The Gunman
Parece improbable que la persona informada no sepa de los ultrajes del continente africano por compañías que explotan sus riquezas y corrompen sus gobiernos. Esta película quiere familiarizarnos un poco no solo con ese problema pernicioso sino también con las intervenciones criminales (asesinatos) cometidos por mercenarios en la nómina de multinacionales. El filme comienza de esa forma, pero da un viraje para convertirse en una variante de las serie de Jason Bourne.
Sean Penn es Jim Terrier, un exsoldado que trabaja como asesino alquilado de una compañía que busca petróleo en la República Democrática del Congo, que poco tiene de democrática. Su misión es asesinar al ministro de minas del país que quiere imponer reglas que limitarán los abusos de las compañías extranjeras. Lleva acabo su misión pero queda cargado de arrepentimiento. Peor aún, su contrato lo obliga a dejar el país inmediatamente, lo que lo fuerza a abandonar a Annie (Jasmine Trinca), la mujer que ama. También descubre que alguien lo quiere matar.
De ahí en adelante la película es un thriller de persecución que descansa en los hombros de Penn y depende de virajes que no sorprenden. Penn, quien ya tiene 54 años, muestra su físico para convencernos de que puede dar las carreras, brincos y saltos que requiere su papel; su actuación, como siempre, es estupenda. Sin embargo, por ahí anda Javier Bardem como Félix, uno de sus colegas del Congo. Félix está enamorado de Annie y Bardem lo interpreta como un hombre verdaderamente enamorado y herido por el amor. El tío es poco menos que espectacular. Su desencanto con las vueltas de la vida lo trasmite con miradas y gestos que dejan ver lo que pasa por su mente y nos hace sentir más por él que por el héroe. La película vale para verlo a él.
Me llamó la atención los muchos asesinos por contrato que parecen vivir en Barcelona y la facilidad con la que en La Monumental se podía ir donde esperaban los toros y caerse a tiros con otros. Pero claro, eso tiene el potencial de suceder hoy día en cualquier edificio del mundo. La secuela en la plaza de toros es tan difícil de predecir que cuando la cámara iba del torero con la muleta a la suerte del héroe, me puse a pensar que tal vez se filmó (aunque no sea cierto) en la última lidia de toros en Cataluña (que fue en 2011).
Días antes de ver esta cinta vi en Netflix una verdadera joya: el documental “Virunga”, un parque Nacional en la República Nacional del Congo, en el que se relatan los sacrificios y la valentía de los que defienden la vida de los pocos gorilas de la montaña que existen. La situación de esos animales hermosos e inteligentes se ha visto más amenazada desde que se descubrió petróleo debajo del Lago Eduardo. La compañía británica SOCO, en contubernio con un grupo de rebeldes que quieren dinero de las regalías del producto para comprar armas, lo están explotando con los estragos predecibles al ambiente, los animales y los habitantes de la región.
Es una pena que Penn, uno de los productores y guionistas del filme, quien tiene inquietudes verdaderas y sinceras a favor de los desposeídos del mundo, no concentrara más en la explotación y la corrupción de África y, por el contrario, se fuera a destruir pisos cerca de Las Ramblas.
Si tiene el deseo de ver una película que sirva para producir adrenalina sin tener mucho qué pensar (excepto en “bulls”) vean esta. Si quieren saber más sobre los problemas de la explotación del Congo vean “Virunga”, un parque que está más metido que el SOCO del medio o del miedo…