The Master
El director y guionista de esta cinta, Paul Thomas Anderson, ha escrito una historia de fugas y engaños que, aunque está ambientada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, tiene mucha vigencia en el mundo en que vivimos. Esa época de regocijo para unos y de profundas penas para otros, comenzaba a despuntar con la evidente barbarie de las bombas atómicas y el recuento de los muchos muertos, bajo y sobre la tierra. No era difícil predecir que un mundo convulso por esos acontecimientos estuviera poblado por individuos vulnerables a la malicia de pseudocientíficos, pseudofilósofos y falsos líderes. Anderson nos presenta la corrupción mental de un personaje que es todas esas cosas y que transmuta una mentira en cruzada espiritual para explotar a los incautos.
Cuando el filme comienza, con música cuyo volumen me pareció exagerado (como si quisiera decirnos prepárense para lo que viene) un tipo retoza en una playa con otros marineros, y le hace el amor a una mujer de arena, que ha sido tallada por sus compañeros y, más tarde, lo vemos masturbarse frente al mar. Esa mujer de arena y los remolinos que forman las hélices de un barco en el mar, son leitmotiv representativos de la fuga y de la idealización de la mujer por el marino, que resulta ser un borrachín psicópata.
Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es un desdichado quien, presumiblemente, se ha alcoholizado en la Marina, y que, además, tiene una visión general de que la mujer existe para que él la posea. Hay una sola excepción: una jovencita de su vecindario que le escribe una carta y que es el equivalente de carne y hueso de la mujer de arena (en varias escenas retrospectivas lo vemos acostado, abrazado tiernamente con la escultura). Pero, aunque su mirada es de cariño, en lo que piensa no hay duda: sus ojos están posados en los pechos puntiagudos de la imagen.Quell, palabra que tiene su origen en “kill” o matar, pero que también significa suprimir o silenciar, es un nombre que el guionista empeña para indicarnos la naturaleza indómita del personaje. Es como una orden incumplida: Freddie, ¡suprímete! (que es lo que le dicen los personajes que lo rodean sin que surta mucho efecto), pero es también referente al instinto destructor que lleva Freddie por dentro.
Freddie comienza su carrera posguerra como fotógrafo en una tienda por departamentos donde continúa su confección de bebidas a las que les añade aguarrás y otros solventes, seduce a una modelo, y pelea con un cliente, porque le cae mal. Despedido como resultado del incidente, se une a un grupo de trabajadores agrícolas que cortan repollos y, una de sus mezclas, envenena a un pobre viejo que toma más de la cuenta. En una escena de gran fuerza cinemática, y simbólica de la fuga del personaje, Quell se lanza del rancho donde vive por una estrecha puerta que da al extenso valle donde está la siembra. Emerge de la semioscuridad a la oscuridad y corre como alma que lleva el diablo, sin hacerse responsable de lo ocurrido. Luego lo vemos vagando, y esa pérdida de rumbo lo conduce a las garras de algo mucho peor que lo que dejó atrás: se ha fugado de su realidad para entrar a la de otro.
Por casualidad, ve un yate iluminado y lo aborda ilegalmente. En el barco conoce a un tipo llamado Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman), El Maestro del título, un supuesto filósofo y científico creador de un movimiento llamado La Causa. Este prueba el mejunje que ha mezclado Freddie y le dice que puede quedarse en la travesía con él, siempre y cuando le prepare más de la bebida. Los dos se hacen amigos y se va articulando una dependencia paterno-filial entre los dos hombres. Presentimos que es una especie de explotación de la evidente psicosis e inestabilidad de Freddie cuando se hace evidente que las enseñanzas de Dodd son pura patraña. Dodd insiste que ha conocido a Freddie en otra vida e induce a sus “pacientes” a recordar quiénes eran en otra vida, ya que todos los vivientes son inmortales cuyas almas van reapareciendo a lo largo de la historia.
Su efecto en Freddie es tan absoluto que éste comienza a atacar a cualquiera que dude los postulados y teorías de Dodd. Tanto así que agrede a un escéptico que reta al Maestro en una reunión en la alta sociedad de Nueva York y, más tarde, al editor del segundo libro de Dodd, que se percata que el contenido es filfa. Eventualmente tanto el hijo de Dodd como Freddie cuestionan la veracidad del movimiento y una serie de sucesos hacen que Freddie huya (otra fuga) del movimiento para terminar como un vagabundo.Las similitudes entre La Causa de la película y el movimiento de Cienciología (Scientology) puede que sean pura coincidencia, pero no cabe duda de que estos cultos están basados en suposiciones supersticiosas que se usan para explotar a los miembros de la secta. Además, por la época en que se desarrolla la trama y por la forma en que están presentados algunos de los personajes, particularmente la mujer de Dodd (la eficiente Amy Adams), que es un arquetipo del egoísmo, hay también una referencia al objetivismo de Ayn Rand, cuyos acólitos, con su desdén por el prójimo menos agraciado, constituyen un culto peligroso hoy día.
Joaquin Phoenix es uno de esos actores, como el gran Daniel Day-Lewis, la estrella del estupendo filme del director Anderson “There will be blood”, que se sumerge en sus papeles de tal forma que se convierte en sus personajes. Sus actuaciones superlativas en “Gladiator” y “Walk the line” son evidencia de su talento. En esta es difícil descartar que el actor no sea el personaje. Con la enjutez que se asocia a los alcohólicos, con pose de brazos en jarra y hombros hacia adelante y ropa un poco más grande que su talla, su rostro retratado en ángulos que lo hacen ver grotesco y acentúan su labio leporino, Phoenix es el imán visual de una película llena de escenas de gran belleza (la visita que le hace Freddie a la madre de la novia ideal que perdió, es una joya). Ya bien sea que está siendo encantador con alguna mujer que quiere llevarse a la cama o tirando una pataleta, nos atrapa en su red y nos llena de compasión a la vez que nos repele con su violencia. Freddie es digno de reproche lo mismo que de lástima.
La violencia externa de Freddie, su psicosis en voz alta, tiene su contrapunto en la psicosis callada y a veces explosiva de Dodd. A estas alturas parece un cliché decir que Phillp Seymour Hoffman es uno de los grandes actores de nuestro tiempo. La desfachatez controlada del personaje que encarna el actor tiene la capacidad de hacernos ver por qué algunos lo siguen y por qué Freddie está dispuesto a hacer cualquier cosa por él. Al mismo tiempo, la personalidad de Dodd no podría estar plasmada a perfección si no fuera por la complejidad de la actuación de Hoffman. Hay entre Dodd y Freddie una relación que culmina en lo más cercano al erotismo (en una película en que el sexo básicamente está deserotizado y es muchas veces onanista) en una escena concebida y actuada con gran brillantez. Cerca del fin de la relación entre Freddie y La Causa, Dodd, quien ha instalado su culto en Inglaterra con gran éxito financiero, le dice a Freddie que recuerda dónde lo conoció en el pasado y, al terminar su relato, comienza a cantarle “On a slow boat to China”, una canción que es deseo carnal y amor sublime. Oír cómo Hoffman la canta y la respuesta corpórea de Phoenix a las palabras es una de las grandes escenas de amor y, simultáneamente, de fuga que se han filmado.