bennet, contribuyen al efecto, en general bueno, de la película. Lisa Kudrow, como la esposa del ex-jefe de Tom y la siempre estupenda Allison Janney (que parece haber crecido desde la última vez que la vimos), añaden momentos notables al filme que impulsan la trama hacia su conclusión.
Se distingue la banda sonora de Danny Elfman, que ayuda a intensificar la tensión y el suspenso sin entrometerse demasiado a reforzar las actuaciones y las situaciones. No hay puertas que chillan, ni ruidos de ultratumba para asustarnos, pues el filme es para gente madura. Hemos visto antes como el director tiene un buen manejo de grupos (como logró en “The Help”, 2011), y en esta película, comprueba que es sin duda uno de sus talentos.
A pesar de los titubeos del guión y de algunas inconsistencias de la historia, la película se distingue por su estrella principal. Es ella la que mantendrá a muchos pensando en qué es lo que ha sucedido y por qué.